martes, 14 de abril de 2009

LAS ETAPAS DEL AMOR: I EL ENAMORAMIENTO O EL ESTRÉS DEL DESEO

Dorothy Tennov[1] en 1979 investigó el enamoramiento en cuatrocientas personas (varones y mujeres) en la Universidad de Bridgeport en Connecticut (Estados Unidos de América) identificando por primera vez desde una perspectiva científica los síntomas del enamoramiento: temblores, palidecer o ruborizarse, sentimientos de incomodidad, tartamudeo y pérdida del control de las emociones. Quedó demostrado posteriormente que esas reacciones son universales. ¿Por qué ocurren esas alteraciones físicas cuando nos sentimos atraídos por otro ser humano?

La naturaleza dotó a los seres vivos con un programa genético que les permitiera adaptarse y sobrevivir a las amenazas del entorno, el ser humano no fue una excepción. Fuimos determinados para ser presas y no depredadores, nuestras condiciones físicas nos hacían tan vulnerables como cualquier otro animal de la sabana africana. Somos una especie que ha sobrevivido gracias a la inusual habilidad de organizarnos en grupo y no por los limitados recursos defensivos de nuestro cuerpo. Por ejemplo, la velocidad máxima que alcanzamos es de treinta kilómetros por hora, un guepardo durante la caza llega a una velocidad mínima de ochenta kilómetros por hora, la gacela logra setenta kilómetros por hora, huelga decir quién sería la víctima de las garras del felino.

Como éramos muy frágiles ante los depredadores, hemos desarrollado un sistema emocional de alerta excepcional. El miedo por ejemplo, es la consecuencia de la segregación de epinefrinas que excitan al sistema muscular preparándonos para la huida. Gracias a la adrenalina, ante la visión de dos guepardos hambrientos podíamos acelerar nuestra corrida hasta treinta y siete kilómetros por hora, o nos quedábamos paralizados como la zarigüeya con la esperanza que los guepardos sean gourmets sofisticados que desechen cadáveres. ¡Lo más probable era que seamos devorados!

Hoy en día tenemos pocas experiencias donde nuestra vida está en riesgo por peligros naturales, sin embargo, la carga genética continúa intacta, pues los genes no se han enterado que hemos superado nuestra vulnerabilidad natural. Continuamos segregando las mismas sustancias químicas que eran indispensables para sobrevivir, ningún león nos persigue pero nuestro organismo se colma de activadores del sistema nervioso cuando tenemos que enfrentar un examen académico. Los estímulos han cambiado, pero las respuestas emocionales siguen siendo las mismas porque los esquemas genéticos son inmutables: nuestro organismo es ciego, responde a la estimulación de las hormonas.

El estrés es consecuencia de nuestra “degeneración” genética[2]. Nos sometemos a una situación social inocua para nuestra supervivencia natural (ejemplos: llegar a tiempo a la oficina, estudiar para un examen, hacer fila para tomar el minibús, etc.), nuestro organismo interpreta la señal como peligrosa y empieza a segregar adrenalina para que escapemos de la situación. Como no huimos, la emisión de adrenalina se incrementa saturándose, por lo que liberamos dopamina para proteger a nuestras neuronas. Nuestros músculos se tensionan, el corazón incrementa sus palpitaciones, transpiramos e incrementamos el ritmo respiratorio: estamos en un estado de alerta para evitar al estímulo amenazante.

Como no nos retiramos ni atacamos a la amenaza, nuestro cuerpo puede colapsar, por eso activamos la producción cortisol (hidrocortisona) desde las glándulas suprarrenales para activar las vías metabólicas, y así aumentar la concentración de glucosa, lípidos y aminoácidos, todo con el fin de enviar energía a los músculos, evitando un infarto cardíaco.

Hans Selye describió el Síndrome de Adaptación General en 1936 y propuso el término inglés “stress” para referirse a la tensión muscular que se presenta en personas que deben enfrentar situaciones amenazantes de las cuales no pueden escapar. Encontró coincidencias en el comportamiento de empresarios jóvenes que sufrían de dolencias cardíacas denominándolo Conducta A. En 1980 Lázarus y Folkman[3] explicaron al estrés[4] como consecuencia de la interpretación cognitiva desadaptada de la realidad, es decir: no es consecuencia del estímulo, sino de la atribución que las personas le dan. Se trata de una reacción fisiológica generada por la percepción catastrófica de eventos sociales en los cuales la amenaza no es la muerte física sino la “muerte social”, en el sentido de que tememos ser rechazados por el grupo o fracasar en el logro de alguna meta.

Cabe concluir que el estrés es un invento moderno que puede llevarnos a la tumba puesto que la exposición permanente a situaciones estresantes conlleva la excesiva producción de cortisol que acabará convirtiéndose en un destructor de tejidos y músculos, llevándonos al riesgo de padecer trastornos cardíacos.

Al igual que el miedo, el deseo sexual está determinado por nuestros genes: ante la oportunidad de cópula nuestro organismo ordena la activación de la respuesta sexual. En la mayoría de los mamíferos la atracción sexual se da por la recepción de las feromonas[5], la misma que se recepciona en el órgano vomeronasal (OVN), también denominado órgano de Jakobson, sus receptores se localizan en el epitelio sensorial del órgano olfatorio.

En 1891 Potiquet identificó el OVN en el ser humano, sin embargo el descubrimiento pasó desapercibido hasta que en 1991 García-Velasco llevó a cabo una detallada descripción del órgano y analizó su desarrollo desde la gestación. En 1986 Winnifred Cutler demostró por primera vez la existencia de feromonas en los humanos al exponer a un grupo de mujeres a la sudoración axilar de varones, observó que se alteraba el ciclo menstrual. Ivanka Savik[6] en el 2005 llegó a la conclusión de que en los seres humanos la proteína afrodisina (identificada en hamsters) es una feromona que precipita el deseo sexual en homosexuales. Savic determinó que existen dos tipos de feromonas en los seres humanos, la feromona masculina AND y la femenina EST.

Además de la recepción olfativa de la EST, el deseo sexual masculino está relacionado con la estimulación visual. Una vez detectados los estímulos eróticos, se produce la activación del área preóptica medial y el núcleo ventromedial del hipotálamo de donde parten “órdenes” a las glándulas suprarrenales para que emitan feniletilamina[7]. La secreción de feniletilamina precipita la intervención del área septal y del complejo núcleo estriado-sustancia nigra de los ganglios de la base, produciendo dopamina para proteger las conexiones nerviosas dada la ingente estimulación.

A la par que se produce la sensación de “ardor sexual” por la combinación de dopamina y feniletilamina, en el cerebro masculino al excitarse los núcleos supraópticos, el organismo se informa de un desequilibrio en la acumulación de líquidos, por lo que las neuronas de la amígdala medial y el núcleo del lecho de la estría terminal precipitan la producción de vasopresina[8], la que será determinante para la erección del pene.

Dabbs (2001) estableció que durante la activación sexual masculina, interviene el núcleo amigdalino emitiendo grandes cantidades de testosterona[9]. La presencia de testosterona es indicadora de la conducta depredadora, razón por la que Dabbs considera que el amor masculino está asociado a la violencia. La función de la predisposición al ataque se ha referido a la necesidad de pelear con otros machos por la posesión de la hembra y también para retenerla.

Según Buss (1996), el varón en la naturaleza tenía que demostrar a las hembras que era el más fuerte, por lo que hacía alarde de sus virtudes físicas[10]. Por su parte Fisher (2007), considera que los machos humanos iban detrás de las hembras que les aseguraban la reproducción de sus genes, por lo tanto, mientras más mujeres eran fecundadas, mayor era la probabilidad de tener hijos. Los planteamientos de Buss y Fisher sugieren que la sexualidad masculina estuvo regida por la tendencia a tener varias parejas, en otras palabras: ¡los varones somos infieles innatos!

La activación del deseo sexual femenino depende de la excitación del núcleo ventro medial del hipotálamo y el núcleo supraquiasmático. La respuesta sexual femenina se inicia gracias a la secreción de estradiol[11] y testosterona[12], es interesante observar que se da un incremento de ambas hormonas durante la etapa de la ovulación, predisponiendo a la mujer para el “ardor sexual”. La estimulación del OVN por la AND masculina promueve la alteración fisiológica en la mujer, sin embargo, a diferencia del varón que es fundamentalmente viso-sexual, la sexualidad femenina se inicia con el deseo provocado por múltiples sensaciones, por lo que es factible decir que la mujer es poliseonsorial-sexual.

La feniletilamina produce la emisión de dopamina tanto en el cerebro masculino como femenino, sin embargo, en la mujer se manifiesta la presencia de oxitocina[13] durante su respuesta sexual, principalmente en el orgasmo. La oxitocina es precipitada por la acción de los núcleos supraóptico y paraventicular del hipotámo sobre la región posterior de la hipófisis La oxitocina es la hormona de la ternura y la protección, además de la actividad sexual, se libera cuando la mujer amanta a su bebé.

Llama la atención que la oxitocina provoque la estimulación de las regiones cerebrales encargadas del placer sexual (área septal, amígdala y núcleo ventromedial del hipotálamo). Esa regulación interna de la sexualidad femenina explicaría la necesidad que la mujer tiene de sentirse amada antes de responder sexualmente, tal como lo enunciaron Masters y Johnson en su célebre frase: “el varón primero desea, después ama; la mujer primero ama, después desea”[14].

Según Fisher y Buss, la mujer en la naturaleza buscaba al macho alfa[15] para asegurarse de que su progenie sea la más fuerte. La hembra humana al sentirse atraída sexualmente por el más fuerte, hizo que los machos compitiesen entre ellos, de ahí que para la identidad masculina sea importante demostrarse como el más prestigioso y capaz de otorgar protección a la hembra.

La producción de tantos neurotransmisores estimulantes en el varón y la mujer, determina que el sistema nervioso deba protegerse a través de la exudación de b-endorfina[16] precipitada por la estimulación del tálamo, hipotálamo, amígdala y locus coeruleus. Esta sustancia produce dos fenómenos subjetivos: la sensación de tranquilidad y de “volar”, tal cual ocurre con las drogas alucinógenas y sedativas.

El deseo sexual produce un estado alterado de la conciencia, inhibe la posibilidad de discernimiento porque tiene una finalidad fundamental para la supervivencia: ¡procrear!

El enamoramiento surge como consecuencia de la inhibición del deseo. Ante el estímulo erótico el sistema nervioso activa al endocrino para preparar la cópula, pero las regiones prefrontales inhiben el impulso, por lo que la producción de feniletilamina, vasopresina, testosterona, estrógenos y oxitocina se incrementa, produciéndose mayor exudación dopaminérgica hasta la secreción de endorfinas. La alteración en la homeostasis de nuestro organismo determina un desequilibrio en la serotonina[17], lo mismo ocurre con la acetilcolina[18].

Como no se da lugar al mandato de cópula, la persona tiene varios síntomas de la depresión asociados al descenso de la serotonina: falta de interés en las actividades cotidianas, insomnio, pérdida de apetito, fatiga, disminución de la capacidad de concentración.

Así mismo desarrolla patrones similares al trastorno obsesivo compulsivo debido al incremento colinérgico: pensamientos e imágenes recurrentes relacionados con la persona deseada, conductas compulsivas e irracionales como deshojar margaritas, escribir el nombre de la persona que se quiere en diversos lugares, etc.

La presencia desmesurada de dopamina y acetilcolina, es también común en las toxicomanías. Llama la atención que las personas enamoradas se comporten de la misma manera que las adictas a las drogas, presentando los síntomas del síndrome de abstinencia y de tolerancia.

La abstinencia se refiere a la crisis de angustia que sobreviene cuando no se ha consumido la dosis necesaria de droga. La persona enamorada pasa por la misma experiencia, si no ve a la persona que desea o por lo menos no logra una breve comunicación (como por ejemplo recibir un correo electrónico), ingresa en un grave estado de desesperación hasta que logra finalmente encontrarse con ella. El encuentro, al igual que una inyección de heroína en el heroinómano.

Al igual que en la drogadicción, la persona enamorada desarrolla la tolerancia, es decir, requiere cada vez más la presencia de la persona deseada, es una necesidad insaciable. El estado psicológico depresivo, obsesivo y adictivo es expresado notablemente por los siguientes versos de Fernando Pessoa:

Amar es pensar.
Y yo casi me olvido de sentir sólo pensando en ella.
No sé bien lo que quiero, incluso de ella, y no
pienso más que en ella.
Tengo una gran distracción animada.
Cuando deseo encontrarla
casi prefiero no encontrarla,
Para no tener que dejarla luego.
No sé bien lo que quiero, ni quiero saber lo que
quiero. Quiero tan solo
Pensar en ella.
Nada le pido a nadie, ni a ella, sino pensar.

La separación de los enamorados ocasiona dolor. La presencia de la sustancia P[19] se ha identificado en pacientes drogadictos y en los enamorados. Blum y Comings[20] acuñan el término “síndrome de déficit de recompensa” para referirse a que la adicción se relaciona con la huida al dolor y no con la búsqueda de placer.

Según Rodríguez[21], la presencia de la sustancia P en adictos a las drogas y sectas, también se patentiza en los enamorados. En el enamoramiento es la ausencia de la persona querida la que ocasiona la activación de la sustancia P. La necesidad del otro se relaciona con la segregación de endorfinas que inhibirán la acción dolorosa de la sustancia P.

El dolor de los enamorados puede ser tan intenso que en algunos casos se produce la muerte debido a la cardiomiopatía de Takotsubo[22]. Según Martin Corwie del Hospital Brompton, en Londres, las personas que sufren la pérdida de un ser amado tienen mayor riesgo de morirse después de seis meses de la pérdida. Frances O’Connor denominó “pena compleja” al síndrome del corazón roto que se asocia con la cardiomiopatía de Takotsubo[23].

Liebowirz y Klein identificaron personas adictas al enamoramiento[24], estas personas viven pendientes de enamorarse, por lo general escogen parejas incompatibles, por lo que muy pronto la relación se rompe y buscan inmediatamente una nueva pareja. Fisher considera que la “adicción al enamoramiento” es producto de la intrincada química de la atracción[25].

El enamoramiento normal tiene una duración breve, oscila entre semanas a un año. Existe relación entre la edad y el tiempo de duración del enamoramiento: a menor edad menos dura el idilio pero es más intenso el apasionamiento. Llega un momento en que el “ardor sexual” disminuye hasta desaparecer.

En cambio, los enamoramientos de larga data suelen estar asociados a la hipersexualidad o adicción sexual y a la codependencia o adicción al amor. La hipersexualidad[26] es la exacerbación del deseo sexual, más común en varones que en mujeres, se trata de personas que han convertido a la actividad sexual en el sentido de sus vidas.

La codependencia fue popularizada por Melody Beattie[27] y por Robin Norwood[28], ambas se refieren a la relación que algunas mujeres establecen con varones inmaduros, usualmente adictos al alcohol o a otras drogas, son maltratadas y viven esperando que su pareja cambie a partir del exagerado “amor” que les prodigan. La Asociación Americana de Psiquiatría aún no ha considerado al síndrome como un trastorno que se pueda diferenciar de otros, por lo que no lo ha incluido en la versión revisada del Manual Estadístico de Trastornos Mentales (DSM IV-R).

Tanto la hipersexualidad como la codependencia son ejemplos de la patologización de la etapa del enamoramiento, quizás los primeros se hacen adictos a los estimulantes químicos que se producen durante el deseo sexual, y las segundas lo sean a la oxitocina que propicia la necesidad de protección.

Los varones tienden más que las mujeres a confundir el apasionamiento con el amor, de ahí que muchos se casan enamorados y esperan una vida conyugal con intensa actividad sexual; las mujeres, en cambio, tienen más tendencia a confundir la intimidad con el amor, por lo que suelen casarse esperando un compañero antes que un amante sexual[29].

El surgimiento del amor cortesano originado en el Sur de Francia durante el siglo XI, puso énfasis en el deseo sexual como principal ingrediente del amor, antes, las parejas se formaban por conveniencia social[30]. En la cultura rural aymara, aún se desconoce al enamoramiento como el recurso de elección de pareja, recurriéndose a las convenciones comunitarias que valoran sobre todo la laboriosidad del varón y de la mujer[31].

La globalización ha generalizado la importancia del enamoramiento para la elección de pareja en la mayoría de las culturas. Es el principal motivo por el cual las personas deciden contraer matrimonio. Los padres esperan que sus hijos e hijas se casen enamorados, incurriendo en la irracionalidad de que el sentimiento definirá el éxito matrimonial[32]. El estar enamorado nos dice que hemos reconocido en el otro un adecuado receptáculo para nuestros genes, pero no nos dice si esa persona es la óptima para la convivencia.

Los trastornos de personalidad más peligrosos son los más atractivos sexualmente. Para las mujeres los psicópatas y para los varones las personalidades, de ahí que las personas hipernormales tengan mayores probabilidades de establecer vínculos pseudoamorosos con personas que adolecen de los mencionados trastornos de personalidad[33].

Nos enamoramos de cualquiera que nos produzca la sensación de ansia sexual, aunque no la reconozcamos como tal debido a la degeneración cultural que han sufrido nuestras emociones básicas. ¡No sabemos de quién nos estamos enamorando! Se trata de alguien desconocido. Nos dejamos llevar por la ilusión de que la emoción es suficiente prueba de reconocimiento del amor verdadero. Somos seducidos por el otro y lo seducimos con lo que no somos, sino con lo que pensamos puede serle atractivo[34].

Es probable que aún seamos personas irresponsables socialmente cuando experimentamos la intensidad del enamoramiento; puede ser que ante su presencia se sume la necesidad de desvinculación familiar por lo que fácilmente la pareja apasionada decida casarse. La probabilidad de que el otro sea compatible con nuestros valores e intereses se reduce al mínimo durante la etapa del enamoramiento, porque a mayor inmadurez más intensas son las emociones sexuales.

Fisher[35] demuestra estadísticamente que el riesgo de infidelidad masculina se incrementa durante el cuarto año de matrimonio, deduce que es debido a la necesidad biológica de repartir genes en distintas hembras. ¿Cómo asegurar la posibilidad de un matrimonio exitoso? ¿Cómo alentar la monogamia? El enamoramiento no es el recurso para la felicidad matrimonial ni para la fidelidad conyugal. Todo lo contrario, si la pareja se concentra en avivar la pasión descuidará la intimidad y pondrá en riesgo el compromiso. Los que tienen un temperamento sexual ardiente rápidamente perderán el interés por su cónyuge y buscarán aventuras extramatrimoniales para mantener viva la sensación del deseo.

Las personas más estúpidas confundirán el descenso del deseo con la desaparición del amor y propondrán el rompimiento del vínculo; sin percatarse que el ser humano ha superado las necesidades básicas para priorizar los valores trascendentales que serán los que configuren la creación del lazo amoroso.

El amor no es cuestión del automatismo del sistema nervioso autónomo regido por las exigencias genéticas, en todo caso, el amor es definido por las regiones prefrontales de la corteza cerebral, las cuales están dirigidas por los condicionantes morales de la cultura. El enamoramiento no es producto de una elección conciente, simplemente se da, cualquiera se puede enamorar: Hitler se enamoró de Eva Braun, Gandhi lo hizo de Katurba. La diferencia está en que el primero nunca supo amar, mientras que el matrimonio de Gandhi es un ejemplo histórico de la eternidad del amor.

El enamoramiento vuelve a activarse durante el matrimonio, sobre todo cuando los esposos han aprendido a ser creativos y no dejar que la cotidianeidad produzca rutinarios estados de aburrimiento. El volverse a enamorar de la misma persona permite que el matrimonio se renueve permanentemente, coincidiendo con los versos de Gabriela Mistral:

Y amar… es amargo ejercicio;
Un mantener los párpados de lágrimas mojados,
Un refrescar de besos las trenzas del cilicio
Conservando, bajo ellas, los ojos extasiados.












[1] Tennov, D. (1979) Love and Limerance: the experience of being in love. Nueva York: Stein & Day.
[2] Jaime Barylko nos consideraba una especie “degenerada” porque íbamos en contra de nuestra naturaleza genética. Ver: Barylko, J. (1999) En busca de uno mismo. Buenos Aires: Emecé.
[3] Lazarus, A., Folkman, S. (1984) Estrés y procesos cognitivos. Madrid: Martínez Roca
[4] Estrés: forma de escritura aceptada por la Real Academia de la Lengua Española.
[5] Son sustancias olorosas que exudan las hembras cuando están en la etapa del estro o celo. El aroma de las feromonas provocan la excitación sexual en los machos.
[6] Savic, I. (2005) en: Borgarelli, M. (2007) Aporte para el conocimiento anatomo-funcional del órgano vomeronasal humano y su probable relación con la conducta socio-sexual. En: Alcmeon. Revista Argentina de Clínica Neuropsiquiátrica. Año 16, Vol. 14, Nº1. Págs. 5- 48.
[7] La feniletilamina es una amina aromática (C8H11N), es una hormona activadora del sistema nervioso al igual que las anfetaminas. Klein y Lebowitz, del Instituto Psiquiátrico de Nueva York la asociaron al enamoramiento, puesto que comprobaron que se produce ante las miradas de conquista.
[8] La vasopresina es una hormona peptídica antidiurética, es decir, disminuye la eliminación de agua. Su presencia en el organismo produce vasocontricciones, las cuales conllevan a la erección del pene.
[9] Dabbs, J. (2001) Héroes, amantes y villanos. La influecia de la testosterona en el comportamiento humano. México: MCGraw-Hill
[10] Buss, D. (1996) La evolución del deseo. Madrid: Alianza Editorial
[11] El estradiol es una hormona del grupo de los estrógenos
[12] Rako S. (1996) La hormona del Deseo-Cómo mantener la libido femenina más allá de la menopausia- Girona: Tikal
[13] La oxitocina es una hormona péptida compuesta por nueve aminoácidos, difiere de la vasopresina por sólo dos aminoácidos.
[14] Masters, J., Johnson, V. (1980) El vínculo del placer. México: Grijalbo.
[15] En etología se denomina macho alfa al líder de un grupo animal. Es el macho más fuerte cuya función es la de proteger al grupo, su principal beneficio es que se asegura de que las crías le pertenecen, por ello evita que los otros machos copulen con las hembras.
[16] La b-endorfina es un polipéptido asociado con la inhibición del dolor, su constitución es similar a los opiáceos.
[17] La serotonina o 5-hidroxitriptamina (5-HT), es un neurotransmisor inhibidor del sistema nervioso, su disminución se relaciona con la depresión.
[18] El primer neurotransmisor descubierto fue la acetilcolina; es la encargada de la transmisión nerviosa preganglionar a la postganglionar en el sistema nervioso autónomo. Se sabe que está relacionada con la memoria y el aprendizaje. Su excesiva producción se asocia con el trastorno obsesivo compulsivo.
[19] La sustancia P es el primer neuropéptido activo considerado como neurotransmisor. Su función es la de contraer los músculos, también está relacionada con la sensación de dolor crónico, las endorfinas la inhiben. Ver: Ornstein, R., Sobel, D. The healing brain: breakthough discoveries. Nueva York: Simon & Schuster.
[20] Blum, K., Comings, D. y otros. (1996) Reward deficiency syndrome. American Scientist. Nº84
[21] Rodríguez, P. (2000) Adicción a las sectas. Pautas para el análisis, prevención y tratamiento. Barcelona: Sine Qua Non.
[22] Recer, P. (2003) Broken heart can hurt the brain as much as a physical injury. En: The Milwaukee Journal Sentinel. Nº 10. Una colección de artículos sobre “el corazón roto” está disponible en: http://www.highbeam.com/doc/1P2-6239637.html
[23] Regnante, R., Zuzek, R., Weinsier, S.,. Latif, R., Linsky, R., Ahmed, H., Sadiq, I. (2009) Clinical Characteristics and Four-Year Outcomes of Patients in the Rhode Island Takotsubo Cardiomyopathy Registry. American Journal of Cardiology. Vol. 103, Nº 7, Pags. 1015-1019
[24] Liebowitz, M.R. (1983) The chemistry of love. Boston: Little Brown.
[25] Fisher, H. ob.cit.
[26] Ver: Adictos sexuales anónimos. Disponible en: http://www.sexaa.org/espanol/index.htm
[27] Por ejemplo: Beattie, M. (1998) Libérate de la codependencia. Madrid: Sirio.
[28] Norwood, R. (2003) Las mujeres que aman demasiado. Madrid: Vergara.
[29] Sternberg, R. (1998) El triángulo del amor. Barcelona: Paidós.
[30] Branden, N. (2000) La psicología del amor romántico. Barcelona: Paidós.
[31] Pinto, B. (2008) Amor y personalidad en universitarios de origen aymara del departamento de La Paz. Tesis doctoral: Universidad de Granada. (No publicada).
[32] Beck, A. (1988) Love is never enough. Nueva York: Harper & Row.
[33] Para profundizar: Pinto, B. (2005) Por que no sé amarte de otra manera: estructura individual, familiar y conyugal de los trastornos de la personalidad. La Paz: UCB/SOIPA
[34] Hendrix, H. (1997) Conseguir el amor de su vida. Buenos Aires: Obelisco.
[35] Fisher, H. ob.cit.

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