jueves, 14 de septiembre de 2017

Por qué no soy un terapeuta narrativo



Por qué no soy un terapeuta narrativo

Por: Bismarck Pinto Tapia, Ph.D.

 

En lo tocante a la ciencia,
la autoridad de un millar
no es superior al humilde razonamiento
de una sola persona.

Galileo Galilei

Bismarck Pinto y David Epston (2016)
Definitivamente








 no soy un psicoterapeuta narrativo. Esta ha sido mi conclusión después de varios años de haberme dejado seducir por las extravagantes ideas de la teoría narrativa, de sus recursos investigativos y psicoterapéuticos. En mi formación dentro del modelo de investigación narrativa recibí clases de Corinne Squiere de la University of East London, coautora del libro Doing Narrative Research[1], entre otros escritos. También participé de los talleres de investigación narrativas en la Universidad Católica Boliviana en La Paz y en la Universidad Libre de Bruselas, bajo la coordinación de Gerrit Loots[2] en el programa de doctorado del proyecto VLIR-UCB. Como consecuencia, dirigí varias tesis con esa perspectiva metodológica[3].

En cuanto a mi formación en terapia narrativa, comencé con el grupo de Rosa Glasserman en la Fundación Familias y Parejas (Instituto Argentino de Terapeutas Relacionales) en Buenos Aires. Invité a Alejandra Esborrás a dictar la materia Terapia Narrativa en la Especialidad Psicología Clínica y Terapias Breves. Posteriormente Claudio Deschamps de la Escuela Sistémica Argentina consolidó la formación en esa línea. Mi última relación con la Terapia Narrativa fue en un taller con David Epston en la Universidad Santo Tomás en Concepción-Chile.

Mis cuestionamientos se iniciaron con la lectura del artículo de Salvador Minuchin: ¿Dónde queda la familia en la terapia familiar narrativa?[4] En este ensayo critica el trabajo de Insoo Kim Berg con su enfoque centrado en las soluciones y el de Karl Tomm con su abordaje posmoderno en un congreso de Terapia Familiar. Ambos terapeutas se presentaban como terapeutas familiares, ¡pero atendían individuos! Daban la impresión de pregonar que en Terapia Familiar no es necesario trabajar con la familia. Partiendo de ello Minuchin considera que el posmodernismo anuncia la muerte de la familia, y con ello la tergiversación de la Terapia Familiar. Las reflexiones epistemológicas que hace concluyen en la postura anti sistémica del enfoque narrativo. Centrada en la narración individual y en una postura eminentemente ideológica anula la posibilidad de aplicar el razonamiento relacional en la psicoterapia. Otro momento crítico fue la conversación entre Salvador Minuchin y Michael White[5], White se muestra evasivo y sarcástico.

La revolución causada por el movimiento narrativo tiene sus orígenes en el posmodernismo. Esta filosofía es una respuesta a la epistemología positivista equiparada al modernismo. En el modernismo se enfatiza la racionalidad, mientras que el posmodernismo al plasmar los límites de la lógica racional prioriza la intuición y las emociones. El posmodernismo arranca desde una crítica despiadada contra el conocimiento científico y sus métodos[6]. Rechaza fehacientemente la posibilidad de generalizar, ninguna explicación puede aspirar a ser universal.

Los albores del posmodernismo están en la literatura, Lyotard asume que la modernidad se fundamentó en “discursos totalizantes”[7]. Abogan por el conocimiento relativo a las circunstancias culturales, por lo tanto la ciencia es fruto de las ideas capitalistas dependientes del mercado, rechaza el desarrollo de la tecnología, considera que la ciencia es la responsable de los daños sufridos por la humanidad. La solución es el resurgimiento de las culturas originarias, intactas ante los destrozos del progreso tecnológico[8].

Sustentados en el construccionismo social, los posmodernos consideran a la realidad una construcción surgida del diálogo inmerso en un contexto cultural. Por lo tanto no existe una realidad universal, sino realidades construidas socialmente. Por lo tanto la realidad es relativa a la naturaleza social de los seres humanos. De ello se deriva el relativismo ético, se justifica al mal porque es condición inherente a la cultura, el malvado es víctima de sus circunstancias socio históricas. Se niega categóricamente la influencia biológica con ello se elude la concepción del sí mismo y de la esencia o condición humana. El posmodernismo anuncia la muerte de la verdad, porque es un estorbo en su razonamiento obtuso, toda verdad debe ser relativa a los social, por lo tanto no tiene sentido buscarla[9]. Este razonamiento deriva en que todo vale. Cualquier conocimiento tiene cabida, aún aquel basado en tonterías mientras demuestre no pertenecer al mundo occidental y al positivismo. Tácitamente niegan la objetividad de la ciencia.

Uno de los filósofos favoritos del posmodernismo es Foucault, obsesionado con el poder argumenta que todo conocimiento es una forma de dominio[10]. Los posmodernos se constituyen en detractores de cualquier atisbo sospechoso de poder, por lo cual rechazan las conclusiones provenientes del saber científico. Esta obsesiva visión deriva en la bienvenida a las falsas ciencias y a los “saberes ancestrales”. Serán incisivos contra la medicina científica a la que denominan “tradicional” y por ende acérrimos enemigos de la psiquiatría. Su fuente básica de inspiración es “La historia de la locura” de Foucault[11]. En este libro, se concibe la locura como una construcción social, negando sus bases biológicas, y se la utiliza como un ejemplo  del abuso del poder. La conclusión de la lectura de Foucault para los posmodernos es fundamental: la distinción entre lo falso y lo verdadero es una construcción social que ha servido a los intereses de los poderosos[12].

Otro filósofo sustancial en el pensamiento posmoderno es Derrida[13], principalmente se enfatiza su idea de la deconstrucción, entendida como el proceso a través cualquier texto puede ser desmantelado. Es una especie de ideología de la desesperación[14], se trata de una actitud despectiva hacia los resultados de la modernidad, puesto que toda narración es una construcción ficticia.

El posmodernismo critica duramente a la investigación experimental y los métodos que utilizan, sustenta la investigación basada en técnicas cualitativas, para finalmente recurrir a la metodología narrativa consistente en el análisis de los materiales narrativos, los datos son recolectados como narraciones referidas a las experiencias biográficas, trabajos literarios, conversaciones o historias de vida narradas en entrevistas[15]. Se trata de un giro en la investigación, de la etapa descriptiva y explicativa del positivismo se pasa a otra, interpretativa. La pesquisa debe centrarse en el significado que los propios participantes le dan al fenómeno estudiado, se alienta el dar voz a los silenciados por los sistemas de dominio[16].

La investigación debe generar cambios, no ser pasiva. La interacción investigativa confluye en la construcción de una realidad, necesariamente contestataria al sistema imperante. Se habla de la investigación-acción[17], la observación participante[18]. Deja de importar la validez de los datos y sí los cambios ocasionados en la vida de los participantes, mejor aún si se ha conseguido cuestionar el entorno cultural. En los países en desarrollo como el nuestro proliferan estudios sobre poblaciones “vulnerables”: niños en situación de calle[19], adolescentes en conflicto con la ley[20]. En otras latitudes se abordan estudios sobre niños soldados[21] y temas similares. En la mayoría de estas pesquisas se pierde de vista la información para dar lugar a reflexiones ideológicas y políticas, sobresaliendo la opinión de los investigadores en desmedro de los datos propiamente dichos. En el afán de evitar los sesgos los promueven con alevosía desde los enfoques prejuiciosos fundamentados en los referentes ideológicos de las propuestas posmodernas subyacentes al método narrativo.

La investigación posmoderna ha nacido en el seno de la Antropología Cultural, de los trabajos de Levi Strauss[22], fundador del abordaje estructuralista. Dará lugar a las propuestas de la investigación participativa[23]: el antropólogo debe insertarse a la cultura que estudia. Para estos abordajes antropológicos se recurre a las teorías hermenéuticas[24], basadas en la interpretación.

Las fuentes antropológicas y la epistemología constructivista dieron origen a la Psicología Narrativa, Lakoff sostiene que los humanos somos narradores con pensamiento imaginativo cuya finalidad es el significado, todo ello organiza una realidad socialmente definida a la cual se accede a través de procedimientos hermenéuticos[25].

La idea de la realidad construida no es nueva, se remonta a los escritos de Giambatista Vico quien partiendo de Epicteto, filósofo presocrático afirmaba: los hombres no se perturban por las cosas, sino por la opinión que tienen de éstas. Vico es evidentemente un constructivista epistemológico, sustenta que la realidad no es independiente del conocimiento. La psicología del desarrollo de Vygotsky cimentada en el razonamiento dialéctico materialista, considera que la mente se organiza a partir de condiciones socio históricas, coincidiendo con Vico en cuanto a la dependencia de la realidad[26].

Sin embargo es apresurado señalar al psicólogo soviético como constructivista. El constructivismo linda con el idealismo platónico, mientras que la psicología dialéctica promueve una visión materialista de la realidad. Los descubrimientos en la Física Cuántica derivaron en el Principio de Incertidumbre de Heisenberg[27]. Las micropartículas parecen comportarse de manera peculiar, cuando a ciencia cierta se trata del impacto ejercido por el acto de observarlas. Pronto se derivó dicho principio a la investigación social[28], poniendo de relieve la imposibilidad de no influir, ampliamente discutida por el MRI[29]. Así se forjan dos corrientes: constructivismo radical[30], construccionismo social[31]. La primera propone la construcción de la realidad desde una perspectiva biológica, la segunda desde una postura dialógica social.

La psicoterapia narrativa se inspira principalmente en el construccionismo social, sus principios son los siguientes según Friedman[32]:

a) La realidad es una construcción social: no existe una realidad universal, sino aquella resultante de los acuerdos aleatorios realizados a través del diálogo. Este principio es influencia de la epistemología de Maturana y Varela[33].

b) La relación terapéutica es reflexiva, el terapeuta y el paciente construyen significados a través del diálogo.

c) La conversación terapéutica libera al paciente de las historias dañinas y encuentran otras que fueron omitidas.

d) Evita las distinciones de poder en la búsqueda de lazos ecuánimes, se toleran las diferencias.

e) Co-construyen las metas terapéuticas, no se debe olvidar que el paciente es el experto.

f) Se pone énfasis en las fortalezas y habilidades del paciente, se evita el diagnóstico.

g) Se evita el uso de términos psicopatológicos.

h) La terapia se orienta hacia el futuro y se prioriza el cambio optimista.


Los creadores de la Terapia Narrativa  fueron Michael White, trabajador social australiano y David Epston, antropólogo nacido en Canadá. Según su mirada, los conflictos de las personas se deben a historias dominantes, saturadas de problemas, desde la filosofía del poder de Foucault ponen énfasis en los entornos sociales opresores y las ideologías perversas. Estas influencias nefastas ocasionan la construcción de historias devastadoras para la vida de las personas, por lo tanto la terapia consiste en una deconstrucción de las historias dominantes, de tal manera que se debe desarmar su organización para permitir una nueva historia[34].

Conciben los problemas de los pacientes como aspectos ajenos a la persona, no se consideran como déficits de las personas, son cosas externas que afectan su vida. Der ahí la importancia de las conversaciones exteriorizadas, actitud fundamental en los terapeutas narrativos. Se deben analizar los efectos negativos de los discursos socialmente dominantes, las creencias basadas en las instituciones de poder deben abandonarse por otras apropiadas por los mismos pacientes[35].

La tarea central del terapeuta es ofrecer una narración alternativa, a través del diálogo el paciente re escribe su historia cambiando ésta por la anterior disfuncional. Utiliza distintas técnicas: cartas, autobiografía, externalización de los problemas, identificación de excepciones entre otras[36].  Se ha aplicado a diversidad de problemas: depresión, trastornos alimenticios, déficit de atención, etcétera[37].

¿Cuáles son las limitaciones de la Terapia Narrativa?

a)  No posee un modelo teórico sobre los trastornos psicológicos. Considerando que ninguno de sus creadores tuvo formación clínica, sus planteamientos terapéuticos adolecen de criterios diagnósticos. Cuando asistí a un taller sobre las técnicas narrativas dictado por David Epston, presentó un  video sobre una sesión de terapia dirigida por él ante un joven con conductas delictivas. Era evidente la estructura psicopática del muchacho, y a pesar de ello el terapeuta insistía con intervenciones ingenuas. Si no se consideran los factores psicopatológicos asociados a la problemática del paciente se corre el riesgo de no recurrir a las indicaciones pertinentes para ayudar en la solución de los problemas.

b) No es posible verificar su efectividad. Al no tomar en cuenta el diagnóstico es imposible establecer su efectividad. La mayoría de los reportes son estudios de casos, sesgados por la visión de los autores. Algunos trabajos de validación comparativa no han demostrado la suficiente validez de sus intervenciones[38], es interesante observar que los estudios de efectividad se han realizado preferencialmente en comparación a otras terapias, esto sucede debido al problema de la ausencia de diagnóstico en el enfoque narrativo.

c) La negación de la psicopatología puede dañar al paciente: al coincidir con los movimientos anti psiquiátricos[39] existe un vehemente rechazo a los diagnósticos médicos. Esto conlleva la absurda posición en relación a la biología en general y a la neuropsicología en particular. Al rechazar el abordaje biológico de la problemática mental, evitan la comprensión de los problemas comportamentales concomitantes a alteraciones del sistema nervioso.

d) Rechazo tácito de las investigaciones científicas: la postura anti positivista deriva en un estancamiento epistemológico de los enfoques narrativos, rechazan el conocimiento obtenido desde la ciencia y proponen una visión post moderna, que resulta al final de cuentas pre moderna, la negación de la viabilidad del conocimiento obtenido a través de métodos rigurosos en pos de la sobrevaloración de la intuición y del entornos culturales ancestrales han producido una hecatombe en las escuelas sistémicas porque éstas se insertan en el pensamiento neo positivista, por ende, coincidente con la validación del saber científico[40].

e) El relativismo ético: al suponer que la realidad es una construcción social, se cae en la relativización de la ética, lo bueno dependerá del contexto. Esta visión convierte en víctimas a los agresores, sus conductas destructivas son consecuencia de las circunstancias, se niega el libre albedrío, las influencias sociales son más determinantes que la predisposición genética. Es una postura nihilista altamente peligrosa, porque la Terapia Narrativa justifica sin percatarse las acciones dañinas. ¿Se puede re escribir la historia de una víctima?

f) Exceso de optimismo y poco realismo: cuando se enfatiza lo positivo se deja de lado la experiencia dolorosa, al darle un sentido positivo se niega el derecho a denunciar la agresión. El paciente debe cerrar sus ojos ante el sufrimiento y entenderlo como consecuencia de la ideología imperante en su entorno. No olvidemos la insistencia en desacreditar cualquier saber porque está asociado al poder, todo puede ser descalificado desde esa falacia propositiva y engañar a la persona al ponerla en una postura de indefensión.

g) Técnicas narrativas, nada nuevo bajo el sol: el uso de recursos narrativos no es nuevo en la psicoterapia, los humanistas vienen recurriendo a ellos mucho antes del surgimiento del posmodernismo y no es novedoso para el enfoque sistémico[41]. Una de las técnicas más aclamadas utilizadas por los psicoterapeutas narrativos es la externalización. Sin embargo ésta tiene sus antecedentes en el uso de la silla vacía, desarrollada por Fritz Perls en la Terapia Guestáltica[42], aplicada también en la Terapia Cognitiva[43]. La co construcción de la realidad a partir de la creación de una nueva historia, posee esta sugestiva nominación para referirse a las técnicas cognitivas de reestructuración[44]. El optimismo en la visión de la realidad es una manera pueril de manejar la logoterapia[45].

h) El rechazo a la condición humana: el enfoque narrativo es reticente a reconocer la esencia humana, anula al cuerpo y también lo hace con el alma, nos percibe como meros productos sociales, reniega al libre albedrío y desvaloriza el progreso tecnológico. Por definición es una postura atea, puesto que impugna cualquier atisbo de espiritualidad.

Definitivamente no soy un terapeuta narrativo. Mi visión es sistémica y mis fundamentos epistemológicos pertenecen a la ciencia. Me ubico en el neopositivismo porque considero importante que mi trabajo como psicoterapeuta pueda ser falsable. El trabajar con el sufrimiento me obliga a ofrecer lo mejor a los pacientes y al mismo tiempo no abandonar nunca la actitud ética: sobre todo no dañar. La psicoterapia no debe defender la postura ideológica del terapeuta, no es un quehacer político, todo lo contrario es una labor amorosa. No se trata de adoctrinamiento en contra de lo establecido, es comprender el sufrimiento ante la impotencia de cambio y junto a los pacientes desarrollar alternativas de adaptación.

Otro de los peligros de la Terapia Narrativa concierne a la formación de los jóvenes terapeutas, éstos ante la vigorosidad del modelo y la sencillez de sus aproximaciones se entusiasman al grado de sin conocer los modelos sistémicos básicos, se sienten cómodos con un modelo sin referentes teóricos sólidos y sin una propuesta de abordaje psicopatológico, pudiendo generalizar pronto la aplicación de esta terapia en pacientes aquejados de serios problemas.

Sin embargo existen aspectos positivos propuestos por la terapia narrativa:

a) La irreverencia: se trata de cuestionar aquellos aspectos inmersos en los mitos sociales que desembocan en la imposibilidad de ser en un mundo que impide la realización personal[46].

b) La legitimización: se aboca principalmente a la legitimidad de la narración, sin embargo es un principio que va más allá del discurso[47], hace referencia al reconocimiento de la autonomía de la persona y al derecho que tiene para autorrealizarse.

c) El énfasis puesto en las palabras: desde el clásico trabajo de Plátonov[48] ha quedado demostrada la importancia de la palabra como principal recurso sugestivo, la tendencia hermenéutica del Psicoanálisis nos alejó de la simple expresión lógica del lenguaje verbal, la Psicoterapia Narrativa asume respeto hacia las historias contadas, permite que el paciente se sienta escuchado en lugar de interpelado[49].

d) La creatividad en acción: es innegable la riqueza creativa en el abordaje narrativo, el uso del juego y la diversidad de recursos terapéuticos permiten una mayor posibilidad de expresión en la relación terapéutica, sobre todo en la terapia con niños[50].

El surgimiento de la Terapia Narrativa ocurre ante la hecatombe del Psicoanálisis, imposible de defenderse ante la evidencia de su fracaso como teoría y práctica[51], muchos psicoanalistas migraron hacia la terapia sistémica, otros rescataron la teoría del apego desenvolviendo técnicas terapéuticas interesantes[52]. El fracaso de la terapia psicoanalítica obligó a la búsqueda de nuevos derroteros. Sin embargo otras áreas de las ciencias sociales mantuvieron los postulados teóricos del psicoanálisis sin cuestionamientos, esto ocurrió en la sociología sobre todo con la ideología feminista[53]. Lo mismo en la antropología con el advenimiento de las técnicas metodológicas participativas, acentuando la importancia de la mantención intacta de las culturas originarias, afectadas por las culturas colonizadoras. El discurso lacaniano relacionado con el falo y la función del padre, se ajustan a las ideas románticas de la sabiduría de las culturas originarias[54].

Fácilmente surge como una novedad y sin que lo pueda comprender se inserta dentro de las terapias sistémicas. Después de mis consideraciones, debe quedar claro que la Terapia Narrativa no tiene nada del enfoque sistémico, no se ajusta a los criterios fundamentales de la teoría de sistemas. Como señala Minuchin, la teoría narrativa no es terapia familiar, añadamos, tampoco es una teoría sistémica.







[1] Andrews, M., Squire, C., & Tamboukou, M. (Eds.). (2013). Doing narrative research. Londres: Sage.
[2]  Coautor del artículo: Sermijn, J., Devlieger, P., & Loots, G. (2008). The narrative construction of the self: Selfhood as a rhizomatic story. Qualitative inquiry, 14(4), 632-650.
[3] Por ejemplo: García Palza, D. F. (2014). Narración del duelo en la ruptura amorosa. Ajayu. Órgano de Difusión Científica del Departamento de Psicología de la Universidad Católica Boliviana" San Pablo", 12(2).
[4] Minuchin, S. (1998). Donde queda la familia en la terapia familiar narrativa. Mosaico, 13, 13.
[5] Parte de la entrevista subtitulada se la puede ver en: https://www.youtube.com/watch?v=xdOjN1xP6j8&t=220s
[6] Por ejemplo: Vilavinal John, M. (2011). Postmodernism and science. Breakthrough-A Journal on Science and Society, 15(1), 31-36.
[7] Lyotard, J. F. (1984). The postmodern condition: A report on knowledge University of Minnesota Press.
[8] Andrade, G. (2013) El posmodernismo ¡vaya timo!, Madrid: Laetoli.
[9] Neira, M. A. (1999). ¿ Es aún posible la búsqueda de la verdad?. Notas sobre la (nueva) historia cultural. Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura, (26), 251-285.
[10] Townley, B. (1993). Foucault, power/knowledge, and its relevance for human resource management. Academy of Management review, 18(3), 518-545.
[11] Foucault, M. (2015). Historia de la locura en la época clásica, I. Fondo de cultura económica.
[12] Andrade, G. (2013) El posmodernismo ¡vaya timo!, Madrid: Laetoli, pág. 227.
[13] Derrida, J. (1987). La desconstrucción en las fronteras de la filosofía: la retirada de la metáfora, Bardelona: Paidós.
[14] Botella, L., Pacheco, M., & Herrero, O. (2008). Pensamiento posmoderno, constructivo y psicoterapia. Revista de Psicoterapia, 10(37), 5-28.
[15] Lieblich, A., Tuval-Mashiach, R., & Zilber, T. (1998). Narrative research: Reading, analysis, and interpretation. Tousand Oaks, CA, Sage.
[16] Botía, A. B. (2002). “¿De nobis ipsis silemus?”: Epistemología de la investigación biográfico-narrativa en educación. Revista Electrónica de Investigación Educativa, 4(1), 2.
[17] Ander-Egg, E. (2003). Repensando la investigación-acción-participativa. Lumen-Humanitas.
[18] Kawulich, B. (2005, May). La observación participante como método de recolección de datos. Forum: qualitative social research, 6, (2), 1-32.
[19] Por ejemplo: Velasco, M. L., Berckmans, I., ODriscoll, J. V., & Loots, G. Análisis visual narrativo de fotografías tomadas por niños en situación de calle de la ciudad de La Paz; Losantos, M., Berckmans, I., Pieters, S., Dómic, J., & Loots, G. (2015). Resistiendo la exclusión: el significado del uso de inhalantes en diferentes contextos en jóvenes en situación de calle de la ciudad de La Paz. Ajayu. Órgano de Difusión Científica del Departamento de Psicología de la Universidad Católica Boliviana" San Pablo", 13(2).
[20]  Por ejemplo: Zaldúa, G., & Lenta, M. M. (2011). Niños, niñas y adolescentes excluidos y procesos de subjetivación: Una perspectiva desde los protagonistas. Anuario de Investigaciones, 18, 311-320; Sandoval Obando, E. (2014). Propensión a aprender de los adolescentes infractores de ley: Reflexiones desde el enfoque biográfico. Polis (Santiago), 13(37), 251-273.
[21] Puentes, E. T. (2015). Narratividad y tiempo: niños y niñas desvinculados del conflicto armado colombiano. Lenguaje, cultura e investigación: problemas emergentes en educación, 59-82.
[22] Entre otros: Lévi-Strauss, C., & Aramburo, F. G. (1964). El pensamiento salvaje, Fondo de Cultura Económica.
[23] Da Damatta, R. (1981). Relativizando uma introdução à antropologia social. Digressão: A fábula das três raças, ou o problema do Racismo à Brasileira.
[24] Laverty, S. M. (2003). Hermeneutic phenomenology and phenomenology: A comparison of historical and methodological considerations. International journal of qualitative methods, 2(3), 21-35.
[25] Lakoff, G. (1993). The contemporary theory of metaphor. Berkeley, UC Berkeley Previously Published Works
[26] Vygotsky, L. S. (1980). Mind in society: The development of higher psychological processes. Harvard university press.
[27] Busch, P., Heinonen, T., & Lahti, P. (2007). Heisenberg's uncertainty principle. Physics Reports, 452(6), 155-176.
[28] Al respecto ver: Borgatti, S. P., Mehra, A., Brass, D. J., & Labianca, G. (2009). Network analysis in the social sciences. Science, 323(5916), 892-895.
[29] Watzlawick, P. (1998). La realidad inventada. Barcelona: Gedisa.
[30] Von Glasersfeld, E. (1984). An introduction to radical constructivism. The invented reality. En: P. Watzlawick (Munich: Piper, 1981, 16–38). English translation in The Invented Reality (New York: Norton, 1984, 17–40).
[31] Burr, V. (2015). Social constructionism. Nueva York: Routledge.
[32] Friedman, S. E. (1995). The reflecting team in action: Collaborative practice in family therapy. Nueva York: Guilford Press.
[33] Maturana, H., & Varela, F. (1994). De máquinas y Seres Vivos. Autopoiesis: La organización de lo Vivo. Santiago: Editorial Universitaria.
[34] White, M., & Epston, D. (1990). Narrative means to therapeutic ends. WW Norton & Company.
[35] Sáez, M. T. (2006). Las terapias posmodernas: una breve introducción a la terapia colaborativa, la terapia narrativa y la terapia centrada en soluciones. Psicología conductual, 14(3), 511-532.
[36] Angus, L. E., & McLeod, J. (Eds.). (2004). The handbook of narrative and psychotherapy: Practice, theory and research. Nueva York: Sage;
[37] Shapiro, J., & Ross, V. (2002). Applications of narrative theory and therapy to the practice of family medicine. Family medicine, 34(2), 96-100.
[38] Roe, D., Hasson‐Ohayon, I., Mashiach‐Eizenberg, M., Derhy, O., Lysaker, P. H., & Yanos, P. T. (2014). Narrative enhancement and cognitive therapy (NECT) effectiveness: A quasi‐experimental study. Journal of clinical psychology, 70(4), 303-312; Etchison, M., & Kleist, D. M. (2000). Review of narrative therapy: Research and utility. The Family Journal, 8(1), 61-66; Lopes, R. T., Gonçalves, M. M., Fassnacht, D. B., Machado, P. P., & Sousa, I. (2014). Long-term effects of psychotherapy on moderate depression: A comparative study of narrative therapy and cognitive-behavioral therapy. Journal of affective disorders, 167, 64-73.
[39] Por ejemplo: Fee, D. (2000). The broken dialogue: Mental illness as discourse and experience. Pathology and the postmodern: Mental illness as discourse and experience, 1-17; Bracken, P. J. (2003). Postmodernism and psychiatry. Current Opinion in Psychiatry, 16(6), 673-677.
[40] Para la discusión: Bereiter, C. (1994). Implications of postmodernism for science, or, science as progressive discourse. Educational Psychologist, 29(1), 3-12.
[41] Por ejemplo: Moules, N. J. (2003). Therapy on paper: Therapeutic letters and the tone of relationship. Journal of Systemic Therapies, 22(1), 33-49; Pyle, N. R. (2006). Therapeutic letters in counselling practice: Client and counsellor experiences. Canadian Journal of Counselling, 40(1), 17.
[42] Perls, F., Hefferline, G., & Goodman, P. (1951). Gestalt therapy. NuevaYork:  Sage
[43] Conoley, C. W., Conoley, J. C., McConnell, J. A., & Kimzey, C. E. (1983). The effect of the ABCs of Rational Emotive Therapy and the empty-chair technique of Gestalt Therapy on anger reduction. Psychotherapy: Theory, Research and Practice, 20(1), 112-117.
[44] Ellis, A. (2003). Cognitive restructuring of the disputing of irrational beliefs. Cognitive behavior therapy: Applying empirically supported techniques in your practice, 79-83.
[45] Frankl, V. E. (1955). The doctor and the soul. An introduction to logotherapy.
[46] Cecchin, G., Lane, G., & Ray, W. A. (2002). Irreverencia: una estrategia de supervivencia para terapeutas (Vol. 86). Grupo Planeta (GBS).
[47] Golant, B. D., & Sillince, J. A. (2007). The constitution of organizational legitimacy: A narrative perspective. Organization studies, 28(8), 1149-1167.
[48] Platonov, K. (1958). La palabra como factor fisiológico y terapéutico. Moscú: Ediciones en lenguas extranjeras.
[49] Payne, M. (2002). Terapia narrativa. Barcelona: Paidós.
[50] Freeman, J., Epston, D., & Lobovits, D. (2001). Terapia narrativa para niños. Aproximación a los conflictos familiares a través del juego. Barcelona: Paidós.
[51] Por ejemplo: Meyer, C. (2007). El libro negro del psicoanálisis. Vivir, pensar y sentirse mejor sin Freud. Buenos Aires: Susamericana
[52] Al respecto se puede revisar: Howe, D., & Fearnley, S. (1999). Disorders of attachment and attachment therapy. Adoption & Fostering, 23(2), 19-30.
[53][53] Por ejemplo: Brod, H., & Kaufman, M. (Eds.). (1994). Theorizing masculinities, Nueva York:Sage.
[54] Por ejemplo: Obeyesekere, G. (1990). The work of culture: Symbolic transformation in psychoanalysis and anthropology, University of Chicago Press.

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