jueves, 20 de mayo de 2010

¿INFIDELIDAD?

Qué hermoso hubiera sido
vivir bajo aquel techo,
los dos unidos siempre
y amándonos los dos;
tú siempre enamorada,
yo siempre satisfecho,
los dos, un solo pecho,
y en medio de nosotros
mi madre como un Dios!
Manuel Acuña


Una forma de infidelidad es el adulterio, cuando uno de los miembros de la pareja establece un vínculo amoroso con otra persona. La relación extraconyugal se la mantiene en secreto. La conclusión es que la pareja estable no es lo suficientemente significativa para cumplir con la lealtad. Si bien, la decisión de engañar a mi pareja es una cuestión exclusivamente personal, ésta comunica al otro que hay otra persona más importante. Al adulterio le llamo “infidelidad venérea”.
Pero no es la única manera de ser infiel a quien he ofrecido exclusividad. Es posible la existencia de por lo menos cinco formas de infidelidad no venéreas: con la familia de origen, con los hijos, con los amigos, con el trabajo y con el vicio
a) Infidelidad con la familia de origen:
La persona no ha sido capaz de desvincularse de su familia, no entiende que ya no es hijo (a), mantiene los lazos con sus padres y/o hermanos. El mandato de mantener la familia unida impide la emancipación y la desvinculación, nadie puede dejar el seno familiar.
Puede darse la emancipación pero no la desvinculación, en ese caso la desvinculación es aparente, cuando el matrimonio vive en una casa independiente de sus familias de origen, pero que aún dependen de ellas, por ejemplo, es imposible que el cónyuge vaya a dormir sin llamar primero a su madre o el fin de semana es ley reunirse con la familia de origen.
La infidelidad se manifiesta cuando la pareja se siente desplazada por la familia del cónyuge y plantea ciertas reglas para mantener la independencia; las reglas se aceptan pero se mantiene la relación en secreto. Es frecuente que el esposo o la esposa inviertan tiempo y dinero en su familia de origen siendo esto del desconocimiento de la pareja, entonces la relación se vuelve secreta y se establece el engaño.
Los conflictos se profundizan cuando existen hijos, en casos extremos la abuela debe ser tratada como madre o el abuelo como padre, en ese caso, el cónyuge es desplazado en su papel parental y los niños aprenden que tienen padres inmaduros puesto que el mando lo ostentan los abuelos.
En relación a los hermanos, puede ocurrir que el esposo o la esposa hayan ejercido el rol de padres, por lo que durante el matrimonio pretendan mantener las actitudes protectoras, descuidando el cuidado de los propios hijos y/o dejando en segundo plano su relación marital.
La sociedad machista alienta la dependencia hacia la madre por lo que no se asume la vinculación con ella como una infidelidad conyugal, todo lo contrario, la pareja debería situarse debajo del pedestal materno. Es difícil asumir que los padres son un accidente biológico mientras que la pareja ha sido una decisión conciente.
Una cosa es cuidar de los padres ancianos o enfermos y otra es depender de ellos afectiva y económicamente. En un momento de la vida será necesario hacerse cargo de los padres pero no en el sentido de preferirlos en relación a la pareja, sino que es un rol que se debe jugar hasta que ellos mueran. Una madre o un padre joven no necesitan cuidados y tampoco se les debe nada, así que no hay argumento para mantener un vínculo perpetuo.
El matrimonio es el inicio de una nueva familia, por lo que durante el noviazgo se va produciendo la ruptura del vínculo con los miembros de la familia de origen. No se trata de dejar de amar a nuestros padres y hermanos, sino de colocarlos en un lugar secundario a nuestra relación de pareja.
Suele pasar que la infidelidad venérea de uno de los miembros de la pareja coincide con la infidelidad familiar del otro. Es un equilibrio que estabiliza el sistema conyugal, ambos son infieles y ambos están siendo engañados por el otro. Ambos deben decidir quién es más importante en sus vidas y asumir la responsabilidad por la construcción amorosa en la pareja.
b) La infidelidad con los hijos:
En las familias nucleares tradicionales, este tipo de infidelidad es más frecuente en las madres abnegadas que en los padres. El sentido de vida ha estado marcado por la necesidad de ser madre, es el síndrome de Susanita –personaje de Quino-, vivir soñando con tener un hijo como la confirmación de la autorrealización.
La pareja es una especie de semental, cuya única función es la reproducción. Una vez cumplida la función la relación de pareja es un estorbo, tampoco se comprende que la sexualidad tenga el objetivo del placer en sí mismo, por lo que estas personas huyen del contacto erótico puesto que les parece lascivo y pecaminoso si no está dirigido a tener hijos.
Todo gira alrededor de los hijos, se abandona la realización de los sueños personales y se vive para ellos. El sacrificio por los hijos es una actitud natural que debe ser reconocida a través de la obediencia y sometimiento a los deseos del progenitor. Las alegrías y tristezas se reducen a los logros y fracasos de los hijos.
La pareja puede hacer con su vida lo que le plazca porque lo importante es que cumpla como padre o madre, todo se le tolera como retribución a la gloria que ha producido al convertirnos en madre o padre.
Cuando los hijos se hacen adolescentes sentirán la abnegación como un impedimento de su autonomía, como es imposible la desvinculación empezarán a manifestar síntomas: drogas, anorexia, depresión, bajo rendimiento escolar, pandillas, etc. Esto será vivido por el progenitor desplazado como una oportunidad para recuperar a su cónyuge, sin embargo la madre abnegada negará y ocultará los problemas del hijo e inclusive los socapará, produciéndose el engaño hacia su cónyuge y la consiguiente desesperación del hijo mimado.
Es muy difícil la ruptura del vínculo con el hijo puesto que la persona no tiene otra cosa que llene su vida, la percepción del vacío produce pánico porque no se concibe la soledad, así que si se logra la desvinculación, lo más probable es que la madre se deprima o busque otra relación de dependencia, en muchos casos la encuentra en el fanatismo religioso.
Si una madre o padre es infiel a su pareja con sus hijos, éstos a su vez cuando establecen un vínculo amoroso serán infieles a su pareja con sus padres, formando un círculo vicioso.
c) La infidelidad con los amigos:
Si la infidelidad con los hijos es más frecuente en las esposas, con los amigos es más frecuente en los esposos. La vida de soltero se caracteriza por la irresponsabilidad y la juerga, los amigos son esos adolescentes eternos que promueven la fantasía de la juventud eterna.
El matrimonio obliga a ser responsables y serios, define tácitamente lealtad y compromiso con la esposa, ello exige abandonar la vida de soltero, desprenderse de los amigos y de las actividades lúdicas que se hacen con ellos. Es impensable para Peter Pan porque significa crecer y madurar.
Piensa que es imposible una vida sin juerga y se construye la idea de matrimonio asociada con la monotonía, los amigos permiten el espacio de diversión sin límites y la ilusión de libertad que la esposa arrebata.
El grupo alienta la infidelidad venérea y las conductas infantiles, si uno de los componentes se inquieta porque considera que es hora de volver a casa, al unísono le dicen que es manejado por su mujer. La presión es tal que el esposo se rinde y miente a la esposa diciéndole por teléfono que tiene que quedarse en la oficina, cuando en realidad está en el bar. Los amigos aplauden, por supuesto.
A la relación adolescente con los amigos se agrega por lo general el consumo de alcohol como parte de los rituales salvajes del grupo. La esposa apunta a la bebida o a la infidelidad venérea como la causa de la desestabilización de su matrimonio, cuando el motivo central es la infidelidad con los amigos.
El esposo ante las exigencias de su pareja para abandonar a los amigos, empieza a mentir para salir con ellos, surge el engaño y el secreto marcas ineludibles de la infidelidad.
Por lo general la ruptura con los amigos se produce después de eventos catastróficos: accidentes, muertes, fraudes, etc. Mientras no ocurre algo que remueva el sentido de la vida, el infiel difícilmente percibe la relación con su grupo como una ofensa a su matrimonio. Una vez más la idea de que si no es una infidelidad venérea no es infidelidad. Sin embargo la infidelidad con los amigos puede ser más devastadora para el matrimonio que el adulterio.
d) La infidelidad con el trabajo:
La sociedad actual alienta la infidelidad con el trabajo. Desde que somos pequeños se nos orienta hacia el éxito y al esfuerzo para ser mejores que los demás. Estos mensajes precipitan la desmesurada valoración del trabajo.
El trabajo puede constituirse en un amante cuando nos dejamos absorber por sus gélidos brazos abandonando nuestra relación conyugal. Al inicio del matrimonio el trabajo es un ayudante importante en la construcción del vínculo amoroso, porque es el medio que permite la adquisición de los bienes suficientes para la supervivencia de la pareja y luego de la familia.
El trabajo se vuelve enemigo de la relación de pareja cuando es un fin en sí mismo, dejando de ser el medio que permitía subsistir. Los estudios y el trabajo son lo mismo, el refugio de aquellos seres que tienen miedo al compromiso y a la intimidad. El trabajo es el agujero donde el avestruz introduce la cabeza para no ver a los leones. Es un excelente argumento para justificar la incapacidad de amar.
Tiempo y trabajo se han vuelto sinónimos, “me falta tiempo”, quiere decir que sobra trabajo. La pareja no tiene más remedio que quedarse sola porque es irracional reclamar, ¿cómo se puede entender que se pida más presencia si el otro está trabajando por nosotros?
Si la madre infiel con los hijos se asemeja a Susanita, la persona infiel con el trabajo es émulo de Manolito: ¡más, más, más! La ambición ha reemplazado al placer, el dinero y el éxito es el sentido de su existencia: el matrimonio y la familia, estorbos.
Lo patético es que se trata, muchas veces, de matrimonios abiertos, en los cuales ambos cónyuges están de acuerdo con que el trabajo es más importante que el amor y deciden dejar el hogar en manos de los abuelos, empleadas o televisores para vivir más en la oficina que en casa.
El extremo de la infidelidad se produce cuando ambos padres emigran hacia el exterior por el amor que sienten hacia sus hijos. Desde Madrid o Buenos Aires se comunican con los hijos manifestándoles que los aman tanto que por eso no tienen más remedio que trabajar en paupérrimas condiciones y que un día volverán para que todos sean felices.
Idiota falacia del mundo globalizado: los hijos necesitan el amor de sus padres no su dolor para llenarlos de la gloria del dinero. La pareja necesita derribar al ogro del trabajo para poder mirarse a los ojos, no es posible que el dinero y el éxito se vuelvan más importantes que la posibilidad de quererse.
A diferencia de las otras infidelidades ésta no necesita del secreto ni del engaño, es pues, una infidelidad admisible, jamás se culpará al otro de ser una persona exitosa, será imposible comprender la hecatombe del matrimonio producida por el trabajo, al contrario si se trabajara más el matrimonio estaría mejor.
e) Infidelidad con el vicio:
Flávio Gikovate expresó que el cigarrillo es un amante incondicional: lo prendemos y apagamos cuando nos da la gana, él no nos controla nosotros lo controlamos . Todos los vicios son amantes incondicionales, ocasionan una dependencia enmascarada por la falsa sensación de control.
Desde la nicotina hasta la comida, todos los vicios implican una inversión de tiempo y dinero que empobrecen al vicioso y a su hogar. Hablar del vicio es como hablar de un amante, en la película “Cuando un hombre ama a una mujer”, Meg Ryan hace de una esposa alcohólica que niega la relación amorosa que mantiene con el alcohol, hasta que el esposo eufórico le muestra que conocía todos sus escondites, al igual que hace un marido engañado en la infidelidad venérea: lo sabe pero prefiere mentirse para dar paso a la esperanza.
El vicio nos ama sin condiciones y no exige esfuerzos, la pareja en cambio obliga a la reciprocidad y exige trabajo. El vicio es un pretexto genial sobre todo cuando es designado como enfermedad, por lo tanto es imposible abandonarlo y total, sólo se daña el vicioso.
Todas las infidelidades, inclusive la venérea se fundamentan en la cobardía hacia el compromiso y la intimidad que exige el amor pleno. El miedo a la soledad y a la independencia son los responsables para la idealización del amor romántico, ese amor sin responsabilidades ni esfuerzos que se deja en manos del destino. El amor pleno no se abastece únicamente de pasión, requiere de la construcción de dos personas que deben renunciar a otros vínculos: el amor lo exige todo.
El vínculo amoroso está afianzado en la incertidumbre por lo que obliga a una continua reparación. Construcción-deconstrucción-reparación es el ciclo de la convivencia amorosa, cada día los amantes ponen en riesgo a su amor, porque al amar me obligo a crecer y a acompañar la felicidad de quien amo, eso implica aceptar la posibilidad de dejar se amado, de dejar marchar a pesar de uno mismo.