martes, 24 de mayo de 2011

DAME UN TIEMPO...

La complejidad de la relación de pareja ocasiona que algunas no sean capaces de reconocer la necesidad de pasar de una etapa a la siguiente, estancándose en el proceso, y otras que ante el desencanto teman la ruptura. En ambos casos, es común que uno de los protagonistas plantee al otro la necesidad de darse un tiempo.
Otra situación se da cuando la persona teme la intimidad y se prefiere dar un paso atrás. Otro caso es cuando se tiene miedo lastimar al otro. Finalmente está aquella persona que verdaderamente necesita un respiro.
Cuando el antecedente es el estancamiento, lo más probable es el surgimiento del miedo al compromiso. Esto suele pasar en parejas que han establecido un vínculo rutinario, a veces durante varios años, sin que ninguno proponga el cambio hacia la convivencia. La rutina usualmente termina en aburrimiento, y el aburrimiento en ya no querer el estilo de relación. Sin embargo aparece la sensación de que ya no es como antes y se teme haber dejado de amar.
El problema se origina en confundir el amor con la sensación de enamoramiento. Estar enamorado es un estado emocional no un estado amoroso, el amor es una construcción vincular entre dos personas, implica mucho más que sentimiento, mucho más que deseo de estar juntos, es mirar hacia metas comunes, establecer planes para alcanzarlas, acompañarse, ser testigos del crecimiento del otro. Cuando sólo se están juntos, las parejas pierden el fin de su relación y puede plantearse el fin de la relación.
Pero como nada malo pasó, no hubo infidelidad sexual ni violencia, entonces uno de los dos sugiere que necesita tiempo para pensar y reflexionar sobre la relación. Otros, más osados crean problemas para darle sentido al sin sentido, pero de ellos escribiré en otro artículo.
Un error común es que se busque consejo en amigos y familiares, éstos responderán desde sus propias conveniencias, creando mayor confusión en la persona desesperada. Si se tiene tendencia a la sugestión, es probable que alguna opinión, sobre todo aquella que provenga de alguien significativo: el mejor amigo o mamá.
¿Qué espera quien quiere un tiempo durante el estancamiento? ¡Un milagro! Pues sí, que pase algo que diga si vale o no la pena seguir juntos. Cuando de lo que se trata es de discutir con la pareja el siguiente paso en la relación, es decir: la convivencia.
Pero eso significa cambiar muchas cosas, la primera: dejar la familia de origen. Algunas personas siguen siendo hijos cuando se embarcan en la nave del amor. El ancla es muy pesada por lo que no pueden salir del puerto. No podemos convivir con un extraño si tenemos deudas con nuestra familia de origen. Padres inmaduros necesitan de hijos que los cuiden. Pueden inclusive organizarse juegos de culpas para que los hijos no se vayan jamás de casa.
La segunda: asumir responsabilidades. Cualquiera puede enamorar, pero sólo las personas económicamente productivas pueden convivir. Para convivir hay que compartir con el otro nuestros bienes, asumir la responsabilidad por el hogar que estamos formando. Los dependientes de sus padres suelen a la par ser improductivos. Ese es un serio problema, porque no es posible un amor entre mantenidos.
Tercero: despedirse de la vida de solteros. El compromiso obliga a definir a la otra persona como la más importante en nuestra vida, no es posible mantener la juerga, se debe establecer prioridades, ya no se puede seguir siendo adolescente.
Cuarto: planear una familia. ¿Quiero hijos? ¿Cuántos? ¿Cómo criarlos? ¿Mi pareja coincide con mis ideas de familia? Nada fácil para alguien que no cumplió con los anteriores cambios.
He ahí a la persona esperando que el tiempo resuelva el conflicto. Pueden pasar tres cosas: volver a lo mismo, seguir esperando indefinidamente, animarse al cambio. Pero sea lo que sea no es una decisión de uno, es algo que deben resolver conversando entre los dos, porque es un problema de la relación de pareja, cada quien debe poner sobre la mesa su apuesta, en el caso del amor es todo o nada.
El otro caso es cuando surge el desencanto y se teme la ruptura. “No eras quien esperaba que fueras…pero creo que puedes cambiar”. Entonces el “dame un tiempo” puede ser utilizado como una estrategia manipuladora, la frase está mal planteada, debería ser: “quiero que en este tiempo dejes de ser quien creo que eres para que te conviertas en lo que necesito” o bien: “a ver si con mi ausencia cambias”.
El trasfondo es que la persona es inmadura, piensa que el amor del otro puede ser provocado, manipulado, forzado, o bien que las personas son de plastilina que puede ser modelada a nuestro placer. Ninguna de las dos posturas es racional. El amor implica libertad, el otro puede o no querernos, su amor no depende de nosotros. Quien cree que puede hacer cosas para ser amado, deja de amar y empieza a controlar, lo peor es que la relación termina en violencia y terror.
Amar es reconocer al otro como es y aceptarlo así; amar no es querer cambiar al otro para nuestro bienestar. El amor siempre es entrega sin retorno, si el otro nos ama devolverá lo entregado pero no lo hará por miedo o por dependencia, lo hará simplemente porque le da la gana.
Reconocer que nos equivocamos es una de las mayores dificultades del ser humano, más aún en el amor, donde le damos todo el crédito al sentimiento. Tengo una mala noticia: podemos enamorarnos de cualquiera. El enamoramiento no es señal de que el vínculo será bueno, sólo es un indicio del deseo hacia el otro, nada más que eso. El amor en cambio requiere de una filosofía de vida, valores y metas coincidentes, por eso es que se construye no es algo que nos viene dado.
Otras personas piden tiempo cuando se dan cuenta que la relación se ha vuelto seria, en el sentido que se exige intimidad, esto es, abrirse para mostrarse plenamente. Hay quienes le temen a ese encuentro de almas, porque no tuvieron experiencias de amor legítimo en su historia o peor, fueron abandonados. El miedo al abandono se solapa con la necesidad de ser amados, eso crea una gran disonancia: un corazón vacío no puede dar ni puede recibir pero necesita desesperadamente sentirse vivo. Las relaciones de este tipo se forjan desde la cautela, puede haber mucha pasión e inclusive varias relaciones al mismo tiempo, pero en ningún caso existe entrega. Se espera que la pausa enfríe el corazón del otro, o mejor aún, que la ruptura parta del otro.
Cuando el desencanto ocurre en una persona dependiente, puede producirse un miedo irracional a lastimar al otro: la pena gobierna la relación. En vez de decir que no vale la pena estar juntos, es mejor decir que necesitamos tiempo, con la esperanza que el otro se canse de esperar y se vaya enojado en vez de herido.
El amor duele, porque se fundamente en el desgarro, primero desgarrarme a mí mismo para luego desgarrarnos juntos, eso significa dejarlo todo por el otro y luego correr el riesgo de que el otro no quiera estar conmigo. Es imposible que el amor no nos duela, ya sea en la entrega, ya sea en la ruptura. Nada podemos hacer para que al otro que sigue enamorado, no le duela saber que nosotros ya no lo estamos. Mientras mayor inversión se haya dado mayor será el dolor. Recuerda: el amor que el otro te tiene no depende de ti. Puedes haber dejado de querer cuando el otro te sigue queriendo.
Rara vez hay coincidencia en las rupturas, lo común es que alguno resulte con el corazón roto. Es muy estúpido esperar que el tiempo haga que al otro no le duela la despedida porque la espera produce esperanza y la esperanza: desesperación. Lo mejor es armarse de valor, mirarle la cara al otro y decir adiós.
A pesar de esos antecedentes contrarios a la estrategia de “dame un tiempo”, existen ocasiones donde puede ayudar a la pareja, sobre todo en esos vínculos apasionados y estrechos que impiden la reflexión personal por estar fusionados el uno en el otro. Parar un tiempo para mirarse a uno mismo, renovarse para volver o para romper es una buena medida.
La diferencia radica en que no se trata de un tiempo para manipular, sino de un tiempo para uno mismo, puesto que en algunos casos el vínculo de pareja puede disminuir el desarrollo personal. No hay que olvidar que la autorrealización es indispensable para el amor. Amar es dar, pero ¿Qué se puede dar si no se tiene nada personal construido?
Durante ese tiempo deben quedar claras las reglas sobre todo en dos sentidos: nos comunicaremos o no, podemos tener otra relación de pareja o no. Lo mejor es plantear un encuentro intenso con la soledad, pero esto se debe resolver en una negociación entre los implicados.
¿Cuánto tiempo es bueno? El suficiente para reflexionar. En relaciones de corta duración (menos de un año), un mes puede ser suficiente, en relaciones de mayor duración, hasta tres meses. Se debe definir con precisión la fecha del encuentro y las reglas durante la ausencia, insisto, cada pareja debería establecerlas.