domingo, 22 de agosto de 2010

SÍNDROME DE TAKOTSUBO: MORIR DE AMOR

Hasta que se me fue no he descubierto
todo lo que la quise;
yo creía quererla; no sabía
lo que es de amor morirse.
Era como algo mío entonces, era
costumbre..., que se dice...;
pero hoy soy suyo yo, soy de la muerte
a quien nadie resiste.
Miguel de Unamuno

“¡Me muero por ti!”, “me estoy muriendo de amor” y otras frases expresadas por amantes frustrados aparentaban ser las manifestaciones poéticas de corazones desesperados. Sin embargo, en 1990 se publica el artículo “Takotsubo-type cardiomyopathy dueto multivessel spasm” en el cual se describen los hallazgos de dos cardiólogos japoneses: Sato y Dote. Se trata de la descripción de varios pacientes diagnosticados inicialmente como portadores de un infarto del miocardio, sin embargo cuando llevan a cabo el estudio coronariográfico encuentran que no existe taponamiento de las vías vasculares coronarias, además de que durante la evolución del problema se resuelven las anomalías de la contractibilidad de los ventrículos . Estaban pues enfrentando un falso ataque cardíaco, al que denominaron “síndrome de Takotsubo”.
Los síntomas descritos por la Clínica Mayo son los siguientes:

 Alteraciones transitorias en la contractilidad ventricular izquierda (discinesia, acinesia o hipocinesia), con afectación apical o sin ella; extendiéndose más allá del territorio de una arteria coronaria determinada; ocasionalmente hay una situación estresante desencadenante, aunque no siempre.
 Ausencia de enfermedad coronaria obstructiva o evidencia angiográfica de rotura de placa aguda.
 Nuevas alteraciones electrocardiográficas (elevación del ST y/o inversión de la onda T) o elevación modesta de troponina.
 Ausencia de feocromocitoma o miocarditis.

A este tipo de afección del corazón se le ha denominado también “discinesia apical transitoria”, “síndrome del corazón roto” o “miocardiopatía del estrés”. Su incidencia es mayor en varones que en mujeres, la generalidad expresa un incidente estresante como precipitante del síndrome, dicho estrés se relaciona con la muerte de un ser querido, haber recibido malas noticias, discusiones, fiesta sorpresa, tormentas, hablar en público, problemas legales, accidentes de tránsito, despido, problemas económicos, apuestas y negocios, cambio de residencia . Los investigadores japoneses observaron la proliferación del síndrome después de los terremotos ocurridos en Japón .
David Alexander, del Centro de Investigación de Trauma en Aberdeen, Escocia afirmó en el 2008 que las experiencias emocionales traumáticas hacen probable la aparición de la cardiopatía de Takotsubo . Por su parte Naomi Eisenberger en la Universidad de California ha logrado establecer que la exclusión social ocasiona la activación de las mismas zonas cerebrales que se activan por el dolor físico , a saber: la corteza anterior del cíngulo.
Estos descubrimientos permiten aseverar que el dolor por la pérdida debe considerarse una consecuencia del estrés afectivo. El estrés es una respuesta fisiológica que se manifiesta principalmente por la tensión muscular como consecuencia de la sobrecarga de epinefrinas en el sistema nervioso. Estos neurotransmisores son segregados ante situaciones de alarma. Según los postulados cognitivos de Lazarus y Folkman , no es el estímulo amenazante propiamente dicho el que activa la respuesta de estrés, sino la atribución que le damos, por ello, un mismo estímulo puede ocasionar estrés en una persona y en otra no.
El estrés es la urgencia de huir de una situación desagradable y no poder hacerlo. Nuestro organismo ordena la huída a partir de la segregación de estimulantes neuronales (epinefrinas: adrenalina y noradrenalina), al no responder a la excitación, las glándulas suprarenales emiten cada vez más cantidades de estas sustancias, ocasionando con ello el riesgo de que ocurra un ataque al corazón, por lo que el sistema nervioso exige la regulación de la excitación para mantener la homeostasis.
Cuando los niveles de excitación alcanzan el umbral de tolerancia, se precipita la emisión de neurotransmisores catecolaminérgicos -principalmente la dopamina - con la finalidad de regularlos. La enzima monoamino oxidasa se encarga entonces de la regulación de la dopamina y cuando no es suficiente para la inhibición de las epinefrinas, el hipotálamo comanda a las glándulas suprarenales para que expelan cortisol (la hormona del estrés).
El enamoramiento es el estrés del deseo, puesto que ante el estímulo erótico nuestro organismo reacciona con la segregación de feniletilamina que activa la producción de testosterona (en el caso del varón) y oxitocina (en la mujer), preparando los cuerpos para la cópula. Sin embargo, como no es posible la consumación del deseo debido a los condicionantes culturales, debemos inhibirlo a partir de nuestro regulador cerebral más importante: el prefrontal.
Es probable que la inhibición del deseo se produzca con la segregación de vasopresina que nos dirigiría hacia la ternura, incrementando la exudación de oxitocina en ambos sexos. Sin embargo si la pasión es intensa, los niveles de dopamina no alcanzan para la inhibición del impulso sexual por lo que necesariamente tenemos que provocar cortisol, manifestándose por lo tanto la exuberante sensación del “enamoramiento” que conlleva, en sí misma la mezcla de sensaciones depresivas y obsesivas (por la desregulación de la serotonina) por una lado, y por el otro las intensas emociones de placer (producidas por la dopamina y los opiáceos), pero que no bastan cuando se experimenta la pérdida del ser amado, que desencadenará la sensación de dolor provocándose en el sistema nervioso la aparición del glutamato y de la sustancia P y endorfinas (sustancias que proliferan ante la percepción del dolor).
Por eso, amar duele, pero perder a quien amamos duele mucho más que el dolor. El vacío que dicen experimentar los amantes adoloridos es una manifestación de la carencia en el lenguaje de una palabra que pueda expresar la magnitud del sufrimiento que se está sintiendo.
El dolor de amor es el dolor más cruel que puede sentir un ser humano no solamente por los efectos físicos sino por que nos hunde en una profunda sensación de soledad y desesperanza. Ocurre cuando aquella persona que amamos se marcha (muere o rompe con nosotros) o no nos acepta. Si el mundo al conocerla se llenó de luz y nada más que su cercanía nos importaba, cuando no está todo se oscurece, nada tiene sentido.
Se trata de una pérdida ambigua , existe la sensación de pérdida pero no el objeto para enterrar. A la depresión se añade la esperanza y el deseo frustrado. El suicidio o el asesinato pueden rondar en la mente del amante, la desesperación se asocia con la soledad y el sinsentido de la vida. Todo parece recordarnos a quien ya no está.
El sistema inmunológico se ve afectado por las alteraciones de las funciones biológicas, principalmente el sueño y el hambre. Al bajar las defensas nuestro organismo se hace más vulnerable a las infecciones, por lo que no es raro que al estado de ánimo alterado se sume una enfermedad.
Es común que los amigos bienintencionados planteen alternativas de distracción para apaciguar el dolor, entre ellas está el alcohol que no solamente será una mala idea sino que producirá el incremento de la depresión.
La persona se sitúa al borde del síndrome de Takotsubo cuando se incrementa la desesperación, hasta que literalmente puede morir de amor. Son frecuentes las historias de viudas y viudos que ante la ausencia del ser amado “se dejaron morir”, ahora ante el estudio de Sato y Dote es factible achacar esas muertes a los intempestivos cambios en el sistema circulatorio de los amantes.
¿Qué hacer? Lo trágico es que la única persona que puede comprender el dolor del amante es justamente la persona que se fue. Nadie por lo tanto podrá ponerse en sus zapatos. Cada relación de pareja es única y por lo tanto incomprensible para los observadores. Lo peor que se puede hacer es suponer que unas palabras de consuelo servirán para aliviar su dolor. Lo mejor es callar y acompañar sin juzgar. El silencio del otro puede ser el mejor refugio del dolor.
La mente está agobiada por los recuerdos y la culpa, es inadmisible el reproche y la lúcida solución que el otro puede ofrecer, se necesita tiempo y cada quien tiene un ritmo particular además que dependerá de cuánto duró la relación y cuán intensa fue. Es ese paréntesis entre la finalización del vínculo y el vislumbrar de nuevo la vida donde se corre más riesgo de deprimirse o de sufrir una miocardiopatía. Se debe tomar en cuenta que lo peor es introducir a la persona a situaciones de estrés que incrementen el que ya trae consigo.
Se necesita buscar espacio y tiempo para nuestra tristeza y nuestra rabia: las dos emociones cómplices que rodean al dolor, no queda más que afrontar la pérdida sin buscar explicaciones, porque el amor no responde a la lógica sino a los irracionales avatares del corazón. Faltarán las palabras y las ideas, por lo que la angustia fácilmente se hace protagonista ante las dudas. Es justamente el hundirse en el vacío y el silencio que permitirá que se pueda exprimir hasta la última gota de dolor.
Sólo cuando se toca fondo se puede ansiar por la luz, dejarse caer mientras nos rodea el infinito océano de nuestras lágrimas permite que nuestra alma flote y no se ahogue. La rabia y el dolor se envolverán alrededor del sufrimiento hasta que no quede nada más que el vacío que nos obliga a volvernos a llenar.
Detener el proceso ocasiona la imposibilidad del adiós, entonces nos mantenemos en la depresión, en la rabia y en la esperanza, sin comprender que se tienen que encontrar y que su finalidad es desaparecer para que podamos renacer.
La angustia es esa mezcla inaudita de emociones dispares, puede ayudar el darle un sentido a través del arte (poesía, música, etc.), porque necesitamos nombrar al inaudito dolor, caso contrario dejamos de vivir y nos convertimos en unas personas irascibles. Los demás no tienen la culpa por lo que no tenemos derecho a embadurnarlos con nuestra miseria. Hay que cerrar los ojos primero para mirarnos por dentro, aceptar la soledad y volver a abrirlos para seguir viviendo.
El callar nos hace daño, nos produce ansiedad y nos lleva a romper el corazón de manera literal. Si quien nos consuela sabe escuchar, entonces lo que debemos hacer es hablar aunque las cosas que diga sean vergonzosas o irracionales. Necesitamos reorganizar nuestra historia, reconocer nuestros errores y admitir que el otro no nos ama o que no vale la pena amarlo. La vida continuará indefectiblemente a pesar de nuestro dolor, por lo que está bien haber bajado en la estación de la pérdida, pero es hora de subir de nuevo al tren.
Referencias
Sato H, Tateishi H, Uchida T. (1990) Takotsubo-type cardiomyopathy dueto multivessel spasm. En: Kodama K, Haze K, Hon M, editors. Clinical Aspect of Myocardial Injury: From Ischemia to Heart Failure. Tokyo:
Kagakuhyouronsya. p. 56-64.
Núñez, I., Méndez, M.L., García-Rubira, J. (2009) Cardiopatía de estrés o síndrome de Tako-Tsubo: conceptos actuales. En: Revista Argentina de Cardiología. Nº 77, p. 218-223.
Núñez, I., Méndez, M.L., García-Rubira, J. (ob. cit.) p. 219
Ob.cit. p. 220
Watanabe, H., Kodama, M, Okura, Y., Aizawa, Y., Tanabe N., Chinushi, M. y col. (2005) Impact of earthquakes on Takotsubo cardiomyopathy. JAMA 2005;294:305-7.
BBC News (2008) How emotional pain can really hurt. Disponible en: http://news.bbc.co.uk/2/hi/health/7512107.stm
Eisenberger, N.I., Lieberman, M.D. Williams, K.D. (2003) Does Rejection Hurt? An fMRI Study of Social Exclusion. En: Science: Vol. 302. No. 5643, p. 290 - 292
Lazarus, R., Folkman, S. (1986). Estrés y procesos cognitivos. Barcelona: Martínez-Roca.
Bahena, R., Flores, G., Arias, J. (2000) Dopamina: síntesis, liberación y receptores en el Sistema Nervioso Central. En: Revista Biomédica. Nº 11, p. 39-60.
Boss, P. (2001) La pérdida ambigua: cómo vivir con un duelo no terminado. Barcelona: Gedisa.

jueves, 20 de mayo de 2010

¿INFIDELIDAD?

Qué hermoso hubiera sido
vivir bajo aquel techo,
los dos unidos siempre
y amándonos los dos;
tú siempre enamorada,
yo siempre satisfecho,
los dos, un solo pecho,
y en medio de nosotros
mi madre como un Dios!
Manuel Acuña


Una forma de infidelidad es el adulterio, cuando uno de los miembros de la pareja establece un vínculo amoroso con otra persona. La relación extraconyugal se la mantiene en secreto. La conclusión es que la pareja estable no es lo suficientemente significativa para cumplir con la lealtad. Si bien, la decisión de engañar a mi pareja es una cuestión exclusivamente personal, ésta comunica al otro que hay otra persona más importante. Al adulterio le llamo “infidelidad venérea”.
Pero no es la única manera de ser infiel a quien he ofrecido exclusividad. Es posible la existencia de por lo menos cinco formas de infidelidad no venéreas: con la familia de origen, con los hijos, con los amigos, con el trabajo y con el vicio
a) Infidelidad con la familia de origen:
La persona no ha sido capaz de desvincularse de su familia, no entiende que ya no es hijo (a), mantiene los lazos con sus padres y/o hermanos. El mandato de mantener la familia unida impide la emancipación y la desvinculación, nadie puede dejar el seno familiar.
Puede darse la emancipación pero no la desvinculación, en ese caso la desvinculación es aparente, cuando el matrimonio vive en una casa independiente de sus familias de origen, pero que aún dependen de ellas, por ejemplo, es imposible que el cónyuge vaya a dormir sin llamar primero a su madre o el fin de semana es ley reunirse con la familia de origen.
La infidelidad se manifiesta cuando la pareja se siente desplazada por la familia del cónyuge y plantea ciertas reglas para mantener la independencia; las reglas se aceptan pero se mantiene la relación en secreto. Es frecuente que el esposo o la esposa inviertan tiempo y dinero en su familia de origen siendo esto del desconocimiento de la pareja, entonces la relación se vuelve secreta y se establece el engaño.
Los conflictos se profundizan cuando existen hijos, en casos extremos la abuela debe ser tratada como madre o el abuelo como padre, en ese caso, el cónyuge es desplazado en su papel parental y los niños aprenden que tienen padres inmaduros puesto que el mando lo ostentan los abuelos.
En relación a los hermanos, puede ocurrir que el esposo o la esposa hayan ejercido el rol de padres, por lo que durante el matrimonio pretendan mantener las actitudes protectoras, descuidando el cuidado de los propios hijos y/o dejando en segundo plano su relación marital.
La sociedad machista alienta la dependencia hacia la madre por lo que no se asume la vinculación con ella como una infidelidad conyugal, todo lo contrario, la pareja debería situarse debajo del pedestal materno. Es difícil asumir que los padres son un accidente biológico mientras que la pareja ha sido una decisión conciente.
Una cosa es cuidar de los padres ancianos o enfermos y otra es depender de ellos afectiva y económicamente. En un momento de la vida será necesario hacerse cargo de los padres pero no en el sentido de preferirlos en relación a la pareja, sino que es un rol que se debe jugar hasta que ellos mueran. Una madre o un padre joven no necesitan cuidados y tampoco se les debe nada, así que no hay argumento para mantener un vínculo perpetuo.
El matrimonio es el inicio de una nueva familia, por lo que durante el noviazgo se va produciendo la ruptura del vínculo con los miembros de la familia de origen. No se trata de dejar de amar a nuestros padres y hermanos, sino de colocarlos en un lugar secundario a nuestra relación de pareja.
Suele pasar que la infidelidad venérea de uno de los miembros de la pareja coincide con la infidelidad familiar del otro. Es un equilibrio que estabiliza el sistema conyugal, ambos son infieles y ambos están siendo engañados por el otro. Ambos deben decidir quién es más importante en sus vidas y asumir la responsabilidad por la construcción amorosa en la pareja.
b) La infidelidad con los hijos:
En las familias nucleares tradicionales, este tipo de infidelidad es más frecuente en las madres abnegadas que en los padres. El sentido de vida ha estado marcado por la necesidad de ser madre, es el síndrome de Susanita –personaje de Quino-, vivir soñando con tener un hijo como la confirmación de la autorrealización.
La pareja es una especie de semental, cuya única función es la reproducción. Una vez cumplida la función la relación de pareja es un estorbo, tampoco se comprende que la sexualidad tenga el objetivo del placer en sí mismo, por lo que estas personas huyen del contacto erótico puesto que les parece lascivo y pecaminoso si no está dirigido a tener hijos.
Todo gira alrededor de los hijos, se abandona la realización de los sueños personales y se vive para ellos. El sacrificio por los hijos es una actitud natural que debe ser reconocida a través de la obediencia y sometimiento a los deseos del progenitor. Las alegrías y tristezas se reducen a los logros y fracasos de los hijos.
La pareja puede hacer con su vida lo que le plazca porque lo importante es que cumpla como padre o madre, todo se le tolera como retribución a la gloria que ha producido al convertirnos en madre o padre.
Cuando los hijos se hacen adolescentes sentirán la abnegación como un impedimento de su autonomía, como es imposible la desvinculación empezarán a manifestar síntomas: drogas, anorexia, depresión, bajo rendimiento escolar, pandillas, etc. Esto será vivido por el progenitor desplazado como una oportunidad para recuperar a su cónyuge, sin embargo la madre abnegada negará y ocultará los problemas del hijo e inclusive los socapará, produciéndose el engaño hacia su cónyuge y la consiguiente desesperación del hijo mimado.
Es muy difícil la ruptura del vínculo con el hijo puesto que la persona no tiene otra cosa que llene su vida, la percepción del vacío produce pánico porque no se concibe la soledad, así que si se logra la desvinculación, lo más probable es que la madre se deprima o busque otra relación de dependencia, en muchos casos la encuentra en el fanatismo religioso.
Si una madre o padre es infiel a su pareja con sus hijos, éstos a su vez cuando establecen un vínculo amoroso serán infieles a su pareja con sus padres, formando un círculo vicioso.
c) La infidelidad con los amigos:
Si la infidelidad con los hijos es más frecuente en las esposas, con los amigos es más frecuente en los esposos. La vida de soltero se caracteriza por la irresponsabilidad y la juerga, los amigos son esos adolescentes eternos que promueven la fantasía de la juventud eterna.
El matrimonio obliga a ser responsables y serios, define tácitamente lealtad y compromiso con la esposa, ello exige abandonar la vida de soltero, desprenderse de los amigos y de las actividades lúdicas que se hacen con ellos. Es impensable para Peter Pan porque significa crecer y madurar.
Piensa que es imposible una vida sin juerga y se construye la idea de matrimonio asociada con la monotonía, los amigos permiten el espacio de diversión sin límites y la ilusión de libertad que la esposa arrebata.
El grupo alienta la infidelidad venérea y las conductas infantiles, si uno de los componentes se inquieta porque considera que es hora de volver a casa, al unísono le dicen que es manejado por su mujer. La presión es tal que el esposo se rinde y miente a la esposa diciéndole por teléfono que tiene que quedarse en la oficina, cuando en realidad está en el bar. Los amigos aplauden, por supuesto.
A la relación adolescente con los amigos se agrega por lo general el consumo de alcohol como parte de los rituales salvajes del grupo. La esposa apunta a la bebida o a la infidelidad venérea como la causa de la desestabilización de su matrimonio, cuando el motivo central es la infidelidad con los amigos.
El esposo ante las exigencias de su pareja para abandonar a los amigos, empieza a mentir para salir con ellos, surge el engaño y el secreto marcas ineludibles de la infidelidad.
Por lo general la ruptura con los amigos se produce después de eventos catastróficos: accidentes, muertes, fraudes, etc. Mientras no ocurre algo que remueva el sentido de la vida, el infiel difícilmente percibe la relación con su grupo como una ofensa a su matrimonio. Una vez más la idea de que si no es una infidelidad venérea no es infidelidad. Sin embargo la infidelidad con los amigos puede ser más devastadora para el matrimonio que el adulterio.
d) La infidelidad con el trabajo:
La sociedad actual alienta la infidelidad con el trabajo. Desde que somos pequeños se nos orienta hacia el éxito y al esfuerzo para ser mejores que los demás. Estos mensajes precipitan la desmesurada valoración del trabajo.
El trabajo puede constituirse en un amante cuando nos dejamos absorber por sus gélidos brazos abandonando nuestra relación conyugal. Al inicio del matrimonio el trabajo es un ayudante importante en la construcción del vínculo amoroso, porque es el medio que permite la adquisición de los bienes suficientes para la supervivencia de la pareja y luego de la familia.
El trabajo se vuelve enemigo de la relación de pareja cuando es un fin en sí mismo, dejando de ser el medio que permitía subsistir. Los estudios y el trabajo son lo mismo, el refugio de aquellos seres que tienen miedo al compromiso y a la intimidad. El trabajo es el agujero donde el avestruz introduce la cabeza para no ver a los leones. Es un excelente argumento para justificar la incapacidad de amar.
Tiempo y trabajo se han vuelto sinónimos, “me falta tiempo”, quiere decir que sobra trabajo. La pareja no tiene más remedio que quedarse sola porque es irracional reclamar, ¿cómo se puede entender que se pida más presencia si el otro está trabajando por nosotros?
Si la madre infiel con los hijos se asemeja a Susanita, la persona infiel con el trabajo es émulo de Manolito: ¡más, más, más! La ambición ha reemplazado al placer, el dinero y el éxito es el sentido de su existencia: el matrimonio y la familia, estorbos.
Lo patético es que se trata, muchas veces, de matrimonios abiertos, en los cuales ambos cónyuges están de acuerdo con que el trabajo es más importante que el amor y deciden dejar el hogar en manos de los abuelos, empleadas o televisores para vivir más en la oficina que en casa.
El extremo de la infidelidad se produce cuando ambos padres emigran hacia el exterior por el amor que sienten hacia sus hijos. Desde Madrid o Buenos Aires se comunican con los hijos manifestándoles que los aman tanto que por eso no tienen más remedio que trabajar en paupérrimas condiciones y que un día volverán para que todos sean felices.
Idiota falacia del mundo globalizado: los hijos necesitan el amor de sus padres no su dolor para llenarlos de la gloria del dinero. La pareja necesita derribar al ogro del trabajo para poder mirarse a los ojos, no es posible que el dinero y el éxito se vuelvan más importantes que la posibilidad de quererse.
A diferencia de las otras infidelidades ésta no necesita del secreto ni del engaño, es pues, una infidelidad admisible, jamás se culpará al otro de ser una persona exitosa, será imposible comprender la hecatombe del matrimonio producida por el trabajo, al contrario si se trabajara más el matrimonio estaría mejor.
e) Infidelidad con el vicio:
Flávio Gikovate expresó que el cigarrillo es un amante incondicional: lo prendemos y apagamos cuando nos da la gana, él no nos controla nosotros lo controlamos . Todos los vicios son amantes incondicionales, ocasionan una dependencia enmascarada por la falsa sensación de control.
Desde la nicotina hasta la comida, todos los vicios implican una inversión de tiempo y dinero que empobrecen al vicioso y a su hogar. Hablar del vicio es como hablar de un amante, en la película “Cuando un hombre ama a una mujer”, Meg Ryan hace de una esposa alcohólica que niega la relación amorosa que mantiene con el alcohol, hasta que el esposo eufórico le muestra que conocía todos sus escondites, al igual que hace un marido engañado en la infidelidad venérea: lo sabe pero prefiere mentirse para dar paso a la esperanza.
El vicio nos ama sin condiciones y no exige esfuerzos, la pareja en cambio obliga a la reciprocidad y exige trabajo. El vicio es un pretexto genial sobre todo cuando es designado como enfermedad, por lo tanto es imposible abandonarlo y total, sólo se daña el vicioso.
Todas las infidelidades, inclusive la venérea se fundamentan en la cobardía hacia el compromiso y la intimidad que exige el amor pleno. El miedo a la soledad y a la independencia son los responsables para la idealización del amor romántico, ese amor sin responsabilidades ni esfuerzos que se deja en manos del destino. El amor pleno no se abastece únicamente de pasión, requiere de la construcción de dos personas que deben renunciar a otros vínculos: el amor lo exige todo.
El vínculo amoroso está afianzado en la incertidumbre por lo que obliga a una continua reparación. Construcción-deconstrucción-reparación es el ciclo de la convivencia amorosa, cada día los amantes ponen en riesgo a su amor, porque al amar me obligo a crecer y a acompañar la felicidad de quien amo, eso implica aceptar la posibilidad de dejar se amado, de dejar marchar a pesar de uno mismo.

martes, 27 de abril de 2010

EL AMOR Y LA SOBERBIA

¿Es posible el amor donde se ha instalado el orgullo? Adolfo Gustavo Becquer escribió los siguientes versos:

Asomaba a sus ojos una lágrima
Y a mi labio una frase de perdón;
Habló el orgullo y se enjugó su llanto.
Y la frase en mis labios expiró.
Yo voy por un camino; ella por otro;
Pero al pensar en nuestro mutuo amor,
Yo digo aun: ¿por qué calle aquel día?
Y ella dirá: ¿por qué no lloré yo?

¿Por qué el orgullo suele imponerse al amor? La voz del dolor calla ante la soberanía del ego, el quererte puede sucumbir ante la necesidad de proteger mi frágil yo. Y lo perdí todo, te dejé marchar cuando sabía que nos queríamos, me quedé con las manos vacías y el corazón destrozado porque preferí ocultarte mis sentimientos detrás de la férrea máscara de mi vanidad, ahora lloro en soledad, ante la mirada impasible de mi orgullo que parece reír a carcajadas al verme abandonado por su insistente demanda de callar antes de entregarlo al silencio del suplicio.

Dejar marchar, sentirnos incapaces de abordar a alguien que nos atrae o mantener un conflicto sin resolver, son algunas de las consecuencias del orgullo. Pero antes de seguir vale la pena detenernos un momento en su definición.

Según la Real Academia de la Lengua Española, la palabra orgullo proviene del catalán “orgull” o del francés “orgueil” y significa: arrogancia, vanidad, exceso de estimación propia, que a veces es disimulable por nacer de causas nobles y virtuosas.

En inglés la palabra pride (orgullo), deriva de proud (digno, valiente), por lo que el término posee una connotación positiva. En portugués la palabra “orgulho” es definida por el diccionario Aurelio de la siguiente manera: Sentimiento de dignidad personal, brío, altivez (…).

Tanto en inglés como en portugués la connotación es más bien positiva; mientras que en castellano se asocia con la arrogancia, que tiene que ver con “dar por sentado”, esto es: “presumir”, de donde sale el término “presumido”. Luego: orgulloso es aquél que presume, que toma por cierto algo que no necesita poner a prueba. De ahí que originalmente esta palabra poseía una acepción negativa.

Se considera que lo contrario al orgullo es la humildad, palabra que proviene del latín humus (tierra), se refiere a postrar a alguien en la tierra para que reconozca su inferioridad. Entonces, la palabra antónima más adecuada es “soberbia” porque proviene del latín “superbus”, significando: estar encima. Desde el punto de vista relacional, no es posible alguien encima si no está otro abajo, el concepto de soberbia requiere para su definición de alguien que es sometido.

El uso y abuso de las palabras, las traducciones que van y vienen han ocasionado confusiones con el término “orgullo”, puesto que se ha asociado con la idea de la valoración de uno mismo, por ejemplo en la frase “te falta orgullo”, que es lo mismo que decir “tienes baja autoestima”. Pero también se lo usó para referirse al exceso de ego: “eres un orgulloso” para decir: “¿quién te crees que eres?”. La consecuencia es que la palabra “orgullo” puede usarse con doble sentido: como un piropo y como un insulto.

Por estas razones lingüísticas es preferible recurrir a la palabra “soberbia” que además está considerada como la definición de uno de los pecados capitales, considerado el peor de los siete porque de él se derivan los otros seis (lujuria, envidia, pereza, gula, ira y avaricia), su origen se lo achaca a Lucifer cuando quiso ser superior a Dios. Ese deseo lo hemos heredado, la negación del poder divino, el considerarnos más que cualquier otra cosa en el universo, ser vanidoso al creer que nos merecemos todo y prepotente al considerar que los demás son inferiores y deben apartarse para darnos lugar.

La soberbia es la máscara de hierro del sufrimiento. Su origen es la ausencia de consuelo cuando experimentamos soledad después de un dolor. Por ejemplo, un niño ha sido maltratado en la escuela, al llegar a casa encuentra a sus padres discutiendo, el pequeño prefiere callar su problema para no causar un problema más y disimula su pena. Una niña ha sido insultada por el abuelo, corre hacia su madre, pero ésta está acongojada por algún problema personal, entonces, la hija disimula su dolor para evitarle uno más a mamá.

La soberbia nace a partir del dolor no expresado, es la disimulación que ofrece la idea de que está mal sufrir porque cuando se sufre nadie consuela. De ahí la idea que llorar es signo de debilidad, porque si no fuimos protegidos, lo más probable es que tampoco sepamos proteger.

El miedo a la soledad no es sino el temor al desconsuelo, a la desprotección, a no tener alguien que reciba el dolor. La primera necesidad humana es ser protegidos, de ella se desprenderá posteriormente nuestra capacidad de amar.

Aprendemos a buscar protección, la manera cómo lo hacemos determina nuestro estilo de apego. El apego seguro se refiere a la búsqueda de consuelo cuando nos sentimos desprotegidos y a la seguridad de que nos protegerán cuando estemos solos. El apego inseguro se refiere al temor de confiar o a la confusión ante la angustia porque no estamos seguros de que nos cuidarán.

Entonces la soberbia es el refugio de nuestro miedo ante la presencia del dolor; nos crea la ilusión de fortaleza porque con ella estamos ocultándonos de quien debería cuidarnos, ya sea porque así nosotros protegemos a quien nos debe proteger o porque a nadie le importa nuestro sufrir.

En el segundo caso, la soberbia se funde con nuestra identidad. No existimos sino cuando somos el orgullo de quien nos debería cuidar. El niño es un trofeo de sus cuidadores, sólo existe si tiene éxito, entendido como la consecución de las expectativas de sus padres. Pero no existe cuando se muestra auténtico o tiene un problema. Sólo importa si se adapta a la imagen que esperan de él, negándose a sí mismo.

La negación de sí a precio de existir para el otro a través de un ego falso que es legitimado por los cuidadores. La consecuencia es la soberbia transformada en personalidad, una forma de ser que impedirá los encuentros legítimos, un anatema en contra del amor que ha sido denominado “narcisismo”.

El amor requiere desnudez de cuerpo y alma: del eros al ágape. La pasión se transformará en romanticismo para desencadenar en el amor desinteresado. Las personas vanidosas se estancan en la pasión porque le temen a la intimidad y le huyen al compromiso. Como el erotismo se esfuma, la urgencia de intimidad expresada por la pareja se hace apabullante, el narcisista le huirá a la desnudez del alma porque no sabe proteger y desconoce lo que es ser protegido.

El pánico a la entrega es inmenso, la única vía conocida es enmascararse en el ego. La persona se buscará en el éxito, trabajará más, estudiará más o se embarcará en una nueva empresa.

Otra manera de evitar la entrega es adormecer la conciencia para apartarse de la realidad, esto se consigue a través del alcohol, las drogas o las aventuras eróticas: la solución es cerrar los ojos ante la deslumbrante faz del amor.

La pasión puede derretir el hierro de la máscara, pero entonces su fuego quema la piel, la persona queda desprotegida, vulnerable ante el amor del otro, el vacío gime angustia, como lo dice Piedad Bonnet en sus versos:

Como un depredador entraste en casa,
rompiste los cristales,
a piedra destruiste los espejos,
pisaste el fuego que yo había encendido…
Por mi ventana rota aún te veo.
En mi hogar devastado se hizo trizas el día,
pero en mi eterna noche aún arde el fuego.

El niño desamparado queda al descubierto, su dolor palpita en sus ojos ensombrecidos por la remota pena. No entiende lo que pasa, el deseo se ha desbordado dejando un silencioso vacío, una extraña sensación de abandono que no tiene que ver con la relación de pareja, porque nada malo ha pasado en ella. Buscará en los más recónditos lugares alguna justificación para la angustia, provocará el rompimiento del vínculo y si lo consigue se hundirá aún más en la desazón.

La confusión debe resolverse a través de lo conocido: el éxito o la alteración de la realidad mientras se deja al amor desconcertado. Muchas veces lo he oído en pacientes desesperados: “¡la (lo) dejé marchar! No entiendo”. Alfonsina Storni escribió aturdida por un amor pasional que acabó inesperadamente:

Y te dejé marchar calladamente,
a ti que amar sabías y eras bueno,
y eras dulce, magnánimo y prudente.
…Toda palabra en ruego fue poca,
pero el dolor cerraba mis oídos…
Ah, estaba el alma como dura roca.

No se entiende la razón de la ruptura, si todo estaba bien, o peor, el amor estaba en su máxima expresión. Justamente por eso, el soberbio no tolera la posibilidad de mostrarse a sí mismo, porque inevitablemente el erotismo se desbordará en el océano de la intimidad, donde no hay posibilidad de enmascaramiento.

El amor derrite la máscara de la soberbia, obliga a que la persona se confronte consigo misma, quien lo ama no tiene interés en el ego, importa el alma. Cuando se ama es inevitable la sensación de soledad y el requerimiento de protección. La soberbia tiene que apartarse para el ingreso de la pasión y la ternura; caso contrario, el amor no hace su nido en el corazón.

lunes, 15 de febrero de 2010

El síndrome del Chiru Chiru y Lorenza

Cuenta la leyenda colonial referida por el cura Emeterio Villarroel (1789) que una joven e imprudente mozuela llamada Lorenza Choquiamo se enamoró perdidamente de un ladronzuelo de mal vivir -aunque reivindicado por las idas y venidas de la historia como una especie de Robin Hood andino- de nombre Anselmo Belarmino y apodado el Chiru Chiru o Nina Nina. La consecuencia de aquel evento amoroso fue la tragedia: el padre de Lorenza acuchilló al Chiru Chiru, quien a pesar de la milagrosa intervención de la Virgencita de la Candelaria, murió después de un legítimo arrepentimiento, los cronistas lo refieren a su mal vivir, pero queda la posibilidad, que se haya lamentado por haber dado lugar al amor con aquella moza.

El Síndrome del Chiru Chiru (SCHL) y Lorenza, hace referencia al enamoramiento dirigido a personas peligrosas.

La atracción erótica no discrimina el status de las personas, simplemente ocurre regida por la ley de la evolución que indica que debemos elegir a la persona que asegure la continuidad de nuestros genes. A la naturaleza no le importa que el sujeto del deseo sea un pobretón psicópata o un ricachón generoso, una bella limítrofe o una fea bondadosa, le interesa única y exclusivamente un macho dominante y una hembra fértil.

La pubertad activa la feniletilamina u hormona del deseo, muchachas y muchachos se lanzan a la búsqueda de parejas sexuales: Romeos y Julietas, haciendo alusión a la tragedia shakesperiana que hace referencia al romance de dos adolescentes pertenecientes a sendas familias rivalizadas.

Los amores ingenuos son marca indeleble de la fastuosidad hormonal de los primeros años durante la adolescencia. No importa la condición social, ni la historia personal, ni valores, ni nada de nada, interesa simplemente la predisposición al juego erótico generalmente sin coito, dando lugar a los malestares propios del falling in love (caer en el amor) que tan bien describe la frase inglesa.

Las relaciones amorosas prematuras, son por lo tanto las más proclives a terminar convertidas en el SCHL. Los jóvenes que provienen de familias donde la expresión física del afecto es una excepción, experiencias intensas de duelo y de las familias donde los padres atraviesan una crisis conyugal, es más probable que establezcan vínculos de pareja afectivos como sustitutos de la carencia amorosa familiar. Cuando la necesidad afectiva es saciada por su pareja o el proceso de duelo concluye recién se percatan de quien es el objeto de su enamoramiento, puede ocurrir que el azar favorezca un buen vínculo, pero también se corre el riesgo de que la elección sea infortunada y la pareja resulte un ser humano maligno.

El SCHL puede producirse como la rebelión de un (a) adolescente reprimida. La pregunta que se hace es ¿cómo vengarme de estos padres injustos? La respuesta: ¡enamorarme del Chiru Chiru! Traer a casa la antitesis de los valores familiares y además expresando que se lo ama, es como poner una bomba atómica, la familia entra en crisis, la adolescencia penetra en ella con toda su fuerza, pero puede ser innecesaria y dejar ruinas en vanos o a pesar de ella el sistema familiar mantener su rigidez y por ende no propiciar ningún cambio.

El SCHL también se manifiesta cuando una personalidad maligna seduce a una persona ingenua. Los narcisistas malignos y los psicópatas (varones y mujeres) tienen la habilidad de mostrarse atractivos para adolescentes y jóvenes inexpertos. La película española “La vida de Nadie” muestra el proceso de conquista de un narcisista: se presenta como un bonachón dispuesto a ayudar a cambio de nada, ofrece aquello que la joven necesita hasta ocasionar la necesidad de retribución ante tanta generosidad, por lo que finalmente, fácilmente la presa cae en las garras del depredador. Si bien la película tiene un final feliz para la víctima, las historias en el mundo real suelen terminar muy mal para ellas, por ejemplo: descubrir que el encantador está casado y tiene hijos, quedar embarazada y percatarse que se tendrá que asumir la crianza del bebé en completa soledad, terminar en el hospital o en la morgue.

Una historia real del SCHL con una personalidad maligna fue la relación entre el asesino serial Charles Starkweather y la adolescente Caril Fugate. Charles asesinó a la madre de Caril porque no estaba de acuerdo con el romance y después mató al padrastro. Caril ayudó a su enamorado a limpiar la escena del crimen. Starkweather fue sentenciado en la silla eléctrica después de haber asesinado a 11 personas y Caril cumple cadena perpetua debido a su comlicidad.

Sin embargo, el SCHL puede darse fuera de una relación inmadura u otra patológica, puede simplemente ocurrir entre dos personas pertenecientes a mundos diferentes en los cuales su pareja jamás será aceptada. Ejemplos de este tipo de vínculos se dan cuando existen diferencias étnicas, económicas, religiosas, generacionales, de orientación sexual, etcétera.

¿Qué pueden hacer las personas que se dan cuenta de la incompatibilidad amorosa de los portadores del SCHL? ¡Nada! Es más, por lo general la intervención incrementa el deseo y fortifica el vínculo erótico de la pareja. El riesgo de que los amantes tomen decisiones siniestras se hace mayor cuando agentes externos intervienen tales como el suicidio, asesinato o el suicidio-asesinato.

Los portadores del SCHL se enajenan del mundo y se insertan en las profundidades de la pasión, anulan la racionalidad y la moralidad, sólo existen el uno para el otro en una simbiosis con un fuego aparentemente inagotable. Al cerrarse ante el mundo crean un sistema de creencias fundamentado en sus ilusiones eróticas donde todo es posible y aceptable, incluyendo el destruir a los demás tal como ocurrió con la patética relación de los delincuentes estadounidenses Bonnie Elizabeth Parker y Clyde Champion Barrow.

Lo que sí es posible es prevenir el SCHL, cuatro son las áreas en las cuales los padres deben trabajar: el afecto físico, las alternativas vocacionales, la sexualidad y la conyugalidad armoniosa.

Es imprescindible que nuestros hijos reciban caricias psicológicas y físicas, deben sentirse queridos por todos los flancos posibles, sin que ello signifique anular los límites, deben reconocerse amados y aceptar la necesidad de respetar a los padres.

Desde pequeños los hijos deben aprender a buscar sus potencialidades, esto se hace ampliándoles el mundo, fomentando la búsqueda de su realización, mostrándoles alternativas para que aprendan a elegir y comprendan que pueden elegir sin ser censurados.

La sexualidad debe insertarse dentro de la sensualidad, comprendida como la posibilidad de disfrutar de la vida con todos los sentidos, el placer no se limita a la genitalidad, sino que abarca toda la gama de sensaciones físicas agradables. Los hijos deben comprender, además que el amor es mucho más que el erotismo, el primero es fruto de la convivencia, el segundo es inmediato y efímero.

Lo más difícil se sitúa en el área conyugal de los padres, donde los hijos verán lo que es una relación de pareja que será la base de sus propias relaciones amorosas. Deben aprender que el amor no se reduce a la pasión, sino que los padres negocian sus diferencias y que la vida personal no se somete a la vida conyugal.

El SCHL difícilmente concluye en una relación de pareja armoniosa, lo común es que la relación se rompa luego de una profunda crisis que deriva en la decepción de uno o ambos amantes. La psicoterapia individual es usual para reparar el daño psicológico sufrido en la víctima.