lunes, 15 de febrero de 2010

El síndrome del Chiru Chiru y Lorenza

Cuenta la leyenda colonial referida por el cura Emeterio Villarroel (1789) que una joven e imprudente mozuela llamada Lorenza Choquiamo se enamoró perdidamente de un ladronzuelo de mal vivir -aunque reivindicado por las idas y venidas de la historia como una especie de Robin Hood andino- de nombre Anselmo Belarmino y apodado el Chiru Chiru o Nina Nina. La consecuencia de aquel evento amoroso fue la tragedia: el padre de Lorenza acuchilló al Chiru Chiru, quien a pesar de la milagrosa intervención de la Virgencita de la Candelaria, murió después de un legítimo arrepentimiento, los cronistas lo refieren a su mal vivir, pero queda la posibilidad, que se haya lamentado por haber dado lugar al amor con aquella moza.

El Síndrome del Chiru Chiru (SCHL) y Lorenza, hace referencia al enamoramiento dirigido a personas peligrosas.

La atracción erótica no discrimina el status de las personas, simplemente ocurre regida por la ley de la evolución que indica que debemos elegir a la persona que asegure la continuidad de nuestros genes. A la naturaleza no le importa que el sujeto del deseo sea un pobretón psicópata o un ricachón generoso, una bella limítrofe o una fea bondadosa, le interesa única y exclusivamente un macho dominante y una hembra fértil.

La pubertad activa la feniletilamina u hormona del deseo, muchachas y muchachos se lanzan a la búsqueda de parejas sexuales: Romeos y Julietas, haciendo alusión a la tragedia shakesperiana que hace referencia al romance de dos adolescentes pertenecientes a sendas familias rivalizadas.

Los amores ingenuos son marca indeleble de la fastuosidad hormonal de los primeros años durante la adolescencia. No importa la condición social, ni la historia personal, ni valores, ni nada de nada, interesa simplemente la predisposición al juego erótico generalmente sin coito, dando lugar a los malestares propios del falling in love (caer en el amor) que tan bien describe la frase inglesa.

Las relaciones amorosas prematuras, son por lo tanto las más proclives a terminar convertidas en el SCHL. Los jóvenes que provienen de familias donde la expresión física del afecto es una excepción, experiencias intensas de duelo y de las familias donde los padres atraviesan una crisis conyugal, es más probable que establezcan vínculos de pareja afectivos como sustitutos de la carencia amorosa familiar. Cuando la necesidad afectiva es saciada por su pareja o el proceso de duelo concluye recién se percatan de quien es el objeto de su enamoramiento, puede ocurrir que el azar favorezca un buen vínculo, pero también se corre el riesgo de que la elección sea infortunada y la pareja resulte un ser humano maligno.

El SCHL puede producirse como la rebelión de un (a) adolescente reprimida. La pregunta que se hace es ¿cómo vengarme de estos padres injustos? La respuesta: ¡enamorarme del Chiru Chiru! Traer a casa la antitesis de los valores familiares y además expresando que se lo ama, es como poner una bomba atómica, la familia entra en crisis, la adolescencia penetra en ella con toda su fuerza, pero puede ser innecesaria y dejar ruinas en vanos o a pesar de ella el sistema familiar mantener su rigidez y por ende no propiciar ningún cambio.

El SCHL también se manifiesta cuando una personalidad maligna seduce a una persona ingenua. Los narcisistas malignos y los psicópatas (varones y mujeres) tienen la habilidad de mostrarse atractivos para adolescentes y jóvenes inexpertos. La película española “La vida de Nadie” muestra el proceso de conquista de un narcisista: se presenta como un bonachón dispuesto a ayudar a cambio de nada, ofrece aquello que la joven necesita hasta ocasionar la necesidad de retribución ante tanta generosidad, por lo que finalmente, fácilmente la presa cae en las garras del depredador. Si bien la película tiene un final feliz para la víctima, las historias en el mundo real suelen terminar muy mal para ellas, por ejemplo: descubrir que el encantador está casado y tiene hijos, quedar embarazada y percatarse que se tendrá que asumir la crianza del bebé en completa soledad, terminar en el hospital o en la morgue.

Una historia real del SCHL con una personalidad maligna fue la relación entre el asesino serial Charles Starkweather y la adolescente Caril Fugate. Charles asesinó a la madre de Caril porque no estaba de acuerdo con el romance y después mató al padrastro. Caril ayudó a su enamorado a limpiar la escena del crimen. Starkweather fue sentenciado en la silla eléctrica después de haber asesinado a 11 personas y Caril cumple cadena perpetua debido a su comlicidad.

Sin embargo, el SCHL puede darse fuera de una relación inmadura u otra patológica, puede simplemente ocurrir entre dos personas pertenecientes a mundos diferentes en los cuales su pareja jamás será aceptada. Ejemplos de este tipo de vínculos se dan cuando existen diferencias étnicas, económicas, religiosas, generacionales, de orientación sexual, etcétera.

¿Qué pueden hacer las personas que se dan cuenta de la incompatibilidad amorosa de los portadores del SCHL? ¡Nada! Es más, por lo general la intervención incrementa el deseo y fortifica el vínculo erótico de la pareja. El riesgo de que los amantes tomen decisiones siniestras se hace mayor cuando agentes externos intervienen tales como el suicidio, asesinato o el suicidio-asesinato.

Los portadores del SCHL se enajenan del mundo y se insertan en las profundidades de la pasión, anulan la racionalidad y la moralidad, sólo existen el uno para el otro en una simbiosis con un fuego aparentemente inagotable. Al cerrarse ante el mundo crean un sistema de creencias fundamentado en sus ilusiones eróticas donde todo es posible y aceptable, incluyendo el destruir a los demás tal como ocurrió con la patética relación de los delincuentes estadounidenses Bonnie Elizabeth Parker y Clyde Champion Barrow.

Lo que sí es posible es prevenir el SCHL, cuatro son las áreas en las cuales los padres deben trabajar: el afecto físico, las alternativas vocacionales, la sexualidad y la conyugalidad armoniosa.

Es imprescindible que nuestros hijos reciban caricias psicológicas y físicas, deben sentirse queridos por todos los flancos posibles, sin que ello signifique anular los límites, deben reconocerse amados y aceptar la necesidad de respetar a los padres.

Desde pequeños los hijos deben aprender a buscar sus potencialidades, esto se hace ampliándoles el mundo, fomentando la búsqueda de su realización, mostrándoles alternativas para que aprendan a elegir y comprendan que pueden elegir sin ser censurados.

La sexualidad debe insertarse dentro de la sensualidad, comprendida como la posibilidad de disfrutar de la vida con todos los sentidos, el placer no se limita a la genitalidad, sino que abarca toda la gama de sensaciones físicas agradables. Los hijos deben comprender, además que el amor es mucho más que el erotismo, el primero es fruto de la convivencia, el segundo es inmediato y efímero.

Lo más difícil se sitúa en el área conyugal de los padres, donde los hijos verán lo que es una relación de pareja que será la base de sus propias relaciones amorosas. Deben aprender que el amor no se reduce a la pasión, sino que los padres negocian sus diferencias y que la vida personal no se somete a la vida conyugal.

El SCHL difícilmente concluye en una relación de pareja armoniosa, lo común es que la relación se rompa luego de una profunda crisis que deriva en la decepción de uno o ambos amantes. La psicoterapia individual es usual para reparar el daño psicológico sufrido en la víctima.