lunes, 30 de mayo de 2016

SOBREVIVIENDO A LOS AMORES PELIGROSOS




SOBREVIVIENDO A LOS AMORES PELIGROSOS
Por: Dr. Bismarck Pinto Tapia, Ph.D.

No es posible detectar datos acerca de los sobrevivientes a las relaciones amorosas peligrosas, tampoco de quienes sucumben a ellas. Queda la experiencia clínica de la terapia de pareja y la terapia de la ruptura amorosa. Está claro, la ruptura amorosa de una relación peligrosa se convierte en una pérdida ambigua[1], por lo tanto la persona vive un duelo complicado[2]. Entrar a un lazo amoroso destructivo es fácil, salir de él es difícil y cuando se sale no nos espera un jardín de rosas[3].

El primer paso para poder romper una relación amorosa destructiva es darse cuenta que se está en una relación destructiva. Este es el momento más difícil, la persona no se percata de ser parte de un juego amoroso patológico. La cerrazón mental es consecuencia de varios factores: el miedo, la esperanza, la vergüenza y el orgullo. 

La sensación de soledad es el resultado de una historia de amor desgraciada, la misma fue forjándose poco a poco, el vínculo se envuelve en una especie de hechizo debido a la inmersión lenta de la pareja en el pantano destructivo del falso amor. La caída al fondo ha sido lenta, tratar de salir del pozo se hace casi imposible, en la mayoría de los casos debido a la incapacidad de reconocerse en el piso.

El miedo juega un papel importante. Las personas involucradas generalmente provienen de experiencias afectivas disfuncionales, carentes de protección y/o de valoración, tienen miedo al abandono por eso se aferraron desesperadas a una relación dependiente y posesiva. Ante el menor atisbo de incongruencia entre el ideal amoroso y lo concreto, cierran los ojos asustadas de ver la posibilidad de volverse a sentir solas. Es entonces, el miedo a la soledad el mantenedor de la unión disfuncional.

Otro sentimiento asociado con el mantenimiento de la pareja es la esperanza de obtener algún día aquello esperado: el otro cambiará. En el afán de luchar contra los defectos del otro se lo deja de amar para controlarlo. El efecto es el contrario al esperado, el otro se aleja ante la presión y la violencia. Querer cambiar al otro no es otra cosa que ser violento, la violencia es obligar[4]. De ahí que la esperanza es indignante: ¡es la base de la violencia conyugal! Como no recibo de ti lo esperado, te obligo a dármelo, negando tu ser, anulando tu autenticidad.

La vergüenza se suma a los sentimientos de indefensión, el ocultar la miseria de la relación porque no se quiere defraudar a la familia de origen, a las amistades y a uno mismo. Reconocer la estupidez en uno mismo es algo muy difícil en los seres humanos. Se produce la ceguera voluntaria, también llamada ignorancia voluntaria[5]. La persona decide “hacerse la loca”, sabe que todo está mal, pero cierra los ojos por la vergüenza. Es paupérrima la razón para anular la realidad, se teme por el decir de los demás. En estos casos cuando se produce la ruptura, la gente del rededor queda anonadada, no se imaginaban la crisis conyugal de esa pareja. Sin embargo, a veces se produce una conspiración del silencio, todos conocen la miseria de la relación, por lo tanto es un secreto a voces, todo para salvaguardar la vergüenza.

Existen dos acepciones para la palabra orgullo, la primera asociada con el amor propio y la segunda con la soberbia. En la experiencia de una relación peligrosa, el amor propio es destruido sin miramientos, es una de las primeras cosas que las personas pierden. Paradójicamente a menor amor propio mayor es la soberbia, esa sensación de sentirse poderoso a pesar de todo, alguien controlador, incapaz de aceptar la incertidumbre aunque se viva en ella. El poder necesariamente está ligado a la soberbia[6]. El orgullo es el recurso de los poderosos para esconder su indefensión ante la incertidumbre. Es una especie de armadura para proteger la fragilidad de los sentimientos emergentes a la desesperación[7]

Orgullo, vergüenza y culpa, son sentimientos sociales, involucrados en el desarrollo de la identidad. Es interesante observar su desarrollo a la par del juicio moral, de tal manera que en las relaciones destructivas las personas pierden la conciencia ética de sus actos. Ambos miembros de la pareja dejan sucumbir sus principios morales ante la obnubilación ocasionada por la intensidad pasional. Ambos se abalanzan hacia el hedonismo momentáneo y se contentan con la sensación de completarse en el otro. Esos instantes de felicidad efímera se convierten en el sentido de los encuentros, ya sea por el placer en sí mismo o el alivio después de las reyertas. 

Se instala un círculo vicioso: esperanza-placer-alivio-desesperación-angustia-maltrato. Es muy difícil percatarse de la autodestrucción y de la heterodestrucción, los contendientes están enceguecidos por la conceptualización errónea del amor y por eso son incapaces de darse cuenta de la insípida relación. Las parejas destructivas no conocen el amor porque no fueron amados, por eso no pueden contrastar la experiencia dañina con un referente amoroso verdadero, viven dentro de la violencia por eso no la reconocen. 

El contexto de la colusión fácilmente involucra a otros en su caos. La terapia de pareja está destinada al fracaso si el terapeuta no se percata del juego sinfín de los cónyuges; peor aún puede ser absorbido por el sistema coludido, significa, convertirse en parte del juego al tratar de darle sentido a lo sinsentido. La actitud terapéutica será centrase en las carencias infantiles para lograr la reflexión de la pareja en torno a su concepto erróneo del amor y a desenlazar el enmarañado ovillo del apego adulto inseguro desarrollado en su historia de amor.

Si es una tarea difícil en el entorno de la psicoterapia, cuán más lo será en la vida cotidiana. Los sobrevivientes a las relaciones peligrosas son personas resilientes; es decir, tenían todo para ser derrotados por las adversidades, pero lograron afrontarlas y superarlas[8]. Las personas con resiliencia son excepcionales, no cualquiera puede emerger intacto del sufrimiento. Lo que poseen son algunas características peculiares como adecuados niveles de autoeficacia, autoestima y autocontrol, tendencia a la esperanza[9].

La mayoría de las personas no son resilientes, por ello la toma de conciencia de ser parte de un juego amoroso destructivo y salir de él, ocurren generalmente después de un impacto inesperado precipitante del despertar. La colisión más frecuente es encontrarse con la infidelidad concomitante al engaño y la traición[10]. La infidelidad ocasiona una severa confrontación con la identidad personal, cuestionando el sentido de la existencia y la inversión en la relación[11]. Sin embargo, en algunas circunstancias la decepción no se produce a pesar del descubrimiento de la infidelidad y la relación continua.

En otros casos, el surgimiento de una enfermedad grave en alguno de los miembros de la pareja impacta en el vínculo relacional[12]. Sea como fuere, el cambio del juego sólo es posible si se presenta una experiencia traumática en uno o en ambos miembros de la pareja. La violencia física puede ser el factor desencadenante de la ruptura, cuando se manifiesta de repente en juegos en los cuales existía violencia psicológica, pero no en aquellas relaciones impregnadas de violencia simétrica[13].

La violencia en la relación de pareja puede ser simétrica o complementaria. La simétrica hace alusión a la agresividad recíproca, ocasionándose una escalada proporcional de la violencia, uno agrede y el otro responde, en un círculo vicioso interminAble. La complementaria se refiere a la agresividad ejercida por un agresor sobre una víctima[14].

La terapia de pareja es un recurso pertinente ante la presencia de juegos conyugales destructivos. Sin embargo, generalmente la pareja no recurre a la terapia por el problema relacional, sino lo hace usualmente por la presencia de un hijo triangulado o porque uno de los miembros de la pareja adolece de algún trastorno, como adicciones[15] o depresión[16]. Otra demanda usual es ayudar a la pareja en el trajín del divorcio, principalmente cuando están colusionados[17].

El proceso terapéutico se inicia con el establecimiento del diagnóstico del juego destructivo, continúa con la evaluación de la pertinencia de la terapia de pareja o de la terapia individual. Cuando se establece la terapia conjunta, es importante la definición del problema exento a las personas y concentrado en la relación. Dependiendo del tipo de juego, se definirá la importancia de recurrir a la búsqueda de los esquemas personales y su historia para comprender la conjunción que la pareja hace de los mismos en la construcción irracional del concepto de amor. El trabajo terapéutico se concentrará en la deconstrucción de dicha idea forjada a través de los mitos personales y familiares para establecer con la pareja la construcción de un concepto más saludable para discernir la posibilidad de la reconciliación o la ruptura.



[1] Boss, P., & Greenberg, J. (1984). Family boundary ambiguity: A new variable in family stress theory. Family process, 23(4), 535-546.
[2] Field, T. (2011). Romantic Breakups, Heartbreak and Bereavement*-Romantic Breakups. Psychology, 2(4), 382.
[3] Winklera, M. I., & Abarcaa, G. (2015). “Nunca te prometí un jardín de rosas” Frieda Fromm-Reichmann y el valor de la relación terapéutica. Revista de Psicología, 24(1), 1-6.
[4] Maturana, H., Coddou, F., Montenegro, H., Kunstmann, G., & Mendez, C. L. (1995). Violencia en sus distintos ámbitos de expresión. Dolmen Ediciones.
[5] Heffernan, M. (2011). Wilful Blindness: Why We Ignore the Obvious. Simon and Schuster.
[6] Fulbright, J. W. (2011). The arrogance of power. Random House.
[7] Mercer, J. (2014). Feeling like a state: social emotion and identity. International Theory, 6(03), 515-535.
[8] Skerrett, K., & Fergus, K. (2015). Couple Resilience.
[9] Iglesias, E. B. (2006). Resiliencia: definición, características y utilidad del concepto. Revista De Psicopatología Y Psicología Clínica, 11(3), 125-146.
[10] Afifi, W. A., Falato, W. L., & Weiner, J. L. (2001). Identity concerns following a severe relational transgression: The role of discovery method for the relational outcomes of infidelity. Journal of Social and Personal Relationships, 18(2), 291-308.
[11] Rokach, A., & Philibert-Lignières, G. (2015). Intimacy, Loneliness & Infidelity. The Open Psychology Journal, 8(1).
[12] Rolland, J. S. (1994). In sickness and in health: the impact of illness on couples'relationships. Journal of Marital and Family Therapy, 20(4), 327-347.
[13] Delgado Rico, E. L. M., & Perea Gil, L. F. (2011). Los relatos de mujeres que participan en relaciones simétricas de pareja con violencia de pareja.
[14] Linares, J. L. (2009). Entre el amor y el poder: el maltrato psicológico. R. Giraldo, M. González, & JL Linares, Violencia Familiar, 16-31.

[15] O'Farrell, T. J., & Fals-Stewart, W. (2000). Behavioral couples therapy for alcoholism and drug abuse. Journal of substance abuse treatment, 18(1), 51-54.
[16] Jones, E., & Asen, E. (2000). Systemic couple therapy and depression. Karnac Books.
[17] Willi, J. (1982). Couples in collusion (Vol. 1). Jason Aronson.

martes, 10 de mayo de 2016

AMORES PELIGROSOS (segunda parte)




AMORES PELIGROSOS (Segunda parte)
Por: Dr. Bismarck Pinto Tapia, PhD
Eras para un imbécil que te quisiera un poco.
(¡Oh! Mis ensueños buenos, ¡oh! Mis ensueños locos)
eras para un imbécil, un cualquiera no más
que no tuviera nada de mis ensueños nada…
No eras para mis sueños, no eras para mi vida,
ni para mis quebrantos ni para mi dolor,
no eras para los llantos de mis duras heridas,
no eras para mis brazos, ni para mi canción.
Pablo Neruda

El amor es un concepto construido socialmente. Es decir, depende del contexto social e histórico en el cual las personas nos desarrollamos. Por eso es que su definición varía de un tiempo a otro. Para los abuelitos el amor se sustentaba principalmente en el compromiso, para  los padres en la pasión, para los jóvenes de hoy en la intimidad[1]. Además varía según la cultura, para las mujeres mojeñas, el amor se organiza de manera plena, es decir, los niveles de pasión, intimidad y compromiso son casi iguales[2]. Mientras que para los aymaras, la pasión prácticamente es mínima en comparación al compromiso[3]. Al ser social el concepto, no nos damos cuenta de nuestras expectativas amorosas porque pasan por nuestras historias de amor.

Todo comienza en la infancia, con la manera de reaccionar ante la pérdida. Los psicólogos le llaman attachment, traducido al castellano como apego. Si bien aún no queda claro si nuestra forma de procesar afectivamente la separación es una condición genética o aprendida[4], sí lo está el hecho de que la relación amorosa de pareja activa nuestro estilo de apego infantil.

El apego seguro se relaciona con la capacidad de aceptar la ruptura amorosa la cual no necesariamente se produce en la separación, aparece en el desencanto, cuando nos percatamos al descubrir al otro distinto a nuestra expectativa. Momento obligatorio para aceptar una especie de duelo, permitiendo al otro ser como es sin obligarlo a ser quien queremos que sea.

Las personas con apego inseguro tendrán muchas dificultades en asumir el desencanto, harán de todo para convertir al otro en alguien ajeno a sí mismo para ajustarlo a la imagen de la cual se enamoraron. La consecuencia es fatídica, el querer se impone al amar: “no te quiero si eres como eres, te querré únicamente si te ajustas a mis expectativas”. Eso no es amor, ¡es poder! La relación se convierte en una lucha de poderes, el sustrato es el control del otro.  Es imposible dejar partir, no a la persona, sino a la imagen construida. 

¿Cómo se construye esa imagen? A partir de los referentes amorosos de nuestra historia. El haber sentido la protección en nuestra familia, el ser testigos del amor de nuestros padres, los primeros “amores”, los modelos presentados en los medios de comunicación masivos, etcétera. Si no hemos conocido el consuelo y la protección, no sabremos reconocerlos ni buscarlos. Si no tuvimos modelos de pareja en nuestra familia, no sabremos de qué se trata el quererse. Lo más probable es idealizar el amor. El amor entonces se construye desde su pertinencia romántica como un sentimiento. 

Estas personas creen que las emociones componentes del amor son suficientes para decir te amo y decir soy amada. Los problemas de la relación siempre serán enmarcados en los déficits del sentimiento. Esos sentimientos se fundan en lo erótico y en la ternura. Por ejemplo, en el primer caso: si él no se interesa sexualmente en mí no me ama, o si no siento deseos sexuales por ella, he dejado de amarla. En el segundo: ya no me necesita, entonces no me ama, o ya no me interesa buscarlo para contarle mis cosas porque no me escucha. 

Las investigaciones sobre el enamoramiento, señalan la importancia de la protección como base de la fidelidad[5]. La ternura es la causa para la perdurabilidad del vínculo romántico en la pareja. Sin embargo no es suficiente para la estabilidad matrimonial[6]

El amor no es solamente sentimientos de deseo y protección, es mucho más, es la construcción relacional cimentada en el compromiso[7]. La pareja debe aprender a negociar para sobrevivir en la convivencia, también deben pelear para ganar espacios y derechos, tolerar lo que no se puede cambiar. Es un trabajo interminable. El contrato matrimonial debe ser una y otra vez revisado[8]. El amor se manifiesta en la convivencia, no antes. Durante el noviazgo el amor es pasión e intimidad, somos amantes y amigos, se trata de procesos relacionales irracionales. El amor es racional, sin que desaparezcan los sentimientos, éstos son dinámicos e impredecibles. Al serlos no llegan a la corteza cerebral, se quedan en las regiones subcorticales responsables de las necesidades fisiológicas y afectivas[9].

El amor requiere del raciocinio, el cual se procesa en la corteza; requiere de inhibir los impulsos, funciones de las regiones prefrontales[10]. Si nuestra búsqueda de amor es infantil, entonces no amamos, queremos recibir del otro aquello que no recibimos de niños. Nos es complicado separar la imagen construida por nosotros del otro de quien el otro es. Por supuesto es imposible no seguir creando esquemas cognitivos de quien amamos[11], pero existe una gran diferencia entre la imagen idealizada y la imagen basada en evidencias.

Amar es reconocer al otro como otro independiente de mis expectativas[12]. Amar requiere asumir nuestra soledad y permitir la libertad del otro. El otro no es una pertenencia, es un ser humano con capacidad de tomar sus decisiones. Y de la misma manera, si el otro me ama, me siento libre de ser quien soy, tomo mis decisiones, puedo dejar de amarlo sin sentirme culpable. Puedo aceptar el desamor del otro, duele, es cierto, pero si amo, dejo partir aunque me duela.

Las relaciones son peligrosas cuando el vínculo se construye sobre los sentimientos, ciegos e inconscientes. Sabes que esa persona no merece tu amor, pero insistes a pesar de los hechos. ¿Qué puedes construir con él o con ella? Esa es la pregunta primordial, y no ¿me “ama”?. Es una estupidez, porque el sentimiento no resuelve los problemas de la convivencia y tampoco dicen nada sobre la idoneidad del otro. Los adolescentes quieren con pasión, no van a ningún lado. Es bonito quererse, nada más. El amor no se instala en el presente, lo hace en el futuro, ¿a dónde vamos con nuestra relación? Obliga a detenerse y conversas sobre las expectativas, ¿queremos tener hijos?, ¿queremos apoyarnos en nuestro desarrollo personal?, ¿tenemos la misma meta? Es muy grave descubrir durante el matrimonio que nuestros caminos están separados. No vale la pena casarse si no se conoce las aspiraciones del otro.

Se siente bonito salir con un delincuente, produce adrenalina y el sexo es formidable. ¿Pero mañana cómo será? La cárcel, la morgue, son posibilidades impensables para la princesa enamorada. La Bella y la Bestia funcionan en el cuentito de hadas, pero no en la vida cotidiana. Un anciano con una adolescente, se siente bonito, pero no podrán convivir, los intereses son distintos, los valores inconciliables, pero…es bonito. 

La madurez estriba en la capacidad de divisar la pertinencia de la relación  enmarcada en mi estilo de vida y mis expectativas. De ahí las rupturas racionales: te quiero pero no podría vivir con alguien como tú. Te digo adiós queriéndote porque no podré amarte. No es lo usual. Generalmente descubro quién eres conviviendo contigo, me doy cuenta de no poder ir juntos hacia el mismo lugar; tarde, más aún si tenemos hijos. No es suficiente mi apego seguro, se hace imprescindible mi capacidad de evaluar mis prioridades, controlar las necesidades e impulsos biológicos para establecer mis requerimientos de convivencia. 

No es tarea fácil, sin embargo, no queda otra, el amor se impone al deseo, los valores comprometidos en nuestra relación hacen que ambos trascendamos a la querencia: quiero…pero te hace daño. Aprendemos juntos a sacar lo mejor del otro[13], crecemos como personas, nuestro matrimonio es el crisol de la felicidad. Yo no te hago feliz y viceversa, cada uno es feliz, el otro es testigo y apoyo. Tu felicidad me hace feliz y viceversa. No te poseo, eres libre, tienes derecho a dejar de amarme, yo también, por eso mientras vamos hacia nuestras metas nos apoyamos, nos consolamos, nos disfrutamos.
[14]
 
La relación amorosa promueve la libertad en ambos miembros de la pareja. Los falsos amores, en cambio favorecen la lucha de poder. Existe coincidencia con la teoría de los juegos, el amor se enmarca dentro de los juegos de cooperación, mientras los falsos amores lo hacen en los juegos de competencia[15]. En el amor existe complicidad, se arma un equipo para enfrentar problemas, cada uno alienta el desarrollo personal del otro, se acompaña en los avatares de las luchas personales. En los falsos amores, se pelea por tener la razón, el otro es un contrincante, se boicotea la realización del otro.

Los amores peligrosos, son aquellos cimentados en el poder. Definen el amor como posesión, cargado de pasión y sentimientos. Coincide con el pensamiento irracional “emocional”[16]: si lo siento es verdadero.

Durante el enamoramiento se produce un fenómeno curioso: la simbiosis[17]. Se trata de una etapa en la cual la pareja se convierte en unidad, uno y uno hacen uno. Las personas piensan y sienten por el otro, desarrollando premisas fundamentadas en proyecciones inconscientes, el caso más dramático es el de los celosos, quienes desean fervientemente ser infieles pero trasladan su anhelo al consorte[18].

Las relaciones de pareja peligrosas tienen se organizan como simbiosis, se atrapan en su definición de unidad, uno es dueño del otro. Se puede instaurar de manera simétrica o complementaria[19]. En la relación simétrica, los niveles de poder se distribuyen entre ambos miembros de la pareja, es un lazo recíproco; mientras en la complementaria uno es dominante y el otro víctima. En cualquiera de los casos es muy difícil salir del juego.

En la simetría se gesta la necesidad de venganza y en la complementaria la unión se produce por la presencia del miedo. El amor ha dado lugar a la lucha de poder, no interesa sacar lo mejor del otro, sino dominarlo o huir.

El amor colinda con la libertad, el falso amor lo hace con la dependencia, el amor desarrolla la autonomía de sus miembros, su fin es la emancipación de la dependencia[20]. El poder evita la desvinculación, se funda en la obediencia para promover la pertenencia[21].

La sensación que acompaña al amor es de libertad, la posibilidad de ser uno mismo con el ser amado. Mientras en el falso amor las sensaciones son de miedo, rabia, culpa, vergüenza y a veces asco. Las historias se sitúan en el ámbito del dominio y el terror: historias bélicas, juego, adicción, misterio, colección, ciencia ficción, sacrificio, policíaca, pornográfica y terror[22]. Los libretos se ciñen a la destrucción de la persona nunca a su crecimiento.

El amor en los casos de las relaciones peligrosas es un pantano de aguas podridas, los amantes sucumben en ellas. El otro es un ser absorbente, ávido de necesidades infantiles, incapaz de amar porque su concepto es idealizado desde sus expectativas insatisfechas. Anhela pertenecer y que le pertenezcan, cree en el amor como romance eterno, no lo puede concebir desde la razón, lo hace desde los sentimientos vagos de la protección y la admiración. En vez de cuidar controla, en lugar de valorar, critica. Sus pautas amorosas son descalificadores, quiere al otro como debe ser, impidiendo la puesta en acción de las potencialidades de realización. Está preocupado con ser amado en lugar de amar, fomenta la querencia condicional: “te amaré siempre y cuando tú me ames como debes amarme”.

Los amores peligrosos son amores violentos. La violencia es forzar al otro a dejar de ser quien puede ser[23]. Lo que sucede es que los protagonistas del vínculo no se percatan de su relación violenta, se produce una ceguera voluntaria, o ignorancia deliberada[24]: “una persona se coloca deliberadamente a sí mismo en una situación de ceguera ante las circunstancias de sus propios hechos”[25]. Fenómeno relacionado con la disonancia cognitiva[26], según la cual justificamos incondicionalmente una situación que contradice nuestras creencias. La persona desprecia radicalmente la evidencia o la conducta que menoscaba una convicción.

En ese sentido, las personas inmersas en un lazo amoroso peligroso, cierran los ojos ante la evidencia porque no pueden aceptar la incongruencia de sus actos o la percepción de su indefensión debido a la inversión hecha. Es decir, no soportan haberse equivocado y buscarán argumentos para justificarse.

La imposibilidad de salir se asocia con el orgullo y la esperanza. Con el orgullo porque se teme aceptar el error y con la esperanza porque se espera el cumplimiento de las expectativas. Ambos sentimientos favorecen el alargamiento del sufrimiento, a la par de la presencia inaudita de la pasión, la cual ocasiona la ilusión de la presencia del amor. Las reconciliaciones se enmarcan en el seno de la sexualidad en sus pilares eróticos y románticos. Entonces, el placer efímero y la ternura engañosa crean la percepción de “estar juntos”, como escribí antes, meta insulsa de los amantes peligrosos.




[1] Por ejemplo: Pinto, B. (2006) Uso de las técnicas de escalamiento para la definición del concepto de amor en un grupo de mujeres estudiantes de Psicología. Ajayu Órgano de Difusión Científica del Departamento de Psicología UCBSP, 6(2), 56-83. 4 (2), 212, 227.
Cooper, V., & Pinto, B. (2008). Actitudes ante el amor y la teoría de Sternberg. Un estudio correlacional en jóvenes universitarios de 18 a 24 años de edad. Ajayu Órgano de Difusión Científica del Departamento de Psicología UCBSP, 6(2), 56-83.
[2] Ribera, T., & Pinto, B. (2007). HISTORIAS DE AMOR EN MUJERES DE ORIGEN AYMARA Y MOJEÑO. Ajayu Órgano de Difusión Científica del Departamento de Psicología UCBSP, 5(1), 71-83.
[3] Pinto, B. (2008). Amor y personalidad en universitarios Aymaras del departamento de La Paz (Doctoral dissertation, Tesis doctoral, Universidad de Granada, La paz, Bolivia.
[4] Reite, M. (Ed.). (2012). The psychobiology of attachment and separation. Elsevier.
Erdman, P., & Caffery, T. (Eds.). (2013). Attachment and family systems: Conceptual, empirical and therapeutic relatedness. Routledge.
[5] Dandurand, C., & Lafontaine, M. F. (2013). Intimacy and couple satisfaction: The moderating role of romantic attachment. International Journal of Psychological Studies, 5(1), 74.
[6] Robles, T. F., Slatcher, R. B., Trombello, J. M., & McGinn, M. M. (2014). Marital quality and health: A meta-analytic review. Psychological Bulletin, 140(1), 140.
[7] Rusbult, C. E., & Buunk, B. P. (1993). Commitment processes in close relationships: An interdependence analysis. Journal of Social and Personal Relationships, 10(2), 175-204.
[8] Sager, C. J. (2003). Contrato matrimonial y terapia de pareja. Amorrortu.
[9] Por ejemplo: Schweizer, T. A., Li, Z., Fischer, C. E., Alexander, M. P., Smith, S. D., Graham, S. J., & Fornazarri, L. (2013). From the thalamus with love: a rare window into the locus of emotional synesthesia. Neurology, 81(5), 509-510.
Fisher, H., Aron, A., & Brown, L. L. (2005). Romantic love: an fMRI study of a neural mechanism for mate choice. Journal of Comparative Neurology, 493(1), 58-62.
[10] Aron, A. R., Robbins, T. W., & Poldrack, R. A. (2014). Inhibition and the right inferior frontal cortex: one decade on. Trends in cognitive sciences, 18(4), 177-185.
[11] Fiske, S. T., & Taylor, S. E. (2013). Social cognition: From brains to culture. Sage.
[12] Maturana, H. R., & Verden-Zöller, G. (1996). Biology of love.
[13] Rusbult, C. E., Finkel, E. J., & Kumashiro, M. (2009). The Michelangelo phenomenon. Current Directions in Psychological Science, 18(6), 305-309.
[14] Salkovskis, P. M. (1989). Cognitive-behavioural factors and the persistence of intrusive thoughts in obsessional problems. Behaviour research and therapy, 27(6), 677-682.
[15] Von Neumann, J., & Morgenstern, O. (2007). Theory of games and economic behavior. Princeton University Press.
[16] Beck, A.  (1998) Con el amor no basta. Bs. Aires: Paidós.
[17] Pinto, B. (2012) Psicología del amor. Primera Parte: El amor de pareja. La Paz: Universidad Católica Boliviana “San Pablo”.
[18] Se planteó la hipótesis de la proyección de la infidelidad como un mecanismo de defensa en los celosos en los años treinta del siglo XX: Riviere, J. (1932). Jealousy as a mechanism of defence. The International Journal of Psycho-Analysis, 13, 414.
[19] Watzlawick, P., Bavelas, J. B., Jackson, D. D., & O'Hanlon, B. (2011). Pragmatics of human communication: A study of interactional patterns, pathologies and paradoxes. WW Norton & Company.
[20] Pinto, B. (2000). Terapia de pareja: una perspectiva cognitiva-sistémica. Revista Ciencia y Cultura, (8), 79-85.
[21] Benjamin, J. (1980). The bonds of love: Rational violence and erotic domination. Feminist Studies, 6(1), 144-174.
[22] Sternberg, R. J. (1996). Love stories. Personal Relationships, 3(1), 59-79.
[23] Maturana, H., Coddou, F., Montenegro, H., Kunstmann, G., & Mendez, C. L. (1995). Violencia en sus distintos ámbitos de expresión. Dolmen Ediciones.
[24] Heffernan, M. (2011). Wilful Blindness: Why We Ignore the Obvious. Simon and Schuster.
[25] Ragués y Vallés, R. Atribución de responsabilidad penal en estructuras empresariales. Problemas de imputación subjetiva. Nuevas tendencias del derecho penal económico y de la empresa. Nota 9, pág. 64.
[26] Festinger, L. (1962). A theory of cognitive dissonance (Vol. 2). Stanford university press.