lunes, 30 de mayo de 2016

SOBREVIVIENDO A LOS AMORES PELIGROSOS




SOBREVIVIENDO A LOS AMORES PELIGROSOS
Por: Dr. Bismarck Pinto Tapia, Ph.D.

No es posible detectar datos acerca de los sobrevivientes a las relaciones amorosas peligrosas, tampoco de quienes sucumben a ellas. Queda la experiencia clínica de la terapia de pareja y la terapia de la ruptura amorosa. Está claro, la ruptura amorosa de una relación peligrosa se convierte en una pérdida ambigua[1], por lo tanto la persona vive un duelo complicado[2]. Entrar a un lazo amoroso destructivo es fácil, salir de él es difícil y cuando se sale no nos espera un jardín de rosas[3].

El primer paso para poder romper una relación amorosa destructiva es darse cuenta que se está en una relación destructiva. Este es el momento más difícil, la persona no se percata de ser parte de un juego amoroso patológico. La cerrazón mental es consecuencia de varios factores: el miedo, la esperanza, la vergüenza y el orgullo. 

La sensación de soledad es el resultado de una historia de amor desgraciada, la misma fue forjándose poco a poco, el vínculo se envuelve en una especie de hechizo debido a la inmersión lenta de la pareja en el pantano destructivo del falso amor. La caída al fondo ha sido lenta, tratar de salir del pozo se hace casi imposible, en la mayoría de los casos debido a la incapacidad de reconocerse en el piso.

El miedo juega un papel importante. Las personas involucradas generalmente provienen de experiencias afectivas disfuncionales, carentes de protección y/o de valoración, tienen miedo al abandono por eso se aferraron desesperadas a una relación dependiente y posesiva. Ante el menor atisbo de incongruencia entre el ideal amoroso y lo concreto, cierran los ojos asustadas de ver la posibilidad de volverse a sentir solas. Es entonces, el miedo a la soledad el mantenedor de la unión disfuncional.

Otro sentimiento asociado con el mantenimiento de la pareja es la esperanza de obtener algún día aquello esperado: el otro cambiará. En el afán de luchar contra los defectos del otro se lo deja de amar para controlarlo. El efecto es el contrario al esperado, el otro se aleja ante la presión y la violencia. Querer cambiar al otro no es otra cosa que ser violento, la violencia es obligar[4]. De ahí que la esperanza es indignante: ¡es la base de la violencia conyugal! Como no recibo de ti lo esperado, te obligo a dármelo, negando tu ser, anulando tu autenticidad.

La vergüenza se suma a los sentimientos de indefensión, el ocultar la miseria de la relación porque no se quiere defraudar a la familia de origen, a las amistades y a uno mismo. Reconocer la estupidez en uno mismo es algo muy difícil en los seres humanos. Se produce la ceguera voluntaria, también llamada ignorancia voluntaria[5]. La persona decide “hacerse la loca”, sabe que todo está mal, pero cierra los ojos por la vergüenza. Es paupérrima la razón para anular la realidad, se teme por el decir de los demás. En estos casos cuando se produce la ruptura, la gente del rededor queda anonadada, no se imaginaban la crisis conyugal de esa pareja. Sin embargo, a veces se produce una conspiración del silencio, todos conocen la miseria de la relación, por lo tanto es un secreto a voces, todo para salvaguardar la vergüenza.

Existen dos acepciones para la palabra orgullo, la primera asociada con el amor propio y la segunda con la soberbia. En la experiencia de una relación peligrosa, el amor propio es destruido sin miramientos, es una de las primeras cosas que las personas pierden. Paradójicamente a menor amor propio mayor es la soberbia, esa sensación de sentirse poderoso a pesar de todo, alguien controlador, incapaz de aceptar la incertidumbre aunque se viva en ella. El poder necesariamente está ligado a la soberbia[6]. El orgullo es el recurso de los poderosos para esconder su indefensión ante la incertidumbre. Es una especie de armadura para proteger la fragilidad de los sentimientos emergentes a la desesperación[7]

Orgullo, vergüenza y culpa, son sentimientos sociales, involucrados en el desarrollo de la identidad. Es interesante observar su desarrollo a la par del juicio moral, de tal manera que en las relaciones destructivas las personas pierden la conciencia ética de sus actos. Ambos miembros de la pareja dejan sucumbir sus principios morales ante la obnubilación ocasionada por la intensidad pasional. Ambos se abalanzan hacia el hedonismo momentáneo y se contentan con la sensación de completarse en el otro. Esos instantes de felicidad efímera se convierten en el sentido de los encuentros, ya sea por el placer en sí mismo o el alivio después de las reyertas. 

Se instala un círculo vicioso: esperanza-placer-alivio-desesperación-angustia-maltrato. Es muy difícil percatarse de la autodestrucción y de la heterodestrucción, los contendientes están enceguecidos por la conceptualización errónea del amor y por eso son incapaces de darse cuenta de la insípida relación. Las parejas destructivas no conocen el amor porque no fueron amados, por eso no pueden contrastar la experiencia dañina con un referente amoroso verdadero, viven dentro de la violencia por eso no la reconocen. 

El contexto de la colusión fácilmente involucra a otros en su caos. La terapia de pareja está destinada al fracaso si el terapeuta no se percata del juego sinfín de los cónyuges; peor aún puede ser absorbido por el sistema coludido, significa, convertirse en parte del juego al tratar de darle sentido a lo sinsentido. La actitud terapéutica será centrase en las carencias infantiles para lograr la reflexión de la pareja en torno a su concepto erróneo del amor y a desenlazar el enmarañado ovillo del apego adulto inseguro desarrollado en su historia de amor.

Si es una tarea difícil en el entorno de la psicoterapia, cuán más lo será en la vida cotidiana. Los sobrevivientes a las relaciones peligrosas son personas resilientes; es decir, tenían todo para ser derrotados por las adversidades, pero lograron afrontarlas y superarlas[8]. Las personas con resiliencia son excepcionales, no cualquiera puede emerger intacto del sufrimiento. Lo que poseen son algunas características peculiares como adecuados niveles de autoeficacia, autoestima y autocontrol, tendencia a la esperanza[9].

La mayoría de las personas no son resilientes, por ello la toma de conciencia de ser parte de un juego amoroso destructivo y salir de él, ocurren generalmente después de un impacto inesperado precipitante del despertar. La colisión más frecuente es encontrarse con la infidelidad concomitante al engaño y la traición[10]. La infidelidad ocasiona una severa confrontación con la identidad personal, cuestionando el sentido de la existencia y la inversión en la relación[11]. Sin embargo, en algunas circunstancias la decepción no se produce a pesar del descubrimiento de la infidelidad y la relación continua.

En otros casos, el surgimiento de una enfermedad grave en alguno de los miembros de la pareja impacta en el vínculo relacional[12]. Sea como fuere, el cambio del juego sólo es posible si se presenta una experiencia traumática en uno o en ambos miembros de la pareja. La violencia física puede ser el factor desencadenante de la ruptura, cuando se manifiesta de repente en juegos en los cuales existía violencia psicológica, pero no en aquellas relaciones impregnadas de violencia simétrica[13].

La violencia en la relación de pareja puede ser simétrica o complementaria. La simétrica hace alusión a la agresividad recíproca, ocasionándose una escalada proporcional de la violencia, uno agrede y el otro responde, en un círculo vicioso interminAble. La complementaria se refiere a la agresividad ejercida por un agresor sobre una víctima[14].

La terapia de pareja es un recurso pertinente ante la presencia de juegos conyugales destructivos. Sin embargo, generalmente la pareja no recurre a la terapia por el problema relacional, sino lo hace usualmente por la presencia de un hijo triangulado o porque uno de los miembros de la pareja adolece de algún trastorno, como adicciones[15] o depresión[16]. Otra demanda usual es ayudar a la pareja en el trajín del divorcio, principalmente cuando están colusionados[17].

El proceso terapéutico se inicia con el establecimiento del diagnóstico del juego destructivo, continúa con la evaluación de la pertinencia de la terapia de pareja o de la terapia individual. Cuando se establece la terapia conjunta, es importante la definición del problema exento a las personas y concentrado en la relación. Dependiendo del tipo de juego, se definirá la importancia de recurrir a la búsqueda de los esquemas personales y su historia para comprender la conjunción que la pareja hace de los mismos en la construcción irracional del concepto de amor. El trabajo terapéutico se concentrará en la deconstrucción de dicha idea forjada a través de los mitos personales y familiares para establecer con la pareja la construcción de un concepto más saludable para discernir la posibilidad de la reconciliación o la ruptura.



[1] Boss, P., & Greenberg, J. (1984). Family boundary ambiguity: A new variable in family stress theory. Family process, 23(4), 535-546.
[2] Field, T. (2011). Romantic Breakups, Heartbreak and Bereavement*-Romantic Breakups. Psychology, 2(4), 382.
[3] Winklera, M. I., & Abarcaa, G. (2015). “Nunca te prometí un jardín de rosas” Frieda Fromm-Reichmann y el valor de la relación terapéutica. Revista de Psicología, 24(1), 1-6.
[4] Maturana, H., Coddou, F., Montenegro, H., Kunstmann, G., & Mendez, C. L. (1995). Violencia en sus distintos ámbitos de expresión. Dolmen Ediciones.
[5] Heffernan, M. (2011). Wilful Blindness: Why We Ignore the Obvious. Simon and Schuster.
[6] Fulbright, J. W. (2011). The arrogance of power. Random House.
[7] Mercer, J. (2014). Feeling like a state: social emotion and identity. International Theory, 6(03), 515-535.
[8] Skerrett, K., & Fergus, K. (2015). Couple Resilience.
[9] Iglesias, E. B. (2006). Resiliencia: definición, características y utilidad del concepto. Revista De Psicopatología Y Psicología Clínica, 11(3), 125-146.
[10] Afifi, W. A., Falato, W. L., & Weiner, J. L. (2001). Identity concerns following a severe relational transgression: The role of discovery method for the relational outcomes of infidelity. Journal of Social and Personal Relationships, 18(2), 291-308.
[11] Rokach, A., & Philibert-Lignières, G. (2015). Intimacy, Loneliness & Infidelity. The Open Psychology Journal, 8(1).
[12] Rolland, J. S. (1994). In sickness and in health: the impact of illness on couples'relationships. Journal of Marital and Family Therapy, 20(4), 327-347.
[13] Delgado Rico, E. L. M., & Perea Gil, L. F. (2011). Los relatos de mujeres que participan en relaciones simétricas de pareja con violencia de pareja.
[14] Linares, J. L. (2009). Entre el amor y el poder: el maltrato psicológico. R. Giraldo, M. González, & JL Linares, Violencia Familiar, 16-31.

[15] O'Farrell, T. J., & Fals-Stewart, W. (2000). Behavioral couples therapy for alcoholism and drug abuse. Journal of substance abuse treatment, 18(1), 51-54.
[16] Jones, E., & Asen, E. (2000). Systemic couple therapy and depression. Karnac Books.
[17] Willi, J. (1982). Couples in collusion (Vol. 1). Jason Aronson.

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