El doble vínculo en las relaciones amorosas
Por:
Bismarck Pinto Tapia, Ph.D.
El
concepto de doble vínculo fue acuñado por Bateson, Jackson, Haley y Weakland en 1956[1],
cuando intentaban explicar los orígenes de la esquizofrenia[2].
Según estos investigadores, la esquizofrenia sería consecuencia de un trastorno
comunicacional en la familia denominado doble vínculo (double bind).
Este
concepto hace alusión a mensajes contradictorios, el verbal contradice al
gestual. Este mensaje ambiguo se caracteriza por tres condiciones: 1. Afirma
alguna cosa, 2. Afirma algo de su propia afirmación y 3. Ambas afirmaciones son
mutuamente excluyentes[3],
se trata pues de una comunicación paradójica.
El
proceso relacional del doble vínculo requiere de un lazo afectivo importante,
por ejemplo, un hijo y su madre o un empleado y su jefe. La situación en la que
la persona se encuentra impide el escape. La comunicación se hace confusa en
dos niveles: el verbal y el no verbal, uno contradice al otro. No es posible
reflexionar sobre la pertinencia de la comunicación, el mensaje es
incuestionable. Esta forma de comunicar se repite una y otra vez, debido a la
imposibilidad de cambiar la regla desde adentro, el patrón será circular y
repetitivo[4].
Considerando
a las relaciones amorosas como vinculaciones entre dos extraños, es pertinente
comprender las graves dificultades comunicacionales con las que se enfrentan.
La semántica de las palabras está en los contextos culturales, no en las
palabras mismas[5].
Por ello, una misma palabra será interpretada de distinta manera por el otro
miembro de la pareja debido a la sofisticación de los procesos de
significación. Es pues, imposible un lazo amoroso sin mal entendidos
lingüísticos. Si a ello se suman los interesantes estudios realizados sobre el
lenguaje masculino y el femenino[6],
tenemos una verdadera torre de Babel en cada pareja decidida a convivir.
En
algunas circunstancias, ante el embrollo de significados, puede emerger de
manera inesperada la manifestación confusa de los mensajes verbales y no
verbales. Cuando esto ocurre se hace probable el estancamiento del proceso
comunicacional y el advenimiento de la violencia. Veamos un ejemplo: el esposo
está cansado por un día laboral intenso, la esposa espera en casa ansiosa por
recibir ayuda en la casa. El esposo ingresa al hogar pensando en tomar un
descanso. Él se dirige apresurado a la sala, ella lo interrumpe. Controlando su
rabia, él grita: ¡quiero descansar! Ella responde ofendida: “todo el día
trabajo y no recibo tu ayuda”. Finalmente el esposo lanza un improperio. Ella
le pide que no se enoje. Él grita ¡no estoy enojado!
Se
ha producido el doble vínculo, la expresión verbal de él indica algo contrario
a su expresión no verbal. La esposa queda confundida, ¿cuál es el mensaje
pertinente? Trata de calmar con una frase: “tranquilo, no es para tanto”. Él
también se confunde, la frase de ella no apacigua su rabia porque existen dos
niveles de relación, lo sentido y lo pensado. Siente rabia, pero prefiere
pensar serenidad. Se produce una especie de corto circuito entre la emoción y
el pensamiento.
Se
gesta un círculo vicioso, tratarán de justificar un mensaje o el otro, cuando
se racionaliza uno, el otro queda indemne de explicación y viceversa. La pareja
establece una forma de relación simétrica conflictiva, se buscará el dominio en
vez de la solución de los problemas. Ambos terminarán descalificándose,
anulando la existencia del otro se perpetúa el problema, en el caso mencionado,
ni el esposo descansará ni la esposa podrá recibir ayuda. Terminarán furiosos y
frustrados.
Las
emociones activan los sistemas sociales de protección: el miedo reclama
cuidado, la tristeza consuelo, la rabia complicidad, la alegría compañía.
Cuando se produce el doble vínculo, la emoción involucrada en el mensaje no
verbal es una demanda afectiva infantil. Cuando emerge la rabia contradiciendo
una frase serena, el núcleo de la expresión es la necesidad de comprensión de
la situación frustrante. Al apaciguarse la emoción, la palabra y el gesto se
conciliarán. La respuesta de la persona colocada en el impasse del doble
vínculo debe dirigirse a la demanda emocional.
Si
la víctima del doble vínculo intenta darle sentido lógico a la expresión
ambigua del interlocutor, producirá una escalada simétrica de justificaciones y
agresiones. El mensaje ambiguo carece de lógica, es una deschavetada expresión
confusa con apariencia racional, la palabra contradice la expresión emocional
en un intento vano de darle sentido al sin sentido.
Las
personas con propensión al doble vínculo tienden al estilo de apego inseguro[7].
Esta estructura hace probable la presencia de vacíos afectivos importantes, no
fueron protegidos y tampoco legitimados[8].
La activación de las necesidades afectivas insatisfechas produce una demanda
insaciable.
En
los lazos amorosos esperamos la satisfacción plena de nuestras urgencias
afectivas, esto es, sentirnos protegidos y reconocidos. Linares y Ganburg hacen
referencia al amor nutricio[9],
como la fuente de satisfacciones mutuas en las relaciones de pareja. Sin
embargo, cuando se carece de la experiencia de haber sido amado en la infancia,
es muy difícil nutrirse de ese amor. Se permanece en un estado perenne de
inanición afectiva, se demanda desesperadamente pero es imposible recibir lo
demandado porque se lo desconoce. Cuando ambos miembros de la pareja se
encuentran en la misma circunstancia se produce la colusión[10].
Al
emerger las emociones se activa el
sistema de carencia afectiva, porque las emociones reclaman interacción del interlocutor. La emoción surge como
mensaje no verbal, mientras es interpretada por el sistema cognitivo de
significación dando lugar a la expresión verbal, la cual dice más sobre la
carencia afectiva que sobre la emoción propiamente dicha. Se produce una
disonancia cognitiva, la emoción contradice la creencia sustentada por la
carencia, es decir: “esta persona no me ama”. El intérprete cognitivo[11]se
encarga de descodificar la demanda afectiva, dejando incólume a la emoción. Por
lo tanto la persona niega la emoción con la afirmación verbal, la cual hace
referencia a la carencia afectiva básica.
En
el caso enunciado, el esposo tiene una demanda infantil ¡protégeme! Su
expectativa es recibir consuelo por parte de su pareja, es una demanda
constante. En el evento analizado, llega exhausto del trabajo con ganas de
descansar, la esposa lo frustra exigiéndole ayuda en la cocina. Esta exigencia
activa su necesidad infantil, se siente una vez más desprotegido. Todo ese
conjunto complejo de imágenes y pensamientos ocurre en la corteza cerebral,
mientras las zonas subcorticales reaccionan con rabia ante la frustración del
descanso. La rabia se manifiesta en las gesticulaciones y en el tono de voz, la
esposa reconoce la furia en su marido y se la muestra: “estás enojado”. Él no
es consciente de su enojo, sí de su carencia afectiva, por eso dice no estar
enojado con la expresión de bronca.
La
comunicación en las parejas coludidas se fundamenta en el doble vínculo. De ahí
la inconciencia sobre el daño mutuo porque ninguno atiende a las emociones
emergentes, no lo pueden hacer, están concentrados en los vacíos afectivos,
forjados en esas experiencias inauditas de la infancia, cuando debieron ser
amados sin condiciones, pero no lo fueron.
[1] Bateson, G., Jackson, D. D., Haley,
J., & Weakland, J. H. (1963). A note on the double bind—1962. Family
Process, 2(1), 154-161.
[2] Bateson, G., Jackson, D. D., Haley,
J., & Weakland, J. (1956). Toward a theory of schizophrenia. Behavioral
science, 1(4), 251-264.
[3] Weakland, J. H. (1974). “The
Double‐Bind Theory” By Self‐Reflexive Hindsight. Family Process, 13(3),
269-277.
[4] Smith, E. K. (1976). Effect of the
double-bind communication on the anxiety level of normals. Journal of abnormal
psychology, 85(4), 356.
[5] Schvaneveldt, R. W., Meyer, D. E.,
& Becker, C. A. (1976). Lexical ambiguity, semantic context, and visual
word recognition. Journal of experimental psychology: human perception and
performance, 2(2), 243.
[6] V.g. Kendall, S., & Tannen, D.
(1997). Gender and language in the workplace. Gender and Discourse.
London: Sage, 81-105.
[7] Holmes, J. (2004).
Disorganized attachment and borderline personality disorder: A clinical
perspective. Attachment & human development, 6(2), 181-190.
[8] Rayner, K., Wood, H., &
Beail, N. (2015). The ‘double‐bind of dependency’: early relationships in men
with learning disabilities in secure settings. British Journal of
Learning Disabilities, 43(3), 186-193.
[9] Linares, J. L., &
Gamburg, B. (1996). Identidad y narrativa. Barcelona: Paidós.
[10] Pinto
Tapia, B. (2005). Colisión, Colusión y Complementariedad en las Relaciones
Conyugales. Ajayu Órgano de Difusión Científica del Departamento de Psicología
UCBSP, 3(1), 57-85.
[11] Gazzaniga,
M. (2007). L’interprete. Come il cervello decodifica il mondo, Di Renzo
Editore, Roma.
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