viernes, 24 de junio de 2016

El doble vínculo en las relaciones amorosas



El doble vínculo en las relaciones amorosas

Por: Bismarck Pinto Tapia, Ph.D.

El concepto de doble vínculo fue acuñado por Bateson, Jackson, Haley  y Weakland en 1956[1], cuando intentaban explicar los orígenes de la esquizofrenia[2]. Según estos investigadores, la esquizofrenia sería consecuencia de un trastorno comunicacional en la familia denominado doble vínculo (double bind).
Este concepto hace alusión a mensajes contradictorios, el verbal contradice al gestual. Este mensaje ambiguo se caracteriza por tres condiciones: 1. Afirma alguna cosa, 2. Afirma algo de su propia afirmación y 3. Ambas afirmaciones son mutuamente excluyentes[3], se trata pues de una comunicación paradójica.
El proceso relacional del doble vínculo requiere de un lazo afectivo importante, por ejemplo, un hijo y su madre o un empleado y su jefe. La situación en la que la persona se encuentra impide el escape. La comunicación se hace confusa en dos niveles: el verbal y el no verbal, uno contradice al otro. No es posible reflexionar sobre la pertinencia de la comunicación, el mensaje es incuestionable. Esta forma de comunicar se repite una y otra vez, debido a la imposibilidad de cambiar la regla desde adentro, el patrón será circular y repetitivo[4].
Considerando a las relaciones amorosas como vinculaciones entre dos extraños, es pertinente comprender las graves dificultades comunicacionales con las que se enfrentan. La semántica de las palabras está en los contextos culturales, no en las palabras mismas[5]. Por ello, una misma palabra será interpretada de distinta manera por el otro miembro de la pareja debido a la sofisticación de los procesos de significación. Es pues, imposible un lazo amoroso sin mal entendidos lingüísticos. Si a ello se suman los interesantes estudios realizados sobre el lenguaje masculino y el femenino[6], tenemos una verdadera torre de Babel en cada pareja decidida a convivir.
En algunas circunstancias, ante el embrollo de significados, puede emerger de manera inesperada la manifestación confusa de los mensajes verbales y no verbales. Cuando esto ocurre se hace probable el estancamiento del proceso comunicacional y el advenimiento de la violencia. Veamos un ejemplo: el esposo está cansado por un día laboral intenso, la esposa espera en casa ansiosa por recibir ayuda en la casa. El esposo ingresa al hogar pensando en tomar un descanso. Él se dirige apresurado a la sala, ella lo interrumpe. Controlando su rabia, él grita: ¡quiero descansar! Ella responde ofendida: “todo el día trabajo y no recibo tu ayuda”. Finalmente el esposo lanza un improperio. Ella le pide que no se enoje. Él grita ¡no estoy enojado!
Se ha producido el doble vínculo, la expresión verbal de él indica algo contrario a su expresión no verbal. La esposa queda confundida, ¿cuál es el mensaje pertinente? Trata de calmar con una frase: “tranquilo, no es para tanto”. Él también se confunde, la frase de ella no apacigua su rabia porque existen dos niveles de relación, lo sentido y lo pensado. Siente rabia, pero prefiere pensar serenidad. Se produce una especie de corto circuito entre la emoción y el pensamiento.
Se gesta un círculo vicioso, tratarán de justificar un mensaje o el otro, cuando se racionaliza uno, el otro queda indemne de explicación y viceversa. La pareja establece una forma de relación simétrica conflictiva, se buscará el dominio en vez de la solución de los problemas. Ambos terminarán descalificándose, anulando la existencia del otro se perpetúa el problema, en el caso mencionado, ni el esposo descansará ni la esposa podrá recibir ayuda. Terminarán furiosos y frustrados.
Las emociones activan los sistemas sociales de protección: el miedo reclama cuidado, la tristeza consuelo, la rabia complicidad, la alegría compañía. Cuando se produce el doble vínculo, la emoción involucrada en el mensaje no verbal es una demanda afectiva infantil. Cuando emerge la rabia contradiciendo una frase serena, el núcleo de la expresión es la necesidad de comprensión de la situación frustrante. Al apaciguarse la emoción, la palabra y el gesto se conciliarán. La respuesta de la persona colocada en el impasse del doble vínculo debe dirigirse a la demanda emocional.
Si la víctima del doble vínculo intenta darle sentido lógico a la expresión ambigua del interlocutor, producirá una escalada simétrica de justificaciones y agresiones. El mensaje ambiguo carece de lógica, es una deschavetada expresión confusa con apariencia racional, la palabra contradice la expresión emocional en un intento vano de darle sentido al sin sentido.
Las personas con propensión al doble vínculo tienden al estilo de apego inseguro[7]. Esta estructura hace probable la presencia de vacíos afectivos importantes, no fueron protegidos y tampoco legitimados[8]. La activación de las necesidades afectivas insatisfechas produce una demanda insaciable.
En los lazos amorosos esperamos la satisfacción plena de nuestras urgencias afectivas, esto es, sentirnos protegidos y reconocidos. Linares y Ganburg hacen referencia al amor nutricio[9], como la fuente de satisfacciones mutuas en las relaciones de pareja. Sin embargo, cuando se carece de la experiencia de haber sido amado en la infancia, es muy difícil nutrirse de ese amor. Se permanece en un estado perenne de inanición afectiva, se demanda desesperadamente pero es imposible recibir lo demandado porque se lo desconoce. Cuando ambos miembros de la pareja se encuentran en la misma circunstancia se produce la colusión[10].
Al emerger  las emociones se activa el sistema de carencia afectiva, porque las emociones reclaman interacción  del interlocutor. La emoción surge como mensaje no verbal, mientras es interpretada por el sistema cognitivo de significación dando lugar a la expresión verbal, la cual dice más sobre la carencia afectiva que sobre la emoción propiamente dicha. Se produce una disonancia cognitiva, la emoción contradice la creencia sustentada por la carencia, es decir: “esta persona no me ama”. El intérprete cognitivo[11]se encarga de descodificar la demanda afectiva, dejando incólume a la emoción. Por lo tanto la persona niega la emoción con la afirmación verbal, la cual hace referencia a la carencia afectiva básica.
En el caso enunciado, el esposo tiene una demanda infantil ¡protégeme! Su expectativa es recibir consuelo por parte de su pareja, es una demanda constante. En el evento analizado, llega exhausto del trabajo con ganas de descansar, la esposa lo frustra exigiéndole ayuda en la cocina. Esta exigencia activa su necesidad infantil, se siente una vez más desprotegido. Todo ese conjunto complejo de imágenes y pensamientos ocurre en la corteza cerebral, mientras las zonas subcorticales reaccionan con rabia ante la frustración del descanso. La rabia se manifiesta en las gesticulaciones y en el tono de voz, la esposa reconoce la furia en su marido y se la muestra: “estás enojado”. Él no es consciente de su enojo, sí de su carencia afectiva, por eso dice no estar enojado con la expresión de bronca.
La comunicación en las parejas coludidas se fundamenta en el doble vínculo. De ahí la inconciencia sobre el daño mutuo porque ninguno atiende a las emociones emergentes, no lo pueden hacer, están concentrados en los vacíos afectivos, forjados en esas experiencias inauditas de la infancia, cuando debieron ser amados sin condiciones, pero no lo fueron.


[1] Bateson, G., Jackson, D. D., Haley, J., & Weakland, J. H. (1963). A note on the double bind—1962. Family Process, 2(1), 154-161.
[2] Bateson, G., Jackson, D. D., Haley, J., & Weakland, J. (1956). Toward a theory of schizophrenia. Behavioral science, 1(4), 251-264.
[3] Weakland, J. H. (1974). “The Double‐Bind Theory” By Self‐Reflexive Hindsight. Family Process, 13(3), 269-277.
[4] Smith, E. K. (1976). Effect of the double-bind communication on the anxiety level of normals. Journal of abnormal psychology, 85(4), 356.
[5] Schvaneveldt, R. W., Meyer, D. E., & Becker, C. A. (1976). Lexical ambiguity, semantic context, and visual word recognition. Journal of experimental psychology: human perception and performance, 2(2), 243.
[6] V.g. Kendall, S., & Tannen, D. (1997). Gender and language in the workplace. Gender and Discourse. London: Sage, 81-105.
[7] Holmes, J. (2004). Disorganized attachment and borderline personality disorder: A clinical perspective. Attachment & human development, 6(2), 181-190.
[8] Rayner, K., Wood, H., & Beail, N. (2015). The ‘double‐bind of dependency’: early relationships in men with learning disabilities in secure settings. British Journal of Learning Disabilities, 43(3), 186-193.
[9] Linares, J. L., & Gamburg, B. (1996). Identidad y narrativa. Barcelona: Paidós.
[10] Pinto Tapia, B. (2005). Colisión, Colusión y Complementariedad en las Relaciones Conyugales. Ajayu Órgano de Difusión Científica del Departamento de Psicología UCBSP, 3(1), 57-85.
[11] Gazzaniga, M. (2007). L’interprete. Come il cervello decodifica il mondo, Di Renzo Editore, Roma.

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