martes, 22 de febrero de 2011

CUANDO TERMINA UNA RELACIÓN AMOROSA

Abandonar puede tener justificación; abandonarse, no la tiene jamás.
Ralph Waldo Emerson
El amor es una construcción llevada a cabo por dos protagonistas, para su destrucción es suficiente uno de los dos. Puede ocurrir que uno aún tenga intenciones de seguir construyendo, mientras que el otro decidió detener la obra; o bien, ambos, por mutuo acuerdo concluyen que la edificación debe interrumpirse.
¿Qué hace con que se produzca el fin de una relación amorosa?
La causa más frecuente es el “desencanto”, etapa inevitable del desarrollo amoroso, en la cual los amantes se percatan de la necesidad de abandonar sus expectativas hacia el otro y asumirlo como se presenta: dejar de besar al sapo para que se convierta en príncipe y aceptarlo como es. Cuando la persona no acepta al otro, simplemente no lo ama, porque amar es reconocer al otro como un auténtico otro, libre de tomar sus propias decisiones.
Amar obliga a asumirnos como entidades solitarias e independientes, sólo en esas circunstancias es posible dejar ser al otro o dejarlo partir. Si no hemos alcanzado la posibilidad de valernos por nosotros mismos, nuestras relaciones se establecerán en función a la dependencia en vez de basarse en la libertad, y sin libertad no es posible amar.
La elección de pareja, si bien aún mantiene muchos de sus intrincados procesos en el misterio, probablemente se deba simple y llanamente al azar, más allá de la intervención de las feromonas, del destino o de Dios. Objetiva y racionalmente no podemos saber con quién empezamos a enamorar, lo vamos descubriendo en la relación y a medida que cada quien se va quitando las máscaras de la conquista.
Las relaciones inmaduras y las patológicas se fundamentan en expectativas infantiles o idealizadas. Se espera ser cuidado o cuidar, depender o hacer depender, admirar o ser admirado, se la puede plantear como un perenne enamoramiento definido como un eterno apasionamiento donde el deseo es indispensable. Las relaciones más peligrosas se organizan en la complementariedad: posesión - dependencia, y las más absurdas en la estabilidad aburrida de la costumbre.
Cuando ocurre el desencanto, las personas nos sentimos abrumadas por la estupidez, no podemos comprender cómo nos involucramos con esa persona que no tiene los atributos que esperaba, duele la irracionalidad y el tiempo perdido, conmueven las miradas de quienes nos quieren y que favorecieron o desfavorecieron nuestra relación, ¿qué dirán los unos y los otros? ¡Trágame tierra!
El placer de amar es sustituido por el miedo y el sufrimiento del dejar partir. Si el mundo se redujo a “nosotros dos”, mayor es el abismo que tienes que enfrentar: nadie, nadie para sostenerte. Lo mejor es volver al vínculo insulso pero que permite que cierres los ojos al vacío de una vida que dejó de ser vivida. La pareja se forja como una simbiosis, el uno no puede ser sin el otro, y ambos se devoran mutuamente, quedándose solos en el vacío. Basta que uno suelte la mano del otro para que surja una inmensa depresión.
Si la relación la configuraron dos personas maduras, esto es, emancipadas y desvinculadas de sus familias de origen, en pos de su realización, o mejor aún, habiéndola conseguido, seres humanos apropiados de su existencia y conscientes de su soledad e independencia, el proceso de ruptura será doloroso, por cierto, pero será ajeno a los miedos irracionales del abandono y de la opinión de la sociedad.
En el caso de las parejas inmaduras y patológicas, cuando uno de los miembros (más difícilmente ambos) se reconoce como una persona con derecho a la felicidad y que la felicidad del otro es responsabilidad del otro y no de ella, pude mirar su relación amorosa con objetividad y poder decidir si vale la pena continuarla o no.
Por lo tanto lo primero que debe ocurrir es que la persona necesita reconocer su nivel de desarrollo personal, a nivel externo e interno. Externo: ¿es dependiente económicamente y afectivamente de sus padres o familiares? Si la respuesta es afirmativa, es una persona inmadura socialmente. No puedes establecer un vínculo amoroso formal si aún no te emancipaste económicamente de otros, ni tampoco si tu familia de origen sigue siendo lo más importante en tu vida.
El nivel interno se refiere a la necesidad de protección y cuidado, la pregunta es: ¿me considero aún una niña (un niño) que necesita de la protección de otros? Si la respuesta es afirmativa, entonces estás en serios problemas, porque no conoces el amor, lo confundes con el miedo a ser abandonado (a) o la pena que te causa tu pareja.
El problema de estas personas suele ser que el desarrollo de su sexualidad no va a la par de su desarrollo social. Para desempeñarnos sexualmente no necesitamos independencia familiar ni madurez psicológica, basta que nuestro cuerpo reciba y exprese placer para dar rienda suelta a las relaciones eróticas. Pero eso no es suficiente en el amor.
Jugar al amor es fácil, encuentros apasionados y sentimientos de gran amistad: “nadie te amará como yo”, “nunca me sentí mejor en mi vida”, “lo eres todo”…Hasta que surge el planteamiento del compromiso, hacer una vida juntos. La intimidad y la pasión no alcanzan, se necesita verificar los intereses, valores y la posibilidad de ser dos adultos independientes el uno del otro en todo sentido.
Los celos, por ejemplo, son clara señal de inmadurez, cela el que no soporta la libertad de su pareja, por lo tanto no la ama, es violento con ella. Lo fatal es que muchas personas víctimas de los celos, no se reconocen como víctimas de violencia. Debemos recordar que violencia es querer cambiar al otro sin que el otro lo desee, imponer nuestros criterios a la vida de una persona que decimos amar. Si el otro no te convence ¡déjalo partir!, no intentes cambiarlo, busca alguien que realmente desees y que sea como tú quieres que sea, no hagas de una mariposa un chorizo, si vuelas y eres de la familia de las mariposas, ¡bárbaro!, ama a la otra mariposa, pero si eres un salame búscate un chorizo en el frial no en el bosque.
Cuando nos damos cuenta que el otro es un auténtico otro, debemos reflexionar si queremos seguir con esa persona, si la respuesta es no, entonces lo mejor es terminar. Es que va a doler, claro, y mucho porque te acostumbraste, pasaste momentos bonitos, se hicieron promesas cargadas de ilusión, pero, el amor obliga a no lastimarse, y lastimarse es seguir juntos sin avanzar a ningún lado. Tarde o temprano uno de los dos querrá moverse y será difícil, sino imposible.
Si el otro sigue queriéndome, decirle adiós será muy doloroso para él, sin embargo así como tuviste el coraje de comenzar la relación, debes tenerla para terminar. Fritz Perls decía: “El nosotros no existe, está formado por el yo y el tú”. Así es, la idea de vivir fusionados es probablemente la mayor irracionalidad de concepción del amor, 1 + 1 no es 1, es 3: yo, tú y lo que construimos. Pero nuestra construcción no puede devorarnos, debe hacernos mejores personas, a tu lado me siento libre, puedo ser yo mismo sin herirte, porque si te hiero no te amo, será cosa mía decidir arrancarme algunas espinas, pero debo hacerlo porque te amo, no porque me lo exiges.
Es lo que ocurre en las relaciones con personas adictas, la codependencia consiste en vivir por el vicio del otro, el sentido de la vida es que mi pareja deje su vicio cualquiera que este sea (alcohol, drogas, mujeres, varones, trabajo, etc.), uno se oculta en su vicio y el otro en su afán de “salvador”. Cuando la persona dependiente reconoce que no tiene vida propia, si aún es tiempo, suelta las amarras y deja partir. Amar es dejar partir, si el otro quiere volverá y dependerá de uno si lo quiere recibir o no.
El miedo te carcomerá el alma cuando reconozcas que la relación no va más, un miedo con mil cabezas, miedo a la soledad, a herir, a la crítica, al futuro, a la equivocación. La única manera de vencer al miedo es afrontarlo, caso contrario se convierte en angustia y ésta a su vez en culpa. Es razonable que tengas miedo, pero no lo es que te atormentes por él, sólo podrás conocer su verdadero rostro cuando termines la relación. Por lo general el miedo antes del fin es mucho mayor al miedo durante el proceso de la ruptura.
Otra característica del miedo es que oculta la rabia, y al hacerlo nos priva de la posibilidad de reconocer lo que nos perturba. El miedo puede dar lugar a justificar la relación, amplificando las cosas buenas y minimizando las malas, luego se producen encuentros eróticos intensos con nuevas promesas e ilusiones, claro, el miedo desaparece pero la situación sigue siendo la misma.
Es importante escuchar al miedo y a la rabia. La rabia te dirá qué no soportas más, y te mostrará el miedo ligado a ella. Por ejemplo, fue fatal que el día de tu cumpleaños haya preferido estar con sus amigos, esto te genera bronca y miedo a que se vuelva a repetir; peor aún, en otro caso te da mucha rabia que te haya golpeado y el miedo te anuncia que puede volver a ocurrir.
Pero si sólo escuchas al miedo, es un miedo ridículo porque te muestra tu inmadurez y tus propios temores no resueltos que no tienen nada que ver con tu pareja, por ejemplo, tienes miedo a la soledad, que fue el mismo motivo que te lanzó a sus brazos.
Una vez que asumas la rabia y el miedo asociados al análisis objetivo de lo que puede esperarte en el futuro con tu pareja, podrás decidir si continuas la relación como está, pides algunas modificaciones o terminas.
Si tu decisión es terminar, lo mejor es actuar con respeto por la otra persona, sobre todo si te sigue queriendo. Reconoce que tu decisión necesariamente los afectará a ambos, por lo que no hay manera de evitar el dolor y la rabia. Conversa con tu pareja, refiérete a tus sentimientos y expectativas, no hables por la otra persona, deja que ella también puede expresarse libremente; déjale claro tus motivos, evita cualquier contradicción y sobre todo no alientes ninguna esperanza. Lo mejor es hacerlo cara a cara, evita los mensajes o cartas. Si temes una reacción violenta, es preferible tener esta conversación en un lugar donde hayan personas (v.g. una plaza, un café).
En caso de que el fin de la relación sea consecuencia de una conducta imperdonable, será muy difícil que quieras encontrarte con la persona, entonces, lo mejor es simplemente hacerle saber que todo terminó utilizando una carta, un mensaje o una comunicación por teléfono, no vale la pena que te humilles otra vez enfrentando su rostro.
En los casos donde se estableció la simbiosis, puede ser necesario un tiempo para dilucidar el fin o la continuidad de la relación. El límite es de un mes a tres meses en el caso del noviazgo y de seis meses a un año en el caso del matrimonio. Aunque estos límites pueden variar dependiendo de la historia amorosa. Pero no se trata de un tiempo sin hacer nada, lo mejor durante ese tiempo es buscar ayuda psicológica de tal manera que con una (un) profesional calificado la persona pueda reflexionar sobre sí misma y su desarrollo personal. Una vez más: la simbiosis no es un problema de pareja, es un problema personal.
En mi experiencia atendiendo parejas, he visto que es muy difícil que una relación amorosa pueda luego constituirse en una amistad, por cierto que existen excepciones, probablemente sean de dos tipos: aquellas donde jamás fueron pareja y las de personas con un extraordinario nivel de madurez.
Una vez que ha terminado la relación, sobrevienen las emociones típicas del duelo: dolor, rabia, angustia, esperanza, vacío. Con ellas la reacomodación cognitiva de la persona que se va, dependiendo del tiempo de la relación, de la intensidad de la relación, del apoyo social, de la personalidad y la capacidad de adaptación.
El sufrimiento es inmenso, la sensación de vacío insoportable, mientras más se amó más se sufrirá, pero pasa, y se renace, salimos del fondo como mejores personas. Es necesario llorar, y mucho, es imprescindible decir adiós a todo lo que nos recuerda a esa persona, no solamente a la persona, sino las cosas, los lugares, los sueños. Es un proceso largo, puede durar meses en el caso del noviazgo y años en el caso del matrimonio. Pero, pasa… como escribió Taisen Deshimaru “El sufrimiento pasa con el tiempo y al final os parece un sueño”.

lunes, 7 de febrero de 2011

ELIXIR DE AMOR

En la ópera de Donizetti, “Elixir de amor” Nemorino está enamorado de Adina, sin embargo no es correspondido, porque él es un campesino y Adina aspira a mejorar su estatus social por lo que prefiere al sargento Belcor. El ingenuo y sufrido Nemorino se deja engatusar por el charlatán Dr. Dulcamara (una especie de pajpako italiano), quien le ofrece un elixir que supuestamente fue utilizado por Isolda para fascinar a Tristán.
Como era de esperar, el elixir no surtió el más mínimo efecto, Adina ignora al pobre Nemorino. La desilusión del campesino, hace con que considere que necesita beber más del elixir de Dulcamara, consigue el dinero necesario para comprarlo y vuelve a beber aquel filtro de amor (en realidad es vino de muy mala calidad). Nemorino se emborracha y la embriaguez le lleva a ser indiferente ante su amada. Ésta se siente despreciada por lo que busca el deseo de Nemorino, quien atribuye la inesperada respuesta amorosa de la muchacha a los poderes mágicos del elixir.
¿Existe el elixir del amor? En la química de nuestros organismos sí. En la mujer principalmente la oxitocina, en el varón la testosterona y en ambos la vasopresina.
La oxitocina es sintetizada por el núcleo supraóptico y el paraventricular del hipotálamo, tanto en los varones como en las mujeres , aunque en la mujer se produce en mayor cantidad. En la mujer es segregada en el torrente sanguíneo cuando se succionan los pezones, la estimulación de los genitales y la distensión del útero . Por lo tanto su presencia ocurre durante la lactancia, la estimulación sexual, el orgasmo y el parto.
Interactúa con la vasopresina y en el caso de las mujeres es regulada por el estrógeno. Se relaciona con el cuidado y protección tanto en los animales como en los seres humanos . La ecuación es la siguiente: a mayor oxitocina, mayor tendencia a la protección. Es probable que ésta sea una de las razones por la cual algunas mujeres pueden considerarse enamoradas de personas indefensas, cuando en realidad lo que sienten es pena .
El 2002, Macrae y sus colaboradores publicaron un estudio sobre la relación entre las hormonas femeninas y la atracción sexual. La investigación consistió en poner a prueba en el reconocimiento de rostros masculinos a cincuenta mujeres durante dos fases distintas de su ciclo menstrual: el día de la ovulación y los dos días anteriores y los tres primeros días del ciclo. Durante los días fértiles las participantes del estudio identificaban con un poco más de rapidez a un varón y lo asociaban con valores eróticos, mientras que los días menos fértiles el reconocimiento se hacía más lento y no otorgaban atributos atractivos a las fotografías.
La oxitocina se relaciona con la confianza, tal como lo demostró el estudio de Kosfeld, Heinrichs, Zak, Fischbacher y Fehr , la inhalación de la mencionada hormona incrementa la posibilidad de correr riesgos sociales. El elixir de amor para las mujeres debe poseer ingentes cantidades de chocolate, puesto que es probable que posea activadores de la oxitocina .
Es indudable que en las mujeres su estado fisiológico afecta la dirección de sus intereses amorosos, los residuos de los mandatos genéticos de nuestras antepasadas influyen aún en la activación sexual de las mujeres del siglo XXI.
Una comida con altos niveles de colesterol no benefician al erotismo, puesto que el colesterol se plasma como un inhibidor de la respuesta sexual masculina. Así lo indica el estudio realizado por un equipo de investigadores de la Universidad de Pavia . Por su parte Wells demostró que existe una estrecha relación entre bajos niveles de colesterol y la expresión de la ira y la manifestación de tristeza.
Por su parte el equipo de Wei demostró que los excesos de colesterol o su falta influyen directamente en la erección. Estudios similares coinciden en señalar la disminución de la actividad sexual o la expresión de problemas en la respuesta sexual de los varones con altos niveles de colesterol concomitantes a presión arterial elevada. La testosterona se relaciona con los grados de colesterol, por lo que es imprescindible su producción considerando la frontera entre lo saludable y lo insalubre. De ahí que si la oxitocina se encuentra en el chocolate, la testosterona lo hace en la carne con poca grasa.
Tomando en cuenta estas consideraciones, Asha y su equipo de investigación, elaboraron un listado de alimentos que podrían producir el incremento del deseo sexual y una adecuada respuesta sexual:
• Palta: tiene glutatión que es un importante antioxidante, pigmentos carotenoides que permiten la síntesis de la vitamina A, aceite monoinsaturado útil para el corazón y los importes superiores de la fibra, potasio y B6.
• Chile y locotos: por la presencia de capsaicina que acelera el metabolismo y estimula la circulación sanguínea y puede producir la sensación de irritación en los genitales ocasionando una sensación similar a la excitación sexual.
• Apio: produce en la sudoración masculina el mismo efecto de la androsterona, funciona por lo tanto, como feromona para atraer a las mujeres.
• Chocolate: por la activación de la oxitocina y la feniletilamina (hormona del deseo).
• Hinojo: posee una constitución química similar a los estrógenos femeninos.
• Aceite de oliva, aceitunas, nueces, almendras: la grasa saturada incrementa la producción de testosterona.
• Higo: contiene sustancias similares a las hormonas femeninas, se instaura como un alimento idóneo en el climaterio.
• Ajo: incrementa el deseo sexual.
• Miel: estimula la secreción de testosterona y feniletilamina.
• Regaliz negro: aumenta el flujo sanguíneo en el pene en un 13%.
• Nuez moscada: antiguo afrodisiaco poseedor de sustancias que incrementan la producción de anfetaminas. Su uso en exceso puede producir alucinaciones.
La ciencia del siglo XXI nos ofrece la posibilidad de producir un efectivo elixir de amor, sin ser propiamente un émulo del Dr. Dulcamara, puesto que a diferencia del mañoso doctor ofreceríamos legítimamente productos que en el laboratorio se mostraron eficaces. ¿Qué lograríamos? Un varón desesperado por concretar un coito y una mujer tierna con escozores, y aquél que se dio un banquete de apio irá desparramando en el aire el olorcillo de la feromona masculina. Lo que habríamos obtenido es un caldo para activar los genitales, de ninguna manera una poción de amor.
El deseo de amar es más intenso que el deseo de copular, los seres humanos queremos amar y ser amados, no solamente concretar un encuentro entre genitales. El elixir de amor no existe, apenas podemos preparar los picantes caldos del deseo. Aún si éstos funcionaran el efecto desaparecería después de saciado el deseo. Como suele ocurrir en el caso de los encuentros apasionados e irracionales de los jóvenes amantes.
El amor no se cocina con la mezcla de los productos mencionados en este artículo, el amor es una compleja construcción entre dos personas que son capaces de mantenerse unidas a pesar de la desaparición del deseo. El deseo es efímero, al satisfacerse deja de ser necesario. El erotismo pasional pronto da lugar al tedio, las parejas que se llevan bien sexualmente no necesariamente lo hacen en la convivencia cotidiana.
El amor requiere de la confrontación de intereses y valores, el planteamiento de metas comunes y el respeto por el desarrollo personal independiente de la relación. La atracción se hace a través de la intuición que nos indica que esa persona puede compartir con nosotros la vida. Si bien los elementos biológicos pueden ser la base de la selección de pareja, no son necesarios. Muchas parejas se han establecido a partir de encuentros fortuitos, otras por conveniencia y algunas por el deseo. Valdrá la pena investigar al respecto, mientras Nemorino y Adina disfrutan de su amor más allá de aquel brebaje embriagador que lo único que hizo fue enriquecer al Dr. Dulcamara.

Referencias
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Fogari, R., Zoppi, A., Preti, P., Rinaldi, P., Marasi, G., Vanasia, A., Mugellini, A., Fogari R. (2002) Sexual activity and plasma testosterone levels in hypertensive males. En: American Journal of Hypertension, Vol 15, No 3, pgs. 217-221
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