jueves, 31 de agosto de 2017

Características personales indispensables para ser Psicoterapeuta Sistémico



Características personales indispensables para ser Psicoterapeuta Sistémico

Por: Bismarck Pinto Tapia, Ph.D.


Primero usted debe resolver sus propios sufrimientos. Si su cerebro no está en la condición normal, usted no podrá ayudar a los demás. Lo único que hará será volverlos más complicados de lo que son.
Taisen Deshimaru


L
a psicoterapia es un proceso relacional dirigido a aliviar el sufrimiento de quien hace la consulta. Independientemente a la escuela que el terapeuta pertenezca su labor será la de aliviar el dolor emocional. Si bien se puede pregonar terapias centradas en la solución de problemas, éstos lo son porque las personas los sufren. Es común que la gente nos pregunte si nuestro trabajo afecta nuestra vida personal, ¡claro que lo hace! Varios investigadores han mostrado que la vida de los terapeutas es muy difícil, genera altos grados de estrés, estamos entre los que más tendencia tenemos de suicidarnos, desarrollar adicciones y divorciarnos[1].

Estos hallazgos derivan en la necesidad de sistemas de protección para el quehacer de los terapeutas, no solamente por la salud mental de ellos, sino principalmente por la efectividad del servicio que prestamos. Siguiendo con este razonamiento, es factible deducir que no cualquier persona podrá ser psicoterapeuta, y no se trata solamente del conocimiento de técnicas terapéuticas efectivas, sino de la formación personal[2].

En las escuelas sistémicas se han presentado dos posturas, la primera, considera que no es necesario el desarrollo de programas de autoexploración sino un entrenamiento eficaz en técnicas terapéuticas. La segunda al contrario promueve la obligatoriedad del autoconocimiento en la formación[3]. El debate se polariza entre Haley y Minuchin, el primero defiende la formación dirigida a la consolidación de técnicas efectivas y el segundo una formación que vise las condiciones personales de los terapeutas. Propongo tres condiciones personales indispensables para ejercer como terapeuta sistémico: el reconocimiento del sufrimiento, la trascendencia y la felicidad.

1) Reconocimiento del sufrimiento

Mi formación se realizó bajo los cánones de la Accademia di Psicoterapia della Famiglia[4], bajo la tutela de Maurizio Andolfi. Adelaide Berardi fue la profesora con quien comenzó mi proceso de exploración personal. Al trabajar con ella  quedaron expuestos mis límites relacionales en la psicoterapia, fue difícil reconocerlos porque ameritó el afrontamiento de mis experiencias dolorosas donde se instalaron mis carencias afectivas, las cuales se activaban ante ciertas problemáticas de mis pacientes.

Es muy difícil investigar la relación entre los conflictos emocionales no resueltos de los terapeutas con la efectividad de la psicoterapia. Mony Elkaïm acuñó el término “resonancia”[5] para referirse al impacto que sufre el terapeuta cuando en terapia se produce un evento que moviliza sus propias experiencias dolorosas. Según esta teoría, cuando se suscitan elementos comunes en la interacción de sistemas humanos, se produce una resonancia, tal como ocurre con la vibración de los objetos.

El terapeuta sistémico debe ser capaz de recibir el sufrimiento de sus pacientes, para ello es imprescindible que reconozca sus propios sufrimientos para ser capaz de diferenciarlos de aquellos que está escuchando. La incapacidad de reconocer el propio dolor puede generar reacciones negativas hacia el padecimiento del paciente, evitarlo o confrontarlo cuestionando su valía. Si se toma conciencia de la resonancia es posible discernir sobre lo propio y lo ajeno.

La consideración de la realidad del otro se la realiza a partir de los referentes semánticos del terapeuta. Lo que es sufrimiento para el otro no necesariamente lo será para nosotros, pues la comprensión requiere de la búsqueda de referencias. La mente del terapeuta va y viene de la mente del paciente. Se trata de un proceso relacional cognitivo altamente complejo, requiere de concentración y de la emergencia de ideas y emociones que deben ser contrastadas permanentemente como hipótesis a ser confirmadas o refutadas por nuestros consultantes. La situación se complejiza más cuando se trata de terapia de familia o de pareja, se deben establecer vínculos diferenciales con cada uno de los miembros del sistema presente en el consultorio.

Es imposible dejar de lado nuestros referentes emocionales, sin ellos será infructuosa la posibilidad de compenetración. Tanto la teoría de la mente como la empatía son los procesos relacionales indispensables para interiorizarnos en el mundo del otro. El obstáculo más infranqueable es la resonancia.

A ella se suma la necesidad del ensamblaje, término de Elkaïm para referirse a las diferencias entre el paciente y el terapeuta, lo que obliga a la búsqueda de ajustes para poder establecer puentes comunicativos efectivos. No siempre el sufrimiento ajeno puede ser asimilado porque los referentes no alcanzan, ya sea porque es desmedido o porque es insignificante desde las experiencias del terapeuta.

En la interacción terapéutica, el terapeuta requiere el encuentro que legitima la posición del otro. El sufrimiento es el núcleo de la posibilidad de envolvimiento imperioso para el trabajo conjunto entre el sistema de los terapeutas (puede comprender al terapeuta,  coterapeuta y al equipo supervisor) y al sistema de los pacientes (individuo, pareja, familia o grupo).

Sintetizando, es posible parafrasear a Wittgenstein: si no conozco mi dolor no puedo conocer el dolor del otro. Mi maestra Berardi me dejó este regalo: “Bismarck, debes vaciar el dolor de tu corazón para recibir el sufrimiento del otro”. Ese vaciado desgarra la piel del alma porque duele demasiado reconocer nuestro sufrimiento, la consecuencia es la desesperación acompañada de la angustia, porque pasó y ahora nada puedo hacer, porque pasó y lo resignifique para negarlo, sabiendo que no es posible abandonar una experiencia pendiente. La psicoterapia me ha obligado a reconocerme indefenso, desprovisto de consuelo, urgido de amor, cuando niño no fui responsable de mis heridas. Ha sido el dolor de mis pacientes el que ha llamado a la puerta de mi indefensión, me ha obligado a abrirla porque sobre todo he sentido la emergencia de servir al otro para paliar su propio sufrimiento. Esa interacción me ha librado de mis pesares, me ha convertido en alguien más propicio para acoger la desolación de mis pacientes. Y por supuesto, para enseñar a mis estudiantes en formación a no temer a la congoja, al contario se la debe escuchar para dejarla partir aunque el destino sea y será una profunda soledad.

2) Trascendencia

Para discernir sobre esta segunda condición, es necesario reflexionar sobre el origen de la idea de la trascendencia. El referente filosófico se encuentra en la filosofía de Sören Kierkegaad. Para este filósofo danés, la persona se encuentra por encima de lo universal[6]. Separa al individuo del grupo, de tal forma que rinda cuentas de su responsabilidad y mismidad. La razón no alcanza para comprender la vida singular, toma como ejemplo el sacrificio de Isaac como mandato divino. Se trata de una situación absurda, primero Dios accede a darle un hijo y luego le conmina a matarlo, Isaac actúa irracionalmente basado en su fe. La fe se expresa, no se la justifica con la razón.

Kierkegaard hace alusión a la desesperación como consecuente de la insatisfacción en lo que denomina estadio estético, cuando el placer genera la necesidad de nuevas experiencias y en quienes evitan el placer al no vivenciarlo también desesperan. El problema reside en que la persona se encuentra limitada por lo temporal.

En el estadio ético, la persona desespera ante la necesidad de someterse a las normas sociales o guiarse por la voluntad de Dios. La normatividad tiene que ver con la necesidad de pertenecer a un grupo, lo cual genera la contradicción entre el ser uno mismo o ajustarse a los demás, la angustia se manifiesta debido al dilema entre el grupo y la autonomía. La ética se debe desprender de lo establecido para dar lugar a una ética personal, producto de la reflexión.

Para alcanzar el último estadio, el religioso, la persona debe desesperar ante la mundanidad del estado estético y del ético. No se trata de una decisión racional, sino de un acto apasionado asociado al estado de la angustia inmersa en la desesperación. La fe es el consuelo ante la toma de conciencia de nuestra mortalidad.

Kierkegaard pone énfasis en señalar que la angustia es el producto del vértigo de la libertad. Al asumir la pasión sobre la razón, enfrentamos el vacío del absurdo, lo que nos lleva inevitablemente a la angustia ante la incertidumbre gestada por el cuestionamiento a los parámetros racionales. La angustia es el temor ante la mortalidad, Kierkegaard le llama la enfermedad mortal.

Será Albert Camus quien ostente la filosofía del absurdo, planteada como la infructuosa búsqueda del sentido para vivir, dando como resultado el único fin de la existencia: ¡el suicidio! La existencia es absurda en un mundo indiferente a nuestra vida, donde nada tiene sentido. A diferencia de Kierkegaard, Camus asegura la inexistencia de Dios, por lo que no tenemos un referente para vivir. La tarea de los seres humanos es configurarse a sí mismo en una realidad absurda, construimos nuestra moral y le damos sentido a nuestro paso por el mundo, a sabiendas de lo imposible de lograrlo. La libertad es una condena, no podemos dejar de elegir a cada instante, hagamos lo que hagamos el fin siempre será una pachotada. Nos pasa lo mismo que al mítico Sísifo, la roca al regar a la cima, volverá rodando al pie de ella[7]. Pensamiento coincidente con la idea de Heidegger, según la cual hemos sido arrojados a un mundo pre establecido.

Estas circunstancias se patentizan en el trabajo con los pacientes, la desesperación está ligada al mundo absurdo, los mitos sociales gobiernan el sentido de vida de las personas, por ejemplo no se valida al hijo que no es profesional, se valoran los ingresos económicos en vez de los logros personales. Los pacientes devienen de esas categorías sociales que invalidan su existencia.

Los terapeutas han desesperado ante la estupidez de los cánones sociales de éxito. Es más, muchos han decidido estudiar psicología como refugio de su angustia. Viktor Frankl, recupera la filosofía existencialista de Kierkegaard, para construir su modelo terapéutico, la logo terapia, es decir, la terapia centrada en la búsqueda del sentido[8]. Para Frankl las personas buscamos darle sentido al sin sentido de la existencia, otorgando significancia a nuestro vivir, ese proceso es denominado voluntad de sentido.

El origen de la búsqueda de sentido está en la toma de conciencia del vacío resultante del absurdo de la realidad, cuando las tradiciones no condicen con la necesidad de existencia, Ortega y Gasset denomina espíritu del tiempo a las condicionantes sociales que enmarcan el destino de las personas. Por ejemplo la identidad femenina se ha circunscrito en los marcos referenciales del machismo, definiendo a la mujer como a la esposa y madre abnegada, bastaba nacer mujer para tener establecido el destino. Los movimientos feministas se manifiestan en protesta contra ese modelo. Sin embargo, Frankl no promueve revoluciones sociales, al final de cuentas, gane quien gane el resultado será el mismo, marcos referenciales para nuevos mitos.

Retomando la recuperación del individuo propuesto por el pensamiento de Kierkegaard, la postura teórica de Frankl, plantea la recuperación de la persona a pesar del entorno determinante. De ahí el concepto de trascendencia. Como el producto del cuestionamiento del absurdo de los mitos sociales y el resurgimiento del sí mismo a pesar de ellos. Trascender es el cuestionamiento irreverente de las pautas dispuestas por las convenciones sociales.

En el amor es inevitable la trascendencia, la urgencia amorosa de la aceptación del otro como un ser independiente a las expectativas de uno, obliga a la cotidianeidad de la rebelión, por ello Alberoni propone que el amor es una comunidad revolucionaria de dos[9]. Si retomamos la idea de Elkaïm, según la cual la psicoterapia es una relación amorosa, podemos cogitar que por ello es indefectiblemente un proceso revolucionario, pues obliga a que los pacientes cuestionen el sentido de sus vidas en un mundo absurdo.

El psicoterapeuta está obligado a la trascendencia, deberá reconocer los distintos referentes cotidianos plagados de mitos sociales, para ser irreverente[10]. La irreverencia es el cuestionamiento de lo establecido socialmente, aquello que nos enajena de nosotros mismos, nos perdemos en la exigencias del cumplimiento de las metas definidas por el entorno. La manifestación de los síntomas es un grito de la angustia ante la imposibilidad de existir.

A la trascendencia de lo establecido se sigue la necesidad de la autotrascendencia. Para Viktor Frankl se trata de una condición humana que nos permite superar los límites del tiempo y del espacio, el sentido del sí mismo se encuentra fuera de uno, la búsqueda de la significancia del existir. Autotrascender es abandonarse a sí para ir en pos del sentido. Es el considerar al ego como una instancia de interacción, no es la esencia del existir. Es la máscara de presentación al mundo y a uno mismo, detrás de ella está el vacío que requiere ser llenado para ser.

Entiendo a la autotrascendencia como el proceso indispensable para la interacción legítima con el otro. “Existir es estar por encima de sí mismo siempre”[11]. Si la psicoterapia obliga al encuentro legítimo y amoroso entre el terapeuta y sus pacientes, es ineludible la autotrascendencia del terapeuta. No se dará el encuentro si no se ha producido la desnudez del alma, no es posible el encuentro en presencia del ego, éste debe retirarse para dar lugar al puente relacional ofrecido por la autenticidad del terapeuta.

Gianfranco Cecchin, Gerry Lane y Wendel Ray[12] proponen que los terapeutas sistémicos deben ser espontáneos, para lograrlo requieren abandonar los dogmas de su modelo terapéutico, para ello deben actuar con irreverencia para sobrevivir a la psicoterapia. Entienden a la irreverencia como la ausencia de veneración de la teoría. Su propuesta se fundamenta en el nihilismo de la filosofía de Nietzsche[13]. Tiene que ver con la negación de lo establecido, más allá del bien y del mal.

La espontaneidad permite el ensamblaje del terapeuta con el sistema de los pacientes, es el ingreso con la posibilidad de salida. La implicación con el sistema consultante sólo es pertinente si tenemos la posibilidad de evitar ingresar al juego patológico, ingresamos sin pertenecer al sistema, removemos creando entropía y luego retornamos a nuestro sistema original. En la jerga de la terapia familiar, cuando el terapeuta se inserta como un participante de los juegos, decimos que el “sistema se lo tragó”, frase que expresa la imposibilidad del terapeuta para discernir su independencia de la relación interna de la familia.

El primer recurso es el manejo de las resonancias y el ensamblaje, el segundo, la trascendencia y la autotrascendencia. Veamos el tercer requisito indispensable para ejercer como terapeuta sistémico.


3) Felicidad

Lo expresó Mario Moreno “Cantinflas”: La primera obligación de todo ser humano es ser feliz.... la segunda, es hacer feliz a los demás. No podemos enseñar la senda de la felicidad a las personas amargadas, si nosotros no la hemos atravesado. Los pacientes deben albergar esperanzas con el sólo hecho de conocernos. Por eso, es obligatoria la felicidad en nuestro oficio.

La Psicología Positiva, entendida como la investigación científica de las experiencias positivas relacionadas con la mejora de la calidad de vida fue desarrollada a partir de los escritos de Martin Seligman[14]. Desde ese enfoque la felicidad puede definirse como el bienestar subjetivo, implica sentimientos de satisfacción[15]. Tanto el bienestar como la felicidad son conceptos intercambiables, lo uno va con lo otro. El estado de ánimo, los rasgos de la personalidad, la relación con los demás y el sentido de la vida generan los niveles de felicidad o de infelicidad.
Es posible identificar dos caracterizaciones de la felicidad, la primera, considera que se trata de un estado, una forma de ser y de vivir. La segunda, un sentimiento pasajero[16]. El estilo de vida de los terapeutas sistémicos corresponde a la primera acepción. La felicidad debe ser un rasgo de la vida del terapeuta.

La felicidad se relaciona con la autorrealización[17], entendida como la mayor realización posible de las potencialidades personales, todo lo que una persona puede llegar a ser. Abraham Maslow la relaciona con la madurez[18]. Así alguien autorrealizado tiene una percepción racional de su entorno, es creativo y autónomo.

Los terapeutas sistémicos debemos cultivar diversos espacios en nuestro estilo de vida, no contentarnos con el trabajo terapéutico, éste debe alimentarse de la realización en las otras facetas de nuestra vida. Lo óptimo es que el quehacer terapéutico no esté ligado a la ganancia de dinero, sino que pueda otorgarnos la sensación de realización el hecho de servir a los demás. La manutención de nuestro estatus debería corresponder a otra área laboral. Independientemente a ello, es indispensable que el terapeuta se sienta realizado con la labor que desempeña.

La felicidad debe vincularse con la actitud ética. No es posible una persona feliz dañando, su característica central es actuar para el bienestar del otro. Carl Rogers planteó que un rasgo fundamental de las personas es la congruencia[19], esto es hacer lo que se dice que se hace. Un terapeuta sistémico debe ser congruente, su vida está en constante evaluación, su capacidad de autoactualizarse como persona es concomitante a su autorrealización. Se trata de procesos dinámicos, dirigidos a la integridad personal, a la urgencia de ser consecuentes con nosotros mismos, en un afán cotidiano de estar abiertos a la experiencia, a jamás dejar de aprender y sobre todo a cumplir el mandato máximo de la ética: sobre todo no dañar.

No debemos temer a mostrarnos como somos ante nuestros pacientes, si bien hemos sido formados como científicos, la relación terapéutica no se basa únicamente en la razón, sino en un encuentro integral, de nuestra historia, nuestro saber y nuestras actitudes éticas. Como Abraham debemos trascender a nosotros y al entorno, actuar con pasión en una entrega incondicional al servicio del sufrimiento.

La relación con los pacientes no nos deja indemnes, al contrario nos debe afectar, Carl Whitaker señalaba que el proceso terapéutico también debe hacer crecer al terapeuta no solamente a los pacientes[20]. Es bueno darles la siguiente noticia a nuestros consultantes: ¡somos humanos! Como tales, estamos en el mismo afán de darle sentido a nuestra vida, la experiencia relacional terapéutica al ser un evento extraordinario, ofrece la posibilidad de generar vínculos auténticos derribando las convenciones sociales y definiendo un espacio de reflexión sobre los procesos de evolución que seguimos las personas. Indudablemente se trata de una oportunidad para encontrarnos a nosotros mismos en el afán de comprender el sufrimiento.








[1] Guy, J. D. (1995). La vida personal del psicoterapeuta: El impacto de la práctica clínica en las emociones y vivencias del terapeuta. Grupo Planeta (GBS); Mahoney, M. J. (1997). Psychotherapists' personal problems and self-care patterns. Professional Psychology: Research and Practice, 28(1), 14 ; Cherniss, C. (2016). Beyond Burnout: Helping Teachers, Nurses, Therapists and Lawyers Recover from Stress and Disillusionment. Routledge.
[2] Karasu, T. B. (2001). The advanced practice of psychotherapy. Harvard review of psychiatry, 9(3), 118-123; Tsuman-Caspi, L. (2012). The identity formation of psychotherapists in training: A dialectical and personal process. Columbia University.
[3] Canevaro, A., Abeliuk, Y., Condeza, M., Escala, M. A., García, G., & Montes, J. (2017). El nacimiento del terapeuta sistémico. El trabajo directo con las familias de origen de los terapeutas en formación. Revista REDES, (34); Garzón, D. I. (2008). Autorreferencia y estilo terapéutico: su intersección en la formación de terapeutas sistémicos. Diversitas: Perspectivas en psicología, 4(1), 159-171.
[4] http://www.accademiapsico.it/
[5] Elkaïm, M. (2004). L'expérience personnelle du psychothérapeute: approche systémique et résonance. Psychothérapies, 24(3), 145-150.
[6] Kierkegaard, S. (2016) Temor y Temblor. Buenos Aires: Losada

[7] Camus, A. (2015). El mito de Sísifo. Alianza editorial.
[8] Frankl, V. (2011). La voluntad de sentido: Conferencias escogidas sobre logoterapia. Herder Editorial; Frankl, V. (2015). El hombre en busca de sentido. Herder Editorial.
[9] Alberoni, F. (1980). Enamoramiento y amor: nacimiento y desarrollo de una impetuosa y creativa fuerza revolucionaria. Barcelona: Gedisa
[10]Cecchin, G., Lane, G., & Ray, W. A. (2002). Irreverencia: una estrategia de supervivencia para terapeutas (Vol. 86). Grupo Planeta (GBS).
[11] Frankl, V. E. (2011). Logoterapia y análisis existencial: textos de cinco décadas. Herder Editorial. Págs, 110-111
[12] Cecchin, G., Lane, G., & Ray, W. A. (1992). Irreverence: A strategy for therapists' survival. Karnac Books.
[13] Ferraris, M. (2000). Nietzsche y el nihilismo (Vol. 43). Ediciones AKAL.
[14] Seligman, M. E. (2012). Flourish: A visionary new understanding of happiness and well-being. Simon and Schuster.
[15] Diener, E. (2000). Subjective well-being: The science of happiness and a proposal for a national index. American psychologist, 55(1), 34.
[16] Kraut, R. (1979). Two conceptions of happiness. The Philosophical Review, 88(2), 167-197.
[17] Maslow, A. H., Frager, R., & Fadiman, J. (1970). Motivation and personality (Vol. 2, pp. 1887-1904). New York: Harper & Row.
[18] Maslow, A. H. (1994). La personalidad creadora. Editorial Kairós.
[19] Rogers, C. R., López, S. M., & Corona, J. L. (1980). Carl Rogers, el poder de la persona (No. 04; BF204, R6.). El Manual Moderno.
Whitaker, C. A., & Malone, T. P. (2014). Roots of psychotherapy. Routledge.
[20] Whitaker, C. A., & Keith, D. V. (1981). Symbolic-experiential family therapy. Handbook of family therapy, 1, 187-225.

martes, 22 de agosto de 2017

Efectividad de la psicoterapia sistémica en el tratamiento de trastornos mentales



Efectividad de la psicoterapia sistémica en el tratamiento de trastornos mentales

Por: Bismarck Pinto Tapia, Ph.D.


Toda convicción es una cárcel.
Nietzsche




Cuando
 buscamos ayuda, esperamos recibir soluciones efectivas. Dar lo que sabemos hace bien es un principio ético fundamental, se relaciona con el primum non nocere: sobre todo no dañar. Por ejemplo, si se sabe que la Talidomida es un medicamento peligroso para una mujer en estado de gestación, los médicos dejarán de recetarla. Si se descubre una medicina mejor que aquella usada anteriormente, se desestimará el uso de la antigua para utilizar la nueva.

La ciencia es la encargada de verificar la validez y eficacia del conocimiento, propone un método fundamentado en la duda. Popper denominó a una de las características elementales del método científico: falsabilidad. Una teoría debe ser falsable, esto es, factible de ser contrastada con la experiencia. De la misma manera, las técnicas terapéuticas deben ser falsables[1].

Para evaluar la efectividad de un tratamiento se consideran los siguientes aspectos[2]:

a) especificidad: determinando cuáles son las conductas que mejoran
b) intensidad: grado de mejoría de las conductas
c) plazo: tiempo que requieren los síntomas para disminuir
c1) duración a corto plazo: si hay mejora mientras la persona está en tratamiento
c2) duración a largo plazo: si se mantiene la mejoría después de terminado el tratamiento
d) costes: si se presentan efectos secundarios, si ocurren abandonos de la terapia, rechazos
e) interacciones: se evalúa la interacción con otros tratamientos
f) balance: cómo es el resultado en comparación con otros tratamientos

El grado de efectividad de un sistema terapéutico depende de la calidad de los datos empíricos que posee. Las anécdotas, los estudios de casos y las apreciaciones de los psicoterapeutas no ofrecen datos confiables para considerarlos dentro de la evaluación de la eficacia. En ese sentido, sólo son confiables los datos provenientes de los siguientes lineamientos[3]:

a) han sido investigados con diseños experimentales rigurosos
b) se alcanzaron resultados significativos en comparación al grupo sin tratamiento, al placebo o a intervenciones alternativas. También se consideran los resultados coincidentes con un tratamiento previamente establecido como eficaz
c) los resultados tienen que haber sido constatados mínimamente por dos grupos de investigación independientes
d) el tratamiento debe estar descrito con prolijidad y se debe haber realizado un muestreo que permita la validez de los datos

Otra característica que se toma en cuenta para definir la efectividad de los tratamientos psicoterapéuticos es su utilidad clínica, la cual se compone de tres propiedades:

a) las técnicas deben ser reproducibles
b) los pacientes no deben sufrir daños colaterales
c) debe existir equilibrio entre los costes y los beneficios

Como es posible apreciar, se trata de procedimientos rigurosos, los cuales intentan establecer con la mayor precisión posible la pertinencia de la aplicación de las técnicas terapéuticas. Vale la pena recalcar que no todas las corrientes psicoterapéuticas admiten la evaluación de su quehacer, huelga decir que el psicoanálisis es el más reticente a la validación aludiendo que al interesarse por la subjetividad no es pertinente la efectividad[4]. Al contrario de esas posturas las escuelas sistémicas se han sometido a la validación de su efectividad.

Bados y García, elaboran una exhaustivo meta análisis sobre los estudios de eficacia y utilidad clínica, considerando tres indicadores: la mejor terapia alternativa, mejor que terapia no específica y mejor que no recibir terapia. Los resultados más interesantes son[5]:







1) Tratamientos con apoyo empírico para diferentes trastornos en adultos

Problema
Tratamientos eficaces y específicos
Tratamientos eficaces o posiblemente eficaces
Trastorno de pánico con agorafobia
Terapia cognitiva comportamental (TCC)
Exposición en vivo
Exposición más entrenamiento en comunicación de pareja.
TCC con ayuda de la pareja
Fobia y ansiedad social

- Exposición
- TCC - Terapia cognitiva
-Entrenamiento en habilidades sociales (posiblemente)
-Desensibilización sistemática (ansiedad social y miedo hablar en público)
Trastorno por estrés post-traumático
Exposición
TCC
Terapia cognitiva
Eye Movement Desensitization and Reprocessing
Inoculación de estrés (posiblemente)
Trastorno Obsesivo Compulsivo
Exposición más prevención de respuesta (EPR)
Terapia cognitiva
TCC
EPR asistida por familia y relajación
Estrés
Inoculación de estrés

Depresión mayor
Terapia cognitiva
Terapia interpersonal 
Curso de afrontamiento de la depresión (TCC)
Programación de actividades Terapia de autocontrol
Terapia solución problemas 
Terapia meta cognitiva
Terapia dinámica breve (posiblemente)
Terapia sistémica[6] (posiblemente)
Trastorno bipolar
Psicoeducación
Terapia familiar y marital
TCC

Conflicto marital
Terapia marital conductual
TCC 
Terapia cognitiva
Terapia pareja centrada en emociones
Terapia marital orientada al insight 
Terapia sistémica
Anorexia
Terapia cognitiva más rehabilitación nutricional
Terapia familiar (posiblemente)
TCC (posiblemente)
Bulimia
TCC
Terapia interpersonal (posiblemente)
Obesidad

TCC con hipnosis
Trastorno de personalidad limítrofe

Terapia psicodinámica breve
Terapia conductual dialéctica
Esquizofrenia
Terapia psicológica integrada (tipo TCC)
Terapia familiar conductual Terapia familiar de apoyo a largo plazo
Programas conductuales de aprendizaje social y economía de fichas
Entrenamiento en Habilidades Sociales
 TCC
Entrenamiento para vivir en la comunidad
Terapia familiar sistémica  Terapia grupal de apoyo (pe)

2) Tratamientos con apoyo empírico para diferentes trastornos en niños (N) y adolescentes (A)
Problema
Tratamientos eficaces y específicos
Tratamientos eficaces o posiblemente eficaces
Trastornos de ansiedad

TCC
TCC con participación de la familia
Fobias
Modelado participante Práctica reforzada  Desensibilización en vivo
Desensibilización imaginal
Modelado en vivo o filmado
TCC
Escenificaciones emotivas (posiblemente)
Depresión

CC (N) 
Curso de afrontamiento depresión más entrenamiento en habilidades (A)
Terapia interpersonal (A)
Trastorno negativista desafiante
Entrenamiento de Padres basado en vivir con hijos
Entrenamiento de Padres mediante modelado en vídeo
Terapia de afrontamiento de la ira 
Entrenamiento en asertividad –
TCC, terapia racional-emotiva –
Programa prevención de delincuencia –
Terapia familiar funcional  Terapia sistémica 
Terapia de interacción padres-hijos
 Entrenamiento en Resolución de Problemas
Tiempo fuera
Enuresis
Alarma ante la orina  Entrenamiento en cama seca
Entrenamiento conductual de amplio espectro en el hogar
Encopresis

Modificación de conducta más tratamiento médico

Esta visión de la efectividad de distintas psicoterapia permite asimilar los alcances y límites de las intervenciones sistémicas comparadas con otras terapias. A continuación revisaré algunos estudios de evaluación exclusiva de la eficacia de las terapias con enfoque sistémico.

Un meta análisis relativamente reciente[7], comparó el impacto de la Terapia Familiar Sistémica (TFS) en los siguientes trastornos: ansiedad, estado de ánimo, alimentación, uso de sustancias y esquizofrenia. Considerando que los reportes de eficacia indican un 70% de la TFS  en publicaciones desde el 2000, sobre todo cuando se compara con grupos que no recibieron ningún tratamiento, disminuye su efectividad cuando se compara con otros tratamientos, se recurrió a especificar los trastornos en vez de evaluarla de manera global. Se encontró que la TFS es eficaz sobre todo con los trastornos de alimentación, trastornos del ánimo, trastorno obsesivo compulsivo y esquizofrenia, encontrándose evidencia relativa con los trastornos somatomorfos. La validación de la TFS en relación a la depresión, muestra que no es un recurso lo suficientemente eficaz. No existe suficiente evidencia sobre su efectividad en el tratamiento de los trastornos de ansiedad y las adicciones. Otro hallazgo importante fue el referido a la efectividad de la TFS y la edad de los pacientes: los jóvenes se benefician más que los adultos. También se evidenció que la TS es efectiva cuando se trabaja con familias disfuncionales. Otra conclusión es que la mayoría de los pacientes no rechaza ser tratado con las técnicas de la TS, manifestando satisfacción.

La investigación sobre la efectividad de la terapia concierne a la verificación de los resultados en la resolución de los problemas de las personas que acuden a los servicios psicoterapéuticos. La psicoterapia debe  ceñirse al principio ético de beneficencia, esto es, sobre todo no dañar. De tal manera que la experiencia terapéutica de los pacientes les beneficie de alguna manera con el menor costo posible y con la suficiente brevedad. Los estudios más rigurosos han recurrido a  estudios comparativos con un grupo que no recibió psicoterapia como el realizado por la US Health Maintenance Organization (HMO[8]).

La HMO validó la eficiencia de cuatro psicoterapias: (1) Terapia de pareja; (2) Terapia familiar con paciente identificado; (3) Terapia familiar sin paciente identificado; (4) Terapia individual y se añade (5) comparación con grupo de asistentes al HMO que no recibieron ningún tipo de terapia.

Se llevaron a cabo tres estudios, el primero consistió en una selección aleatoria de grupos de personas que requirieron apoyo psicológico complementario para sus problemas de salud, fueron 564 personas,  recibieron distintos tipos de psicoterapia siendo comparados por seis meses antes de la terapia, seis meses después de la terapia y un año después de haber sido sometidos a terapia. Los resultados mostraron un  decremento significativo de los problemas psicológicos un año después de haber recibido psicoterapia. En el caso de la terapia de pareja, el 21% manifestó mejoras, la terapia familiar sin paciente identificado expresó el 30% de mejora. Las terapias menos eficaces fueron la terapia familiar centrada en un paciente 9,5%) y la terapia individual (10%).

El segundo estudio hizo referencia al seguimiento de 65 pacientes después de seis meses de haber recibido terapia. Se trataba de pacientes con problemas en diferenciar sus problemas de salud de las somatizaciones. Las psicoterapias individuales fueron efectivas en el 48% de los casos y las familiares el 57%, el 52% se beneficiaron con la terapia de pareja.

El tercer estudio hizo referencia a las características de los profesionales que obtuvieron mayor efectividad. Se encontró que aquellos con entrenamiento en psicoterapia obtuvieron mejores resultados que aquellos que no realizaron cursos de especialización.

En otra investigación realizada en Kansas[9], se verificaron los costos de familias con un adolescente diagnosticado con trastorno de conducta. Se estimó el impacto de los gastos realizados en 3753 familias. Los resultados mostraron que 3086 familias recurrieron a terapia individual, con un costo promedio de 16200 U$. 503 recibieron terapia familiar en un consultorio, con un costo promedio de 11116 U$. Finalmente, 164 fueron sometidos a terapia familiar en sus hogares, con un costo promedio de 1622 U$.

La efectividad de la Terapia Centrada en el Problema (TCP) ha sido evaluada el 2000 y el 2009 a partir de veinte meta análisis en terapias de pareja y familia considerando los conflictos resultantes del ciclo vital de la familia[10]. Se visaron los siguientes problemas: relaciones de pareja estresantes, problemas psicosexuales, violencia doméstica, trastornos de ansiedad, trastornos del estado de ánimo, abuso de alcohol, esquizofrenia y adaptación a enfermedades crónicas.

Los resultados mostraron lo siguiente:

a) Relaciones de pareja estresantes: 80% de mejoras en las parejas tratadas con TCP. En los casos de Terapia de Pareja Centrada en las Emociones (TPCE) el mejor predictor fue la fuerza de la alianza con el terapeuta y la creencia de la mujer en que su pareja aún se preocupa por ella. La Terapia de Pareja Comportamental (TPC) se manifiesta efectiva en parejas jóvenes. Por su parte la terapia de pareja orientada al Insight, demostró que solamente el 3% se divorciaron después de la experiencia, mientras que el 38% de las sometidas a TPC terminaron en divorcio.

b) Problemas psicosexuales: En los casos de deseo sexual disminuido, la terapia más efectiva es la Terapia Cognitiva Comportamental (TCC) con un alcance de efectividad oscilante entre el 50 al 70%. En el trastorno orgásmico femenino, las técnicas más efectivas son la masturbación directa combinada con ejercicios de focalización sensitiva. Los trastornos asociados al dolor en mujeres como el vaginismo y la dispareunia han sido tratados efectivamente con técnicas conductuales y cognitivas principalmente el uso de la Desensibilización Sistemática. En casos de disfunción eréctil se ha comprobado mayor efectividad cuando se combina el Sildenafil con TCC, lo propio acontece con la eyaculación precoz, la terapia farmacológica combinada con ejercicios conductuales deriva en mejores resultados que los alcanzados con intervenciones que sólo introducen una de las terapias.

c) Violencia doméstica: La terapia de pareja ha demostrado ser eficiente en su erradicación. Sin embargo, cabe señalar que su eficiencia se supedita a que la pareja haya decidido continuar junta y que la persona violenta acepte un compromiso de no agresión. Los recursos terapéuticos más útiles incluyen: el agresor asume la responsabilidad por la violencia, técnicas de Terapia Centrada en las Soluciones, cambios de creencias, modificación de las distorsiones cognitivas que justifican la violencia, entrenamiento en el manejo de la ira, entrenamiento en comunicación y habilidades para resolver problemas y prevención de recaídas.

d) Desórdenes de ansiedad: la Terapia Familiar Sistémica ha demostrado ser efectiva en dos trastornos de ansiedad: el trastorno de angustia con agorafobia y el trastorno obsesivo compulsivo.

e) Trastornos del estado de ánimo: el objetivo de la Terapia Familiar es la reducción del estrés en la familia con algún miembro deprimido. La TCP no es lo suficientemente efectiva aplicada a la depresión en comparación con la TCC combinada con antidepresivos, se ha obtenido un 65% de eficacia ante el 25% conseguido por el tratamiento farmacológico sin apoyo psicológico. La Terapia Sistémica de Pareja posee altos índices de efectividad en el tratamiento de la depresión de uno de los cónyuges, encontrándose que resulta más efectiva que el tratamiento con medicamentos[11]. La Terapia Familiar fundamentada en el modelo de McMaster resulta efectiva en el tratamiento de la depresión cuando se combina con antidepresivos y TCC. También ha demostrado efectividad la Terapia de Pareja Centrada en las Emociones (TPCE). En cuanto al trastorno bipolar, el primer recurso efectivo es el farmacológico, el objetivo de la Terapia Familiar Sistémica es evitar la recaída del paciente y la mejora de su calidad de vida además de coadyuvar a la adherencia al tratamiento. Ha demostrado ser efectiva en el manejo del estrés familiar y en los procesos de adaptación de la familia a los problemas del paciente bipolar.

f) Abuso del alcohol: una de las medidas más efectivas en el tratamiento es el trabajo comunitario combinado con Terapia Familiar[12], comparado con otras formas de abordaje, resulta 60% más efectivo. Indudablemente el apoyo familiar y de la pareja permite una recuperación más probable, en cuanto a las técnicas terapéuticas conyugales, la Terapia de Pareja Comportamental ha demostrado ser una de las más indicadas[13].  Una nueva tendencia en el enfoque sistémico desarrollada en el Reino Unido ha sido la Terapia del Comportamiento y Red Social (Social Behaviour and Network Therapy, SBNT)[14] permite el apoyo de las redes sociales y el aprendizaje de técnicas de afrontamiento en personas con problemas con el consumo del alcohol.

g) Esquizofrenia: considerando que es consecuencia de alteraciones bioquímicas y neurológicas con origen genético, la psicoterapia no hace mella en la reducción de los síntomas asociados a la psicosis, sin embargo ayuda en el apoyo familiar y en favorecer una buena calidad de vida a los pacientes. La Terapia Familiar Sistémica ha sido pionera en el desarrollo de programas educativos para la familia[15]. Actualmente varios estudios sobre la efectividad de estos programas han demostrado un alto grado de credibilidad[16].

h) Enfermedades crónicas: la investigación sobre la efectividad de la Terapia Sistémica en la adhesión al tratamiento, manejo del dolor y adaptación a la enfermedad, se ha realizado principalmente en casos de demencia, enfermedades cardíacas, cáncer, dolor crónico, artritis y lesiones cerebrales. La validación de la efectividad ha demostrado que la Terapia de Pareja es mejor que la Terapia Familiar[17].

Uno de los estudios más recientes ha sido el meta análisis realizado por Pinquart, Oslejsek, y Teubert el 2016. Tomaron en cuenta los siguientes problemas: trastorno de ansiedad, trastorno del estado del ánimo, trastorno alimenticio, abuso de sustancias, esquizofrenia, trastorno obsesivo compulsivo y trastorno somatomorfo. La investigación se realizó sobre diseños con grupo control, además se interesaron por estudios que consideraron la aplicación de Terapia Sistémica pura en vez de aquellas donde se la combina con otras técnicas incluyendo la farmacológica. Se revisaron publicaciones de 1977 al 2013, un total de 71 artículos[18]. Los resultados mostraron un crecimiento de la efectividad con el transcurrir de los años, alcanzando de manera general un 70%.

Los estudios de meta análisis sobre la efectividad de la Terapia Familiar (TF) y la Terapia de Pareja (TP) se han realizado desde 1987[19] debido a la proliferación de terapeutas sistémicos. En aquella época se encontraron 178 estudios, los resultados señalaban la eficacia y eficiencia de la terapia familiar siempre y cuando se la empleaba complementando otras terapias, era menos exitosa que la terapia individual, aumentaba su efectividad si se trataba a todos los componentes de la familia y resultaba idónea en situaciones de crisis.

Uno de los problemas en los estudios de efectividad consiste en los criterios clínicos de la resolución del trastorno. Sexton y Turner estudiaron la efectividad de la TF en una población de jóvenes infractores de la ley, establecieron como criterio de éxito la adherencia al tratamiento, riesgo de incidencia e identificación de los factores de protección[20]. Estos criterios asumen que la terapia será eficiente siempre y cuando el paciente identificado después del tratamiento se ajuste a ellos. Otra manera de validad la TF ha sido compararla con el tratamiento individual, por ejemplo, un equipo de investigadores revisó la efectividad en un grupo de pacientes adictos a sustancias ilícitas, los resultados mostraron que ambas formas de abordaje otorgaban similares resultados[21].

La tendencia actual, impone utilizar varios criterios y no solamente aquellos establecidos por los manuales estadísticos[22]. En ese sentido, en un trabajo más reciente (Darwiche, y Roten), no solamente se evalúo la efectividad sino la calidad del tratamiento, por lo que se consideraron tres niveles de análisis[23]:

I: Informes de tratamientos basados en la evidencia: hace referencia únicamente a aquellos informes con evidencia empírica, este nivel no especifica el modelo terapéutico utilizado y se centra en una sola medida en lugar de múltiples conduciendo a varios sesgos de análisis.
II: Informes basados en la evidencia de tratamientos con antecedentes de resultados que prometen efectividad: los límites de este tipo de informes consisten en la poca cantidad de estudios y problemas metodológicos, usualmente referidos a evaluaciones rigurosas de un solo estudio o varios estudios con pobre rigurosidad.
III: Tratamientos basados en la evidencia: hacen referencia a tratamientos bien desarrollados, son sustentados con investigaciones de alta calidad, mostrando que los resultados obtenidos por el modelo terapéutico puede ser replicado en distintos entornos. Entre las ventajas de este tipo de pesquisas está la presencia de un protocolo de intervención, la posibilidad de medida de la integridad del tratamiento, detalles sobre los problemas de los pacientes y el contexto de prestación de servicios, además de la validez de los resultados clínicos. Este nivel posee tres categorías de análisis:
a) la fuerza de la evidencia: informes que obtuvieron resultados satisfactorios del grupo que recibió TF en comparación a la ausencia de tratamiento y a otro que recibió un tratamiento alternativo.
b) procedimientos de cambio: tratamientos que muestran una vinculación entre la teoría del cambio del modelo y los resultados obtenidos.
c) eficacia contextual: tratamientos que poseen el potencial de ser generalizables debido a que ofrecen resultados positivos en diferentes grupos con diferentes problemas clínicos en varios contextos de prestación de servicios.

La guía de validación de la efectividad de Sexton y Turner ha demostrado ser un excelente recurso de criterios para considerar la evaluación de las terapias, puesto que no solamente se centra en los aspectos señalados por los manuales estadísticos.

El tratamiento psicológico de los problemas infantiles y de los adolescentes, entraña niveles de dificultad distintos a los referidos al manejo de adultos. De ahí la emergencia de identificar los modelos terapéuticos más eficientes. La TF suele ser indicada a menudo como un recurso de intervención en este tipo de casos. Sydow y sus colaboradores[24] llevaron a cabo un meta análisis sobre informes acerca de la validación de la TF sistémica aplicada a niños y adolescentes con problemas.  Se consideraron sólo los reportes que utilizaron una distribución aleatoria de los grupos en tratamiento comparados con grupos control, evaluando tratamientos sistémicos de diversas formas: familia, individual, grupal y terapia de grupo multifamiliar con pacientes niños y adolescentes, comprendidos entre 0 a 17 años, diagnosticados con algún trastorno mental según criterios del DSM o el CIE y conceptos clínicos válidos hasta finales del 2011. Se consideraron 47 artículos provenientes de Estados Unidos, Europa y China. Los trastornos identificados fueron: trastornos por déficit atencional, trastornos de conducta y trastornos por uso de substancias. Los resultados se estimaron estables durante el seguimiento de 14 años.

Los resultados han mostrado un alto nivel de efectividad de la Terapia Sistémica en el tratamiento de los trastornos infantiles y juveniles atendidos, independientemente a la forma utilizada. No se encontraron contraindicaciones o efectos adversos cuando se aplicó la TF. La adhesión al tratamiento y la evitación de recaídas es superior a otro tipo de aproximaciones terapéuticas. Se ha observado un alto grado de efectividad en el tratamiento de la delincuencia juvenil, 42 de 47 estudios coincidieron en la efectividad de la TF em comparación a grupos de control tratados con intervenciones psicosociales, terapia individual, terapia de grupo e intervenciones psicoeducativas. La Terapia Sistémica resulta eficiente en múltiples contextos y diversos trastornos: síntomas primarios y secundarios, conflictos familiares, problemas con el sistema judicial y rendimiento escolar. Se encontró que los efectos de la Terapia Sistémica no solamente se mantienen después de 6 a 12 meses de realizado el tratamiento, sino que existen informes que señalan la mantención del cambio hasta después de 23 años. Es una terapia que resulta más efectiva con pacientes de Estados Unidos que con los europeos. Las recaídas y la desobediencia al tratamiento son más frecuentes en pacientes pertenecientes a grupos minoritarios. La Terapia Sistémica resulta efectiva tanto en varones como en mujeres. Finalmente al ser una terapia breve resulta en menores costos para los pacientes.

La TFS
 ha sido ampliamente utilizada para resolver problemas infantiles. Uno de los meta análisis más citados es el realizado por Carr el 2009[25]. Hace referencia a la validación de la efectividad de la TF aplicada a los siguientes ámbitos de los trastornos infantiles: trastornos del sueño, trastornos de la conducta alimentaria,  y problemas del apego. A ellos se suman los problemas de abuso y negligencia: abuso psicológico y negligencia y abuso sexual. Finalmente se consideraron los problemas de conducta y los trastornos de la atención. Se añadieron los problemas de adolescentes: adicciones a sustancias y trastornos de alimentación.

Los resultados más interesantes son los siguientes:

a) En relación  a los trastornos del sueño: las terapias más efectivas son las fundamentadas en el modelo cognitivo comportamental. La TFS combinada con terapia farmacológica tiene éxito a largo plazo.

b) En cuanto a los trastornos de la conducta alimentaria: incluyen el rechazo de alimentos, las dificultades de autoalimentación, los problemas de deglución y los vómitos frecuentes, la efectividad recae en programas comportamentales.

c) Trastornos del apego: la TFS es efectiva en modificar el apego inseguro, centrándose en las conductas de protección de las madres.

d) En los problemas asociados al abuso y negligencia la TFS es significativamente efectiva.

e) Cuando se presenta abuso sexual, la terapia cognitiva comportamental es eficaz en la reducción de los síntomas de estrés pos traumático.

f) Los problemas de conducta y déficits de atención son resueltos con programas comportamentales dirigidos a los padres.

g) En las adicciones a sustancias, la TFS ha demostrado ser más eficiente que otras formas de intervención.

h) En los trastornos de ansiedad se consideran los siguientes problemas: ansiedad por separación, fobias, trastorno de ansiedad generalizada, trastorno obsesivo compulsivo y trastorno por estrés pos traumático. La TFS resulta ser menos efectiva que el tratamiento individual asentado en el modelo cognitivo comportamental.

i) Cuando se suscita deserción escolar, la TFS ha demostrado ser más efectiva que otras terapias, sobre todo si se combina con entrenamiento en relajación, afrontamiento y desarrollo de habilidades sociales.

j) La TFS ha demostrado ser efectiva en el tratamiento con niños con trastorno obsesivo compulsivo, principalmente la terapia familiar con técnicas de exposición y aquella que recurre a técnicas de prevención de los síntomas.

k) El manejo de la depresión mayor no es un área de efectividad de la TFS, lo es la TCC. Sin embargo la terapia de grupo y el apoyo a la familia resultan ser recursos efectivos cuando se utiliza el enfoque sistémico.

l) La TFS ha demostrado su efectividad en el tratamiento del duelo.

ll) La terapia farmacológica es la más efectiva en el tratamiento del trastorno maníaco depresivo, la TFS ha demostrado ser efectiva en la psicoeducación de la familia.

m) Seis estudios de meta análisis demuestran la efectividad de la TFS en el manejo del intento suicida en adolescentes.
n) La TFS ha demostrado efectividad en el tratamiento de los trastornos de alimentación. Más aún cuando combinada con terapia de grupo y TCC

ñ) Las técnicas de entrenamiento en el reconocimiento de la alarma para la micción y la defecación asociadas a la TCC han resultado efectivas para el tratamiento de la enuresis y la encopresis.

o) El tratamiento del asma infantil resulta más efectivo si se acompaña de TFS

p) El manejo del tratamiento de la diabetes se fortalece generando mejor adhesión al tratamiento y disciplina en los hábitos cuando se trabaja con TFS.

Para concluir, vale la pena hacer referencia a la efectividad de la Terapia Narrativa (TN), lamentablemente existe escases de informes al respecto, quizás porque priman los reportes cualitativos, muchos de ellos asentados en la investigación etnográfica[26] y en reportes de estudios de casos en los cuales prima el testimonio de los pacientes[27]. Acontece también que la TN pertenece a la epistemología constructivista y por ende rechaza cualquier atisbo de positivismo por lo tanto rechaza las evaluaciones de efectividad basadas en criterios cuantitativos[28].

Las personas que buscan ayuda psicoterapéutica confían en el trabajo de los terapeutas. Sin embargo, en Bolivia no existen estudios sobre la efectividad de los tratamientos psicológicos. Aún la psicoterapia en nuestro país adolece de evidencias que permitan ofrecer sistemas terapéuticos confiables. La revisión de las investigaciones acerca de la efectividad de la TFS en otras latitudes muestra la importancia de revisar los modelos que la sustentan para ofrecer servicios idóneos. Debemos impulsar el desarrollo de investigaciones sobre nuestro quehacer terapéutico en este contexto, definir con precisión las técnicas y protocolos utilizados por los terapeutas de cualquier línea epistemológica para construir modelos terapéuticos que puedan responder a las necesidades de nuestros pacientes.





[1] Para los conceptos de este ensayo, recurriré principalmente al trabajo de Ballesteros (2015)[1] quien analiza la efectividad de los tratamientos psicológicos en su tesis doctoral.
[2] Marks, I.M. y O´Sullivan, G. (1992). Psicofármacos y tratamientos psicológicos en la agorafobia/pánico
y en el trastorno obsesivo-compulsivo. En: Echeburúa, E. (Ed.), Avances en el tratamientos
psicológico de los trastornos de ansiedad (pp. 97-114). Madrid: Pirámide.
[3] Barlow, D.H. (1996). Health care police, psychotherapy research, and the future of psychotherapy. American Psychologist, 51, 1050-1058.
[4] Se puede revisar: Lunsky, L. L. (1966). Science and Psychoanalysis. Archives of Internal Medicine, 117(5), 733-733; Erwin, E. (2015). Psychoanalysis and philosophy of science: basic evidence. In Philosophy, Science, and Psychoanalysis. A critical meeting (pp. 37-58); Fusella, P. (2014). Hermeneutics versus science in psychoanalysis: A resolution to the controversy over the scientific status of psychoanalysis. The Psychoanalytic Review, 101(6), 871-894; García, J. E. (2003). La psicología científica y los cuestionamientos al psicoanálisis. Neo-Skepsis, Nº, 6.
[5] A partir de los datos de: Bados López, A., García Grau, E., & Fusté Escolano, A. (2002). Eficacia y utilidad clínica de la terapia psicológica. International Journal of Clinical and Health Psychology, 2(3). Páginas: 39-40
[6] Los resultados que atañen a la terapia sistémica están escritos con letras cursivas.
[7] Pinquart, M., Oslejsek, B., & Teubert, D. (2016). Efficacy of systemic therapy on adults with mental disorders: A meta-analysis. Psychotherapy Research, 26(2), 241-257.
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[16] Por ejemplo: Pfammatter, M., Junghan, U. M., & Brenner, H. D. (2006). Efficacy of psychological therapy in schizophrenia: conclusions from meta-analyses. Schizophrenia bulletin, 32(suppl_1), S64-S80; Pharoah, F., Mari, J. J., Rathbone, J., & Wong, W. (2010). Family intervention for schizophrenia. The Cochrane Library; McFarlane, W. R., Dixon, L., Lukens, E., & Lucksted, A. (2003). Family psychoeducation and schizophrenia: a review of the literature. Journal of marital and family therapy, 29(2), 223-245.
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[21]Szapocznik, J., Kurtines, W. M., Foote, F. H., Perez-Vidal, A., & Hervis, O. (1983). Conjoint versus one-person family therapy: Some evidence for the effectiveness of conducting family therapy through one person. Journal of Consulting and Clinical Psychology, 51(6), 889.
[22] Vale la pena revisar la crítica de la TF con el DSM V: Lebow, J. L. (2013). DSM‐V and Family Therapy. Family process, 52(2), 155-160.
[23] Darwiche, J., & Roten, Y. (2015). Couple and family treatments: Study quality and level of evidence. Family Process, 54(1), 138-159.
[24] Sydow, K., Retzlaff, R., Beher, S., Haun, M. W., & Schweitzer, J. (2013). The efficacy of systemic therapy for childhood and adolescent externalizing disorders: A systematic review of 47 RCT. Family Process, 52(4), 576-618.
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[28] Por ejemplo: COULEHAN, R., FRIEDLANDER, M. L., & HEATHERINGTON, L. (1998). Transforming narratives: A change event in constructivist family therapy. Family Process, 37(1), 17-33.