El divorcio difícil
Por: Dr. Bismarck Pinto Tapia,
Ph.D.
Cuando
odiamos a alguien,
odiamos
en su imagen algo
que
está dentro de nosotros.
Hermann Hesse.
El divorcio es un complejo proceso de
duelo, de por sí es de difícil resolución al tratarse de una experiencia ligada
a la pérdida ambigua, esto es, no existe una muerte eminente pero los
sentimientos son comparables a lo que ocurre ante la pérdida real de alguien
muy querido.
Se produce un enmarañamiento de
emociones, porque un componente del sistema familiar se va, quien queda sufre,
quien se va también; ambos pierden muchas cosas. Al mismo tiempo los hijos
indefectiblemente experimentan sensaciones de abandono, rabia y añoranza,
desconcierto y angustia, independientemente a su edad, sufren. El impacto de la
ruptura alcanza a las familias de origen, los abuelos son testigos impotentes
de lo que acontece con sus hijos y nietos. También se afectan los vínculos de
amistad y las instituciones laborales. En síntesis: cualquier divorcio es
complicado.
El divorcio es una experiencia
psicológica devastadora para los cónyuges, está asociada al estrés, depresión,
consumo de drogas y alcohol, además se vincula con la disminución de defensas
orgánicas por lo que precipita enfermedades[1].
Es la principal causa de depresión infantil y disminución del rendimiento
escolar[2].
Scott y su equipo de investigadores
(2013) en una muestra de 52 personas, recolectadas de una población de 306
parejas divorciadas, establecen las razones con las que explican su decisión de
terminar el vínculo matrimonial: la falta de compromiso 75%; infidelidad 59,6%;
demasiado conflicto y 57,7%; casarse demasiado jóvenes 45,1%; los problemas
financieros 36,7%, el abuso de sustancias 34,6%; la violencia doméstica 23,5; los
problemas de salud 18,2; la falta de apoyo de la familia 17,3; Las diferencias
religiosas 13,3; poca o ninguna educación prematrimonial, 12%.
La investigación señalada coincide con
otros estudios similares (v.g. Wolcot, y cols (1999)[3];
Hawkins, y cols. (2012)[4].
Existe coincidencia en mencionar que el factor psicológico común es la carencia
de habilidades en el manejo de los conflictos maritales (Kessler, 1978[5];Stevenson,
y cols., 2007[6];
Gottman, 2014)[7].
Dichas habilidades pueden resumirse en las tres más importantes: negociación,
comunicación y afrontamiento de problemas (Blanchard y cols. ,2009)[8] .
Cuando nos casamos, es difícil
diferenciar los problemas del amor de los problemas de la convivencia. Muchos,
pretenden resolver las dificultades del matrimonio con amor, fracasando
plenamente. El matrimonio obliga a negociar la sobrevivencia, el amor es un
instrumento equivocado, se parece a tratar de clavar un clavo con un globo
multicolor. Peor aún los cónyuges tienen la inverosímil capacidad de
transformar los conflictos de la convivencia en crisis amorosas. “No logramos
comprar una casa porque no nos amamos”; ¡no logran comprarla porque no tienen
los recursos económicos suficientes! Por más amor, éste no deriva en el
incremento de la cuenta bancaria.
Para vivir en pareja se necesita
racionalidad sobre todo, y para divorciarse también. Pero rara vez es posible,
porque la mayoría de las parejas que se divorcian, lo hacen por no haber sido
racionales en su matrimonio. Por lo tanto, lo serán menos para divorciarse.
Cualquier divorcio está teñido de odio y
desesperanza. La tristeza, el miedo y la rabia gobiernan el sistema cognitivo
de ambos contendientes. Son emociones asociadas a los recuerdos y a las
expectativas. El odio puede apoderarse largo tiempo de la persona, luego la
nostalgia y permanentemente el miedo. La incertidumbre hacia el futuro es
ineludible, el temor a estar tomando la decisión equivocada es grande.
Una noticia indica que el 50% de las
personas divorciadas se arrepienten de la decisión tomada, los motivos: echan de menos a la ex pareja, se
sienten fracasados, se dieron cuenta que habían sido irracionales, se sienten
solos, sienten celos[9].
El divorcio es pensado como una solución y se convierte en un problema. Las
personas suelen definir al divorcio como un trámite burocrático, todo terminará
cuando salga la sentencia. No es así, es un proceso largo, complejo y doloroso.
Puede decirse que se trata de un duelo cotidiano, cada día se vivifica la
pérdida (Graham, 2013)[10].
Así como se presenta el duelo complicado[11],
también se produce el divorcio difícil[12].
De manera general hace referencia al divorcio donde la pareja no protege a sus hijos
del sufrimiento provocado por el conflicto conyugal y la generación de la
desorganización de la vida familiar. La pareja no sabe diferenciar su rol de
padres del rol de pareja.
Otros investigadores prefieren denominarlo divorcio con alto grado de conflicto[13].
Además de referirse a los desacuerdos durante el proceso legal (pensiones,
división de bienes, tenencia de los hijos) hace alusión a los conflictos
relacionales (afrontamiento de la situación, discusiones para llegar a
acuerdos, violencia verbal, física o
coerciones de cualquier índole. Finalmente considera las actitudes hacia los
procesos emocionales involucrados y la manera cómo se expresan.
En el divorcio con alto grado de conflicto los
problemas no se resuelven, los litigantes boicotean las propuestas planteadas,
tampoco se resuelve el duelo, se mantienen los sentimientos hostiles
incapacitando la posibilidad del perdón. Todo ello conlleva al olvido de los
roles parentales, ocasionando el abandono de los hijos.
En el divorcio difícil se identifican parejas
colusionadas y triangulaciones. La colusión se produce en parejas con
conflictos afectivos infantiles no resueltos. Estos conflictos activan procesos
emocionales en los vínculos amorosos. Como consecuencia ambos componentes de la
pareja esperan la solución de sus carencias en la relación conyugal. Por
ejemplo, él espera protección y ella reconocimiento. Como estas demandas no
tienen un parámetro real (no recibieron en su familia lo que reclaman), sus expectativas
son idealizadas y por ende imposibles de realizar.
Ambos piden cosas desconocidas, pero al mismo
tiempo tienen la certeza de encontrarlas para ser felices. Ambos provienen de
estilos de apego inseguros. Carentes de amor legítimo en sus familias de origen
se lanzan en pos de llenar sus vacíos personales. Como consecuencia, no son
capaces de estar juntos ni separados. Ante la ausencia se deprimen y ante la
presencia se enfurecen.
Durante los juegos relacionales de la colusión, el
divorcio se presenta como una opción ideal. La ruptura del vínculo es achacada
a la incapacidad del otro de ofrecer el amor prometido. ¡Ambos están en lo
mismo! Incapaces de reconocer sus errores, se apropian del otro, obviando sus
propias proyecciones, piensan y sienten por su pareja. Es imposible el divorcio
emocional, llevan dentro de sí al otro idealizado.
La pugna de la colusión es el agujero negro de las
relaciones de pareja, todo aquello que se acerca es atrapado por el lazo
patológico. Como efecto, los hijos son convocados a ser parte de la lucha. Así,
se atrapa hijos para atacar al cónyuge o para buscar protección en ellos. Al
primer caso se denomina coalición, al segundo, alianza. Ya sea coalicionados o
aliados, los hijos enfrentan conflictos ajenos a sí mismos. Reemplazan sus
sentimientos por los sentimientos de los padres. Están los hijos parentalizados, aquellos abuelos de sí
mismos, fungen de madre o padre de sus padres, abandonan sus necesidades de
protección y legitimación.
En la triangulación se estabiliza el enlace conyugal.
Los padres pierden el sentido de haber involucrado a los hijos en su juego
cuando éstos manifiestan síntomas psicopatológicos (adicciones, trastornos de
alimentación, fobias, etc.). A mayor intensidad de las crisis de pareja, más
graves son los síntomas de los hijos. Los aliados y coalicionados requieren “deslumbrar”
al matrimonio de sus padres para evitar la pugna conyugal. Cuando lo logran la
pareja apacigua su lucha para atender los problemas del hijo o hijos. Entonces
se produce un fenómeno interesante: a mayor conflicto conyugal, mayor
intensidad del síntoma. Otro fenómeno es: ante la desaparición del síntoma, es
posible la disgregación del matrimonio.
Cualquiera sea la consecuencia, el hijo, o los
hijos están atrapados en el juego. Su salida promueve aquello que se trata de
evitar: la vinculación de los padres con sus vacíos afectivos. En
circunstancias dramáticas, puede sobrevenir el suicidio, como manera
desesperada de no salir jamás del triángulo. Emerge la paradoja: el suicida
está más presente con su ausencia.
La resolución del divorcio difícil requiere de
psicoterapia familiar[14]
para ayudar en el proceso de recomposición de los lazos afectivos entre padres
e hijos. Promover el apoyo emocional entre hermanos y buscar el apoyo de las
familias de origen. También puede ser pertinente la terapia individual de cada
cónyuge ante el sufrimiento ocasionado por los complejos procesos de la ruptura[15].
[1] Scott, S. B., Rhoades, G. K.,
Stanley, S. M., Allen, E. S., & Markman, H. J. (2013). Reasons for divorce
and recollections of premarital intervention: Implications for improving
relationship education. Couple and Family
Psychology: Research and Practice, 2(2), 131.
[2] Frisco, M. L., Muller, C., &
Frank, K. (2007). Parents’ union dissolution and adolescents’ school performance:
Comparing methodological approaches. Journal
of Marriage and Family, 69, 721–741.
[3] Wolcott, I., Hughes, J., &
Ilene, W. (1999). Towards understanding the reasons for divorce.
[4] Hawkins, A. J., Willoughby, B. J.,
& Doherty, W. J. (2012). Reasons for divorce and openness to marital
reconciliation. Journal of Divorce &
Remarriage, 53(6), 453-463.
[5] Kessler, S. (1978). Building skills
in divorce adjustment groups. Journal of
Divorce, 2(2), 209-216.
[6] Stevenson, B., & Wolfers, J.
(2007). Marriage and divorce: Changes and their driving forces (No. w12944). National Bureau of Economic Research.
[7] Gottman, J. M. (2014). What
predicts divorce?: The relationship between marital processes and marital
outcomes. Psychology Press.
[8] Blanchard, V. L., Hawkins, A. J.,
Baldwin, S. A., & Fawcett, E. B. (2009). Investigating the effects of
marriage and relationship education on couples' communication skills: a
meta-analytic study. Journal of Family
Psychology, 23(2), 203.
[9] Disponible en:
http://www.emol.com/noticias/Tendencias/2014/08/29/740738/El-50-de-los-divorciados-se-arrepiente-y-lamenta.html
[10] Graham, A. (2013). Perspectives on
everyday grief: seperation and divorce.
[11] Barreto,
P., de la Torre, O., & Pérez-Marín, M. (2012). Detección de duelo
complicado. Psicooncología, 9(2/3),
355.
[12] Isaacs, M. B., Montalvo, B., &
Abelsohn, D. (1988). Divorcio
difícil: terapia para los hijos y la familia. Amorrortu.
[13] Johnston, J. R. (1994).
High-conflict divorce. The future of children, 165-182.
[14]
Por ejemplo: Everett, C., & Lee, R. E. (2014). When marriages fail:
Systemic family therapy interventions and issues. Routledge.
[15]
Por ejemplo: Figley, C. (2014). Divorce
Therapy. Routledge.
No hay comentarios:
Publicar un comentario