sábado, 4 de abril de 2009

CELOS Y AMOR

¿Hay celos?, luego hay amor
¿Hay amor? Luego habrá celos.
Sor Juana Inés de la Cruz


Nada más alejados de la verdad que los versos de Sor Juanita. Los celos no tienen nada que ver con el amor.

Amar es alegrarnos con la felicidad del otro porque el otro tiene algo que nosotros no; envidiar es alegrarnos con la infelicidad del otro porque deseamos lo que el otro tiene y nosotros no. Por eso la envidia es antónima del amor. El amor tiene que ver con la generosidad y la humildad, la envidia con el egoísmo y el poder.

Los celos es no querer compartir lo que nosotros tenemos. Celar es poseer, tener y controlar para no perder lo que con tanto esfuerzo hemos conseguido.

Mala idea la de usar la palabra “celo” para definir al egoísmo. Etimológicamente la palabra “celo” proviene del latín zēlus, ardor, celo, y este del griego ζῆλος, derivado de ζεῖν: hervir. Por eso se utiliza la palabra para definir el estado de ardor sexual de los mamíferos.

Quizás la persona que nombró a este tipo de violencia conyugal con la palabra “celo” pensó que la pasión que sentía por su pareja era un deseo erótico, cuando en realidad se trata de un impulso violento de retener al otro. Ya lo dije: celar es una manera de ejercer poder sobre una víctima, por lo tanto es violencia. Quien ama no obliga, libera.

La palabra “celos” es un eufemismo para la palabra “miedo”, porque quien cela tiene miedo de que la persona que quiere lo deje. Entonces, es mejor decir: “tengo una pareja miedosa” que decir: “tengo una pareja celosa”.

Las personas celosas pueden ser de tres tipos: el celoso infantil, el celoso envidioso y el celoso patológico.

Los celos infantiles se presentan en personas que tienen miedo a ser abandonadas. No conciben que alguien los ame porque se sienten inferiores al resto, cuando finalmente alguien accede a quererlos se preguntan: “¿cómo alguien maravilloso puede querer a alguien tan poca cosa?”. Por lo tanto estos celos son un complejo emocional cuyo eje es la baja autoestima. El celoso infantil vive en una continua paradoja: busca alguien que lo ame pero cuando lo encuentra ¡no lo puede creer! Por lo tanto está seguro que tarde o temprano lo abandonarán. Estos celos suelen tener su origen en las relaciones con los padres.

Los celos envidiosos surgen en personas que consideran que se ama únicamente a aquellas personas que tienen los atributos que ellos no tienen. En otras palabras: pídale que haga una lista de las personas que considera que podrían “robarle” a su pareja, una vez hecha la lista que reemplace “tengo miedo que alguien así te robe” por “me gustaría ser alguien así”. La persona se lleva una sorpresa: a los que teme es a los que envidia. El temor en este caso es que una vez más en su vida alguien reciba los beneficios que por justicia a él le correspondían. Son celos cuyo origen por lo general se encuentra en la rivalidad fraterna.

Por supuesto que pueden darse los celos infantiles-envidiosos, una maléfica combinación de dos miedos infantiles que promueven conductas de control.

Los celos patológicos son los peores, pueden ser retroactivos cuando se cela por el pasado de la pareja o rencorosos cuando se los usa para justificar una situación de abuso psicológico. Son más destructivos que los anteriores porque no se relacionan con el miedo, sino con la venganza que se encuentra dentro de un odio inmenso. Por lo general se odia lo que no se acepta de uno, por ejemplo: un celoso patológico puede censurar la sensualidad de su pareja porque no la tolera en sí mismo.

Los celos se manifiestan en la negación del otro, se exige que la pareja deje de ser lo que es a nombre del amor. Por ejemplo: “si me amas dejarás de vestirte de esa manera”, “si me amas dejarás de verte con tus amigos”, etc. En cambio el amor legitima, acepta al otro como es, obliga a tolerar las diferencias.

La persona celosa es violenta, reprime, obliga, golpea. Causa miedo. La persona celada entra en una continua ambivalencia, si dice la verdad será sancionada, si miente lo será también. Ante esa ambigüedad terminará paralizada, ingresando a un círculo de violencia que puede terminar con el maltrato o la muerte.

Sor Juana, usted estaba equivocada. Donde hay amor no hay celos. Los celos son una señal de la inexistencia del amor. La persona responsable de los celos es la persona celosa, la otra es una víctima.

Es un error creer que la conducta de la víctima es la que activa los celos, no es así y aunque lo fuera no se justifica la violencia. Los celosos expertos son capaces de hacer pensar que la persona celosa es la responsable de sus celos, cualquier cosa que tenga lógica puede parecer verdadera, como las personas celosas son expertas en hacer asociaciones lógicas, sus argumentos pueden ser convincentes. La víctima convencida de su culpabilidad trata de modificar su conducta, ingresando a un círculo vicioso de violencia del cual le será muy difícil salir.

Los celos en definitiva no son un problema conyugal, son un problema de la persona celosa. No son un problema de pareja porque donde hay celos no puede instalarse una relación amorosa, no existe pareja, no se construye el “nosotros”, sólo está presente el ego de la persona celosa que exige ser alimentado por la obediencia del otro.

¿Cómo tratar el problema de los celos? Primero: reconocer que es un problema emocional del portador de los celos y que es la única persona responsable de los mismos. Segundo: identificar el motivo del miedo. Tercero: reconocer que es un miedo infantil que no puede ni debe ser resuelto por la persona a quien se intenta amar. Cuarto: aprender a manejar la incertidumbre que produce el amor, evitando así tener arranques de violencia. Quinto: reconocer a la persona que se intenta amar, valorarla como es y evaluar si es alguien con quien tenemos intereses y valores comunes. Si la respuesta es no, dejar partir. Si la respuesta es sí, aprender a amarla.

La víctima debe darse cuenta que al ser celada está siendo lastimada, por lo tanto no es amada sino poseída. Nadie tiene derecho de tratarnos de esa manera, impidiendo que podamos ser lo que podemos ser. Si alguien nos ama debe aceptarnos y valorar nuestras aspiraciones para apoyarlas en vez de coartarlas. Quien cela no cuida ni protege, no está preocupado por el otro, sólo le interesa su bienestar personal. ¿Alguien así es digno de nuestro amor?

La persona celada debe reconocer que con su amor no cambiará los celos del otro, porque el cambio no es su responsabilidad. El amor es el encuentro de dos personas maduras, no de una madre o un padre con un niño/a miedoso/a. En el amor no existe manipulación de nuestras esencias, no entran en juego nuestros valores fundamentales, nadie que nos ame puede pedirnos que renunciemos a nuestra realización personal, quien nos ama nos apoya para que seamos mejores personas.

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