La lucha de poder se extenderá por toda la convivencia, sin embargo, los estilos de negociación exitosos serán utilizados cada vez que la pareja enfrente problemas. Cuando el estilo no sea eficaz, los cónyuges buscarán nuevas maneras de afrontar sus dificultades, por lo que la vida en común tenderá con más frecuencia a la estabilidad, por lo que la pareja tendrá tiempo para retomar su relación como amantes, a esta etapa la denominaré “el reencuentro”.
La función de padres también atenta contra la relación de amantes, obliga a cuidar a los hijos y confrontar diferencias de educación con la pareja. Al término de la adolescencia de los hijos, lo más probable es que la pareja tenga menos funciones parentales y disponga de más tiempo para retomar la historia amorosa.
Reencontrarse es volver a reconocerse en la vida del otro, ¿dónde nos quedamos?, terminó el paréntesis que impusieron el matrimonio y los hijos; también se aprendió a lidiar con las diferencias individuales y a negociar las desavenencias. Es tiempo de volver a mirarse a los ojos, de volverse a enamorar y de elaborar planes o quizás de comprender que no es posible continuar juntos.
El volverse a enamorar ocurre de forma diferente a como ocurrió en la juventud, ahora la pareja reconoce sus diferencias y las respeta, identifica los intereses y el sentido de realización. El amor emerge como actitudes racionales dirigidas a estimular el logro de metas de la persona amada. Es como darse cuenta del tiempo perdido en el afán utópico de hacer de dos uno solo y tratar de resarcir las renuncias personales que se hicieron para beneficiar al amor, a partir del apoyo para la realización de sueños independientes del vínculo amoroso. También surge la toma de conciencia de planes conjuntos postergados ya sea por la falta de recursos económicos o porque existían urgencias que debían ser atendidas.
La pareja se da cuenta que el tiempo ha pasado, por lo que se puede activar la nostalgia y la tristeza, como dicen los versos de Pablo Milanés:
El tiempo pasa
Nos vamos poniendo viejos
Yo el amor
No lo reflejo como ayer
En cada conversación
Cada beso cada abrazo
Se impone siempre un pedazo
De razón
Vamos viviendo
Viendo las horas
Que van pasando
Las viejas discusiones
Se van perdiendo
Entre las razones
Porque años atrás
Tomar tu mano
Robarte un beso
Sin forzar el momento
Hacía parte de una verdad
Porque el tiempo pasa
Nos vamos poniendo viejos
Yo el amor
No lo reflejo como ayer
En cada conversación
Cada beso cada abrazo
Se impone siempre un pedazo
De razón
A todo dices que sí
A nada digo que no
Para poder construir
Esta tremenda armonía
Que pone viejo los corazones
Porque el tiempo pasa
Nos vamos poniendo viejos
Yo el amor
No lo reflejo como ayer
En cada conversación
Cada beso cada abrazo
Se impone siempre un pedazo
De temor
Es tiempo para recordar y valorar lo construido. La pareja vuelve a mirar hacia la mirada del otro para volver a reconocerse, descubren que las expectativas afectivas infantiles no fueron satisfechas y que tampoco valieron la pena. Si existen nietos, la función de abuelos modifica las demandas que tuvieron como padres, puesto que también reconocen que el amor hacia los hijos entraña libertad.
Sin embargo, existen parejas que no son capaces del nuevo encuentro, ya sea porque se mantienen colusionadas o porque no supieron resolver los conflictos conyugales de por lo que aún continúan en la lucha de poder. Algunas son capaces de mantener triangulados a los hijos adultos y aún involucrar en sus juegos a los nietos.
Las familias “delegantes” utilizan a los abuelos para evadir la responsabilidad de crianza, y los abuelos asumen la función pseudoparental debido a la imposibilidad de reconocerse como pareja, perpetuando de esta manera los juegos conyugales.
Cuando la pareja es capaz de profundizar el reconocimiento mutuo: mirar al otro y mirarse a sí mismo, paulatinamente se descubren y al hacerlo dejan de mirarse para mirar hacia fuera de la relación. El amor se rebalsa, trasciende a sí mismo.
El amor que se trasciende promueve la acción conyugal dirigida hacia los demás, hacia el tercero desconocido. Por esto la “abuelidad” es un ejercicio de generosidad incondicional. El amor trascendido puede extenderse hacia los que necesitan, por lo cual la pareja empieza a forjar metas dirigidas hacia el bienestar social.
La sexualidad se devela serena y tierna, la fogosidad de la pasión incluye a la calma del amor. La fusión del deseo con el afecto amoroso promueve que la vejez no sea la enemiga encarnizada del erotismo sino su cómplice. El placer sexual está en relación con la intimidad y la comunicación antes que en la disminución de la libido. La pareja se involucra en el juego de caricias (con o sin coito) incrementando la calidad del encuentro sexual en vez de concentrarse en la intensidad y en la cantidad.
Los amantes se concentran en disfrutar de lo que construyeron: familia, espacios vitales, comodidades, etc. Continúan planeando actividades conjuntas al mismo tiempo que deben enfrentar la aparición de enfermedades y la proximidad de la muerte.
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