AMORES PELIGROSOS (INTRODUCCIÓN)
Por: Dr. Bismarck
Pinto Tapia, PhD
Eras para un imbécil que te quisiera un poco.
(¡Oh! Mis ensueños buenos, ¡oh! Mis ensueños locos)
eras para un imbécil, un cualquiera no más
que no tuviera nada de mis ensueños nada…
No eras para mis sueños, no eras para mi vida,
ni para mis quebrantos ni para mi dolor,
no eras para los llantos de mis duras heridas,
no eras para mis brazos, ni para mi canción.
Pablo Neruda
El amor es un concepto construido socialmente. Es decir, depende del
contexto social e histórico en el cual las personas nos desarrollamos. Por eso
es que su definición varía de un tiempo a otro. Para los abuelitos el amor se
sustentaba principalmente en el compromiso, para los padres en la pasión, para los jóvenes de
hoy en la intimidad[1]. Además
varía según la cultura, para las mujeres mojeñas, el amor se organiza de manera
plena, es decir, los niveles de pasión, intimidad y compromiso son casi iguales[2].
Mientras que para los aymaras, la pasión prácticamente es mínima en comparación
al compromiso[3].
Al ser social el concepto, no nos damos cuenta de nuestras expectativas
amorosas porque pasan por nuestras historias de amor.
Todo comienza en la infancia, con la manera de reaccionar ante la
pérdida. Los psicólogos le llaman attachment,
traducido al castellano como apego.
Si bien aún no queda claro si nuestra forma de procesar afectivamente la
separación es una condición genética o aprendida[4],
sí lo está el hecho de que la relación amorosa de pareja activa nuestro estilo
de apego infantil.
El apego seguro se relaciona con la capacidad de aceptar la ruptura
amorosa la cual no necesariamente se produce en la separación, aparece en el
desencanto, cuando nos percatamos al descubrir al otro distinto a nuestra expectativa.
Momento obligatorio para aceptar una especie de duelo, permitiendo al otro ser
como es sin obligarlo a ser quien queremos que sea.
Las personas con apego inseguro tendrán muchas dificultades en asumir
el desencanto, harán de todo para convertir al otro en alguien ajeno a sí mismo
para ajustarlo a la imagen de la cual se enamoraron. La consecuencia es fatídica,
el querer se impone al amar: “no te quiero si eres como eres, te querré
únicamente si te ajustas a mis expectativas”. Eso no es amor, ¡es poder! La
relación se convierte en una lucha de poderes, el sustrato es el control del
otro. Es imposible dejar partir, no a la
persona, sino a la imagen construida.
¿Cómo se construye esa imagen? A partir de los referentes amorosos de
nuestra historia. El haber sentido la protección en nuestra familia, el ser
testigos del amor de nuestros padres, los primeros “amores”, los modelos presentados
en los medios de comunicación masivos, etcétera. Si no hemos conocido el
consuelo y la protección, no sabremos reconocerlos ni buscarlos. Si no tuvimos
modelos de pareja en nuestra familia, no sabremos de qué se trata el quererse.
Lo más probable es idealizar el amor. El amor entonces se construye desde su
pertinencia romántica como un sentimiento.
Estas personas creen que las emociones componentes del amor son
suficientes para decir te amo y decir soy amada. Los problemas de la relación
siempre serán enmarcados en los déficits del sentimiento. Esos sentimientos se
fundan en lo erótico y en la ternura. Por ejemplo, en el primer caso: si él no
se interesa sexualmente en mí no me ama, o si no siento deseos sexuales por
ella, he dejado de amarla. En el segundo: ya no me necesita, entonces no me
ama, o ya no me interesa buscarlo para contarle mis cosas porque no me escucha.
Las investigaciones sobre el enamoramiento, señalan la importancia de
la protección como base de la fidelidad[5].
La ternura es la causa para la perdurabilidad del vínculo romántico en la pareja.
Sin embargo no es suficiente para la estabilidad matrimonial[6].
El amor no es solamente sentimientos de deseo y protección, es mucho
más, es la construcción relacional cimentada en el compromiso[7].
La pareja debe aprender a negociar para sobrevivir en la convivencia, también
deben pelear para ganar espacios y derechos, tolerar lo que no se puede
cambiar. Es un trabajo interminable. El contrato matrimonial debe ser una y
otra vez revisado[8].
El amor se manifiesta en la convivencia, no antes. Durante el noviazgo el amor
es pasión e intimidad, somos amantes y amigos, se trata de procesos
relacionales irracionales. El amor es racional, sin que desaparezcan los
sentimientos, éstos son dinámicos e impredecibles. Al serlos no llegan a la
corteza cerebral, se quedan en las regiones subcorticales responsables de las
necesidades fisiológicas y afectivas[9].
El amor requiere del raciocinio, el cual se procesa en la corteza;
requiere de inhibir los impulsos, funciones de las regiones prefrontales[10].
Si nuestra búsqueda de amor es infantil, entonces no amamos, queremos recibir
del otro aquello que no recibimos de niños. Nos es complicado separar la imagen
construida por nosotros del otro de quien el otro es. Por supuesto es imposible
no seguir creando esquemas cognitivos de quien amamos[11],
pero existe una gran diferencia entre la imagen idealizada y la imagen basada
en evidencias.
Amar es reconocer al otro como otro independiente de mis expectativas[12].
Amar requiere asumir nuestra soledad y permitir la libertad del otro. El otro
no es una pertenencia, es un ser humano con capacidad de tomar sus decisiones. Y
de la misma manera, si el otro me ama, me siento libre de ser quien soy, tomo
mis decisiones, puedo dejar de amarlo sin sentirme culpable. Puedo aceptar el
desamor del otro, duele, es cierto, pero si amo, dejo partir aunque me duela.
Las relaciones son peligrosas cuando el vínculo se construye sobre los
sentimientos, ciegos e inconscientes. Sabes que esa persona no merece tu amor,
pero insistes a pesar de los hechos. ¿Qué puedes construir con él o con ella?
Esa es la pregunta primordial, y no ¿me “ama”?. Es una estupidez, porque el
sentimiento no resuelve los problemas de la convivencia y tampoco dicen nada
sobre la idoneidad del otro. Los adolescentes quieren con pasión, no van a
ningún lado. Es bonito quererse, nada más. El amor no se instala en el presente,
lo hace en el futuro, ¿a dónde vamos con nuestra relación? Obliga a detenerse y
conversas sobre las expectativas, ¿queremos tener hijos?, ¿queremos apoyarnos
en nuestro desarrollo personal?, ¿tenemos la misma meta? Es muy grave descubrir
durante el matrimonio que nuestros caminos están separados. No vale la pena
casarse si no se conoce las aspiraciones del otro.
Se siente bonito salir con un delincuente, produce adrenalina y el
sexo es formidable. ¿Pero mañana cómo será? La cárcel, la morgue, son
posibilidades impensables para la princesa enamorada. La Bella y la Bestia
funcionan en el cuentito de hadas, pero no en la vida cotidiana. Un anciano con
una adolescente, se siente bonito, pero no podrán convivir, los intereses son
distintos, los valores inconciliables, pero…es bonito.
La madurez estriba en la capacidad de divisar la pertinencia de la
relación enmarcada en mi estilo de vida
y mis expectativas. De ahí las rupturas racionales: te quiero pero no podría
vivir con alguien como tú. Te digo adiós queriéndote porque no podré amarte. No
es lo usual. Generalmente descubro quién eres conviviendo contigo, me doy
cuenta de no poder ir juntos hacia el mismo lugar; tarde, más aún si tenemos
hijos. No es suficiente mi apego seguro, se hace imprescindible mi capacidad de
evaluar mis prioridades, controlar las necesidades e impulsos biológicos para
establecer mis requerimientos de convivencia.
No es tarea fácil, sin embargo, no queda otra, el amor se impone al
deseo, los valores comprometidos en nuestra relación hacen que ambos
trascendamos a la querencia: quiero…pero te hace daño. Aprendemos juntos a
sacar lo mejor del otro[13],
crecemos como personas, nuestro matrimonio es el crisol de la felicidad. Yo no
te hago feliz y viceversa, cada uno es feliz, el otro es testigo y apoyo. Tu
felicidad me hace feliz y viceversa. No te poseo, eres libre, tienes derecho a
dejar de amarme, yo también, por eso mientras vamos hacia nuestras metas nos
apoyamos, nos consolamos, nos disfrutamos.
[1]
Por ejemplo: Pinto, B. (2006) Uso de las técnicas de escalamiento para la
definición del concepto de amor en un grupo de mujeres estudiantes de
Psicología. Ajayu Órgano de Difusión
Científica del Departamento de Psicología UCBSP, 6(2), 56-83. 4 (2), 212,
227.
Cooper, V., & Pinto, B. (2008). Actitudes ante el
amor y la teoría de Sternberg. Un estudio correlacional en jóvenes
universitarios de 18 a 24 años de edad. Ajayu
Órgano de Difusión Científica del Departamento de Psicología UCBSP, 6(2),
56-83.
[2] Ribera,
T., & Pinto, B. (2007). HISTORIAS DE AMOR EN MUJERES DE ORIGEN AYMARA Y
MOJEÑO. Ajayu Órgano de Difusión
Científica del Departamento de Psicología UCBSP, 5(1), 71-83.
[3] Pinto,
B. (2008). Amor y personalidad en
universitarios Aymaras del departamento de La Paz (Doctoral dissertation,
Tesis doctoral, Universidad de Granada, La paz, Bolivia.
[4] Reite, M. (Ed.). (2012). The psychobiology of attachment and
separation. Elsevier.
Erdman,
P., & Caffery, T. (Eds.). (2013). Attachment
and family systems: Conceptual, empirical and therapeutic relatedness. Routledge.
[5] Dandurand, C., &
Lafontaine, M. F. (2013). Intimacy and couple satisfaction: The moderating role
of romantic attachment. International
Journal of Psychological Studies, 5(1), 74.
[6] Robles, T. F., Slatcher, R.
B., Trombello, J. M., & McGinn, M. M. (2014). Marital quality and health: A
meta-analytic review. Psychological
Bulletin, 140(1), 140.
[7] Rusbult, C. E., & Buunk,
B. P. (1993). Commitment processes in close relationships: An interdependence
analysis. Journal of Social
and Personal Relationships, 10(2), 175-204.
[8] Sager,
C. J. (2003). Contrato matrimonial y
terapia de pareja. Amorrortu.
[9] Por
ejemplo: Schweizer, T. A., Li, Z., Fischer, C. E., Alexander, M. P., Smith, S.
D., Graham, S. J., & Fornazarri, L. (2013). From the thalamus with love: a rare window into
the locus of emotional synesthesia. Neurology,
81(5), 509-510.
Fisher,
H., Aron, A., & Brown, L. L. (2005). Romantic love: an fMRI study of a
neural mechanism for mate choice. Journal
of Comparative Neurology, 493(1), 58-62.
[10] Aron, A. R., Robbins, T. W.,
& Poldrack, R. A. (2014). Inhibition and the right inferior frontal cortex:
one decade on. Trends in
cognitive sciences, 18(4), 177-185.
[11] Fiske, S. T., & Taylor,
S. E. (2013). Social cognition: From
brains to culture. Sage.
[12] Maturana,
H. R., & Verden-Zöller, G. (1996). Biology
of love.
[13] Rusbult, C. E., Finkel, E.
J., & Kumashiro, M. (2009). The Michelangelo phenomenon. Current Directions in Psychological Science,
18(6), 305-309.
1 comentario:
Gracias, me agradó el arvtículo, ojalá tuviéramos la paciencia de leerlo completo y hacer la respectiva reflexión. Una excelente lección.
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