CUANDO
PAPÁ SE VA…
Por: Bismarck Pinto Tapia, PhD
Lo
mejor que hizo papá por mamá y por mí
…fue
irse.
Facundo
Cabral
No todas las personas tienen la
capacidad de amar. El amor lo exige todo de uno, no se contenta con migajas, es
como los procesos informáticos: todo o nada. Por esa razón no podemos formar
pareja si aún tenemos vínculos estrechos con nuestra familia de origen, antes
de convivir con alguien o casarnos (¡no es lo mismo!) debemos desvincularnos de
nuestros lazos familiares, debemos divorciarnos de nuestra familia de origen.
No se trata solamente de la emancipación física y económica, sino de colocar a
nuestra familia en un lugar distinto al de nuestra pareja. Esta es la renuncia
más compleja que nos exige el amor, decidir por ti sobre mis padres, hermanos,
amigos, etcétera.
Si bien, la mayoría de las parejas
paceñas tienen procesos de desvinculación progresivos, a diferencia de otras
culturas, es frecuente que las parejas se casen manteniendo cierta vinculación
afectiva con su familia de origen. El proceso conlleva la demarcación de
límites por parte de los esposos en relación a ambas familias de origen. El
hijo o la hija no pueden poner dichos límites, porque son hijos; las fronteras
las establece la pareja, que no tiene nada que perder. Por eso la futilidad de las
peleas entre esposos cuando uno exige al otro que establezca los confines con
su familia de origen: ¡No puede! Es el esposo o esposa que debe plantear la
raya divisoria entre su nueva familia y la familia de su pareja.
Enfatizo este aspecto, porque es la
razón más común en mi consulta, de aquellas parejas incapaces de centralizar su
relación haciendo periférica a su familia de origen y a los amigos con quienes
sí podemos establecer reglas.
La situación es más compleja cuando
nacen los hijos, muchas veces los abuelos no comprenden que su hijo o hija es
padre o madre, interrumpiendo los procesos educativos con sus críticas o su
invasión ingenua. Hay casos en los cuales los pequeños nombran a la abuela como
mamá; si la abuela es la madre, la mamá es una hermana, por lo tanto no se la
respeta.
El amor es reconocer al otro como un ser
independiente de uno, de tal forma que se acompaña su crecimiento, ayudándole a
sacar lo mejor de sí mismo. Amar no es cambiar al otro, ese es afán de padres o
terapeutas, la pareja es testigo de nuestro desarrollo, silenciosamente se
inserta en nuestra historia para acompañarnos en ella.
Algunas personas incapaces de amar,
asumen la responsabilidad por la crianza de su pareja, en una vinculación
paterna o materna-filial. Consideran que el amor es un sentimiento de
protección, cuya función es hacer del otro aquello esperado, en lugar de dejar
ser se plantea un amor del deber ser. ¡Listo! El amor deja su lugar al poder,
la relación amorosa se transforma en relación de control y como el otro no
responde a mis expectativas, mejor me voy a buscar alguien que acepte ser como
yo deseo que sea.
Triste juego conyugal cuando hay hijos,
éstos se sienten abandonados porque papá y mamá juegan al “pesca-pesca”, como
es un juego infinito, los hijos se entrometen o son convocados para ser parte
del juego, esta patética articulación forma un triángulo del cual los pequeños
no pueden salir, gestándose un sufrimiento silencioso protegido por problemas
psicológicos tempranos (enuresis, encopresis, violencia en la escuela,
depresión infantil, etcétera).
Si bien la infidelidad suele ser el
motivo al que aducen las parejas cuando rompen su matrimonio, no es la causa
sino el efecto de la crisis emocional de la persona infiel, quien pretende
resolver sus conflictos afectivos con un lazo romántico y/o sexual
extramatrimonial.
¿Qué pasa con la familia cuando papá se
va? La rabia y el dolor hacen presa de la esposa, dependiendo de la historia
una será más dominante. La ruptura conlleva una pérdida ambigua, se establece
como un duelo complicado, más aún si el divorcio subyace a una relación de
pareja patológica, como aquellas donde es imposible estar juntos como
separados: se reconcilian y vuelven a separarse una y otra vez. La presencia de
violencia compromete aún más los sentimientos encontrados, a la rabia y al
dolor se suman la vergüenza y el miedo.
Sea como fuere, cuando el esposo se va,
la esposa sufre el impacto emocional de la pérdida conllevando cambios en su
estado de ánimo. La sensación de soledad puede ser insoportable, por lo cual
exclama ante los hijos: “su padre nos abandonó”. Esta expresión es fatal para
el desarrollo emocional de los niños. Los hijos necesitan ser protegidos por
adultos fuertes, si la madre dice haber sido abandonada, ofrece a los pequeños
la imagen de indefensión, por lo tanto no es alguien en quien puedan apoyarse,
sino ¡alguien a quien deben proteger!
Fácilmente la reestructuración de la
familia cae en la disfuncionalidad de hijos cuidando a la madre. Los niños en
esta situación abandonan su infancia y los jovencitos su adolescencia. Momento
crucial en el planteamiento del concepto de amor. Se trata de personas con el
concepto del amor asociado a la protección.
Al mismo tiempo se produce el mito de la
inexorable necesidad del padre, expresado en frases iniciadas con: “…si hubiera
tenido padre…”. Es un mito porque lo explica todo, sin percatarnos lo bueno de
la partida de alguien inmaduro, inestable e inmoral. Su presencia podría haber
sido peor, porque alguien irresponsable no puede constituirse en un buen
ejemplo y tampoco en un referente de protección.
Quien se fue, tiene el derecho de irse
porque no nos pertenece, su partida se explica por una de estas dos razones:
dejó de amarnos o tiene algo o alguien a quien ama más. No queda sino la
resignación, porque nadie es dueño de la vida de nadie.
Si bien es fácil escribirlo, es muy
difícil comprenderlo. Nuestra pareja es al mismo tiempo padre de nuestros
hijos, una y otra cosa está separada. Puede ser buen padre a pesar de haber
sido pésimo esposo. Nuestros hijos tienen derecho de querer o de odiar a su
padre. Tarea dificilísima la de ayudarles a separar los roles si nosotros
mismos no podemos hacerlo. De cualquier manera la clave es hacer lo posible por
evitar contaminar a los hijos de nuestros sentimientos de esperanza o de odio.
No se trata solamente de no hablar mal de papá, se trata de autentificar
nuestros sentimientos ante la persona que se fue, ya sea anhelo, frustración,
amor desesperado u odio inconmensurable, respetando los sentimientos de
nuestros hijos. Dicho de otra manera, los pequeños deben entender mi dolor y
atender su propio proceso de duelo ante la partida de papá.
La tristeza de los hijos (sean niños o
adolescentes) se relaciona con la partida de papá por un lado, pero sobre todo
con la depresión de mamá. Las emociones se concentran en la angustia,
resultante de la impotencia. Se reprime el dolor para no cargar a la madre con
más tristeza, se esconde la rabia hacia el padre para no empeorar las cosas. Es
una crisis en la soledad de la víctima inocente.
Ante esta circunstancia, es
indispensable la integración fraterna, nadie mejor que los hermanos para
acompañarnos en este proceso, pues se encuentran en similar situación, siempre
y cuando no hayan sido triangulados, es decir convocados a favorecer a uno de
los progenitores en contra del otro.
También juegan un papel indispensable
los abuelitos y otros miembros de la familia extendida, quienes ante la soledad
y desazón pueden establecerse como referentes de protección mientras dura el
duelo de la madre.
A veces, la madre bien intencionada,
anuncia su propia muerte: ¡Seré madre y padre! Al tratar de reemplazar al
ausente, se abandona a sí misma. No podemos desdoblarnos. La madre debe ser
madre nada más, no está el padre, se fue de la casa, pero puede si es capaz de
seguir cumpliendo su función a pesar de ya no ser parte de la familia.
El proceso de duelo en la madre será
prolongado, más aún si no tiene apoyo social, más aún si fue víctima de un
marido machista, cayendo en la anulación de sí misma, en aquello que Marcela
Lagarde llamó “micro suicidio”, porque la mujer mata su vida personal para
vivir la vida de los demás. En esas circunstancias la mujer queda ante un
tremendo vacío interior y exterior, convertida en una especie de zombi no
encuentra consuelo, ni justicia, por lo que se asfixia junto con sus hijos.
Las cosas serían más fáciles si se asume
que papá se fue porque dejó de amar a mamá. La ruptura es responsabilidad de la
pareja, no de los hijos, quienes pueden sentirse culpables si no se les aclara
lo acontecido. Recuerdo un pequeño de ocho años, consideraba la partida de papá
consecuencia de sus problemas escolares, su madre empeoraba las cosas porque
todos los días le exigía mejor rendimiento. Una adolescente con dos intentos
serios de suicidio porque asociaba el alejamiento de su padre a su condición de
mujer. Si los padres no informan a los hijos sobre los motivos de la ruptura,
éstos crean sus propias explicaciones fundamentadas en fantasías más macabras
que la verdad.
Papá se fue…y tenía derecho de irse. Así
nomás es. Nadie puede detenerlo porque no valora lo que está dejando, él
también sufrirá mucho, pero ahora no lo sabe porque está en la euforia del
cambio; tarde o temprano lo lamentará, porque el divorcio no solamente lo aleja
de su mujer, sino también de sus hijos. La familia ha muerto, aunque ahora
tendrán mamá y papá la tarea de construir nuevas familias: mamá con sus hijos y
papá con sus hijos. No hay una sola casa, hay dos. Los hijos deberán adaptarse
a los cambios y asumir la existencia de dos nuevas familias, tarea difícil,
peor aún si papá o mamá se apresuran a establecer un nuevo vínculo amoroso.
El impacto en la vida de los hijos
dependerá de cómo los padres asumieron el proceso de pérdida de los hijos y el
suyo propio. El desamparo puede producir un vacío afectivo imposible de ser
llenado por lo cual serán incapaces de amar, porque el amor es dar lo que
llevamos en el corazón, pero si este está hueco, buscaremos incansable llenarlo
con el falso amor de la protección. Sin embargo, si a pesar de todo, uno o
mejor ambos padres son capaces de seguir protegiendo, cuidando y valorando a
sus hijos, éstos procesarán más rápido y mejor la ruptura de sus padres porque
tendrán la seguridad que ofrece el amor, y cuando crezcan serán capaces de
rebalsar el amor recibido de su madre y/o de su padre, quien a pesar de las
grietas producidas por el desamor fueron capaces de comprender que sus hijos no
tienen nada que ver con su error, por lo que los amaron a pesar del odio y del
dolor.
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