martes, 6 de diciembre de 2016

Psicoterapia de la confianza en la relación de pareja



PSICOTERAPIA DE  LA CONFIANZA EN LA RELACIÓN DE PAREJA

Dr. Bismarck Pinto Tapia, Ph.D.

La palabra confianza tiene su origen en el latín confidare, quiere decir conceder la fe, creer en alguien. Es la base de la intimidad en el amor, define la tendencia a escuchar y preocuparnos por el otro además de entregarnos incondicionalmente. La confianza sustenta los aspectos empáticos de la vinculación amorosa. Las personas que se aman, son personas que confían. Es posible definir a la confianza como el recurso que permite el intercambio recíproco, promueve el sacar lo mejor del otro y es señal inequívoca de la funcionalidad conyugal.
La infidelidad es el motivo más común para el deterioro o la ruptura de la confianza, en muchos casos deviene en la separación de la pareja. Cuando la relación continúa a pesar de la infidelidad, es muy difícil la reparación de la confianza. Entre el 22 al 25% de los varones casados y del 11% al 15% de las mujeres han sido en algún momento de su vida matrimonial infieles (Lauman, Gagnon, Michael, y Michaels, 1994), prevalencia coincidente con algunos estudios latinoamericanos (v.g. Giménez, Ballester, Gil, y Edo, 2010). Aunque la prevalencia varía de acuerdo a las culturas, en Tailandia se identifica el 54% de matrimonios con experiencia de infidelidad, en Corea del Sur 34%, Malasia 33%, mientras, en Colombia uno de cada dos personas casadas menciona haber sido infiel (Uriarte, 2016). En un estudio realizado en once países latinoamericanos, encuestando a trece mil personas, se encontró a seis de cada diez personas casadas infieles alguna vez, siendo Colombia el país con más tasa con 60% (Uriarte, ob.cit.).
Los celos se instalan como un conflicto personal ante la real o imaginaria amenaza de infidelidad (Pinto, 2012), por ello también son gestores de la desconfianza en el lazo amoroso. Estos sentimientos se instalan a partir de la comparación hecha entre el sí mismo y los potenciales rivales, ocasionada por el inadecuado autoconcepto.
La construcción de la amenaza estará mediada por dos factores: la representación y la cercanía. La representación hace alusión a las cualidades atribuidas al rival, a mayores cualidades más intensa la sospecha. La cercanía hace referencia al grado de intimidad y proximidad con el tercero, a mayor cercanía, mayor desconfianza (DeSteno, y Salovey, 1996). Las conductas celosas aumentarán cuando la construcción del rival sobresalga en aspectos para los cuales la persona se considera inferior (Dijkstra, y Buunk, 1998).
Los celos se relacionan con el rival temido y no con la relación, la lógica es la siguiente: si existe una persona mejor que yo, es muy probable que mi pareja me deje para estar con esa persona. A partir de ese razonamiento la gente celosa decide controlar a su consorte con el afán de evitar cualquier contacto con el temido rival, enfocándose en el control con la esperanza de evitar el abandono, en lugar de analizarse a sí mismo para encontrar las carencias del sí mismo para comprender la construcción del rival.
Los celos son un comportamiento competitivo, sin rival no existirían. Los celos son la expresión de la envidia, pues quisiéramos ser el ente amenazante para asegurarnos la posesión del “objeto” amado (Chóliz y Gomez, 2002). Los celos son paradójicos, puesto que a mayor intención de retener a la persona amada, más ésta se aleja ante las conductas violentas concomitantes a los sentimientos celosos. En la relación celosa la desconfianza se va instalando despejando al amor para dar lugar a la violencia.
La persona celosa incursiona en un afán inútil de asegurarse la fidelidad del otro. Es infructuosa su búsqueda de evidencias, porque al final de cuentas a perdido la credibilidad en su pareja, sus fracasos denotarán la eficiencia de la capacidad de engaño, y sus hallazgos serán puestos en duda, Encuentre o no encuentre evidencias los celos proliferan más y más, destrozando paulatinamente el amor.
¿Por qué no termina la relación si encontró evidencia? Porque el problema no es la relación con la pareja, sino con el rival. La lucha no es con la pareja es con la imagen del enemigo. La consigna: no le permitiré apropiarse de lo mío.
La persona celada intenta por todos los medios posibles demostrar su inocencia. Al ser acusada de infiel se ha abatido contra la imagen de sí misma, el orgullo está dañado, además, claro de los sentimientos legítimos de amor. La defensa incrementa la desconfianza, porque al explicar es posible la justificación de lo temido. Pero también el silencio otorga culpabilidad. La víctima está atrapada entre la espada y la pared, si explica peca, si calla también. El juego resulta apasionado, los sentimientos son intensos: miedo, rabia y deseo, se entremezclan, se hace muy difícil reconocer lo que está pasando en realidad: un profundo miedo de ser abandonado, de quien cela, del único responsable de los hechos, la víctima simplemente al tratar de salir de la trampa se entrampa más.
El ser necesitado es la base para la búsqueda absoluta de lealtad sexual y afectiva, sin embargo el egoísmo emergente de ello deriva en la desolación del amor. La pareja en vez de amarse ingresa en el ámbito del poder y la violencia. Uno controla, el otro huye.
Además de la infidelidad y los celos, existen tres áreas frecuentes para el deterioro de la confianza: las relaciones con la familia de origen, las amistades y el manejo del dinero.
Cuando uno o ambos miembros de la pareja no se emanciparon ni desvincularon afectivamente de sus familias de origen, es imposible el amor pleno, aún se tienen deudas pendientes. En algunos casos, el hijo o la hija esconden de su pareja su relación con la familia de origen, en los peores, mantienen económicamente a alguien de la familia. Es una especie de infidelidad, existe el engaño y las mentiras para encubrir los tratos (Sabatelli, y Bartle‐Haring, 2003).
A veces la desvinculación de los amigos y amigas suele ser difícil para la pareja de recién casados, algunos mantienen los lazos a escondidas del consorte o se generan disputas debido a la dificultad de separarse de las actividades con ellos (Noack, y Buhl, 2005).
Debido a los cambios en la relación matrimonial, se suscitan más problemas con el manejo del dinero que en las generaciones anteriores. Las mujeres han definido su rol marital de manera simétrica, lo cual puede ser insoportable para los varones (Pinto, 2015). Estas nuevas maneras de interacción marital conllevan dificultades en la administración de la economía, pudiendo derivar en secretos o desavenencias asociadas a las formas de uso del dinero de cada uno de los cónyuges (Pahl, 1980; 1985; Britt, y Huston, 2012).
Definir la confianza depende del contexto donde se la sitúe, en este caso nos interesa el marco referencial de las relaciones interpersonales (Dunning, y Fetchenhauer, 2010). De manera general es la creencia en que el otro cumplirá sus promesas, dice la verdad y cumplirá sus acuerdos (McKnight, Cummings, y Chervany, 1998). También es posible relacionarla con la predicción de premios y castigos provenientes del otro, a mayor confianza, mayor es la predictibilidad de las consecuencias de nuestra conducta en el accionar del otro (McKnight, y  Chervany, 2001). Indudablemente la confianza es un constructo multidimensional, obedece a varias categorías de análisis: disposición, estructura, percepción, intención y comportamiento.
En el nivel de la disposición, la confianza se refiere a la tendencia personal de confiar, es un rasgo de la personalidad, de tal manera que existen personas con mayor tendencia a la confianza y otras con menor (Mooradian, Renzl, y  Matzler, 2006).
En cuanto a la estructura, la confianza se instala dentro de un marco institucional, en cuanto al vínculo romántico, es posible identificar relaciones basadas en la confianza y otras en la desconfianza, el factor determinante es el estilo de apego de sus miembros. El apego seguro predispone a la constitución de espacios relacionales confiables (Simpson, 1990).
La percepción de la confianza tiene que ver con la evaluación de la congruencia entre las creencias sobre el otro y su comportamiento, implica cuatro áreas: competencia, benevolencia, integridad y predictibilidad (Lewicki, y Bunker, 1995).
El desarrollar confianza en el otro es una decisión, por ello existe la intención de crear un lazo confiable o no, la confianza es una respuesta a la vinculación con una persona o institución (Edelenbos, y Klijn, 2007). En el amor podemos asociarla con la decisión del compromiso (Rusbult, 1980; Sternberg, 1986).
La confianza se determina por la evidencia del comportamiento, las personas confiables demostrarán con sus actos la congruencia entre la creencia que tenemos de ella con sus acciones (Johnston, McCutcheon, Stuart, y Kerwood, 2004).
La confianza se relaciona con la esperanza y la lealtad. Con la esperanza porque creemos en las promesas formuladas y la lealtad porque estamos seguros que el otro hará en algún momento lo que hicimos por él (Marková, y Gillespie, 2008)). La confianza se relaciona con el riesgo, la probabilidad de ocurrencia de lo esperado (Seligman, 1992), en ese sentido es posible referirnos a la predictibilidad de la relación porque la confianza permite establecer un alto rango de probabilidad de lo que el otro hará. Esto ocurre dentro de la ecuación: mientras más te conozco más probablemente sé lo que harás.
La confianza se relaciona con el riesgo, a mayor confianza es mayor la probabilidad de libertad de quien confía. Es saberse dentro de un marco de tolerancia, reconocerse aceptado incondicionalmente (Rogers, 1959). La persona en quien confiamos nos reconoce como libres porque es improbable dañarla. La confianza otorga la posibilidad de entrega absoluta al minimizar el peligro de ruptura del lazo afectivo, la persona en quien confiamos tiene más probabilidades que los demás de aceptar nuestros defectos y errores.
La desconfianza podría considerarse como el polo opuesto de la confianza, sin embargo los estudios de la Psicología Social, han concluido que no es así. La desconfianza no es solamente la ausencia de confianza, albergamos sentimientos positivos y negativos hacia los demás, y en concreto hacia nuestra pareja, sabemos qué debemos contarle y qué no, esto sólo es posible si tenemos un referente de confiabilidad y de desconfianza (Wicks, Berman, y Jones, 1999).
Siguiendo ese razonamiento, podemos plantear que la confianza y la desconfianza son factores independientes, existen hechos que aumentan o disminuyen la confianza y por su parte aspectos que aumentan o disminuyen la desconfianza. La confianza es una variable dinámica. Eso lleva a identificar estados temporales equilibrados en las relaciones y la posibilidad de presencia de conflictos, porque coexisten actitudes de confianza y desconfianza (Yáñez, Ahumada, y Cova Solar, 2006).
Entonces podemos identificar cuatro actitudes para separar la confianza de la desconfianza, indicadas en la tabla #1. La alta confianza relacionada con la baja desconfianza definen la actitud ingenua, la persona promueve relaciones donde se entrega plenamente. La segunda actitud es la combinación de la alta confianza con la alta desconfianza, definiendo personas confiadas pero prudentes, calculan su entrega y analiza la vulnerabilidad del otro. La tercera actitud hace referencia a baja confianza y baja desconfianza, estableciendo personas calculadoras y superficiales en sus relaciones. Por último, la cuarta actitud es la combinación entre la baja confianza y la alta desconfianza, identificando personas temerosas, presuponen que lo mejor es atacar cuando se sienten amenazadas.

Tabla #1 Las cuatro actitudes de la confianza y la desconfianza ( A partir de: Lewicki, McAllister, y Bies, 1998, pág. 445)

Baja desconfianza
Falta de temor
Falta de vigilancia
Alta desconfianza
Temor
Cautela y vigilancia
Alta confianza
Esperanza e iniciativa
Actitud 1: confiado, ingenuo
Promueve la interdependencia
Actitud 2: Confiado, prudente.
Corre riesgo pero calculado.
Monitorea la vulnerabilidad
Baja confianza
Falta de esperanza
Falta de iniciativa
duda
Actitud 3: Calculador, superficial.
Cortesía profesional.
Limitada interdependencia.
Actitud 4: Temeroso.
Asume motivos negativos de parte de otros.
Asume que su mejor defensa es el ataque.

Las personas deben ser capaces de equilibrar la confianza con la desconfianza, los estados absolutos son inadecuados, quienes tienen alta confianza sin grados de desconfianza serán ingenuos, manipulables e incautos en sus relaciones; mientras las personas con alta desconfianza sin pizca de confianza serán susceptibles, huraños y agresivos.
La confianza es un factor muy importante en la relación de pareja, le da sentido y valoración al lazo romántico, puede reafirmarse, incrementarse o disiparse. Algunos investigadores sostienen que es imposible restablecerla, la causa es la traición, el engaño y el despojo. (Núñez, Cantó-Milà, y Seebach, 2015, Orlandini, 2015).
Una paciente relataba de esta manera su dolor:
“Todo mi mundo se destrozó, nada tenía sentido, me sentí engañada, como si una espada me hubiera atravesado el corazón…se desmoronó mi alegría, él no era la persona que amé, no podía creer lo que me hizo, nada puede reparar esto, no hay confianza a pesar de la esperanza creo que no hay vuelta atrás…”
Un paciente al descubrir la homosexualidad de su esposa me relataba:
“Podía esperar cualquier cosa, cualquier cosa…pero esto no…y no es que tenga algo en contra de la homosexualidad, ese no es el problema, me indigna que no me haya confiado sus sentimientos, me haya ilusionado con nuestro matrimonio…y ahora no sé cómo manejar esto, no sé si mis hijos lo deban saber…estoy confundido, tengo rabia y pena…se ha roto algo…es la confianza…y sé que nada podrá ser igual, no creo poder confiar de nuevo…”.
A partir de las disquisiciones previas, es importante establecer la actitud hacia la confianza de las personas componentes de la relación romántica, una traición impactará de manera distinta en las temerosas que en las ingenuas. En los primeros se confirmarán sus sospechas y en los segundos se producirá incredulidad. Si recurrimos a las estructuras de personalidad, no será lo mismo en alguien paranoide que en un caso de dependencia.
Indudablemente la reparación de la confianza es consecuencia del perdón, entendido como la posibilidad de seguir amando sin olvidar el acontecimiento doloroso (Pinto, 2012). El proceso de perdón está ceñido a los grados de compromiso. Luchies, Wieselquist, Rusbult, Kumashiro, Eastwick, Coolsen, y Finkel (2013) relacionan la capacidad de perdón con el modelo de Rusbult: el perdón es más posible si se considera la calidad de la elección, el grado de satisfacción y la inversión. Cuando esos tres factores son altos, es mucho más probable el perdón que cuando son bajos. Es como si no valiera la pena echar por la borda todo lo bueno construido hasta el momento de la traición, se sopesa la inversión con el daño.
Sin embargo, el perdón no es el fin es el inicio de la reparación. Es casi imposible dar continuidad a la historia amorosa, se hace indispensable la predisposición de ambos para comenzar una nueva historia. El dilema se centra en decidir si proteger la relación o proteger el sí mismo: o nosotros o yo. Este cuestionamiento es explicado por el modelo de regulación del riesgo (MRR) (Murray, Holmes, Griffin, y Derrick, 2015). Este modelo sustenta la presencia de tres procesos indispensables para la decisión de continuar en el lazo amoroso: justificación de los costos, asegurar la mutua dependencia y adaptarse en vez de vengarse (Murray, y Holmes, 2009).
El MRR explica las interacciones en las relaciones de pareja caracterizadas por dos condiciones: la bilateralidad y la imposibilidad de sustitución. La primera condición se refiere a que cada persona controla los resultados de la otra. La segunda implica la imposibilidad de cumplir el rol del otro, cada uno está obligado a mantenerse atento a las reacciones del otro porque no es posible hacerse cargo de las decisiones ajenas. Lo único posible es relacionarse con lo que el otro hace, siendo imposible la gobernabilidad del otro.
La relación amorosa se ve perjudicada por la rutina de la convivencia durante el matrimonio y el desgaste de la pasión y el cariño. La situación se pone más difícil con el nacimiento de los hijos, las actividades parentales y el cuidado del hogar conllevan a una inevitable reducción del tiempo romántico (Lawson, Crouter, y McHale, 2015). Este inevitable nuevo estilo de vida obliga a tomar decisiones de sacrificio, por compensación de la disonancia gestada, las personas cambian sus afecciones románticas por reproches y el surgimiento de sentimientos negativos. En los peores casos la pareja reconoce la incompatibilidad de intereses y valores en su cónyuge, ello influye en el decremento de la satisfacción y el nivel de compromiso (Arriaga, 2001). Si la pareja no encuentra recursos para equilibrar las nuevas formas de interacción, es posible que en el lapso de una década se promueva la posibilidad de divorciarse (Schoebi, Karney, y Bradbury, 2012).
El proceso por el cual se toma la decisión de continuar o romper la relación según el MRR, se fundamenta en cuatro principios:
Primer principio: los objetivos de cada miembro de la pareja deben evaluarse en función a los intereses personales, cuánto se pierde y cuánto se gana.
Segundo principio: maximizar las ganancias y minimizar las pérdidas cuando se presenta la crisis de intereses, haciéndose necesaria la coordinación de metas personales que cada uno de los miembros de la pareja tiene.
Tercer principio: los procesos psicológicos coordinan la confianza y el compromiso dirigidos a una acción eficiente y flexible. Siendo los consortes interdependientes en diversos dominios, las exigencias de la coordinación mutua podrían excluir algunas metas.
Cuarto principio: la accesibilidad a las reglas de los procederes conjuntos, así podrán coordinar la confianza y el compromiso, ajustándolos para asumir los riesgos y adaptarse a la forma de ser de cada uno de los cónyuges. Como cada miembro de la pareja es una persona con su propia historia la compatibilidad con el otro difiere, por lo tanto cada relación posee diferente perfil de riesgo.
La confianza junto con el compromiso son los dos elementos más importantes para mantener el equilibrio entre los intereses personales y los intereses conyugales, su deterioro determina la disminución de la satisfacción y pone en peligro la integridad del vínculo romántico. Las personas para mantenerse juntas hacen lo posible para incrementar los sentimientos de confianza y tasan permanentemente el cumplimiento de los acuerdos (Murray, Holmes, Griffin, y Derrick, 2015).
Cuando se percibe que el compañero no está cumpliendo con los requisitos de confianza, es frecuente el recurrir a represalias. Según el modelo de Rusbult, la inhibición de la venganza dependerá del nivel de satisfacción, la calidad de la elección y la inversión. Si el nivel es alto es más probable la reducción de tomar represalias (Rusbult, Johnson, y  Morrow 1986). La satisfacción de pareja es insaciable, requiere la continua estimulación de los sentimientos amorosos y de la confianza para mantener estables los niveles de compromiso consiguiendo la conexión romántica, por eso es muy fácil generar el desequilibrio ante cualquier percepción de amenaza a la relación (Murray, Holmes, Griffin, y Derrick, 2015).
Construir una relación de pareja implica indispensablemente arriesgar los intereses personales en pos de la estabilidad amorosa luego de asegurarnos la integridad de nuestras metas personales a pesar de involucrarnos con alguien. Esta apuesta definirá la normatividad de la relación a partir de las continuas evaluaciones del equilibrio entre las amenazas y el bienestar de la relación

En el ciclo del equilibrio de la relación, al experimentar descensos en la satisfacción y el compromiso se motivarán mayores tendencias para mitigar las amenazas para justificar los costos, asegurar la dependencia mutua e inhibir la tendencia a las represalias (camino A). El incremento de las acciones para mitigar las amenazas repondrá la satisfacción y el compromiso, equilibrando la relación (camino B).
Cuando la inversión, la satisfacción y la inversión son altas, pero la amenaza también lo es, se producirá la activación de la racionalización como consecuencia de la disonancia cognitiva. La disonancia cognitiva es un fenómeno psicológico descrito por Leon Festinger, hace referencia a la contradicción entre las creencias y los hechos, cuando se produce esa incongruencia, la resolvemos justificando racionalmente el evento (Festinger, 1962; Sharpe, Walters, y Goren, 2013).
Una paciente casada hace treinta años, me relató así su experiencia:
“Fue doloroso no lo niego, descubrir que mi esposo me engañaba hace meses con su socia. La verdad, lo suponía pero no lo quería ver. Cuando viajó con ella, había algo entre ellos, pero pensé que era por su trabajo, no tenía otra, debía realizar el viaje. Soporté, una y otra vez, hasta ahora, si no hubiera mi hija quien los vio, quizás yo hubiera seguido negando…”
Un paciente después de dos años de matrimonio decía:
“Yo sabía, ella aún estaba ligada a su anterior enamorado, sabía que no me amaba como lo amó a él, yo en cambio la he amado más que a nadie en mi vida. Puede ser que por eso no me enojaba cuando ella seguía encontrándose con él… yo la amo demasiado para aceptar su relación. Ella se porta mal porque todavía no cierra del todo con él, por eso lo busca. Prefiero hacer de cuenta que no sé nada, me hago el loco, no quiero perderla, y sé que esto es pasajero, ella lo dejará…”.
Las personas con altos niveles de ansiedad, con apego inseguro y con identidad frágil tienden a magnificar las amenazas y por lo tanto a vigilar y controlar a su pareja, aunque ésta no haya puesto en riesgo la relación (Feeney y Collins, 2001). Este tipo de personas tienden a deteriorar su relación al producir en el otro bajo nivel de satisfacción y producir alejamiento o ruptura. La terapia de pareja puede ser contraproducente, porque el problema no es el lazo relacional sino las organizaciones inadecuadas del sí mismo (Gurman, Lebow, y Snyder, 2015). La ansiedad de uno de los miembros de la pareja predispone a utilizar la culpa para controlar al otro (Overall, Girme, Lemay Jr, y  Hammond, 2014).
Una paciente víctima del juego de control del esposo relataba:
“El único camino es el divorcio, son quince años soportando los celos de mi esposo, me sigue, revisa mi celular, me espía, yo le tengo miedo porque puede cualquier rato perder el control. Lo peor es sentirme culpable sin haber hecho nada malo, no sé cómo lo hace, me insulta, me humilla, desvaloriza todo lo que hago: mi trabajo, la educación de mis hijos, mi familia. ¡Todo! Según él no sirvo para nada”.
Las personas ansiosas son más tendenciosas a lanzar acusaciones y culpar de sus errores a su pareja. De hecho, manejar permanentemente la inseguridad y las fantasías de alguien así, promueve tarde o temprano la insatisfacción, por lo cual la víctima generalmente preferirá la ruptura antes de mantener el equilibrio para involucrarse en el compromiso (Lemay Jr, y  Dudley, 2012).
El proceso de reparación de la confianza requiere entender el incremento de las acciones provenientes de la desconfianza, activada ante las amenazas a la relación. La vigilancia, el control y los interrogatorios son las conductas asociadas a la desconfianza (Buss, y Shackelford, 1997). Asumir que la disminución de la desconfianza no influirá en los niveles de confianza, al ser dos condiciones distintas, una es independiente de la otra. El desconfiar es efecto de la protección ante las amenazas con el afán de reducirlas.
A la par se debe analizar el nivel de compromiso, si este no está fortificado por las tres circunstancias de Rusbult, será muy difícil retomar la relación y se tenderá a la ruptura. Si la decisión tiende a la reconciliación, recién se debe proceder con el segundo paso.

                                                      
 El incremento de las actividades conjuntas, revitalizando las áreas menos afectadas por el evento destructivo. Cuando ocurre la causante de la activación de la desconfianza, es usual que el impacto alcance a todas las áreas de la relación, aunque sea evidente que algunas estén indemnes, urge reconocerlas y desplazar el daño sobre ellas. También suele suceder para extrañeza de la pareja que de repente pueden interactuar como si nada hubiera pasado en el área intacta. 
Son cuatro las áreas más importantes que deben ser evaluadas: pasión, intimidad, relaciones sociales y relaciones parentales. La pasión entraña la vida sexual (erotismo y ternura) de la pareja; intimidad es el ámbito de la amistad, donde se conversa y se hacen planes; las relaciones sociales implican las actividades con amigos y con la familia de uno y otro; paternidad y maternidad es el campo de la crianza y cariño con los hijos.
 
El tercer paso después de incrementar las áreas intactas es desarrollar nuevas actividades en los ámbitos dañados. No se trata de revisarlos ni de intentar analizar lo pasado, sino simplemente hacer cosas nunca antes hechas en esos ámbitos.
Una vez logrado equilibrar los ámbitos de acción conyugal, es procedente establecer nuevas reglas en el contrato de la relación, enlazadas con los errores atingentes con el proceso de destrucción de la confianza. Se debe aceptar que el nuevo compromiso es una labor individual, la decisión es de la persona a expensas de la decisión del otro. Cada uno debe hacerse cargo de su responsabilidad. Veamos algunos testimonios:
“Volver con ella no fue nada fácil, después de su infidelidad era muy complicado perdonarla. Sin embargo, para mí lo más importante es la fe en Dios. Estoy dispuesto a seguir con ella porque la amo demasiado como para separarnos. Hemos detenido el proceso de divorcio porque ambos queremos intentarlo de nuevo. No puedo explicarlo, mi madre por ejemplo me dice que estoy cometiendo un error. Poco a poco estoy recuperando la confianza, no es fácil, nada fácil”. (Paciente varón después de un año de separación)
“Me estoy arriesgando, no es posible creer en él de la noche a la mañana, después de lo que hizo, nos quedamos sin nada, pero él saldrá pronto de la cárcel, hemos hablado y quiero seguir con él. Son tres años separados. Intenté tener otra pareja, pero no es como él. Comprendo el error que cometió, arrastrando a todos, mis hijos no tenían la culpa de la estupidez de su padre…Pero todo ya pasó, he entendido que lo hizo con buenas intenciones. Tenemos que prepararnos para su retorno, no será lo mismo, imagino que todos tenemos que poner de nuestra parte”. (Paciente mujer después de tres años de separación porque el esposo fue a la cárcel por estafa).
“A ratos pienso que él lo volverá a hacer, pero sin él  mi vida no ha sido la misma. Lo extraño, mis hijas también. Cuando estamos juntos nos queremos de nuevo, a veces no entiendo porque seguimos teniendo buen sexo y a ratos lo odio y quiero que se muera. Ha pasado un buen tiempo, entendí que es como un adolescente a quien le cuesta despedirse de la vida alegre, pero esta vez fue demasiado lejos y creo que ha escarmentado. Me ha pedido volver a vivir con nosotros a condición de cumplir las nuevas reglas, las ha aceptado y eso me ha vuelto a dar confianza” (Paciente mujer, después de dos años de separación por infidelidad).
“No me he aguantado, lo he llamado y nos hemos vuelto a ver, nos hemos abrazado y lloramos mucho, me ha dicho que me ama, y yo se lo dije también. Estas semanas han sido duras para los dos, yo he sido muy mala al difundir cosas de él por el Face, pero se las merecía. Ahora la cosa es volver a confiar, no sé qué ha pasado pero creo de nuevo en él, quizás es porque estos días me he enterado que se ha portado bien y sus amigos me han dicho que estaba deshecho por mí, así que hemos vuelto, pero ahora tenemos que cuidarnos más de no meter la pata” (Paciente mujer de 16 años después de tres semanas de romper con su enamorado por infidelidad).
“La he pensado bien, debemos volver, ha sido tan complicado encontrarnos, pienso que es de tontos terminar algo tan bonito por un desliz que cometió. Le he aceptado sus condiciones, sobre todo el tema de su esposa, aunque ella sabe de lo nuestro yo temía que aún se acueste con ella. He entendido que no hay otra, vivimos en una sociedad prejuiciosa, total él es sólo mío y nadie puede ir en contra de eso” (Paciente homosexual después de un año de separación con su pareja).
                               Tabla # 1: Etapas y tareas para la reparación de la confianza
Etapa
Tarea
Primera
Disminución de las consecuencias de la desconfianza: vigilancia, control e interrogatorios
Segunda
Incremento de las actividades en las áreas no dañadas, revisarlas: pasión, intimidad, actividades sociales, paternidad y maternidad.
Tercera
Desarrollar actividades en las áreas dañadas
Cuarta
Nuevas cláusulas en el contrato relacional

En la Tabla #1 sintetizo las etapas y las tareas para la reparación de la confianza en la relación de pareja, para la cuarta etapa es pertinente el trabajo de conciliación entre partes (Lewicki, McAllister, y Bies, 1998). Este proceso implica tres momentos. El primero es la discusión sobre la violación de la confianza, ambos cónyuges deben  identificar y analizar los elementos insidiosos, comprender las causas y aclarar los malentendidos. Segundo, la víctima debe estar dispuesta a perdonar y segura de no querer tomar represalias, esto ocurre como hemos analizado antes por el nivel de compromiso de la persona: a mayor compromiso más posibilidades de perdón (Finkel, y Rusbult, y Kumashiro, y Hannon, 2002). En tercer lugar la pareja debe establecer las metas e intereses comunes y comprometerse ambos con la relación fundamentada en los fines establecidos.
La Psicoterapia de Pareja (PP) debe tomar en cuenta los últimos avances en la investigación científica para aplicarlos a los problemas que enfrenta en la consulta. Ya sea la PP sistémica centrada en el problema (v.g. Shoham, Rohrbaugh, y Patterson, 1995), sistémica centrada en soluciones (v.g Hoyt, 2002) o terapia cognitiva comportamental (Baucom, Epstein, Kirby, y LaTaillade, 2010).
En las escuelas que permiten la validación de sus técnicas y despliegan su labor a la eficiencia y eficacia es menester la inclusión del modelo de inversión de Rusbult y del modelo de regulación del riesgo en las relaciones de pareja de Sandra Murray.
La indicación de la PP es consecuencia del diagnóstico relacional interdependiente del pronóstico. Una vez definidos los problemas de la pareja a partir de una sesión conjunta que permitirá establecer las áreas del conflicto: espacio romántico, área de amistad, esposos, padres.
Posteriormente se debe establecer el grado de compromiso de los componentes de la pareja. Esto se logra escuchando a solas a cada miembro de la pareja identificar cuán satisfecho se siente con su relación, reflexionar acerca de la calidad de su elección, es decir, si considera que su pareja es la mejor opción conyugal que ha tenido, y finalmente averiguar la valoración de lo invertido.
Si el  compromiso es alto, resulta pertinente evaluar la situación en que se encuentra la confianza y la desconfianza. Para ello se recurre al modelo de regulación del riesgo, evaluaremos el estado de las amenazas y los niveles de bienestar conyugal, en cada uno de los  miembros de la pareja.
Si el compromiso es bajo, lo más probable es la ruptura de la relación si el otro miembro de la pareja no es capaz de resarcir el daño causado a partir de la manifestación de conductas que permitan disminuir la desconfianza. En mi experiencia, esto es muy difícil, lo más probable es la psicoterapia del divorcio (Saltz, 1985).
Cuando se ha establecido la motivación para la reparación de la confianza en ambos miembros de la pareja, es plausible establecer la disposición al perdón en la víctima y la aceptación del perdón en el transgresor (Gordon, y Baucom, y Snyder, 2000). El trabajo debe realizarse bajo la óptica de la pérdida ambigua, lo cual obliga a analizar los procesos de duelo resueltos y no resueltos previos a la crisis actual (Boss, 2009)
La recuperación de la confianza es indispensable para establecer las metas terapéuticas, sin ella será imposible la negociación. El o la terapeuta debe clarificar las áreas predominantes del trabajo, iniciando con la reactivación de aquellas menos dañadas por la crisis, dependiendo de la orientación se establecerán los recursos técnicos.
Fortalecidas las áreas menos dañadas, se procederá a trabajar en las deterioradas, promoviendo nuevas formas de encararlas, ya sea se ponga énfasis en la forma o en el contenido de la comunicación es imprescindible mejorar el diálogo entre los componentes de la pareja (Benson, McGinn, y Christensen, 2012).
La PP lega a su recta final cuando se fijan los intereses comunes y los nuevos objetivos de la relación. El acuerdo debe visar el equilibrio entre las metas personales y las conyugales, a la par de manejar conjuntamente las amenazas a la relación y el bienestar.
                               Tabla #2: Etapas y tareas de la Psicoterapia de Pareja
Etapa
Tarea
Diagnóstico
Definir el problema de la pareja. Identificar el área del conflicto: romántica, amistad, matrimonio, padres.
Indicación
¿La terapia de pareja resolverá el problema?
Compromiso
Establecer el grado de compromiso en cada uno de los cónyuges, evaluando: satisfacción, calidad de la elección e inversión.
Evaluación del riesgo
a) Si el nivel de compromiso es bajo, lo más probable será trabajar en terapia del divorcio.
b) Si el nivel de compromiso es alto, se evalúa el estado de las amenazas y su relación con el bienestar.
Proceso del perdón
Evaluar la predisposición hacia el perdón en ambos miembros de la pareja. Proceder con la terapia del duelo.
Reparación de la confianza
Desactivar las acciones procedentes de la desconfianza. Fortalecer las áreas relacionales menos dañadas. Redefinir las áreas dañadas.
Nuevo contrato
Establecer las metas personales y contrastarlas con las conyugales. Negociar las pérdidas y ganancias. Plantear nuevas metas de la pareja.

Estudio de caso:
Mario (54) y Jimena (51) tienen una relación amorosa hace cinco años, ambos provienen de anteriores matrimonios, Mario tiene un hijo adolescente, vive con él y Jimena una hija joven emancipada. Jimena aún vive con sus padres ancianos.
Entre ambos ahorraron el suficiente dinero para poder comprar un departamento, con la idea de convivir incluyendo, claro está al hijo de Mario. Sin embargo hace tres meses Mario encontró a su pareja besándose con un ex novio. Situación que derivó en la ruptura de la relación. Ambos asisten a terapia para trabajar en la reconciliación.
En la primera sesión conjunta quedó establecida que el área afectada es la de la convivencia, las otras aparentemente no han sido tan dañadas. El afecto y el sexo están limitados por la disminución de la confianza y la exacerbación de la desconfianza en Mario quien ha recurrido a niveles de vigilancia, control rígido e interrogatorios fútiles.
Considerando la necesidad de negociación para la solución del problema, es pertinente como recurso de solución la PP. Se explican las metas y los procedimientos a seguir, además de hacerles conocer el consentimiento informado sobre las características del trabajo psicoterapéutico.
La pareja aceptó trabajar de manera conjunta previas conversaciones individuales. En la sesión con Jimena, quedó claro el dilema de ella: irse a vivir con Mario implicaría dejar a sus padres solos y renunciar a sus amigos de juventud, entre ellos el mentado señor con quien tuvo sexo casual. Sin embargo, ella considera a Mario como su mejor elección, mejor que su anterior esposo y de los amigos que conoce. Se siente muy feliz al lado de él, el problema es la pérdida que sufriría al dejar a sus padres.
Por su parte, Mario está dispuesto a perdonar porque cumple satisfactoriamente los tres requisitos del modelo de Rusbult. Además señala la importancia de su fe católica en la cual se apoya para tomar todas sus decisiones, y en este caso sobre todo piensa que Dios le ha dado una tarea: hacer feliz a Jimena.
En la siguiente sesión conjunta se evidencia que Jimena no resolvió adecuadamente la ruptura con su anterior esposo, fue víctima de violencia física y afectiva, además tuvo un aborto sobre el cual tampoco trabajó adecuadamente. Mario ayudó sobremanera en el proceso terapéutico de ambos duelos, lo cual influyó en favorecer la disminución de las acciones defensivas ocasionadas por la desconfianza.
El problema irresuelto de Mario fue la relación complicada con la madre de su hijo, las reglas no estaban claras, le preocupaba la salud mental del adolescente. Se procedió con tres entrevistas con el hijo, quien evidenciaba conflictos a nivel de su relación con la madre: sentimientos de culpa y rabia.
Fue interesante comprobar la aceptación de los hijos de uno y otro a la vinculación amorosa de Jimena con Mario. Esta fue la primera área que se fortaleció. Se tuvo una entrevista con Jimena y su hija. La muchacha alentó a su madre a dejar a sus abuelos, consideraba inclusive que alguna vez dijeron que se lamentaban de tener a la hija viviendo con ellos.
Se dieron varias tareas para fortalecer la vinculación erótica y amistosa, ocasionando la disminución de la desconfianza. Posteriormente se re encuadró la definición del problema, en lugar de plantearse la meta de vivir en el departamento, la cuestión es vivir juntos. El departamento resultó la manzana de la discordia, pues hubo mayor inversión económica por parte de Mario que de Jimena. Así que resolvieron venderlo y dividir las ganancias en función a la inversión económica que cada quien hizo.
Habiéndose establecido la meta común, fue más fácil el trazado de las nuevas reglas. Mario aceptó que Jimena mantenga sus actividades sociales a condición de que él la recoja y lleve. Jimena exigió que por lo menos una vez al mes, fijarán actividades divertidas. Se dieron seis meses para decidir dónde vivirán juntos, existen tres opciones: vivir en casa de los padres de Jimena, vivir en el departamento de Mario o comprar un departamento más económico.


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