PSICOTERAPIA DE LA CONFIANZA EN LA RELACIÓN DE PAREJA
Dr. Bismarck Pinto Tapia, Ph.D.
La palabra confianza
tiene su origen en el latín confidare,
quiere decir conceder la fe, creer en alguien. Es la base de la intimidad en el
amor, define la tendencia a escuchar y preocuparnos por el otro además de
entregarnos incondicionalmente. La confianza sustenta los aspectos empáticos de
la vinculación amorosa. Las personas que se aman, son personas que confían. Es
posible definir a la confianza como el recurso que permite el intercambio
recíproco, promueve el sacar lo mejor del otro y es señal inequívoca de la
funcionalidad conyugal.
La infidelidad es el
motivo más común para el deterioro o la ruptura de la confianza, en muchos
casos deviene en la separación de la pareja. Cuando la relación continúa a
pesar de la infidelidad, es muy difícil la reparación de la confianza. Entre el
22 al 25% de los varones casados y del 11% al 15% de las mujeres han sido en
algún momento de su vida matrimonial infieles (Lauman, Gagnon, Michael, y
Michaels, 1994), prevalencia coincidente con algunos estudios latinoamericanos
(v.g. Giménez, Ballester, Gil, y Edo, 2010). Aunque la prevalencia varía de
acuerdo a las culturas, en Tailandia se identifica el 54% de matrimonios con
experiencia de infidelidad, en Corea del Sur 34%, Malasia 33%, mientras, en
Colombia uno de cada dos personas casadas menciona haber sido infiel (Uriarte,
2016). En un estudio realizado en once países latinoamericanos, encuestando a
trece mil personas, se encontró a seis de cada diez personas casadas infieles
alguna vez, siendo Colombia el país con más tasa con 60% (Uriarte, ob.cit.).
Los celos se instalan
como un conflicto personal ante la real o imaginaria amenaza de infidelidad
(Pinto, 2012), por ello también son gestores de la desconfianza en el lazo
amoroso. Estos sentimientos se instalan a partir de la comparación hecha entre
el sí mismo y los potenciales rivales, ocasionada por el inadecuado
autoconcepto.
La construcción de la
amenaza estará mediada por dos factores: la representación y la cercanía. La
representación hace alusión a las cualidades atribuidas al rival, a mayores
cualidades más intensa la sospecha. La cercanía hace referencia al grado de
intimidad y proximidad con el tercero, a mayor cercanía, mayor desconfianza (DeSteno,
y Salovey, 1996). Las conductas celosas aumentarán cuando la construcción del
rival sobresalga en aspectos para los cuales la persona se considera inferior (Dijkstra,
y Buunk, 1998).
Los celos se relacionan con el
rival temido y no con la relación, la lógica es la siguiente: si existe una persona mejor que yo, es muy
probable que mi pareja me deje para estar con esa persona. A partir de ese
razonamiento la gente celosa decide controlar a su consorte con el afán de
evitar cualquier contacto con el temido rival, enfocándose en el control con la
esperanza de evitar el abandono, en lugar de analizarse a sí mismo para
encontrar las carencias del sí mismo para comprender la construcción del rival.
Los celos son un comportamiento
competitivo, sin rival no existirían. Los celos son la expresión de la envidia,
pues quisiéramos ser el ente amenazante para asegurarnos la posesión del “objeto”
amado (Chóliz y Gomez, 2002). Los celos son paradójicos, puesto que a mayor
intención de retener a la persona amada, más ésta se aleja ante las conductas
violentas concomitantes a los sentimientos celosos. En la relación celosa la
desconfianza se va instalando despejando al amor para dar lugar a la violencia.
La persona celosa incursiona en
un afán inútil de asegurarse la fidelidad del otro. Es infructuosa su búsqueda
de evidencias, porque al final de cuentas a perdido la credibilidad en su
pareja, sus fracasos denotarán la eficiencia de la capacidad de engaño, y sus
hallazgos serán puestos en duda, Encuentre o no encuentre evidencias los celos
proliferan más y más, destrozando paulatinamente el amor.
¿Por qué no termina la relación
si encontró evidencia? Porque el problema no es la relación con la pareja, sino
con el rival. La lucha no es con la pareja es con la imagen del enemigo. La
consigna: no le permitiré apropiarse de
lo mío.
La persona celada intenta por
todos los medios posibles demostrar su inocencia. Al ser acusada de infiel se
ha abatido contra la imagen de sí misma, el orgullo está dañado, además, claro
de los sentimientos legítimos de amor. La defensa incrementa la desconfianza,
porque al explicar es posible la justificación de lo temido. Pero también el
silencio otorga culpabilidad. La víctima está atrapada entre la espada y la
pared, si explica peca, si calla también. El juego resulta apasionado, los
sentimientos son intensos: miedo, rabia y deseo, se entremezclan, se hace muy
difícil reconocer lo que está pasando en realidad: un profundo miedo de ser
abandonado, de quien cela, del único responsable de los hechos, la víctima
simplemente al tratar de salir de la trampa se entrampa más.
El ser necesitado es la base para
la búsqueda absoluta de lealtad sexual y afectiva, sin embargo el egoísmo
emergente de ello deriva en la desolación del amor. La pareja en vez de amarse
ingresa en el ámbito del poder y la violencia. Uno controla, el otro huye.
Además de la infidelidad y los
celos, existen tres áreas frecuentes para el deterioro de la confianza: las
relaciones con la familia de origen, las amistades y el manejo del dinero.
Cuando uno o ambos miembros de la
pareja no se emanciparon ni desvincularon afectivamente de sus familias de
origen, es imposible el amor pleno, aún se tienen deudas pendientes. En algunos
casos, el hijo o la hija esconden de su pareja su relación con la familia de
origen, en los peores, mantienen económicamente a alguien de la familia. Es una
especie de infidelidad, existe el engaño y las mentiras para encubrir los
tratos (Sabatelli, y Bartle‐Haring, 2003).
A veces la desvinculación de los
amigos y amigas suele ser difícil para la pareja de recién casados, algunos
mantienen los lazos a escondidas del consorte o se generan disputas debido a la
dificultad de separarse de las actividades con ellos (Noack, y Buhl, 2005).
Debido a los cambios en la
relación matrimonial, se suscitan más problemas con el manejo del dinero que en
las generaciones anteriores. Las mujeres han definido su rol marital de manera
simétrica, lo cual puede ser insoportable para los varones (Pinto, 2015). Estas
nuevas maneras de interacción marital conllevan dificultades en la administración
de la economía, pudiendo derivar en secretos o desavenencias asociadas a las
formas de uso del dinero de cada uno de los cónyuges (Pahl, 1980; 1985; Britt,
y Huston, 2012).
Definir la confianza depende del contexto donde se la sitúe, en este caso nos
interesa el marco referencial de las relaciones interpersonales (Dunning, y
Fetchenhauer, 2010). De manera general es la creencia en que el otro cumplirá
sus promesas, dice la verdad y cumplirá sus acuerdos (McKnight, Cummings, y Chervany,
1998). También es posible relacionarla con la predicción de premios y castigos
provenientes del otro, a mayor confianza, mayor es la predictibilidad de las
consecuencias de nuestra conducta en el accionar del otro (McKnight, y Chervany, 2001). Indudablemente la confianza
es un constructo multidimensional, obedece a varias categorías de análisis:
disposición, estructura, percepción, intención y comportamiento.
En el nivel de la disposición, la confianza se refiere a
la tendencia personal de confiar, es un rasgo de la personalidad, de tal manera
que existen personas con mayor tendencia a la confianza y otras con menor (Mooradian,
Renzl, y Matzler, 2006).
En cuanto a la estructura, la confianza se instala
dentro de un marco institucional, en cuanto al vínculo romántico, es posible
identificar relaciones basadas en la confianza y otras en la desconfianza, el
factor determinante es el estilo de apego de sus miembros. El apego seguro
predispone a la constitución de espacios relacionales confiables (Simpson,
1990).
La percepción de la confianza tiene que ver con la evaluación de la
congruencia entre las creencias sobre el otro y su comportamiento, implica
cuatro áreas: competencia, benevolencia, integridad y predictibilidad (Lewicki,
y Bunker, 1995).
El desarrollar confianza en el
otro es una decisión, por ello existe la intención
de crear un lazo confiable o no, la confianza es una respuesta a la vinculación
con una persona o institución (Edelenbos, y Klijn, 2007). En el amor podemos
asociarla con la decisión del compromiso (Rusbult, 1980; Sternberg, 1986).
La confianza se determina por la evidencia del comportamiento, las personas confiables demostrarán con sus actos
la congruencia entre la creencia que tenemos de ella con sus acciones (Johnston,
McCutcheon, Stuart, y Kerwood, 2004).
La confianza se relaciona con la
esperanza y la lealtad. Con la esperanza porque creemos en las promesas
formuladas y la lealtad porque estamos seguros que el otro hará en algún
momento lo que hicimos por él (Marková, y Gillespie, 2008)). La confianza se
relaciona con el riesgo, la probabilidad de ocurrencia de lo esperado (Seligman,
1992), en ese sentido es posible referirnos a la predictibilidad de la relación
porque la confianza permite establecer un alto rango de probabilidad de lo que
el otro hará. Esto ocurre dentro de la ecuación: mientras más te conozco más probablemente sé lo que harás.
La confianza se relaciona con el
riesgo, a mayor confianza es mayor la probabilidad de libertad de quien confía.
Es saberse dentro de un marco de tolerancia, reconocerse aceptado
incondicionalmente (Rogers, 1959). La persona en quien confiamos nos reconoce
como libres porque es improbable dañarla. La confianza otorga la posibilidad de
entrega absoluta al minimizar el peligro de ruptura del lazo afectivo, la
persona en quien confiamos tiene más probabilidades que los demás de aceptar
nuestros defectos y errores.
La desconfianza podría
considerarse como el polo opuesto de la confianza, sin embargo los estudios de
la Psicología Social, han concluido que no es así. La desconfianza no es
solamente la ausencia de confianza, albergamos sentimientos positivos y
negativos hacia los demás, y en concreto hacia nuestra pareja, sabemos qué
debemos contarle y qué no, esto sólo es posible si tenemos un referente de
confiabilidad y de desconfianza (Wicks, Berman, y Jones, 1999).
Siguiendo ese razonamiento, podemos
plantear que la confianza y la desconfianza son factores independientes,
existen hechos que aumentan o disminuyen la confianza y por su parte aspectos
que aumentan o disminuyen la desconfianza. La confianza es una variable
dinámica. Eso lleva a identificar estados temporales equilibrados en las
relaciones y la posibilidad de presencia de conflictos, porque coexisten
actitudes de confianza y desconfianza (Yáñez, Ahumada, y Cova Solar, 2006).
Entonces podemos identificar
cuatro actitudes para separar la confianza de la desconfianza, indicadas en la
tabla #1. La alta confianza relacionada con la baja desconfianza definen la actitud ingenua, la persona promueve
relaciones donde se entrega plenamente. La segunda actitud es la combinación de
la alta confianza con la alta desconfianza, definiendo personas confiadas pero prudentes, calculan su
entrega y analiza la vulnerabilidad del otro. La tercera actitud hace
referencia a baja confianza y baja desconfianza, estableciendo personas calculadoras y superficiales en sus
relaciones. Por último, la cuarta actitud es la combinación entre la baja
confianza y la alta desconfianza, identificando personas temerosas, presuponen que lo mejor es atacar cuando se sienten
amenazadas.
Tabla #1 Las cuatro actitudes de
la confianza y la desconfianza ( A partir de: Lewicki, McAllister, y Bies, 1998,
pág. 445)
Baja desconfianza
Falta de temor
Falta de
vigilancia
|
Alta desconfianza
Temor
Cautela y
vigilancia
|
|
Alta confianza
Esperanza e iniciativa
|
Actitud 1: confiado,
ingenuo
Promueve la
interdependencia
|
Actitud 2: Confiado,
prudente.
Corre riesgo
pero calculado.
Monitorea la
vulnerabilidad
|
Baja confianza
Falta de esperanza
Falta de iniciativa
duda
|
Actitud
3: Calculador, superficial.
Cortesía profesional.
Limitada interdependencia.
|
Actitud
4: Temeroso.
Asume motivos negativos de parte de otros.
Asume que su mejor defensa es el ataque.
|
Las personas deben ser capaces de
equilibrar la confianza con la desconfianza, los estados absolutos son
inadecuados, quienes tienen alta confianza sin grados de desconfianza serán
ingenuos, manipulables e incautos en sus relaciones; mientras las personas con
alta desconfianza sin pizca de confianza serán susceptibles, huraños y
agresivos.
La confianza es un factor muy importante
en la relación de pareja, le da sentido y valoración al lazo romántico, puede
reafirmarse, incrementarse o disiparse. Algunos investigadores sostienen que es
imposible restablecerla, la causa es la traición, el engaño y el despojo. (Núñez,
Cantó-Milà, y Seebach, 2015, Orlandini, 2015).
Una paciente relataba de esta
manera su dolor:
“Todo mi
mundo se destrozó, nada tenía sentido, me sentí engañada, como si una espada me
hubiera atravesado el corazón…se desmoronó mi alegría, él no era la persona que
amé, no podía creer lo que me hizo, nada puede reparar esto, no hay confianza a
pesar de la esperanza creo que no hay vuelta atrás…”
Un paciente al descubrir la
homosexualidad de su esposa me relataba:
“Podía
esperar cualquier cosa, cualquier cosa…pero esto no…y no es que tenga algo en
contra de la homosexualidad, ese no es el problema, me indigna que no me haya
confiado sus sentimientos, me haya ilusionado con nuestro matrimonio…y ahora no
sé cómo manejar esto, no sé si mis hijos lo deban saber…estoy confundido, tengo
rabia y pena…se ha roto algo…es la confianza…y sé que nada podrá ser igual, no
creo poder confiar de nuevo…”.
A partir de las disquisiciones
previas, es importante establecer la actitud hacia la confianza de las personas
componentes de la relación romántica, una traición impactará de manera distinta
en las temerosas que en las ingenuas. En los primeros se confirmarán sus
sospechas y en los segundos se producirá incredulidad. Si recurrimos a las
estructuras de personalidad, no será lo mismo en alguien paranoide que en un
caso de dependencia.
Indudablemente la reparación de
la confianza es consecuencia del perdón, entendido como la posibilidad de
seguir amando sin olvidar el acontecimiento doloroso (Pinto, 2012). El proceso
de perdón está ceñido a los grados de compromiso. Luchies, Wieselquist,
Rusbult, Kumashiro, Eastwick, Coolsen, y Finkel (2013) relacionan la capacidad
de perdón con el modelo de Rusbult: el perdón es más posible si se considera la
calidad de la elección, el grado de satisfacción y la inversión. Cuando esos
tres factores son altos, es mucho más probable el perdón que cuando son bajos.
Es como si no valiera la pena echar por la borda todo lo bueno construido hasta
el momento de la traición, se sopesa la inversión con el daño.
Sin embargo, el perdón no es el
fin es el inicio de la reparación. Es casi imposible dar continuidad a la
historia amorosa, se hace indispensable la predisposición de ambos para
comenzar una nueva historia. El dilema se centra en decidir si proteger la
relación o proteger el sí mismo: o nosotros o yo. Este cuestionamiento es
explicado por el modelo de regulación del
riesgo (MRR) (Murray, Holmes, Griffin, y Derrick, 2015). Este modelo
sustenta la presencia de tres procesos indispensables para la decisión de
continuar en el lazo amoroso: justificación de los costos, asegurar la mutua
dependencia y adaptarse en vez de vengarse (Murray, y Holmes,
2009).
El MRR explica las interacciones
en las relaciones de pareja caracterizadas por dos condiciones: la
bilateralidad y la imposibilidad de sustitución. La primera condición se
refiere a que cada persona controla los resultados de la otra. La segunda
implica la imposibilidad de cumplir el rol del otro, cada uno está obligado a
mantenerse atento a las reacciones del otro porque no es posible hacerse cargo
de las decisiones ajenas. Lo único posible es relacionarse con lo que el otro hace,
siendo imposible la gobernabilidad del otro.
La relación amorosa se ve
perjudicada por la rutina de la convivencia durante el matrimonio y el desgaste
de la pasión y el cariño. La situación se pone más difícil con el nacimiento de
los hijos, las actividades parentales y el cuidado del hogar conllevan a una
inevitable reducción del tiempo romántico (Lawson, Crouter, y McHale, 2015).
Este inevitable nuevo estilo de vida obliga a tomar decisiones de sacrificio,
por compensación de la disonancia gestada, las personas cambian sus afecciones
románticas por reproches y el surgimiento de sentimientos negativos. En los
peores casos la pareja reconoce la incompatibilidad de intereses y valores en
su cónyuge, ello influye en el decremento de la satisfacción y el nivel de
compromiso (Arriaga, 2001). Si la pareja no encuentra recursos para equilibrar
las nuevas formas de interacción, es posible que en el lapso de una década se
promueva la posibilidad de divorciarse (Schoebi, Karney, y Bradbury, 2012).
El proceso por el cual
se toma la decisión de continuar o romper la relación según el MRR, se
fundamenta en cuatro principios:
Primer principio: los
objetivos de cada miembro de la pareja deben evaluarse en función a los
intereses personales, cuánto se pierde y cuánto se gana.
Segundo principio:
maximizar las ganancias y minimizar las pérdidas cuando se presenta la crisis
de intereses, haciéndose necesaria la coordinación de metas personales que cada
uno de los miembros de la pareja tiene.
Tercer principio: los
procesos psicológicos coordinan la confianza y el compromiso dirigidos a una
acción eficiente y flexible. Siendo los consortes interdependientes en diversos
dominios, las exigencias de la coordinación mutua podrían excluir algunas
metas.
Cuarto principio: la
accesibilidad a las reglas de los procederes conjuntos, así podrán coordinar la
confianza y el compromiso, ajustándolos para asumir los riesgos y adaptarse a
la forma de ser de cada uno de los cónyuges. Como cada miembro de la pareja es
una persona con su propia historia la compatibilidad con el otro difiere, por
lo tanto cada relación posee diferente perfil de riesgo.
La confianza junto con
el compromiso son los dos elementos más importantes para mantener el equilibrio
entre los intereses personales y los intereses conyugales, su deterioro
determina la disminución de la satisfacción y pone en peligro la integridad del
vínculo romántico. Las personas para mantenerse juntas hacen lo posible para
incrementar los sentimientos de confianza y tasan permanentemente el cumplimiento
de los acuerdos (Murray, Holmes, Griffin, y Derrick, 2015).
Cuando se percibe que
el compañero no está cumpliendo con los requisitos de confianza, es frecuente
el recurrir a represalias. Según el modelo de Rusbult, la inhibición de la
venganza dependerá del nivel de satisfacción, la calidad de la elección y la
inversión. Si el nivel es alto es más probable la reducción de tomar
represalias (Rusbult, Johnson, y Morrow 1986). La satisfacción
de pareja es insaciable, requiere la continua estimulación de los sentimientos
amorosos y de la confianza para mantener estables los niveles de compromiso
consiguiendo la conexión romántica, por eso es muy fácil generar el
desequilibrio ante cualquier percepción de amenaza a la relación (Murray,
Holmes, Griffin, y Derrick, 2015).
Construir una relación de pareja
implica indispensablemente arriesgar los intereses personales en pos de la
estabilidad amorosa luego de asegurarnos la integridad de nuestras metas
personales a pesar de involucrarnos con alguien. Esta apuesta definirá la
normatividad de la relación a partir de las continuas evaluaciones del
equilibrio entre las amenazas y el bienestar de la relación
En el ciclo del equilibrio de la
relación, al experimentar descensos en la satisfacción y el compromiso se
motivarán mayores tendencias para mitigar las amenazas para justificar los
costos, asegurar la dependencia mutua e inhibir la tendencia a las represalias
(camino A). El incremento de las acciones para mitigar las amenazas repondrá la
satisfacción y el compromiso, equilibrando la relación (camino B).
Cuando la inversión, la
satisfacción y la inversión son altas, pero la amenaza también lo es, se
producirá la activación de la racionalización como consecuencia de la
disonancia cognitiva. La disonancia cognitiva es un fenómeno psicológico
descrito por Leon Festinger, hace referencia a la contradicción entre las
creencias y los hechos, cuando se produce esa incongruencia, la resolvemos
justificando racionalmente el evento (Festinger, 1962; Sharpe, Walters, y Goren,
2013).
Una paciente casada hace treinta
años, me relató así su experiencia:
“Fue
doloroso no lo niego, descubrir que mi esposo me engañaba hace meses con su
socia. La verdad, lo suponía pero no lo quería ver. Cuando viajó con ella,
había algo entre ellos, pero pensé que era por su trabajo, no tenía otra, debía
realizar el viaje. Soporté, una y otra vez, hasta ahora, si no hubiera mi hija
quien los vio, quizás yo hubiera seguido negando…”
Un paciente después de dos años
de matrimonio decía:
“Yo
sabía, ella aún estaba ligada a su anterior enamorado, sabía que no me amaba
como lo amó a él, yo en cambio la he amado más que a nadie en mi vida. Puede
ser que por eso no me enojaba cuando ella seguía encontrándose con él… yo la
amo demasiado para aceptar su relación. Ella se porta mal porque todavía no
cierra del todo con él, por eso lo busca. Prefiero hacer de cuenta que no sé
nada, me hago el loco, no quiero perderla, y sé que esto es pasajero, ella lo
dejará…”.
Las personas con altos niveles de
ansiedad, con apego inseguro y con identidad frágil tienden a magnificar las
amenazas y por lo tanto a vigilar y controlar a su pareja, aunque ésta no haya
puesto en riesgo la relación (Feeney y Collins, 2001). Este tipo de personas
tienden a deteriorar su relación al producir en el otro bajo nivel de
satisfacción y producir alejamiento o ruptura. La terapia de pareja puede ser
contraproducente, porque el problema no es el lazo relacional sino las
organizaciones inadecuadas del sí mismo (Gurman, Lebow, y Snyder, 2015). La
ansiedad de uno de los miembros de la pareja predispone a utilizar la culpa
para controlar al otro (Overall, Girme, Lemay Jr, y Hammond, 2014).
Una paciente víctima del juego de
control del esposo relataba:
“El único
camino es el divorcio, son quince años soportando los celos de mi esposo, me
sigue, revisa mi celular, me espía, yo le tengo miedo porque puede cualquier
rato perder el control. Lo peor es sentirme culpable sin haber hecho nada malo,
no sé cómo lo hace, me insulta, me humilla, desvaloriza todo lo que hago: mi
trabajo, la educación de mis hijos, mi familia. ¡Todo! Según él no sirvo para
nada”.
Las personas ansiosas son más
tendenciosas a lanzar acusaciones y culpar de sus errores a su pareja. De
hecho, manejar permanentemente la inseguridad y las fantasías de alguien así,
promueve tarde o temprano la insatisfacción, por lo cual la víctima
generalmente preferirá la ruptura antes de mantener el equilibrio para
involucrarse en el compromiso (Lemay Jr, y Dudley, 2012).
El proceso de reparación de la
confianza requiere entender el incremento de las acciones provenientes de la
desconfianza, activada ante las amenazas a la relación. La vigilancia, el
control y los interrogatorios son las conductas asociadas a la desconfianza (Buss,
y Shackelford, 1997). Asumir que la disminución de la desconfianza no influirá
en los niveles de confianza, al ser dos condiciones distintas, una es
independiente de la otra. El desconfiar es efecto de la protección ante las
amenazas con el afán de reducirlas.
A la par se debe analizar el
nivel de compromiso, si este no está fortificado por las tres circunstancias de
Rusbult, será muy difícil retomar la relación y se tenderá a la ruptura. Si la decisión tiende a la reconciliación, recién se debe proceder con
el segundo paso.
El incremento de las
actividades conjuntas, revitalizando las áreas menos afectadas por el evento
destructivo. Cuando ocurre la causante de la activación de la desconfianza, es
usual que el impacto alcance a todas las áreas de la relación, aunque sea
evidente que algunas estén indemnes, urge reconocerlas y desplazar el daño
sobre ellas. También suele suceder para extrañeza de la pareja que de repente
pueden interactuar como si nada hubiera pasado en el área intacta.
Son cuatro las áreas
más importantes que deben ser evaluadas: pasión, intimidad, relaciones sociales
y relaciones parentales. La pasión entraña la vida sexual (erotismo y ternura)
de la pareja; intimidad es el ámbito de la amistad, donde se conversa y se
hacen planes; las relaciones sociales implican las actividades con amigos y con
la familia de uno y otro; paternidad y maternidad es el campo de la crianza y
cariño con los hijos.
El tercer paso después
de incrementar las áreas intactas es desarrollar nuevas actividades en los
ámbitos dañados. No se trata de revisarlos ni de intentar analizar lo pasado,
sino simplemente hacer cosas nunca antes hechas en esos ámbitos.
Una vez logrado
equilibrar los ámbitos de acción conyugal, es procedente establecer nuevas
reglas en el contrato de la relación, enlazadas con los errores atingentes con
el proceso de destrucción de la confianza. Se debe aceptar que el nuevo
compromiso es una labor individual, la decisión es de la persona a expensas de
la decisión del otro. Cada uno debe hacerse cargo de su responsabilidad. Veamos
algunos testimonios:
“Volver
con ella no fue nada fácil, después de su infidelidad era muy complicado
perdonarla. Sin embargo, para mí lo más importante es la fe en Dios. Estoy
dispuesto a seguir con ella porque la amo demasiado como para separarnos. Hemos
detenido el proceso de divorcio porque ambos queremos intentarlo de nuevo. No
puedo explicarlo, mi madre por ejemplo me dice que estoy cometiendo un error.
Poco a poco estoy recuperando la confianza, no es fácil, nada fácil”.
(Paciente varón después de un año de separación)
“Me
estoy arriesgando, no es posible creer en él de la noche a la mañana, después
de lo que hizo, nos quedamos sin nada, pero él saldrá pronto de la cárcel,
hemos hablado y quiero seguir con él. Son tres años separados. Intenté tener
otra pareja, pero no es como él. Comprendo el error que cometió, arrastrando a
todos, mis hijos no tenían la culpa de la estupidez de su padre…Pero todo ya
pasó, he entendido que lo hizo con buenas intenciones. Tenemos que prepararnos
para su retorno, no será lo mismo, imagino que todos tenemos que poner de
nuestra parte”. (Paciente mujer después de tres años de
separación porque el esposo fue a la cárcel por estafa).
“A
ratos pienso que él lo volverá a hacer, pero sin él mi vida no ha sido la misma. Lo extraño, mis
hijas también. Cuando estamos juntos nos queremos de nuevo, a veces no entiendo
porque seguimos teniendo buen sexo y a ratos lo odio y quiero que se muera. Ha
pasado un buen tiempo, entendí que es como un adolescente a quien le cuesta
despedirse de la vida alegre, pero esta vez fue demasiado lejos y creo que ha
escarmentado. Me ha pedido volver a vivir con nosotros a condición de cumplir
las nuevas reglas, las ha aceptado y eso me ha vuelto a dar confianza” (Paciente
mujer, después de dos años de separación por infidelidad).
“No
me he aguantado, lo he llamado y nos hemos vuelto a ver, nos hemos abrazado y
lloramos mucho, me ha dicho que me ama, y yo se lo dije también. Estas semanas
han sido duras para los dos, yo he sido muy mala al difundir cosas de él por el
Face, pero se las merecía. Ahora la cosa es volver a confiar, no sé qué ha
pasado pero creo de nuevo en él, quizás es porque estos días me he enterado que
se ha portado bien y sus amigos me han dicho que estaba deshecho por mí, así
que hemos vuelto, pero ahora tenemos que cuidarnos más de no meter la pata” (Paciente
mujer de 16 años después de tres semanas de romper con su enamorado por
infidelidad).
“La
he pensado bien, debemos volver, ha sido tan complicado encontrarnos, pienso
que es de tontos terminar algo tan bonito por un desliz que cometió. Le he
aceptado sus condiciones, sobre todo el tema de su esposa, aunque ella sabe de
lo nuestro yo temía que aún se acueste con ella. He entendido que no hay otra,
vivimos en una sociedad prejuiciosa, total él es sólo mío y nadie puede ir en
contra de eso” (Paciente homosexual después de un año
de separación con su pareja).
Tabla # 1: Etapas
y tareas para la reparación de la confianza
Etapa
|
Tarea
|
Primera
|
Disminución
de las consecuencias de la desconfianza: vigilancia, control e
interrogatorios
|
Segunda
|
Incremento de las actividades
en las áreas no dañadas, revisarlas: pasión, intimidad, actividades sociales,
paternidad y maternidad.
|
Tercera
|
Desarrollar
actividades en las áreas dañadas
|
Cuarta
|
Nuevas cláusulas en el contrato
relacional
|
En la Tabla #1
sintetizo las etapas y las tareas para la reparación de la confianza en la
relación de pareja, para la cuarta etapa es pertinente el trabajo de
conciliación entre partes (Lewicki, McAllister, y Bies, 1998).
Este proceso implica tres momentos. El primero es la discusión sobre la
violación de la confianza, ambos cónyuges deben
identificar y analizar los elementos insidiosos, comprender las causas y
aclarar los malentendidos. Segundo, la víctima debe estar dispuesta a perdonar
y segura de no querer tomar represalias, esto ocurre como hemos analizado antes
por el nivel de compromiso de la persona: a mayor compromiso más posibilidades
de perdón (Finkel, y Rusbult, y Kumashiro, y Hannon, 2002). En tercer lugar la
pareja debe establecer las metas e intereses comunes y comprometerse ambos con
la relación fundamentada en los fines establecidos.
La Psicoterapia de Pareja (PP)
debe tomar en cuenta los últimos avances en la investigación científica para
aplicarlos a los problemas que enfrenta en la consulta. Ya sea la PP sistémica
centrada en el problema (v.g. Shoham, Rohrbaugh, y Patterson, 1995), sistémica
centrada en soluciones (v.g Hoyt, 2002) o terapia cognitiva comportamental (Baucom,
Epstein, Kirby, y LaTaillade, 2010).
En las escuelas que permiten la
validación de sus técnicas y despliegan su labor a la eficiencia y eficacia es
menester la inclusión del modelo de
inversión de Rusbult y del modelo de regulación
del riesgo en las relaciones de pareja de Sandra Murray.
La indicación de la PP es
consecuencia del diagnóstico relacional interdependiente del pronóstico. Una
vez definidos los problemas de la pareja a partir de una sesión conjunta que
permitirá establecer las áreas del conflicto: espacio romántico, área de
amistad, esposos, padres.
Posteriormente se debe establecer
el grado de compromiso de los componentes de la pareja. Esto se logra
escuchando a solas a cada miembro de la pareja identificar cuán satisfecho se
siente con su relación, reflexionar acerca de la calidad de su elección, es
decir, si considera que su pareja es la mejor opción conyugal que ha tenido, y
finalmente averiguar la valoración de lo invertido.
Si el compromiso es alto, resulta pertinente
evaluar la situación en que se encuentra la confianza y la desconfianza. Para
ello se recurre al modelo de regulación del riesgo, evaluaremos el estado de
las amenazas y los niveles de bienestar conyugal, en cada uno de los miembros de la pareja.
Si el compromiso es bajo, lo más
probable es la ruptura de la relación si el otro miembro de la pareja no es capaz
de resarcir el daño causado a partir de la manifestación de conductas que
permitan disminuir la desconfianza. En mi experiencia, esto es muy difícil, lo
más probable es la psicoterapia del divorcio (Saltz, 1985).
Cuando se ha establecido la
motivación para la reparación de la confianza en ambos miembros de la pareja,
es plausible establecer la disposición al perdón en la víctima y la aceptación
del perdón en el transgresor (Gordon, y Baucom, y Snyder, 2000). El trabajo
debe realizarse bajo la óptica de la pérdida ambigua, lo cual obliga a analizar
los procesos de duelo resueltos y no resueltos previos a la crisis actual
(Boss, 2009)
La recuperación de la confianza
es indispensable para establecer las metas terapéuticas, sin ella será
imposible la negociación. El o la terapeuta debe clarificar las áreas
predominantes del trabajo, iniciando con la reactivación de aquellas menos
dañadas por la crisis, dependiendo de la orientación se establecerán los
recursos técnicos.
Fortalecidas las áreas menos
dañadas, se procederá a trabajar en las deterioradas, promoviendo nuevas formas
de encararlas, ya sea se ponga énfasis en la forma o en el contenido de la
comunicación es imprescindible mejorar el diálogo entre los componentes de la
pareja (Benson, McGinn, y Christensen, 2012).
La PP lega a su recta final
cuando se fijan los intereses comunes y los nuevos objetivos de la relación. El
acuerdo debe visar el equilibrio entre las metas personales y las conyugales, a
la par de manejar conjuntamente las amenazas a la relación y el bienestar.
Tabla #2: Etapas
y tareas de la Psicoterapia de Pareja
Etapa
|
Tarea
|
Diagnóstico
|
Definir el
problema de la pareja. Identificar el área del conflicto: romántica, amistad,
matrimonio, padres.
|
Indicación
|
¿La terapia de pareja resolverá
el problema?
|
Compromiso
|
Establecer
el grado de compromiso en cada uno de los cónyuges, evaluando: satisfacción,
calidad de la elección e inversión.
|
Evaluación
del riesgo
|
a) Si el nivel de compromiso es
bajo, lo más probable será trabajar en terapia del divorcio.
b) Si el nivel de compromiso es
alto, se evalúa el estado de las amenazas y su relación con el bienestar.
|
Proceso del
perdón
|
Evaluar la
predisposición hacia el perdón en ambos miembros de la pareja. Proceder con
la terapia del duelo.
|
Reparación
de la confianza
|
Desactivar las acciones
procedentes de la desconfianza. Fortalecer las áreas relacionales menos
dañadas. Redefinir las áreas dañadas.
|
Nuevo
contrato
|
Establecer
las metas personales y contrastarlas con las conyugales. Negociar las
pérdidas y ganancias. Plantear nuevas metas de la pareja.
|
Estudio de caso:
Mario (54) y Jimena
(51) tienen una relación amorosa hace cinco años, ambos provienen de anteriores
matrimonios, Mario tiene un hijo adolescente, vive con él y Jimena una hija
joven emancipada. Jimena aún vive con sus padres ancianos.
Entre ambos ahorraron
el suficiente dinero para poder comprar un departamento, con la idea de
convivir incluyendo, claro está al hijo de Mario. Sin embargo hace tres meses
Mario encontró a su pareja besándose con un ex novio. Situación que derivó en
la ruptura de la relación. Ambos asisten a terapia para trabajar en la
reconciliación.
En la primera sesión
conjunta quedó establecida que el área afectada es la de la convivencia, las
otras aparentemente no han sido tan dañadas. El afecto y el sexo están
limitados por la disminución de la confianza y la exacerbación de la
desconfianza en Mario quien ha recurrido a niveles de vigilancia, control
rígido e interrogatorios fútiles.
Considerando la
necesidad de negociación para la solución del problema, es pertinente como
recurso de solución la PP. Se explican las metas y los procedimientos a seguir,
además de hacerles conocer el consentimiento informado sobre las
características del trabajo psicoterapéutico.
La pareja aceptó
trabajar de manera conjunta previas conversaciones individuales. En la sesión
con Jimena, quedó claro el dilema de ella: irse a vivir con Mario implicaría
dejar a sus padres solos y renunciar a sus amigos de juventud, entre ellos el
mentado señor con quien tuvo sexo casual. Sin embargo, ella considera a Mario
como su mejor elección, mejor que su anterior esposo y de los amigos que
conoce. Se siente muy feliz al lado de él, el problema es la pérdida que
sufriría al dejar a sus padres.
Por su parte, Mario
está dispuesto a perdonar porque cumple satisfactoriamente los tres requisitos
del modelo de Rusbult. Además señala la importancia de su fe católica en la
cual se apoya para tomar todas sus decisiones, y en este caso sobre todo piensa
que Dios le ha dado una tarea: hacer feliz a Jimena.
En la siguiente sesión
conjunta se evidencia que Jimena no resolvió adecuadamente la ruptura con su
anterior esposo, fue víctima de violencia física y afectiva, además tuvo un
aborto sobre el cual tampoco trabajó adecuadamente. Mario ayudó sobremanera en
el proceso terapéutico de ambos duelos, lo cual influyó en favorecer la
disminución de las acciones defensivas ocasionadas por la desconfianza.
El problema irresuelto
de Mario fue la relación complicada con la madre de su hijo, las reglas no
estaban claras, le preocupaba la salud mental del adolescente. Se procedió con
tres entrevistas con el hijo, quien evidenciaba conflictos a nivel de su
relación con la madre: sentimientos de culpa y rabia.
Fue interesante
comprobar la aceptación de los hijos de uno y otro a la vinculación amorosa de
Jimena con Mario. Esta fue la primera área que se fortaleció. Se tuvo una
entrevista con Jimena y su hija. La muchacha alentó a su madre a dejar a sus abuelos,
consideraba inclusive que alguna vez dijeron que se lamentaban de tener a la
hija viviendo con ellos.
Se dieron varias tareas
para fortalecer la vinculación erótica y amistosa, ocasionando la disminución
de la desconfianza. Posteriormente se re encuadró la definición del problema,
en lugar de plantearse la meta de vivir en el departamento, la cuestión es
vivir juntos. El departamento resultó la manzana de la discordia, pues hubo
mayor inversión económica por parte de Mario que de Jimena. Así que resolvieron
venderlo y dividir las ganancias en función a la inversión económica que cada
quien hizo.
Habiéndose establecido
la meta común, fue más fácil el trazado de las nuevas reglas. Mario aceptó que
Jimena mantenga sus actividades sociales a condición de que él la recoja y
lleve. Jimena exigió que por lo menos una vez al mes, fijarán actividades
divertidas. Se dieron seis meses para decidir dónde vivirán juntos, existen
tres opciones: vivir en casa de los padres de Jimena, vivir en el departamento
de Mario o comprar un departamento más económico.
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