martes, 17 de enero de 2017

Cuando el padre es un monstruo



Cuando el padre es un monstruo
Por: Bismarck Pinto Tapia, Ph.D.
Los hijos comienzan por amar a sus padres;
al crecer se ponen a juzgarlos.
A veces los perdonan.
Oscar Wilde

El libro “Hijos de nazis” escrito por Tania Crasnianski[1], muestra la revisión de ocho biografías de hijos e hijas de personajes involucrados en el nazismo alemán: Gudrun Himmler hija del temido jefe de la Gestapo Heinrich Himmler; Edda Göring, unigénita del lugarteniente de Hitler y comandante supremo de la Luftwaffe: Hermann Göring; Wolf R. Hess, benjamín de Rudolf Hess jefe del partido Nazi; Niklas Frank, hijo de Hans Frank Gobernador de la Polonia ocupada, dirigió los guetos, dijo: “debo pedirles que abandonen la compasión, debemos aniquilar a los judíos”; Martin Adolf Bormann, hijo de Martin Bormann, secretario personal de Hitler; Brigitte Höss y sus hermanos, hijos de Rudolf Hoss, comandante del campo de concentración en Auschwitz; Albert Speer Jr., hijo del arquitecto del diablo, Albert Speer; Rolf Mengele, hijo de Josef Mengele, el “médico” que realizó abominables experimentos en gitanos y judíos.
La pregunta de la investigación fue: ¿cómo les impactó la historia de sus padres nazis? Algunos idolatran la imagen de su padre y coinciden aún con las ideas nazistas de ellos (Gudrum Himmler, Edda Göring, Wolf R. Hess). Otros en cambio sienten un profundo odio como Niklas Frank, quien lleva consigo una fotografía de su padre muerto después de haber sido ajusticiado, cuando le preguntan ¿por qué carga con la foto?, responde: “me satisface el aspecto de la foto…está muerto”. El hijo de Bormann carga sentimientos de vergüenza y culpa, los cuales trata de paliarlos con actividades en pro de la comunidad judía. Briggitte Höss se niega a aceptar los horrores cometidos por su padre, mientras que Rainer Hoss, hijo de Hans Jürgen, el segundo descendiente de Rudolf Hoss, se enteró que su abuelo fue uno de los peores asesinos de masas de la historia, cuando tenía doce años, esto trastornó para siempre su vida. Por su parte el hijo de Speer plantea haber logrado diferenciar al padre nazi del padre arquitecto, de esa forma se ha reconciliado con el pasado funesto que carga consigo. Por último el hijo de Mengele jamás evidenció pizcas de compasión en su padre, ha preferido cambiar su apellido.
¿Qué hace la diferencia? ¿Por qué las reacciones ante la evidencia de crueldad de sus padres no genera la misma actitud? La autora del libro, al finalizarlo señala:
Cuanta más proximidad afectiva existe, más difícil es tener la perspectiva necesaria para juzgar, como si admitir las atrocidades cometidas por un padre empañara irremediablemente el amor filial. Es difícil decir: “Sé que mi padre fue un monstruo y yo lo amaba”. El camino que lleva a esta clase de aceptación es doloroso y está sembrado de emboscadas. Un amor más débil puede permitir juzgar mejor. Quizá por eso, aquellos que recibieron poco afecto de su padre durante su infancia, o directamente no lo conocieron, tuvieron menos dificultades para juzgarlo. (p.234).
Es muy explícita esa diferencia en el documental What Our Fathers Di: a Nazi Legacy[2], trata de las versiones sobre los padres de Niklas Frank y de Horst von Wachter. El primero, como vimos, hijo del gobernador de Polonia: Hans Frank, encargado de los judíos del gueto de Varsovia (Warschauer Ghetto), fue un campo de tránsito a los campos de concentración, se estima su población en 400.000 personas, durante la exportación quedó reducida a 50.000 habitantes. Hans Frank se involucró en la “solución final” por lo que en el juicio de Nürenberg fue declarado culpable de crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad por lo que murió en la horca.
Por su parte, el padre de Horst von Wachter fue Otto  Gustav von Wachter, gobernador de Cracovia y Galicia, subalterno de Frank, director del sistema de transporte de los judíos hacia los campos de concentración, responsable de la quema de sinagogas y el asesinato de por lo menos 3500 judíos, entre ellos la familia del entrevistador del documental. A diferencia de Hans no fue juzgado, recibió protección del Vaticano hasta su muerte en 1949[3].
En el documental, Philipe Sands, experto en derechos humanos confronta a los protagonistas con las historias de sus padres. Niklas tiene un desprecio inconmensurable hacia el suyo, no le cabe la menor duda, su padre fue un monstruo sanguinario. Sin embargo, Horst considera a su padre una especie de héroe, un hombre gentil y de nobles intenciones, niega rotundamente su participación en la shoá. Tanto Sands como Niklas presentan evidencia contundente de la intervención asesina de von Wachter ante los ojos de Horst, quien hasta el final se niega a aceptar la responsabilidad de su padre en los crímenes contra los judíos.
¿Cuáles son los antecedentes de las relaciones con sus padres? En el caso de Niklas, su padre se vinculaba esporádicamente con el niño, y cuando lo hacía era agresivo o ausente, al grado que el único recuerdo positivo que tiene, es del día cuando su padre se afeitaba y le untó con crema la nariz. En cambio el padre de Horst, fue cariñoso y estuvo presente durante la infancia de su hijo.
Es importante la participación de las madres: en la casa de Niklas la madre era negligente, tenía una niñera encargada del pequeño, ella rara vez lo acariciaba o jugaba. En el caso de Horst, la madre fue cariñosa y protectora.
Buscando casos extremos, encontré uno trágico, el parricidio y matricidio perpetrado por los hermanos Menéndez, Lile y Erik, en agosto de 1989. Estos hermanos fueron víctimas de maltrato físico y sexual por parte de su padre José. Durante su adolescencia, ambos hermanos se dedicaron al robo a pesar de pertenecer a una familia rica. El padre nunca los valoró, se burlaba de ellos y era muy exigente, la madre estaba apagada y no pudo defender a los hijos del maltrato cotidiano del padre. Cuando José decide anular la herencia para sus hijos debido a las continuas decepciones que le daban, los hermanos planean el asesinato. Los acribillan a balazos, matan primero al padre y luego a la madre. El juicio fue un espectáculo para la televisión, se tuvo que proceder con un segundo, ambos hermanos fueron condenados a cadena perpetua[4].
Otro caso tremebundo fue el caso de Kip Kinkale, un muchacho de quince años, después de matar a sus padres a sangre fría, se dirigió a su escuela la  Thurston High School disparó 51balas a diestra y siniestra, hiriendo a 25 estudiantes, matando a uno. Su situación familiar lo presenta como un hijo con deficiencias para el aprendizaje escolar, con una hermana mayor exitosa y con un padre muy exigente, quien por consejo del psicoterapeuta le compró armas. Disparó una vez en la nuca del padre, a la madre tres tiros en el rostro, dos en la nuca y uno en el corazón. ¿Por qué la saña con su madre? ¡Porque no lo protegió del padre![5]
Otro ejemplo es el referido a la relación de Michael Jackson con su padre. Según sus declaraciones, fue víctima de maltrato físico y sexual perpetrado por su progenitor. Dijo en una entrevista que fue “algo muy malo, realmente malo”[6]. Al parecer, ese vínculo violento determinó una crisis de identidad que jamás el artista logró resolver[7].
Es posible explicar la incapacidad de los hijos e hijas de aceptar la maldad de sus padres cuando éstos se mostraron cariñosos y diligentes con sus hijos a través de la teoría de la disonancia cognitiva[8]. Trata de los procesos cognitivos utilizados para mantener la coherencia entre la creencia y la evidencia que la contradice. Tendemos a mantener consistentes las ideas con las acciones, cuando no se produce esa correspondencia esperada, nos insertamos en un estado que Leon Festinger denominó disonancia cognitiva. Es  un afortunado constructo para explicar las actitudes. El silogismo que surge en un hijo o hija de un monstruo es así:
a)      Papá es un ser tierno y amoroso conmigo (creencia tácita)
b)      Papá es un monstruo (contradicción)
c)      Disonancia cognitiva (ansiedad y angustia)
d)     Papá no es un monstruo, tuvo sus razones para actuar de esa manera (compensación lógica)
Es posible seguir la confrontación que Phil McGraw lleva a cabo con la hija del sicario Richard Kuklinski, intenta que la muchacha confronte sus creencias sobre su padre con la evidencia ineludible de su extraordinaria maldad[9].
Otra teoría que puede ayudarnos a comprender la incapacidad de reconocer la crueldad de un padre la ofrece Albert Bandura: el desenganche moral[10]. Profundiza la comprensión de la disonancia cognitiva analizando los recursos que las personas usamos para justificar nuestras acciones inmorales, y de las personas a quienes amamos, el propósito es desactivar los sentimientos de culpa y/o vergüenza. Se utilizan cuatro mecanismos:
a)      Justificación del acto inmoral: se lo interpreta como una acción inevitable, que traerá beneficios, el logro de un fin mayor justifica la acción inmoral. También es plausible comparar la acción inmoral con actos “peores” cometidos por otros. Aplicado al tema de los hijos, es posible identificar este accionar en Horst von Wachter.
b)      Rechazo de la responsabilidad individual: hace referencia a culpar a las circunstancias, o a que se “cumplían órdenes”. Los hijos plantearán que el padre fue víctima de las circunstancias. Es lo que hace Monika Hetwig hija de Amon Goeth el comandante del campo de concentración de Plaszow. En una entrevista que le hacen plantea que su padre fue víctima de las circunstancias[11].
c)      Negación y rechazo de las consecuencias negativas: alude a la minimización de las consecuencias, se resuelve que no es tan grave, podría haber sido peor, se niega la existencia de víctimas. Una vez más Horst von Wachter es un buen ejemplo.
d)     Achacar a la víctima: es culpabilizar a la víctima de la acción inmoral, fue provocada por algo que hizo o dejó de hacer. Es el eje de los discursos de Hitler y sus secuaces[12]. Argumentos que utiliza la hija de Göring y Gudrun Himmler.
Tanto la teoría de la Disonancia Cognitiva como el Desenganche Moral, nos permiten comprender los procesos cognitivos asociados a la justificación de los actos inmorales de padres monstruosos. Sin embargo existe otra teoría más compleja, que permite comprender el origen de la disonancia cognitiva, hace alusión al sentido y significado de la construcción de la identidad personal, desarrollada por Vittorio Guidano[13].
Según este enfoque, el desarrollo de la identidad personal es producto de la interacción afectiva con los padres. El sentido personal se establece como un proceso permanente, es el eje que da sentido a la conciencia del sí mismo como un concepto de individualidad permanente en el tiempo, se estructura organizando la identidad. Hace referencia a la interpretación de las experiencias personales, las cuales se construyen, destruyen y reconstruyen en la interacción amorosa, fundamentalmente primero con los padres y posteriormente en la relación de pareja, además de los lazos con otros significativos como los amigos, maestros, etcétera. Permite que la persona pueda identificarse con ellos, al mismo tiempo que se diferencia para establecer su individualidad.
Los estudios  neuropsicológicos acerca de la conciencia del sí mismo coinciden con las postulaciones de Guidano, al encontrar una firme asociación entre los procesos emocionales y la generación de la conciencia del sí mismo como producto de la introyección de experiencias radicadas en la memoria que dan sentido a que el intérprete racional las identifique como ocurrencias afectantes de alguien que se forja como una entidad individual[14].
El proceso de la construcción del sí mismo, ocurre de manera evolutiva en el niño, quien requiere de los referentes de apego para establecer la ocurrencia de su existencia. Lo cual paradójicamente le permite diferenciarse de ellos. De alguna manera el eje sobre el cual construimos  nuestra identidad personal tiene que ver con la introyección de las personas que nos aman, en el sentido del amor infantil: nos protegen. Lo define Guidano como una relación amorosa    única, es un patrón vincular fundamentado en la confianza. Esto es, “si me proteges, me amas, y si me amas confío en la descripción que haces de mí y del mundo”.
De esa manera, en el marco de la vinculación amorosa, desarrollamos la percepción de nosotros, nos reconocemos y definimos. Esta evolución se inicia generalmente a los dos años[15]. Piaget hace alusión al concepto imitación diferida, entendido como la posibilidad de que el niño asuma conductas de las personas que le protegen en ausencia de ellos[16]. Por su parte Vygostky menciona los recursos vinculantes sociales de la introyección[17]. Se trata pues de la construcción de una representación mental consecuente con esquemas cognitivos y afectivos asimilados, acomodados y adaptados por el niño, siendo de esa manera parte de su identidad personal, por lo cual es posible verse en el otro. Guidano hará incapié en que esto es lo que permite que la persona perciba aspectos propios en los otros significativos. Luego la construcción del sí mismo se hará coherente en la medida que los referentes de apego sean congruentes. Requerimos una concordancia entre la imagen construida del otro y el accionar de ese otro.
Juan Pablo Escobar, hijo del narcotraficante Pablo Escobar, reconoce un cambio en la percepción de sí mismo y del mundo cuando a los doce años su padre le anuncia que es un “bandido”[18]. Asume que su padre fue un hombre cruel, inmoral y sin conciencia pero que tenía otra faceta, fue un buen papá, por lo cual su hijo debe lidiar con ambas imágenes[19].
Asumir que papá fue un monstruo cuando fue un padre amoroso, comprende la destrucción del sí mismo, más aún si ese padre se erige como el referente más importante en el desarrollo del sentido personal. Si en cambio, el padre fue lejano y/o cruel con el hijo como en el caso de Niklas Frank, es indiferente la apreciación de su crueldad.
Michael Jackson nunca pudo estar conforme consigo mismo porque se asociaba física y psicológicamente con un padre que nunca lo quiso. Querer es aceptar al otro sin condiciones, el amor de los padres obliga a la renuncia de sus expectativas para albergar a nuestro hijo como un ser independiente de nosotros. La legitimación junto al apego son sustanciales para la construcción de la conciencia del sí mismo[20].
La manera de reparar la decepción generada por el contraste entre quien pensábamos que era papá con su verdadera historia, es retratada por  Berd Wollschlaeger, hijo del comandante de tanques Arthur Wollschlaeger. Berd se entera de adulto que su padre no solamente fue un nazi sino que estuvo a cargo de la destrucción de pueblos judíos. Este hijo de nazi desarrolló curiosidad por las víctimas del holocausto, al grado de convertirse al judaísmo[21].
Salgamos de los casos extremos, revisando mi experiencia psicoterapéutica con hijos de padres abusivos, me he percatado del mismo fenómeno analizado hasta este punto. Es muy claro en las familias con un padre alcohólico violento. Los hijos y las hijas que tienen un padre sobrio formidable, asumen que tienen dos padres, una especie de Dr. Jekyll y Mr. Hyde, un padre bueno y otro malo, como hace Berd Wollschlaeger con su padre amoroso y el nazi.
En otros casos me resultaba incomprensible el amor de los hijos e hijas testigos de la violencia de sus padres hacia sus madres. Parecía una triangulación con un pacto encubierto entre la madre y el hijo o hija. Sin embargo, no es así. El padre resultaba ser alguien amoroso con los hijos aunque cruel con la madre. En esos casos pude apreciar la presencia de alguno de los cuatro mecanismos del desenganche moral. Era inevitable el amor al padre porque se constituía en una parte del sí mismo del hijo o hija.
También he contemplado el odio desmesurado de hijos e hijas hacia sus padres, cuando estos simplemente fueron negligentes, ausentes o permanentemente violentos con ellos. Es pasmoso contemplar la indiferencia de estos hijos e hijas ante una situación insufrible por parte de sus padres (v.g. condenas carcelarias, enfermedades terminales, etc.).
Sin embargo, considero que los procesos más dolorosos se presentan ante la decepción, cuando papá no es quien pensamos que era. Esta experiencia puede derivar en el suicidio o en conductas disruptivas graves (adicciones, trastornos de alimentación, depresión, etc.). Se hace insoportable la caída del ídolo porque con él se lleva el sentido personal.
También es notable la importancia de la participación de la madre en el vínculo entre los hijos y el padre monstruoso. La protección de ella es decisiva en la construcción de la esperanza y la confianza. No en el sentido de que presente una figura amable de un padre malvado, no, eso derivará en una decepción doble. Sino cuando la madre sabe proteger y defender a los hijos y/o hijas de la ignominia del padre.
Pueden ocurrir circunstancias casuales, estableciéndose como factores resilientes, usualmente asociados a parientes o amigos cercanos a la familia. Es una vez más el caso de Berd Wollschlaeger, que tenía en Claus von Stauffenberg, el contraste con su padre. Claus fue el líder del intento de asesinato de Hitler: un anti-nazi.
En las familias donde el padre es un monstruo y la madre indefensa, puede un abuelo o una abuela definirse como referentes amorosos, como también algún tío o tía. Lo he visto con hermanos y hermanas, como también con amigos de la familia. Estos personajes al ser figuras contrapuestas al monstruo pueden forjarse como referentes en la construcción del sentido personal.
En algunos casos el referente sustitutivo no necesariamente es alguien de piel y huesos, puede establecerse esa referencia con personajes de ficción, actores o actrices de cine, rock stars, inclusive dibujos animados. Este fenómeno explica los suicidios que siguieron al suicidio de Kurt Cobain[22].
¿Cómo estas fatídicas historias pueden ayudar en la psicoterapia de hijos e hijas de monstruos? Lo fundamental es identificar el papel del padre en la construcción del sentido personal. Si éste es indiferente, lo más probable es que la persona haya definido el eje de su referencia afectiva a otra persona significativa. Por ende, es un error caer en el mito de la “figura paterna”, no se trata de una referencia para la constitución de la identidad sexual, sino un referente de apego que será introyectado para la construcción de la identidad.
El odio hacia un padre monstruoso se justifica cuando el sentido personal no se haya convertido en un odio irracional hacia instancias ideológicas, religiosas o raciales. El paciente o la paciente deben aprender a asimilar el sentido de su odio, comprendiendo la indefensión ante un padre cruento e inmoral, evitar la desviación de dicho odio, asimilando la impotencia ante la violencia y los rencores, si los hubiere, hacia una madre incapaz de protección.
La decepción es más compleja de tratar, el descubrimiento de la monstruosidad del padre, deriva en la destrucción de partes importantes del sentido personal y por lo tanto de la identidad y la concepción del mundo. El dolor, la culpa y la vergüenza se apropian de la persona, conlleva desconfianza, desolación, miedo, desesperanza, desesperación. Estos sentimientos por sí  mismos son confusos y se entremezclan. Es necesaria la renovación de la historia, aceptando la maldad del padre a pesar de su aparente ternura. La persona definirá si alberga el odio que el padre merece o si puede convivir con el padre bueno y el malo. Se trata independientemente a ello de un duelo complicado, al que se suma develar la reacción de la madre y del entorno familiar en general.
En terapia se debe contener el desborde del dolor y del odio desaforado. Proteger a la persona del suicidio, manteniendo vigentes los logros relacionales actuales, con la pareja y con los hijos si los hubiere. También se debe activar el apoyo social, tanto de los amigos como los recursos de su comunidad.
No en todos los casos valdrá la pena alentar la curiosidad. Será la persona que decida si rebusca evidencias o prefiere seguir adelante sin mirar el pasado. Ambas alternativas pueden ser útiles, dependiendo de los afanes de los y las pacientes.
Eventos tan dramáticos como estos obligan a la puesta en práctica de todas las habilidades terapéuticas, no es suficiente la empatía, se tendrá que recurrir a la confrontación y a la contención en un lazo terapéutico que indudablemente generará intensas emociones en el o la psicoterapeuta. La psicoterapia relacional sistémica ofrece un contexto terapéutico idóneo para el manejo de estas experiencias extremadamente dolorosas. Permite una visión sistémica de las vivencias de la persona, a la par que dirige la mirada a los complejos procesos cognitivos vinculados con la construcción del sí mismo y los enmarañados juegos relacionales familiares.




[1] Crasnianski T. (2016) Hijos de nazis. Buenos Aires: El Ateneo
[2] Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=qPPRPT_KWWU
[3] http://www.el-nacional.com/noticias/historico/nuestro-amigo-comun-que-hicieron-nuestros-padres_14190
[6] Taraborrelli, J.R. (2011) Michael Jackson. La magia y la locura, la historia completa. Barcelona: Alba minus.
[7] https://www.youtube.com/watch?v=1tuT3PfTVuU
[8] Festinger, L. (1962). A theory of cognitive dissonance (Vol. 2). Stanford University Press.

[9] https://www.youtube.com/watch?v=K86B-xturvc&index=3&list=PLmPF9BH6jf2aynh-Zvp3OsqktCBBEDBgL
[10] Bandura, A. (1999). Moral disengagement in the perpetration of inhumanities. Personality and social psychology review, 3(3), 193-209.
[11] https://www.youtube.com/watch?v=SQrq4ljb48g
[12] https://www.youtube.com/watch?v=J6VSQx0VGx4
[13] Guidano, V. F. (1991). The self in process: Toward a post-rationalist cognitive therapy. Guilford Press.
[14] Gallagher, S. (2000). Philosophical conceptions of the self: implications for cognitive science. Trends In Cognitive Sciences, 4(1), 14-21;  Gazzaniga, M. S. (2005). Forty-five years of split-brain research and still going strong. Nature Reviews Neuroscience, 6(8), 653-659.
[15] Guidano, V. F. (1994). El sí-mismo en proceso: Hacia una terapia cognitiva posracionalista (p. 20). Barcelona: Paidos.
[16] Richmond, P. G. (1974). Introducción a Piaget (Vol. 1). Editorial Fundamentos.
[17] Tudge, J. R., & Winterhoff, P. A. (1993). Vygotsky, Piaget, and Bandura: Perspectives on the relations between the social world and cognitive development. Human Development, 36(2), 61-81.
[19] Escobar, J.P. (2015) Pablo Escobar: mi padre. Barcelona: Península.
[20] Pinto, B. (2014) Psicología del amor, segunda parte: el amor en la familia. La Paz: UCB
[21] https://www.youtube.com/watch?v=crmrSj9fGgs
[22] Vg: http://elpais.com/diario/1997/05/16/sociedad/863733608_850215.html

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