miércoles, 8 de marzo de 2017

La mirada del vampiro



LA MIRADA DEL VAMPIRO
¿Por qué algunas mujeres se enamoran de psicópatas?
Por: Bismarck Pinto Tapia, Ph.D.

Una vez más, bienvenido a mi casa.
Ven libremente,
sal con seguridad;
deja algo de la felicidad que traes.
Drácula en la película de Coppola

Quedé estupefacto al leer el libro de Sheila Isenberg: “Women Who Love Men Who Kill”[1]. Relata la historia de varias mujeres que establecen vínculos amorosos con asesinos, trata de explicar por qué ocurre tan aberrante relación. Es interesante porque no solamente se centra en las mujeres sino en los criminales. Es fácil caer en el error de achacar a la ingenuidad de ellas sin considerar los artilugios de los asesinos. Al fin de cuentas es una relación de dos. Es muy difícil creer en la existencia de esas absurdas relaciones “amorosas”. La investigadora, sin ser psicóloga, recurre a la opinión de renombrados estudiosos de la conducta criminal para encontrar respuestas a su pregunta.
Finalmente propone un perfil de estas  mujeres. La mayoría sufrió mucho en las relaciones con su padre y madre: padres violentos o ausentes, y madres desamoradas. A lo que se suma, en varios casos, matrimonios disfuncionales con maltrato por parte de sus esposos. Se consolidan personalidades dependientes con rasgos histéricos y obsesivos y en los casos más dramáticos, se presentan mujeres con trastorno de personalidad limítrofe. 
Unas buscan protección por lo tanto se acercan a personajes posesivos y fuertes. Otras van en pos de un ideal masculino, lo hallan en la ferocidad desbordante de algún asesino. Las hay también afanadas en dar consuelo y protección. Sin embargo, Isenberg identifica mujeres normales, con historias de vida regulares. Por ello es aventurado concluir tácitamente que para enamorarse de un asesino se requiere tener necesariamente un trastorno.
La segunda parte, complementa la situación, el asesino desde su celda manipula con argucia a la damisela ingenua. Como todo depredador espera a su presa, la ataca y luego la devora.
El criminal recurre a la sugestión, desarrolla cautamente una especie de hechizo obnubilando a su víctima, quien cae en las trampas, enamorándose más y más del villano, perdiendo de vista los crímenes, aun cuando éstos sean bizarros, promoviendo deschavetadamente argumentos de inocencia, inclusive en casos donde la culpabilidad es inapelable. Es como la seducción de la mirada del vampiro.
Si bien las historias narradas en el libro son extraordinarias, no lo es el vínculo amoroso de mujeres que se enamoran de psicópatas adaptados. Revisemos un caso[2]:

Adela es una mujer de cuarenta años, tiene dos hijos jóvenes, uno emancipado y el otro estudia en la universidad. Desde algunos años el amor hacia su esposo ha ido disminuyendo, se ha sentido sola sin el cariño que caracterizó los primeros años de su matrimonio. Es consciente de haberse dedicado plenamente al cuidado de sus hijos, abandonando sus estudios universitarios y algunos eventuales trabajos. Actualmente trabaja en una empresa ocupando un cargo subalterno, sin embargo no se siente realizada porque le hubiera gustado dedicarse a la psicología. En este entorno laboral conoce a Cristopher, diez años menor que ella, divorciado, sin hijos. Inesperadamente el marido plantea el divorcio, argumentando que dejó de quererla hace muchos años y mantiene una relación amorosa con otra mujer. Tomada por sorpresa, Adela se deprime, busca consuelo en su joven amigo. Al poco tiempo la amistad se erotiza, a pesar de sus creencias cristianas Adela cede a los requerimientos sexuales y comienza una aventura sexual inaudita, donde según ella, por primera vez conoce lo que es un orgasmo.
Deslumbrada por el vigor, entusiasmo y atrevimientos de su amante, Adela se involucra más y más con él. La sensación de tener un romance prohibido la enardece aún más, llegan a tener encuentros coitales en los baños de la empresa. Ella se siente como una adolescente y no mide las consecuencias de su enamoramiento. Christopher le pide que lo ayude en el trabajo, al grado de que Adela termina haciendo todos los deberes de su amante. Al pasar los meses, él le pide prestada una buena suma de dinero porque deben intervenir quirúrgicamente a su madre. Adela desprendida como es, le presta el dinero que nunca más verá de vuelta. Ella le pide conocer a su madre, pero él se niega rotundamente.
Asisten juntos a una fiesta en un pueblo paceño, él se embriaga y de borracho propina una paliza a Adela porque la vio coqueteando con una persona. Al día siguiente pide perdón y asegura que jamás volverá a pasar algo así. La relación vuelve al cauce normal.
Las exigencias sexuales de Christopher se hacen cada vez más extrañas, le pide que se disfrace de colegiala, la amarra a la cama, y cosas por el estilo. El culmen surge cuando le exige tener coito anal. Ella se ofende y rechaza la oferta. Al día siguiente, él la espera con una prostituta para hacer un trío sexual, delante de ella tiene coito anal con la invitada, pidiéndole hacerlo luego con ella; Adela accede.
Denigrada y avergonzada busca mi ayuda. Quiere terminar la relación con su amante, piensa que ha llegado a perder su autoestima y que en algún momento su vida puede correr peligro.

De inmediato podemos pensar que se trata de mujeres con algún trastorno mental, Adela puede encajar en los criterios del trastorno de personalidad dependiente, sin embargo esta apreciación proviene de una visión individualizada, no toma en cuenta los aspectos relacionales. El amante no es un objeto incólume, se trata de alguien que interactúa con ella, como sucede con todas las mujeres involucradas en un lazo amoroso con un hombre cruel.
Siguiendo el análisis de Isenberg, es factible afirmar que una mujer con un trastorno de personalidad tiene mayores posibilidades de involucrarse con un psicópata. De tal manera que los rasgos de personalidad más propensos son: dependientes, evitativos, histéricos, obsesivos y limítrofes. Las historias personales de las mujeres entrevistadas denotan estructuras familiares propensas a la generación de desajustes en la identidad, depresión y angustia. Debemos cuidarnos, sin embargo, del hecho que es posible la desestructuración de la personalidad durante el vínculo amoroso, fomentando se ese modo discordancias a la hora de elaborar un diagnóstico.
En el caso de Adela, la terapia no fue suficiente para ayudarla a cortar la relación. Si bien, el evento sexual le ayudó a darse cuenta de las humillaciones a las cuales se veía sometida, al poco tiempo volvió a enredarse afectiva y sexualmente con su amante, abandonando la terapia.
¿Qué tienen en común estas mujeres? Todas ellas inician la relación destructiva en un momento de alta vulnerabilidad afectiva. Sufren una crisis que las anega en un vacío demandante. Todas ellas están viviendo la confrontación consigo mismas a partir de una ruptura o una crisis en su desarrollo personal. Veamos algunos casos:


Susana tiene 48 años, se casó joven con su primer amor, tienen un hijo casado hace dos meses. Después del matrimonio de su hijo los esposos retomaron las riendas de su matrimonio, pero éste había sucumbido hacía mucho tiempo. Susana manifestó síntomas de la menopausia, ocasionándole cambios intempestivos de su humor. Al mismo tiempo afrontó la  muerte de su madre. Mirándose a sí misma se percató de la pérdida de los años: abandonó su carrera, no trabajó nunca, durante el matrimonio el marido se hizo cargo de mantenerla. Piensa que el divorcio es una buena medida para retomar su vida. Conversa con  un abogado, de quien termina enamorándose. Tienen una intensa relación pasional, descubre sensaciones desconocidas. El abogado le ofrece participar en un negocio, situación muy atractiva para ella. Lamentablemente Susana es utilizada para el lavado de dólares, el amante resultó un hábil narcotraficante. Cuando se devela el engaño también lo hace la infidelidad. El marido la deja a la intemperie, el hijo rechaza la relación con su madre. El hermano la recibe en su casa y la ayuda a defenderse del problema legal. A pesar de todo debe ir a la cárcel. Cumplida su sentencia busca ayuda terapéutica.

Francisca tiene 52 años, casada con un exitoso empresario, dos hijas jóvenes. Mientras espera en el consultorio de un dentista conoce a Orlando de 20 años. Ella fue educada en una familia de mujeres, cuando niña muere el padre, siendo la hermana mayor cuida a sus dos hermanitas porque la madre se deprime profundamente. A los veinte conoce a su actual esposo, un hombre carente de afecto, encuentra en ella alguien dispuesto a consolarlo y protegerlo. Cuando se conoce con Orlando, había descubierto atisbos de infidelidad en su marido. Orlando se presenta como un muchacho apasionado y demandante de cuidados. Francisca lo ayuda al inicio con pequeñas cosas, le da dinero, lo orienta en sus estudios. Durante un año tienen encuentros furtivos, aunque ella afirma evitarlos termina en intensos encuentros sexuales. Le parece anormal estar con un joven de la edad de sus hijas, pero a pesar de los varios intentos por apartarse de él no lo consigue. Cuando el esposo empieza a sospechar, ella asume la ruptura con el muchacho. La hija mayor se hace amiga de Orlando sin saber la historia de su madre. Esto fue devastador para Francisca, porque su amante la chantajea. Para apartarse de su hija le pide un fuerte monto de dinero, Francisca se lo da. Orlando desaparece por el lapso de un año, pero vuelve y nuevamente retoman los encuentros prohibidos. Pasan los años, Orlando vive de Francisca. Ella busca ayuda porque tiene insomnio.

Natalia tiene 52 años, tiene una relación amorosa con Luis de 68 desde hace más de veinte años. Luis está casado, tiene cuatro hijos. Natalia entra en crisis cuando descubre que Luis ha tenido un bebé con una mujer joven. Es insostenible porque a los pocos años de iniciar su romance ella se embarazó y por imposición de él tuvo que abortar. La historia es de terror, el hombre la golpeaba y humillaba. Natalia proviene de una familia con un padre alcohólico que abusaba sexualmente de ella y su hermana, su madre se separó y se juntó con otra persona, dejando a sus hijas adolescentes solas. Natalia buscó refugio en una congregación de religiosas, no logró consagrarse porque se enamoró de un joven con quien tuvo una breve relación, se acabó porque él le fue infiel. Durante esa época intentó suicidarse, fue atendida en el hospital por Luis.

El matrimonio de Patricia se tornó muy aburrido, ella tiene 28 años y piensa que ha desperdiciado su juventud al casarse con Efraín de su misma edad. Se trata de un esposo abocado a su trabajo y sin ambiciones futuras. La presencia de su hijita de cuatro años ha detenido la decisión de separarse. Buscan terapia de pareja, y durante el proceso terapéutico ambos reconocen su insatisfacción marital, plantean darse un tiempo. Patricia ingresa a una fraternidad folclórica donde conoce a Tomás quien la deslumbra con atenciones y actividades atrevidas, inauditas para ella. Entusiasta se embarca en la relación. Tomás es la antítesis de Efraín: alegre, apasionado y tierno. A las dos semanas de conocerla le propone vivir con ella. Patricia rechaza el ofrecimiento. A partir de ese rechazo Tomás se convierte en alguien excesivamente persistente. Ella prefiere tomarlo como algo pasajero y continúa con la diversión, hasta que en una fiesta él se embriaga y la golpea brutalmente, rompiéndole una costilla y el tabique nasal. A pesar de la experiencia traumática, Patricia no pierde la esperanza y continúa con él. Hasta un evento mucho más dramático, él la cela en un ensayo de la fraternidad, enloquece golpeándola nuevamente, los amigos intervienen, se inmiscuye la policía…Patricia decide terminar con él.

Cinco son los aspectos vulnerables en las víctimas del psicópata seductor:
1. Necesidad de protección: se trata de personas carentes de amor en su infancia, enfrentaron situaciones estresantes (abuso sexual, maltrato físico, humillaciones, acoso escolar, etc.) sin recibir consuelo ni el afecto para sentirse seguras a pesar de la experiencia. O tuvieron que proteger a una madre deprimida y a hermanitos desamparados. Fácilmente son seducidas por un psicópata presentado como fuerte y protector.
2. Necesidad de reconocimiento: faltó la legitimidad de su identidad, aprendieron a vivir esperando la valoración que nunca les llegó. Su vida ha sido vivir frustraciones tras frustraciones. Algunas logran cierto nivel de éxito que jamás es suficiente porque desconocen la experiencia de agradecimiento. La seducción proviene de alguien adulador y aparentemente generoso ofreciendo alternativas de realización.
3. Necesidad de afianzamiento de la identidad sexual: no tienen referentes femeninos, buscan alguien para sentirse mujer, sin embargo al no conocer su feminidad piden algo imposible. Los seductores al reconocer su carencia promueven acciones y discursos dirigidos a valorar la feminidad.
4. Necesidad de identidad: quizás el grupo más vulnerable, se trata de mujeres angustiadas por el terror al abandono, sólo existen si se mimetizan en la relación con alguien, viven en el otro. El psicópata se apropia totalmente de estas mujeres, las usan y abusan porque saben que jamás los dejarán.
5. Necesidad de llenar el vacío ocasionado por una ruptura amorosa: si bien las anteriores mujeres pueden activar su apego inseguro a partir de una ruptura amorosa y caer en los brazos del vampiro, existen mujeres sin carencias infantiles que ante una pérdida ambigua gestada por una ruptura amorosa no son capaces de afrontar el proceso de duelo solas y buscan consuelo en un psicópata seductor, quien poco a poco se apodera de ella.

Cualquier mujer puede enamorarse de un psicópata, es más, se trata de hombres encantadores y seguros de sí definiéndose por personas muy atractivas. Sin embargo ante los embates incongruentes, se retiran de la relación. No así las mujeres vulnerables, quienes ante evidencias ineludibles de la inconveniencia de la relación continúan en ella, alentadas por la esperanza. ¿Cuáles son las acciones incongruentes?
Por ejemplo: sin conocerla el psicópata hace propuestas intempestivas: ir a vivir juntos, participar en un negocio, viajar, o cosas por el estilo. Es frecuente la propuesta de tener relaciones sexuales casi inmediatamente a los primeros encuentros, suele ir acompañada de “no haré nada si tú quieres”. Otra táctica es el alarde de sus logros, al detectar las carencias de la incauta, le cuentan maravillas sobre su vida, son grandes profesionales, exitosos empresarios, extraordinarios hijos y en algunos casos excelentes padres y esposos. En fin, usarán mentiras contadas como verdades hasta que son descubiertos en sus incongruencias. Las mujeres vulnerables, no pueden aceptar la disonancia, y aceptan explicaciones inauditas.

Veamos algunos ejemplos:
Claudia descubre que su pareja está casada, él al ser confrontado dice que no le contó para evitar su sufrimiento, su matrimonio está destrozado hace mucho tiempo, pero la esposa ruin no le da el divorcio.
Valeria descubre que su pareja no tiene la profesión que dice tener, él explica que tuvo problemas para validar su título, pues en Bolivia no existe la carrera que estudió en Finlandia y por lo tanto está demorando el trámite.
Alexandra descubre a su amante traficando con drogas, él explica que es la primera y última vez que lo hace pues necesita dinero para la operación de su madre. Sin embargo tiempo antes le contó a Alexandra que su madre vive en otro país. Al darse cuenta de su error, él dice que no le dijo la verdad para evitar su lástima.

En el libro de Isenberg es asombroso leer cómo varias de las mujeres enamoradas de asesinos defienden la inocencia de ellos a pesar de las evidencias tácitas sobre sus crímenes. Me impactó la historia de una mujer que establece una relación con Ted Bundy, el cruento psicópata asesino serial, según ella, Ted era un pobre individuo incomprendido, inocente de sus crímenes. Hasta el asesino payaso John Wayne Gacy estableció un vínculo amoroso desde la cárcel.
Desespera la estupidez de estas mujeres, su incapacidad para reflexionar y reconocer los riesgos. Nadie ni nada las conmueve, es una cerrazón inaudita. Sólo ante situaciones extremas pueden darse cuenta de dónde estuvieron metidas. Tal es la capacidad de manipulación de los psicópatas, hechizan, generan trances. Muchas veces sus víctimas intentaron romper la relación pero caen de nuevo, una y otra vez porque el vampiro secuestró su corazón.



[1] Puede adquirir el libro en: https://www.amazon.com/Women-Who-Love-Men-Kill/dp/0595003990
[2] El nombre y algunos datos han sido cambiados para proteger la identidad de mi paciente.

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