LA MIRADA
DEL VAMPIRO
¿Por
qué algunas mujeres se enamoran de psicópatas?
Por: Bismarck Pinto Tapia, Ph.D.
Una vez más,
bienvenido a mi casa.
Ven libremente,
sal con seguridad;
deja algo de la
felicidad que traes.
Drácula
en
la película de Coppola
Quedé
estupefacto al leer el libro de Sheila Isenberg: “Women Who Love Men Who Kill”[1].
Relata la historia de varias mujeres que establecen vínculos amorosos con
asesinos, trata de explicar por qué ocurre tan aberrante relación. Es
interesante porque no solamente se centra en las mujeres sino en los
criminales. Es fácil caer en el error de achacar a la ingenuidad de ellas sin
considerar los artilugios de los asesinos. Al fin de cuentas es una relación de
dos. Es muy difícil creer en la existencia de esas absurdas relaciones
“amorosas”. La investigadora, sin ser psicóloga, recurre a la opinión de
renombrados estudiosos de la conducta criminal para encontrar respuestas a su
pregunta.
Finalmente
propone un perfil de estas mujeres. La
mayoría sufrió mucho en las relaciones con su padre y madre: padres violentos o
ausentes, y madres desamoradas. A lo que se suma, en varios casos, matrimonios
disfuncionales con maltrato por parte de sus esposos. Se consolidan
personalidades dependientes con rasgos histéricos y obsesivos y en los casos
más dramáticos, se presentan mujeres con trastorno de personalidad
limítrofe.
Unas
buscan protección por lo tanto se acercan a personajes posesivos y fuertes.
Otras van en pos de un ideal masculino, lo hallan en la ferocidad desbordante
de algún asesino. Las hay también afanadas en dar consuelo y protección. Sin
embargo, Isenberg identifica mujeres normales, con historias de vida regulares.
Por ello es aventurado concluir tácitamente que para enamorarse de un asesino se
requiere tener necesariamente un trastorno.
La
segunda parte, complementa la situación, el asesino desde su celda manipula con
argucia a la damisela ingenua. Como todo depredador espera a su presa, la ataca
y luego la devora.
El
criminal recurre a la sugestión, desarrolla cautamente una especie de hechizo
obnubilando a su víctima, quien cae en las trampas, enamorándose más y más del
villano, perdiendo de vista los crímenes, aun cuando éstos sean bizarros,
promoviendo deschavetadamente argumentos de inocencia, inclusive en casos donde
la culpabilidad es inapelable. Es como la seducción de la mirada del vampiro.
Si
bien las historias narradas en el libro son extraordinarias, no lo es el
vínculo amoroso de mujeres que se enamoran de psicópatas adaptados. Revisemos
un caso[2]:
Adela es una mujer de
cuarenta años, tiene dos hijos jóvenes, uno emancipado y el otro estudia en la
universidad. Desde algunos años el amor hacia su esposo ha ido disminuyendo, se
ha sentido sola sin el cariño que caracterizó los primeros años de su
matrimonio. Es consciente de haberse dedicado plenamente al cuidado de sus
hijos, abandonando sus estudios universitarios y algunos eventuales trabajos.
Actualmente trabaja en una empresa ocupando un cargo subalterno, sin embargo no
se siente realizada porque le hubiera gustado dedicarse a la psicología. En
este entorno laboral conoce a Cristopher, diez años menor que ella, divorciado,
sin hijos. Inesperadamente el marido plantea el divorcio, argumentando que dejó
de quererla hace muchos años y mantiene una relación amorosa con otra mujer.
Tomada por sorpresa, Adela se deprime, busca consuelo en su joven amigo. Al
poco tiempo la amistad se erotiza, a pesar de sus creencias cristianas Adela
cede a los requerimientos sexuales y comienza una aventura sexual inaudita,
donde según ella, por primera vez conoce lo que es un orgasmo.
Deslumbrada por el
vigor, entusiasmo y atrevimientos de su amante, Adela se involucra más y más
con él. La sensación de tener un romance prohibido la enardece aún más, llegan
a tener encuentros coitales en los baños de la empresa. Ella se siente como una
adolescente y no mide las consecuencias de su enamoramiento. Christopher le
pide que lo ayude en el trabajo, al grado de que Adela termina haciendo todos
los deberes de su amante. Al pasar los meses, él le pide prestada una buena
suma de dinero porque deben intervenir quirúrgicamente a su madre. Adela
desprendida como es, le presta el dinero que nunca más verá de vuelta. Ella le
pide conocer a su madre, pero él se niega rotundamente.
Asisten juntos a una
fiesta en un pueblo paceño, él se embriaga y de borracho propina una paliza a
Adela porque la vio coqueteando con una persona. Al día siguiente pide perdón y
asegura que jamás volverá a pasar algo así. La relación vuelve al cauce normal.
Las exigencias sexuales
de Christopher se hacen cada vez más extrañas, le pide que se disfrace de
colegiala, la amarra a la cama, y cosas por el estilo. El culmen surge cuando
le exige tener coito anal. Ella se ofende y rechaza la oferta. Al día
siguiente, él la espera con una prostituta para hacer un trío sexual, delante
de ella tiene coito anal con la invitada, pidiéndole hacerlo luego con ella;
Adela accede.
Denigrada y avergonzada
busca mi ayuda. Quiere terminar la relación con su amante, piensa que ha
llegado a perder su autoestima y que en algún momento su vida puede correr
peligro.
De
inmediato podemos pensar que se trata de mujeres con algún trastorno mental,
Adela puede encajar en los criterios del trastorno de personalidad dependiente,
sin embargo esta apreciación proviene de una visión individualizada, no toma en
cuenta los aspectos relacionales. El amante no es un objeto incólume, se trata
de alguien que interactúa con ella, como sucede con todas las mujeres
involucradas en un lazo amoroso con un hombre cruel.
Siguiendo
el análisis de Isenberg, es factible afirmar que una mujer con un trastorno de
personalidad tiene mayores posibilidades de involucrarse con un psicópata. De
tal manera que los rasgos de personalidad más propensos son: dependientes,
evitativos, histéricos, obsesivos y limítrofes. Las historias personales de las
mujeres entrevistadas denotan estructuras familiares propensas a la generación
de desajustes en la identidad, depresión y angustia. Debemos cuidarnos, sin
embargo, del hecho que es posible la desestructuración de la personalidad
durante el vínculo amoroso, fomentando se ese modo discordancias a la hora de
elaborar un diagnóstico.
En
el caso de Adela, la terapia no fue suficiente para ayudarla a cortar la
relación. Si bien, el evento sexual le ayudó a darse cuenta de las
humillaciones a las cuales se veía sometida, al poco tiempo volvió a enredarse
afectiva y sexualmente con su amante, abandonando la terapia.
Susana tiene 48 años,
se casó joven con su primer amor, tienen un hijo casado hace dos meses. Después
del matrimonio de su hijo los esposos retomaron las riendas de su matrimonio,
pero éste había sucumbido hacía mucho tiempo. Susana manifestó síntomas de la
menopausia, ocasionándole cambios intempestivos de su humor. Al mismo tiempo
afrontó la muerte de su madre. Mirándose
a sí misma se percató de la pérdida de los años: abandonó su carrera, no
trabajó nunca, durante el matrimonio el marido se hizo cargo de mantenerla.
Piensa que el divorcio es una buena medida para retomar su vida. Conversa
con un abogado, de quien termina
enamorándose. Tienen una intensa relación pasional, descubre sensaciones
desconocidas. El abogado le ofrece participar en un negocio, situación muy
atractiva para ella. Lamentablemente Susana es utilizada para el lavado de
dólares, el amante resultó un hábil narcotraficante. Cuando se devela el engaño
también lo hace la infidelidad. El marido la deja a la intemperie, el hijo
rechaza la relación con su madre. El hermano la recibe en su casa y la ayuda a
defenderse del problema legal. A pesar de todo debe ir a la cárcel. Cumplida su
sentencia busca ayuda terapéutica.
Francisca tiene 52
años, casada con un exitoso empresario, dos hijas jóvenes. Mientras espera en
el consultorio de un dentista conoce a Orlando de 20 años. Ella fue educada en
una familia de mujeres, cuando niña muere el padre, siendo la hermana mayor
cuida a sus dos hermanitas porque la madre se deprime profundamente. A los
veinte conoce a su actual esposo, un hombre carente de afecto, encuentra en
ella alguien dispuesto a consolarlo y protegerlo. Cuando se conoce con Orlando,
había descubierto atisbos de infidelidad en su marido. Orlando se presenta como
un muchacho apasionado y demandante de cuidados. Francisca lo ayuda al inicio
con pequeñas cosas, le da dinero, lo orienta en sus estudios. Durante un año
tienen encuentros furtivos, aunque ella afirma evitarlos termina en intensos
encuentros sexuales. Le parece anormal estar con un joven de la edad de sus
hijas, pero a pesar de los varios intentos por apartarse de él no lo consigue.
Cuando el esposo empieza a sospechar, ella asume la ruptura con el muchacho. La
hija mayor se hace amiga de Orlando sin saber la historia de su madre. Esto fue
devastador para Francisca, porque su amante la chantajea. Para apartarse de su
hija le pide un fuerte monto de dinero, Francisca se lo da. Orlando desaparece
por el lapso de un año, pero vuelve y nuevamente retoman los encuentros
prohibidos. Pasan los años, Orlando vive de Francisca. Ella busca ayuda porque
tiene insomnio.
Natalia tiene 52 años,
tiene una relación amorosa con Luis de 68 desde hace más de veinte años. Luis
está casado, tiene cuatro hijos. Natalia entra en crisis cuando descubre que
Luis ha tenido un bebé con una mujer joven. Es insostenible porque a los pocos
años de iniciar su romance ella se embarazó y por imposición de él tuvo que
abortar. La historia es de terror, el hombre la golpeaba y humillaba. Natalia
proviene de una familia con un padre alcohólico que abusaba sexualmente de ella
y su hermana, su madre se separó y se juntó con otra persona, dejando a sus
hijas adolescentes solas. Natalia buscó refugio en una congregación de
religiosas, no logró consagrarse porque se enamoró de un joven con quien tuvo
una breve relación, se acabó porque él le fue infiel. Durante esa época intentó
suicidarse, fue atendida en el hospital por Luis.
El matrimonio de
Patricia se tornó muy aburrido, ella tiene 28 años y piensa que ha desperdiciado
su juventud al casarse con Efraín de su misma edad. Se trata de un esposo
abocado a su trabajo y sin ambiciones futuras. La presencia de su hijita de
cuatro años ha detenido la decisión de separarse. Buscan terapia de pareja, y
durante el proceso terapéutico ambos reconocen su insatisfacción marital,
plantean darse un tiempo. Patricia ingresa a una fraternidad folclórica donde
conoce a Tomás quien la deslumbra con atenciones y actividades atrevidas,
inauditas para ella. Entusiasta se embarca en la relación. Tomás es la
antítesis de Efraín: alegre, apasionado y tierno. A las dos semanas de
conocerla le propone vivir con ella. Patricia rechaza el ofrecimiento. A partir
de ese rechazo Tomás se convierte en alguien excesivamente persistente. Ella
prefiere tomarlo como algo pasajero y continúa con la diversión, hasta que en
una fiesta él se embriaga y la golpea brutalmente, rompiéndole una costilla y
el tabique nasal. A pesar de la experiencia traumática, Patricia no pierde la
esperanza y continúa con él. Hasta un evento mucho más dramático, él la cela en
un ensayo de la fraternidad, enloquece golpeándola nuevamente, los amigos
intervienen, se inmiscuye la policía…Patricia decide terminar con él.
Cinco
son los aspectos vulnerables en las víctimas del psicópata seductor:
1.
Necesidad de protección: se trata de personas carentes de amor en su infancia,
enfrentaron situaciones estresantes (abuso sexual, maltrato físico,
humillaciones, acoso escolar, etc.) sin recibir consuelo ni el afecto para
sentirse seguras a pesar de la experiencia. O tuvieron que proteger a una madre
deprimida y a hermanitos desamparados. Fácilmente son seducidas por un
psicópata presentado como fuerte y protector.
2.
Necesidad de reconocimiento: faltó la legitimidad de su identidad, aprendieron
a vivir esperando la valoración que nunca les llegó. Su vida ha sido vivir
frustraciones tras frustraciones. Algunas logran cierto nivel de éxito que
jamás es suficiente porque desconocen la experiencia de agradecimiento. La
seducción proviene de alguien adulador y aparentemente generoso ofreciendo
alternativas de realización.
3.
Necesidad de afianzamiento de la identidad sexual: no tienen referentes
femeninos, buscan alguien para sentirse mujer, sin embargo al no conocer su
feminidad piden algo imposible. Los seductores al reconocer su carencia
promueven acciones y discursos dirigidos a valorar la feminidad.
4.
Necesidad de identidad: quizás el grupo más vulnerable, se trata de mujeres
angustiadas por el terror al abandono, sólo existen si se mimetizan en la
relación con alguien, viven en el otro. El psicópata se apropia totalmente de
estas mujeres, las usan y abusan porque saben que jamás los dejarán.
5.
Necesidad de llenar el vacío ocasionado por una ruptura amorosa: si bien las
anteriores mujeres pueden activar su apego inseguro a partir de una ruptura
amorosa y caer en los brazos del vampiro, existen mujeres sin carencias
infantiles que ante una pérdida ambigua gestada por una ruptura amorosa no son
capaces de afrontar el proceso de duelo solas y buscan consuelo en un psicópata
seductor, quien poco a poco se apodera de ella.
Cualquier
mujer puede enamorarse de un psicópata, es más, se trata de hombres
encantadores y seguros de sí definiéndose por personas muy atractivas. Sin
embargo ante los embates incongruentes, se retiran de la relación. No así las
mujeres vulnerables, quienes ante evidencias ineludibles de la inconveniencia
de la relación continúan en ella, alentadas por la esperanza. ¿Cuáles son las
acciones incongruentes?
Por
ejemplo: sin conocerla el psicópata hace propuestas intempestivas: ir a vivir
juntos, participar en un negocio, viajar, o cosas por el estilo. Es frecuente
la propuesta de tener relaciones sexuales casi inmediatamente a los primeros
encuentros, suele ir acompañada de “no haré nada si tú quieres”. Otra táctica
es el alarde de sus logros, al detectar las carencias de la incauta, le cuentan
maravillas sobre su vida, son grandes profesionales, exitosos empresarios,
extraordinarios hijos y en algunos casos excelentes padres y esposos. En fin,
usarán mentiras contadas como verdades hasta que son descubiertos en sus
incongruencias. Las mujeres vulnerables, no pueden aceptar la disonancia, y
aceptan explicaciones inauditas.
Veamos
algunos ejemplos:
Claudia descubre que su
pareja está casada, él al ser confrontado dice que no le contó para evitar su
sufrimiento, su matrimonio está destrozado hace mucho tiempo, pero la esposa
ruin no le da el divorcio.
Valeria descubre que su
pareja no tiene la profesión que dice tener, él explica que tuvo problemas para
validar su título, pues en Bolivia no existe la carrera que estudió en
Finlandia y por lo tanto está demorando el trámite.
Alexandra descubre a su
amante traficando con drogas, él explica que es la primera y última vez que lo
hace pues necesita dinero para la operación de su madre. Sin embargo tiempo
antes le contó a Alexandra que su madre vive en otro país. Al darse cuenta de
su error, él dice que no le dijo la verdad para evitar su lástima.
En
el libro de Isenberg es asombroso leer cómo varias de las mujeres enamoradas de
asesinos defienden la inocencia de ellos a pesar de las evidencias tácitas
sobre sus crímenes. Me impactó la historia de una mujer que establece una
relación con Ted Bundy, el cruento psicópata asesino serial, según ella, Ted
era un pobre individuo incomprendido, inocente de sus crímenes. Hasta el
asesino payaso John Wayne Gacy estableció un vínculo amoroso desde la cárcel.
Desespera
la estupidez de estas mujeres, su incapacidad para reflexionar y reconocer los
riesgos. Nadie ni nada las conmueve, es una cerrazón inaudita. Sólo ante
situaciones extremas pueden darse cuenta de dónde estuvieron metidas. Tal es la
capacidad de manipulación de los psicópatas, hechizan, generan trances. Muchas
veces sus víctimas intentaron romper la relación pero caen de nuevo, una y otra
vez porque el vampiro secuestró su corazón.
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