lunes, 29 de mayo de 2017

Las entidades invisibles en la terapia relacional sistémica


Por: Bismarck Pinto Tapia, Ph.D.


¿Hay algo que puedas conocer que no sea ilusión?
 Si una ilusión se disipara no debes mirar o te convertirías en estatua de sal.
Franz Kafka

Por sí misma la Psicología se funda como la ciencia de la subjetividad, de los procesos mentales invisibles. El conductismo positivista en su afán de objetividad, intentó establecer las bases de la ciencia psicológica en el estudio del comportamiento, la acción como evidencia. Los principios del comportamiento remarcan la importancia de la predicción del quehacer humano. Sin embargo, no se pudieron cerrar los ojos ante la inminente presencia del procesamiento cognitivo de la información. Chomsky desarrolla una sólida teoría lingüística para explicar la generatividad de las normas gramaticales, sólo comprensibles si se asume la presencia de una estructura profunda donde radica la organización lógica de las construcciones lingüísticas.
Con el advenimiento de la Neuropsicología, consecuencia del estudio del comportamiento de lesionados cerebrales, se pudo ingresar al mundo interior de las estructuras cerebrales involucradas en la construcción subjetiva de la realidad. Por un instante se retomó la hipótesis del fantasma de la máquina, remontándonos a las especulaciones de Descartes sobre la formación de la mente escindida del organismo, la res cogitans estaría gobernada por un misterioso ente mental.
Los novedosos estudios de Michael Gazzaniga, permitieron el surgimiento de una nueva hipótesis sobre el comando de la mente: el intérprete. Se abandona la misteriosa imagen del fantasma por otra más pragmática, la del mediador entre las sensaciones y su sentido. Fue Luria quien esbozó el principio de la regulación de las funciones psíquicas superiores al identificar las funciones de las denominadas terceras unidades funcionales, estructuras cerebrales eminentemente humanas, con las funciones de corregir y regular la actividad cerebral. Los mecanismos de inhibición y excitación dejan de ser automáticos para tornarse voluntarios.
La regulación y la integración de la información conllevan al sentido de la acción. Las intrincadas investigaciones de los cerebros dañados y sus correlatos en la ejecución de acciones alteradas, fueron la base para el surgimiento de la hipótesis del intérprete como el recurso neuropsicológico en la construcción de la realidad. Postura que favorece con creces el pensamiento filosófico del constructivismo. Desafiando tenazmente a la objetividad promovida por el positivismo.
El neo positivismo (Russell) y el constructivismo (Von Foster y Maturana), relativizan la realidad a la subjetividad construccional del cerebro y a los condicionantes culturales. No reniegan de la ciencia como lo hará el posmodernismo y sus descabelladas especulaciones sobre la construcción social de la realidad; al contrario, ofrecen una epistemología crítica sobre el conocimiento científico y suscitan una ciencia capaz de rendir cuentas de los fenómenos invisibles que atañen a la Psicología.
Durante estos últimos años se ha producido un gran entusiasmo en el estudio de la empatía a partir del descubrimiento de las neuronas espejo llevado a cabo por el equipo de Rizzolatti en la Universidad de Palermo. Si bien la explicación de la empatía propuesta por este investigador es demasiado simple y quizás esté más relacionada con la imitación, dio lugar a que otros científicos profundizasen en el tema, encontrando procesos neurofisiológicos mucho más complejos, como por ejemplo la participación del lóbulo de la ínsula.
Si entendemos a la empatía como el proceso psicológico a través del cual podemos comprender los sentimientos de los demás a partir del eco emocional que nos producen, la teoría de la mente lo es a nivel de pensar lo que la otra persona probablemente piensa. Ambos procesos son indispensables en el trabajo psicoterapéutico para la construcción de hipótesis sobre los sentimientos y pensamientos de los pacientes.
Esta es pues la primera entidad invisible presente en la psicoterapia en general y en la sistémica en particular, podemos llamarla mente, entendida como el cúmulo de los procesos cognitivos. Accedemos a ella a través del lenguaje tanto verbal como no verbal, procesamos dos niveles de interacción: siento lo que sientes y pienso lo que piensas. La superposición de niveles es compleja e infinita: siento lo que sientes que siento y pienso lo que piensas que pienso.
El recurso de acercamiento al sentimiento del otro es la empatía y al pensamiento la teoría de la mente. En la terapia sistémica se enfatiza la precisión de las preguntas para confirmar los estados mentales del paciente. Constantemente el terapeuta contrasta su sentir y pensar sobre lo que el paciente siente y piensa con sus propios sentimientos y pensamientos. Mucho de la terapia consiste en buscar las coincidencias del sistema emocional del terapeuta con el sistema emocional del paciente, al mismo tiempo de hacerlo con las estructuras lógicas de uno con el otro.
A diferencia del psicólogo forense preocupado en la confirmación verídica de los hechos relatados por el consultante para definir la veracidad de su testimonio, el terapeuta está preocupado con el aquí y ahora, independientemente a los hechos, interesa cómo la persona construye su realidad, cómo la interpreta y cómo le impacta.
El psicoterapeuta cognitivo comportamental está entrenado para modificar los pensamientos irracionales convencido de que son la fuente de la manifestación de comportamientos desadaptados, a diferencia del terapeuta conductual interesado en el cambio de conductas a partir de la modificación de los estímulos externos.
Nosotros estamos interesados en comprender la mente de la persona para modificar las relaciones interpersonales perturbadas, coincidiendo muchas veces con el enfoque cognitivo comportamental y con el conductual. La diferencia sustancial es nuestro interés en la relación interpersonal.
Vittorio Guidano desarrolló una terapia eslabón entre el modelo cognitivo comportamental y el modelo relacional sistémico: la terapia cognitiva pos racionalista. Postuló la indisolubilidad entre la razón y la emoción a la par que insistió en la importancia de los vínculos afectivos para la construcción del sí mismo (self).
Por su parte la terapia narrativa pone énfasis en el discurso como elemento central en la construcción de la realidad, abandonando tácitamente los intentos de comprender la mente, a la cual la considera un concepto moderno e innecesario, despoja al terapeuta de los recursos empáticos y racionales para sugerir  su inmersión intuitiva en la narración para crear nuevas narraciones.
Salvador Minuchin ha manifestado sus críticas hacia la pretensión de la terapia narrativa de considerarse sistémica porque se aleja claramente del trabajo en las interacciones. El problema es que la terapia narrativa al carecer de un modelo psicológico puede fácilmente proponer alternativas pseudocientíficas.
La segunda entidad invisible es la pareja, Caillé ha sugerido la existencia de la notrosidadcomo el paciente en la psicoterapia de pareja. El uso de una silla vacía permite a los cónyuges comprender que el interés de la psicoterapia se centra en trabajar con el paciente invisible: la relación.









1+1=3 es la propuesta de Caillé, para O´Neill, esa tercera entidad es un self independiente de los componentes de la relación y el objeto de la terapia.
La psicoterapia de la pareja evoluciona en tres etapas, la primera relacionada con la individualidad de los cónyuges, usualmente la hipótesis inicial manejada por la pareja: “el otro debe cambiar”. La segunda vinculada con la interacción: “lo que él hace afecta lo que yo hago y lo que yo hago lo afecta a él”. La tercera asociada con el self de la pareja, la construcción abstracta del amor.
La tercera entidad invisible es la familia. Una buena definición es: La familia es un núcleo de convivencia y solidaridad en la vida cotidiana; es un núcleo de complicidad, que permite afrontar adecuadamente los retos del mundo exterior; es, a la vez, una escuela de convivencia para los hijos y la transmisora de valores y aprendizajes fundamentales que se realizan mediante los cuidados pragmáticos en los primeros años de vida del ser humano, en el transcurso de su desarrollo biológico, afectivo y en el acomodo a la cultura o socialización (Minuchin, 1984; Linares 1996; Ceberio y Linares, 2000)[1].
Es un “núcleo de convivencia”, es decir, un espacio de interacción, como ocurre con la relación de pareja, se forja también un espacio significativo, un “espíritu de la familia”. El terapeuta familiar protege a los miembros de la absorción de dicho espíritu. La   familia es una construcción social, se ha instalado como una institución invisible, la frase: “el núcleo de la sociedad es la familia”, plantea la asunción de la existencia de abstracciones como si fuesen seres tangibles.
Es posible hacer referencia al self de la familia, reemplazando el concepto místico de espíritu. Un sí mismo que otorga identidad a las personas consideradas por sí mismas como pertenecientes a la familia. Ronald Laing, ha propuesto que familia es lo que la persona significa por tal, es el espacio significativo de las interrelaciones.
Tal ente invisible es indispensable en la construcción de la identidad personal, reafirma la pertenencia a un grupo referencial afectivamente significativo donde las personas podemos establecer nuestros referentes de semejanzas y diferencias, “soy como” y “no soy como”.
La familia no hace referencia a las interacciones sino a la constitución de una entidad institucionalizada por un lado, y construida en las relaciones afectivas por otro. Fuente de mitos y leyendas da el sentido de la existencia de sus componentes, la búsqueda de la legitimación y valoración de los talentos se inicia en ella. Es un self que se alimenta del cumplimiento de los legados establecidos por antepasados.
La Psicoterapia Relacional Sistémica (PRS) surge del modelo matemático propuesto por Ludwig von Bertalanffy para explicar la organización compleja de los sistemas, interesa el estudio de las relaciones entre los componentes de un sistema, cada elemento es interdependiente del resto de elementos. El todo existe por la interacción de sus componentes, no es la suma de ellos, es producto de las relaciones.
Un sistema existe en función a la meta que persigue, la interacción de sus unidades permite su consecución. El sistema se mantiene hasta que se alcanza su finalidad. De ahí que un sistema es funcional cuando consigue alcanzar su objetivo y disfuncional cuando no lo logra.
Las entidades invisibles son creaciones humanas emergentes de las interacciones sociales. La mente es producto de la socio historia, la pareja lo es de la vinculación amorosa y la familia de una imposición socio económica. Estos seres fantasmales regulan la interacción de las personas con otras personas y consigo mismas. La mente se sustenta en un sí mismo como lo hacen la pareja y la familia. La conciencia asume la existencia del yo en el caso de la mente, de la pareja en el caso del amor y de la familia en el caso de la convivencia.
Las personas no aman a la familia, aman a los que la componen, sin embargo la pertenencia crea la ilusión de la existencia real del constructo abstracto y por ende es posible decir que se ama o no a la familia, aunque resulta aberrante e incongruente.
Cuando se aplica el test proyectivo de Corman, ante la instructiva “dibuja una familia”, los niños dibujan personas. El concepto de familia ha evolucionado de la nuclear a la extensa, de la biparental a la monoparental, lo que tiene en común a pesar de los cambios es su significado: la atribución se refiere a quiénes son representativos para sus componentes. Se configura por las relaciones entre sus miembros, quién pertenece a la familia es la persona a quien se le otorga el afecto suficiente para considerarlo parte de ella.
En un estudio reciente, con una muestra de 2564 personas, el 98,8% considera a su mascota como parte de la familia. No podemos saber lo que piensan los animalijos al respecto, por lo que no es necesario un acuerdo explícito para definir quién pertenece y quien no al sistema familiar. Por lo tanto la designación de los miembros de la familia es una simple asignación: tú si o tú no.
Ser parte de una familia no es una elección, ¡es una imposición! Somos integrados a nuestra familia sin consulta previa. Crecemos en ella, aprendemos, adquirimos nuestra identidad y sin embargo nunca la definimos. No es el espacio físico donde vivimos, ni se establece necesariamente por la presencia de un grupo sanguíneo común, cándidamente asumimos su existencia, hace parte de nuestro lenguaje, la mencionamos como si se tratara de un personaje, y los demás hacen lo mismo, muchas veces he recibido la siguiente frase: “saludos a tu familia”.
Es un ente invisible poderoso, determina la identidad y el sentido de nuestra vida. Es posible deducir su inexistencia en los albores de la humanidad, por lo tanto no se trata de una condición natural, sino resultante del desarrollo de la civilización. En la cultura aymara en vez de ella existía el ayllu cuando llegaron los españoles, una manera de interacción fundamentada en lazos consanguíneos pero que no responde al concepto occidental de familia. En el caso de varias etnias amazónicas la idea de familia es extraña. Las formas de organización para dar sustento a los niños no necesariamente corresponden a la familia.
Parafraseando a Wittgenstein, si se nombra es que existe. Existe en el sentido de idea, independientemente a su relación con un objeto físico. Sin embargo es una idea de algo indefinido, asumido como presente en su ausencia, lo que existen son las personas protagonistas de los vínculos familiares, mientras que la familia en sí es invisible.
¿Qué significa entonces realizar una terapia de la familia? No es lo mismo decir “terapia familiar” que “terapia de la familia” si vamos a ser precisos. La terapia familiar debería hacer alusión al trabajo con los miembros de una familia, mientras que terapia de la familia debería restringirse al trabajo con la entidad invisible.
La terapia de la familia hace referencia a la reflexión con sus componentes acerca de la construcción que hicieron de esa entidad, ¿cómo influye en sus vidas y cómo ellos la alimentan? El trabajo se realiza siguiendo la misma lógica de la terapia de la pareja, donde con los cónyuges se reflexiona sobre la construcción que ellos hicieron sobre su entidad invisible.
En ambos casos el terapeuta se constituye en un mediador entre los responsables por la entidad y la propia entidad. Los constituyentes del sistema conyugal y del familiar deben percatarse de su responsabilidad en el manejo de la entidad invisible. La paciente es la pareja o la familia.


[1] Minuchin, S. (1984) Familias y terapia familiar. Barcelona: Paidós
Ceberio, M., Linares,J. (2000) Locura, marginación y libertad. Un análisis crítico del enfermo mental y el manicomio, su segregación social y posibilidad de cambio. Bs. Aires; Edicioones Culturales Universitarias argentinas.
Linares, J. (1996) Identidad y narrativa. Barcelona: Paidós

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