Por: Bismarck Pinto Tapia, Ph.D.
Se deben ejecutar con humildad todas las tareas y,
por amor de Dios, ¡no perderse a
sí mismo!
Pues cuando más fácilmente se pierde uno a sí mismo
es cuando quiere darse a los demás.
Ludwig Wittgenstein
S
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e reconoce a los psicólogos por el gesto que hacemos para
expresar una palabra entre comillas: “anormal”, “trastorno” y ahora
“disfunción”. En un afán ambivalente de resaltar y al mismo tiempo disculparnos
por el uso atrevido de tales vocablos. Las palabras de nuestra ciencia se hacen
populares con facilidad, y en muchos casos, la mayoría lamentablemente, sin el
significado atribuido en el contexto científico. Los relatores deportivos
abusan de nuestra terminología, entre otras cosas suelen decir: “a ese jugador
le falta personalidad”, “este es un momento psicológico en el partido”, “es un
claro problema de autoestima”. Ocurre lo propio en la Escuela, donde se da por
sentado que el lenguajear psicológico
determina las soluciones académicas en lugar de reflexionar sobre la eficiencia
del proceso enseñanza-aprendizaje, está en boga la idea de la “baja
autoestima”, la tendencia a tildar de poseedores del trastorno de atención con
hiperactividad (TDAH) a los niños que no se adaptan al sistema educativo.
En la educación escolar se ha establecido una relación
tácita entre el aprendizaje y la “disfuncionalidad” familiar, asumiendo ese
término desde perspectivas éticas y creencias arraigadas sobre lo que es una
“buena familia”, usualmente suponen a la disfuncionalidad como a la familia
nuclear normal, por lo tanto es disfuncional una familia divorciada, los padres
deben estar juntos con los hijos. En fin, el caos de las explicaciones del
comportamiento desajustado de niños y
adolescentes recae en una Psicología Popular, muchas veces reforzadas por
charlatanes y por falsos científicos.
Comencemos por dilucidar el sentido de la palabra
“funcional” para luego definir con precisión el concepto de disfuncionalidad
desde el enfoque sistémico que le dio origen.
Según la Real Academia Española (RAE), funcional hace alusión a: “Perteneciente o relativo a la función o
a las funciones. Competencia, procedimiento funcional. Dependencia, enlace funcional[1]”. Esta atribución nos obliga a
entender el concepto de función. Es pertinente su comprensión en las matemáticas,
la RAE lo define como: “Relación entre dos conjuntos que asigna a cada
elemento del primero un elemento del segundo o ninguno”. Eso quiere decir que
la función tiene que ver con la relación entre los elementos de un sistema: por
ejemplo: A cumple una función con B, y B lo hace con C.
Para ser más preciso: una función
(f) es un vínculo entre un conjunto X (llamado dominio) y otro conjunto de
elementos Y (llamado codominio) de forma que a cada elemento x del dominio le
corresponde un único elemento f(x) del codominio (llamado ámbito).
La función se refiere a la secuencia de
acciones interactivas entre los elementos de un sistema para cumplir una tarea.
Se trata de órdenes que regulan el accionar dirigido a una meta. Partiendo de
estas consideraciones, el concepto “funcional” debe referirse al cumplimiento
de las órdenes para la regulación efectiva de un sistema.
Veamos un ejemplo sencillo, un equipo de
fútbol durante un partido se compone de once elementos, los jugadores. Cada uno
de ellos debe cumplir una función determinada durante la interacción. El
arquero tiene la función de evitar los goles protegiendo como sea posible el
arco mientras que el marcador de punta obedece a otra función, dependiendo de
la estrategia del entrenador puede ser netamente defensivo o defender y atacar.
La meta del equipo es la de marcar goles en el arco contrario. La eficiencia de
la función de cada elemento está determinada por el cumplimiento de las órdenes
que definen la estructura del equipo y la estrategia de juego.
Algo parecido ocurre con la familia, cada
miembro que la compone cumple una función. Las funciones se atribuyen a los
roles, en cada uno de los subsistemas familiares, en el subsistema conyugal la
función de esposo es distinta a la función del subsistema parental. Minuchin describió con detalle las
características funcionales de los subsistemas conyugales, parentales, filiales
y fraternales. La demarcación jerárquica
es fundamental, conlleva a la estipulación clara de los límites entre
subsistemas, estas fronteras son imprescindibles para la generación efectiva
del accionar funcional de los elementos de un sistema.
Podemos cogitar sobre la existencia de
funciones de los elementos, funciones del grupo de elementos, funciones entre
elementos de un sistema y otro, y funciones entre grupos. Uno de los primeros
modelos psicológicos donde se aplicó el razonamiento funcional fue el de Anokhin (1935) quien planteó el
funcionamiento cerebral como un sistema de unidades funcionales. Luria (1973) definió al sistema funcional,
como un conjunto de elementos pertenecientes a distintos niveles cerebrales,
con complejidad estructural y movilidad. Estas unidades funcionales se componen
de elementos interactuantes entre sí y al mismo tiempo con los componentes de
las otras unidades. Con este enfoque nació la Neuropsicología, dando lugar a la
comprensión del funcionamiento cerebral lesionado y del intacto.
En cuanto a la lesión cerebral, se la
estipula como un daño en una región neurológica que deriva en una disfunción.
Esto es, deja de funcionar con eficiencia, ya sea por limitación de la función
o por desestructuración. En los albores de la neuropsicología, Luria promovió
el desarrollo de un modelo cognitivo sistémico, con el que se pudo vislumbrar
la complejidad del procesamiento de la información.
Es interesante identificar el momento
histórico de la aparición de la teoría neuropsicológica de la escuela
soviética. Coincide con la visita de Norbert
Wiener a Moscú donde se organizó un encuentro con filósofos soviéticos en
1960. Posteriormente Frolov divulgó
los conceptos cibernéticos incluidos en el enfoque dialéctico materialista. Con
ello las ideas de la Ciencia del Control fueron asimiladas por la ciencia
soviética. Anokhin se esforzó en superponer el razonamiento dialéctico al
cibernético, construyendo de esa manera un modelo sustancialmente sistémico
aunque formalmente dialéctico. La lectura de la epistemología subyacente a sus
artículos “La teoría del sistema funcional como la base para la construcción de
una cibernética fisiológica”[2] y “Sistemogénesis como un regulador general del desarrollo cerebral”[3] denotan los principios definitorios de la funcionalidad:
a) Un
sistema funcional se fundamenta en reglas que organizan una estructura.
b) La
funcionalidad se relaciona indisolublemente con el efecto final de adaptación.
c) Requiere
de mecanismos de recepción para evaluar el proceso de adaptación.
d) El
efecto adaptativo del sistema se comprueba en los resultados de su accionar.
e) El
proceso central de un sistema funcional es la regulación de su acción.
Añade un principio asociado con el desarrollo neurológico.
Sin embargo los cinco anteriores se aplican a la comprensión de la
funcionalidad de los grupos sociales (familia, pareja, instituciones) y del
desarrollo de la persona. Es factible identificar como meta de la actividad
funcional la adaptación, entendida como la capacidad de adecuarse a las
exigencias de los entornos externos e internos del sistema. En los trastornos
de personalidad esto es clave a la hora de establecer su diagnóstico: quien
adolece de un trastorno de personalidad no es capaz de adaptarse al entorno, en
el caso del narcisista, por ejemplo, su exigencia irracional consiste en la
urgencia de que el entorno se adapte a su persona.
Una familia es funcional cuando promueve la capacidad de
adaptación de sus miembros, verificable en la posibilidad de sobrevivir sin la
necesidad de seguir dependiendo de su familia. Ese proceso se denomina
desvinculación. Lo mismo ocurre en la pareja funcional, cada componente es capaz
de adaptarse a su entorno sin necesidad de poner en riesgo el vínculo. La
persona sale y vuelve al seno de su lazo amoroso para reanudar una y otra vez
las despedidas y los reencuentros.
Cuando no se alcanzan las metas, el sistema regula de manera
positiva o negativa su accionar, se modifican las interacciones o se modifican
las acciones para darle efectividad al sentido de la estructura. El sistema es
capaz de reorganizarse. En el caso se la salida o ingreso de elementos todo
sistema enfrenta el incremento de entropía, cuando existe funcionalidad el
sistema se regula con sus propios recursos o con la inclusión de recursos
externos. Es lo que ocurre en los procesos de duelo funcionales. La familia se
desorganiza ante la muerte de uno de sus miembros, procura una nueva
organización hasta que se estabilizan los elementos, para posteriormente
definir una nueva estructura que le permita continuar en el afán de alcance de
sus fines.
En los sistemas humanos, es importante la diferenciación, la
identidad y la desvinculación.
La diferenciación hace referencia a la necesidad de
legitimación de las funciones que cumplimos en un sistema. En el ámbito
laboral, empleados y empleadores necesitan el reconocimiento de su efectividad
en el trabajo, esto se logra diferenciando las funciones de unos y otros,
determinando las diferencias funcionales para el desarrollo efectivo de la
empresa.
El proceso de diferenciación permite el desarrollo de la
identidad, el reconocerse como persona independiente de los demás, capaz de determinar
las características que nos hacen únicos y la conciencia del sí mismo.
La desvinculación permite el rompimiento con el sistema para
poder incluirnos en uno nuevo sin necesidad de sentir que sin nosotros el
anterior se desmoronará. El sistema funcional ofrece la posibilidad de
comprender que el sistema ha sido un medio para patrocinar nuestra libertad.
Por lo tanto, utilizar el término disfuncionalidad hace
alusión al fracaso de un sistema en el alcance de sus fines, como en la
inadecuada eficiencia de sus componentes en el aporte al conjunto de elementos
con los otros elementos. De esto nace la paradoja del portador del síntoma. La
familia lo presenta como aquél miembro del sistema que ha fracasado, cuando en
realidad cumple la más importante de las funciones: estabilizar el sistema
familiar. El abandono del síntoma involucra el descalabro del sistema.
Entonces, el paciente sintomático cumple la función de mantener equilibrado al
sistema familiar.
En la pareja el síntoma es la relación perturbada, creándose
la ilusión que su sanación derivará en la felicidad amorosa. Cuando lo que
ocurre es que la perturbación conyugal mantiene a las personas unidas en la
tarea de mantener el vínculo. El despojo de la ilusión obliga a que los
cónyuges contemplen su soledad y asuman al amor como una construcción conjunta
efímera. La pareja es una ilusión. Según Perls
el nosotros no existe, está formado por un yo y por un tú, el amor es una
construcción de ambos donde radica la legitimación, el apego y el erotismo. La
pareja funcional promueve la emancipación del lazo simbiótico, esto es del
creer que el otro es parte de uno, de tal manera que amarse es poseerse y
necesitarse. Cuando el otro no responde a las expectativas se precipita la
violencia, el afán de cambiarlo para mantener la sensación de unicidad. Tiene
que ver con el mito de la media naranja.
La paradoja es: a más amor más independencia. El amor obliga
al despojo de expectativas, la funcionalidad consiste en el logro de la
singularidad a pesar de la inclusión romántica. El lazo amoroso permite la
libertad del individuo, el atreverse a ejercer las potencialidades personales.
La disfuncionalidad es el impedimento de la individuación, ese proceso descrito
místicamente por Jung, la búsqueda
incesante del sí mismo a sabiendas de no lograrlo nunca.
Una familia disfuncional puede estar compuesta por padre,
madre e hijos, y una funcional por la madre y sus hijos. La funcionalidad no
depende de la estructura familiar, depende de su organización, en síntesis de
las órdenes regulativas de la interacción de sus elementos con el sentido de
lograr su individuación.
Es importante considerar el contexto socio histórico en el
cual se desenvuelve la persona, la pareja y la familia. Lo que es funcional en
una cultura y en un momento no necesariamente lo es en otra cultura y en otra
época. Eso determina la disyuntiva relacional entre los adultos y los jóvenes,
la evolución de unos es necesariamente diferente para los otros. Lo funcional
para mi generación es disfuncional para la de mis hijos.
En síntesis, el concepto “funcionalidad” es matemático, hace
alusión a la efectividad de un sistema y sus elementos. Por ello es
imprescindible establecer la meta del sistema en cuestión para verificar su
efectividad. La disfuncionalidad es la incapacidad de lograr las metas. El
logro no depende de la cantidad de elementos del sistema ni de la proliferación
de subsistemas. La organización del sistema debe facilitar el logro de las
metas, por ello no se trata de estructuras funcionales, sino de organizaciones.
Una misma estructura puede establecerse como una organización disfuncional o
funcional dependiendo de la interacción entre sus componentes.
Transferidas esas consideraciones al sistema familiar, una
familia puede ser o no ser funcional a partir de la organización de su
estructura. Por lo tanto una familia monoparental puede ser tan funcional o
disfuncional como una familia biparental. No se trata de la composición
estructural, sino de la actividad interpersonal entre los adultos y sus hijos.
El problema no impide el funcionamiento adecuado de un
sistema familiar, a pesar del problema la familia se organiza para permitir el
logro, a saber: la autonomía de sus elementos. La familia es una estructura
dependiente de su función de emancipación de sus elementos, se organiza para
facilitar el crecimiento personal de sus componentes, protegiéndolos,
cuidándolos y entrenándolos para su accionar social. Es un sistema organizado
en diversas estructuras dependientes de las construcciones sociales inmersas en
criterios morales, independiente a ello la familia está más allá del bien y del
mal porque se sustenta en el amor, esto
es en la aceptación y reconocimiento del otro como un ser con derecho a la libertad.
En las familias funcionales o amorosas como las llamo, sus
componentes se aman independientemente de las exigencias del entorno y de las
condiciones históricas que definieron su estructura. En las disfuncionales o
amargadas, estos procesos de legitimidad del otro están sometidos a las
exigencias del entorno, por lo tanto no es posible el amor, se lo confunde con
la conformidad de las expectativas, pretendiéndose que el otro se ajuste a las
demandas de realización a partir de las normativas sociales, por lo tanto se
constriñe la posibilidad de libertad a la obligatoriedad de ser aquello
definido por los mitos, es factible afirmar su organización desde la violencia,
donde el otro debe someterse a las exigencias.
La psicoterapia familiar trata de liberar al portador del
síntoma de su sacrificio, puesto que es a partir de la renuncia a sí mismo el
logro de la estabilidad del sistema. Sistema disfuncional porque no se sustenta
en el amor sino en el poder, el gobierno lo es todo, se expresa a través de
leyendas de fracasados en las historias familiares parental y maternal. Se
aspira a ideales inalcanzables manifestados en los legados de abuelos y abuelas
quienes establecieron las bases incuestionables de los mitos familiares: ser a
partir del alcance del mito.
[1]
Diccionario On-line de la Real Academia Española: http://dle.rae.es/?id=IbRm8lG
[2] Anokhin, P. K. (1970). Theory of
functional systems(Functional systems in biology, discussing interscientific
demarcation, research strategy, physiological experiment, operational
architectonics, etc). Uspekhi fiziologicheskikh nauk, 1, 19-54.
[3] Anokhin, P. K. (1964).
Systemogenesis as a general regulator of brain development. Progress in
brain research, 9, 54-86.
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