Por: Bismarck Pinto Tapia, Ph.D.
Dos por dos son cuatro,
también cuando lo afirma un esquizofrénico.
Viktor Emil Frankl
La
|
esquizofrenia es un trastorno
mental complejo, recién se está entendiendo su etiología. Su prevalencia es del
1%, con una incidencia que varía entre 7,7 y 43/100.000 habitantes, sin que
existan diferencias geográficas[1].
Se caracteriza por síntomas positivos y negativos, los primeros son delirios,
alucinaciones, discurso desorganizado, disgregado e incoherente, comportamiento
muy desorganizado o catatónico. Los segundos hacen alusión a la expresión
afectiva disminuida o abulia[2].
Desde los tiempos de Kraeplin la esquizofrenia pasó de ser un
fenómeno místico a un fenómeno científico. La notable tarea de Kraeplin[3]y Bleuler[4]
consistió en sistematizar los síntomas psicóticos en cuadros sindrómicos,
estableciendo de esa manera la existencia de ciertos patrones cognitivos,
afectivos y comportamentales posibilitando la descripción objetiva de los
distintos tipos de trastornos psicóticos. Una vez entendida la condición
psicopatológica exenta de evidencia neuroanatómica, ocurrieron las tentativas
de darle explicación.
Freud sin haber
visto jamás un paciente esquizofrénico se atrevió a postular sus causas a
partir del análisis de la biografía de Schreber[5], especulando acerca de las fijaciones orales, tema que interesó a Melanie Klein quien elaboró una teoría
fundamentada en el pecho bueno y malo de la madre[6]. Jung también aportó con sus ideas relacionadas con la escisión del
sí mismo[7]. El colmo de la especulación la realiza Lacan con sus controversiales ideas acerca de la falta de la
función organizadora en el registro simbólico[8].
Mientras el psicoanálisis planteaba sus enmarañadas
explicaciones, los psiquiatras reforzaban la idea de enfermedad y la búsqueda
de su cura. En los albores de la psiquiatría se recurrió a la lobotomía frontal[9]. La trepanación del cráneo para succionar parte de la materia gris
del lóbulo frontal se practicó por primera vez en un hospital de Lisboa a manos
de Egas Moniz, la suposición era
considerar a la locura como consecuencia de circuitos innecesarios entre las
neuronas, si se los cortaba se resolvía el problema. La técnica creó entusiasmo
en los médicos estadounidenses y Walter
Freeman la mejoró, fue sustituta de la camisa de fuerza hasta fines de los
años cincuenta.
El otro procedimiento para tratar a los
esquizofrénicos fue el electrochoque o terapia electroconvulsiva[10]. Esta técnica consiste en producir convulsiones a través de
electricidad. Sus orígenes se remontan a 1934 cuando el médico húngaro Ladislas Meduna observó que algunos
pacientes esquizofrénicos con epilepsia dejaban de manifestar el cuadro
psicótico. Empezó a producir convulsiones utilizando el metrazol. El italiano Cerleti
vio en los mataderos a reses convulsionar cuando les aplicaban electricidad.
Con su colega el neurólogo Lucio Bini
decidieron hacer lo mismo con los pacientes esquizofrénicos, demostrando efectividad.
En los cincuenta, se reportaron efectos secundarios nocivos, como la pérdida de
memoria y alteraciones cognitivas[11].
Eso derivó en mejorar los procedimientos. A pesar de ello se trata de una
técnica desaprobada por la mayoría de los estudios sobre su efectividad[12].
Quizás la historia de la esquizofrenia sea única, debido a
que sin comprender su etiología se procedió desesperadamente a encontrar
soluciones, si funcionaba estaba bien. Algo así como golpear el televisor
cuando deja de funcionar. Paul Ehrlich
descubrió el núcleo químico fenotiazínico como antimalárico a finales de la
década de 1870, su intención era encontrar una “bala mágica” que detuviese a
cualquier agente patógeno sin efectos colaterales[13].
Por serendipia en el afán de la panacea los químicos dieron con la prometazina
y con ella al primer fármaco antipsicótico. Daniel Bovet continuó investigando los efectos de las bondades de
estas sustancias y encontró que se relacionaban con los antihistamínicos, ¡pero
también eran tranquilizantes!
En 1955 Delay y Deniker introducen el término
“antipsicótico” y “neuroléptico”[14]
para referirse a los efectos de los químicos en cuestión sobre los síntomas
psicóticos y neurológicos. Su relación con el control de los síntomas positivos
(alucinaciones, desorganización conceptual, delirios y comportamiento bizarro)[15]
llevó a la investigación neuroquímica de la esquizofrenia, encontrándose
falencias en la regulación de la dopamina y su relación con las funciones
ejecutivas dependientes de las regiones prefrontales[16].
El rechazo a las personas con esquizofrenia se patentizó con
el genocidio perpetrado por los nazis. El eje de la ideología
nacionalsocialista fue la pureza de la raza aria, por lo tanto se justificaba
el exterminio de los incapacitados: retardados mentales, homosexuales y
esquizofrénicos, esta despiadada decisión fue respaldada por dos leyes emitidas
en Nüremberg durante el año 1935, la primera denominada “Ley de ciudadanía del
Reich” consideraba que solamente las personas con sangre pura aria podían
considerarse ciudadanos del Reich; la segunda, “Ley de la protección de la
sangre y el Honor alemán” prohibió los casamientos de alemanes con judíos. Las
consecuencias fueron devastadoras, emergió la praxis biopolítica, permitiendo
el aniquilamiento despiadado de incapacitados y judíos. En 1939 Hitler anunció
un decreto otorgando autoridad a los médicos para matar misericordiosamente a
los enfermos incurables, responsabiliza de ello a un funcionario Bouhler y a un médico Brandt[17].
Con esas órdenes de Hitler
se da inicio al programa T4, planeado en Tiergartenstrasse 4, Berlín, se fundan
veinte salas pediátricas para proceder con la matanza misericordiosa. Si bien
el programa fue pensado para adultos se incluyeron niños, a la par que se
procedía con un programa de esterilización. Las personas eran revisadas por un
médico quien determinaba si era o no discapacitado para llevarlas a la cámara
de gas[18].
Se estima que entre seiscientos a setecientos psiquiatras
participaron en estos programas atroces. Las matanzas fueron despiadadas, se cree
por ejemplo que Irmfried Eberl fue
responsable por la muerte de 280 000 personas en Treblinka[19].
La justificación recae en una ideología basada en la tergiversación de la
teoría de Darwin: el más fuerte es el que sobrevive. Para agosto de 1941,
habían sido exterminadas 70 273 personas con trastornos psiquiátricos, se
celebró invitando cerveza a los médicos y a las enfermeras participantes en la
ejecución de los programas de eutanasia[20].
Se considera que entre 1934 y 1945 los
nazis procedieron con la esterilización de 400 000 personas, las personas
esterilizadas se dividían en 49% con “debilidad mental congénita”, 26%
esquizofrénicos, 16% epilépticos y el resto con otros diagnósticos[21].
La carencia de indicadores clínicos observables ocasionó el
apogeo del psicoanálisis como fuente del diagnóstico urgido por la necesidad
del ejército para poseer criterios clasificatorios universales de los
trastornos mentales, en Estados Unidos tuvieron que recurrir al Standard
Nomenclature creado durante el censo de poblaciones sin fundamentos científicos
en 1932[22].
Al ser insatisfactorio, la Asociación Estadounidense de Psiquiatría decidió
recurrir a expertos publicándose finalmente el Diagnostic and Statistical manual of Mental Disorders (Manual Estadístico
de Diagnóstico de los Trastornos Mentales) (DSM).
El primer DSM vio la luz en 1952, se fundamentó en las ideas psicoanalíticas,
las cuales se centraban en la causa de la esquizofrenia en vez de describir sus
características. Introdujo el término “reacción” para hacer alusión a las
psicosis comprendidas como respuesta ante las condiciones sociales y la
personalidad. Este primer manual y el segundo carecían de veracidad científica.
En la segunda edición del DSM-I se planteó a la psicosis como carente de
condiciones orgánicas, para diferenciarla de la esquizofrenia asociada a un
daño cerebral[23],
acuñan el término “reacción esquizofrénica”. El DSM-II reemplaza el término por
“esquizofrenia”, se diferencia del anterior manual porque considera la posibilidad
de diagnóstico múltiple, es decir una persona esquizofrénica podía padecer de
otro tipo de trastornos asociados.
El surgimiento del DSM-III fue revolucionario, liderado por Spitzer, un psiquiatra que investigó
las falsías del psicoanálisis, se
publica en 1980 elude las fuentes psicoanalíticas y busca descripciones
precisas de los síntomas, retomando la tradición clasificatoria de Kraeplin.
Interesan los criterios observables y la angustia
subjetiva producida por el trastorno. La revelación más importante fue
retirar a la homosexualidad, afirmando tácitamente que no se trata de un
trastorno mental porque no cumple el criterio de angustia subjetiva, porque las personas con orientación homosexual
no vivencian su sexualidad con
sufrimiento.
Para la elaboración del DSM-IV estuvo a la cabeza Allen Frances el procedimiento fue
mucho más riguroso, se formaron equipos de estudio para los grupos de
trastornos, se revisaron los estudios científicos acerca de cada uno de los
trastornos, su incidencia y prevalencia, aplicaron los criterios a muestras
para confirmar la validez de los criterios hipotéticos, finalmente se publica
en 1994.
El DSM-IV además de presentar criterios diagnósticos mucho
más rigurosos que el anterior manual, trató de coincidir con los utilizados por
la CIE-10 (Clasificación Internacional de Enfermedades, décima versión)
patrocinada por la OMS[24].
Estos aspectos fueron determinantes para que se decida su uso a nivel mundial. Se
hicieron unos ajustes, publicándose el 2000.
Por varios años se hizo esperar el DSM-5, finalmente salió a
la luz el 2013, simplifica los criterios diagnósticos, ordena los trastornos en
función al ciclo vital colocando aquellos relacionados con el desarrollo
primero y los neurocognitivos al final, detalla nuevos trastornos[25].
Las críticas no se hicieron esperar, se observa sus errores de redacción, la
simplificación diagnóstica puede generar un incremento en la tasa de trastornos
mentales, pueden ocurrir efectos imprevistos en el área forense. En cuanto a la
psicosis, al plantear el trastorno “síndrome de riesgo de psicosis” se hace
probable el aumento de la tasa hasta un 75% favoreciendo a las industrias
farmacéuticas[26].
Como consecuencia la tendencia mundial es seguir utilizando el DSM-IV-TR.
En Bolivia, la historia de la psiquiatría se inicia con la
creación del Manicomio Nacional Pacheco en 1884. Fue Nicolás Ortiz el médico que introdujo el uso de una sustancia
poli-bromurada, consistente en bromuro, estroncio y sodio como tranquilizante,
además del uso de recursos físicos como las camisas de fuerza y las cadenas. El
primer curso sobre Patología Mental se dio en 1898 en la Facultad de Medicina
en Sucre regentada por Ortiz[27].
Desde 1988 hasta la fecha la tendencia de la Psiquiatría en Bolivia ha sido
psicofarmacológica y con influencia psicoanalítica con algunos intentos de
organizar comunidades terapéuticas e introducir psicoterapia cognitiva.
Paralelamente al inicio de la creación de los DSM surge un
movimiento antipsiquiátrico[28]
liderado por Thomas Szasz[29],
Erving Goffman[30]
y Ronald Laing[31].
Su planteamiento fundamental es considerar a la Psiquiatría una rama médica que
ha definido a la enfermedad mental desde una perspectiva eminentemente
biológica rechazando la influencia social. La perciben como un instrumento de poder
al tratar a los pacientes en contra de su voluntad, los estigmatiza y los
doblega. David Cooper acuña el
término “antipsiquiatría” en 1960[32],
trata de analizar la historia de la psiquiatría desde la perspectiva marxista. Basaglia propone el cierre de los
hospitales psiquiátricos en Italia[33].
Una paciente esquizofrénica junto a su terapeuta escribe un libro donde se
pretende comprender a la locura como un proceso natural en vez de una
enfermedad mental[34].
En ese entorno histórico, durante 1952 se funda el Mental Research Institute (MRI) en Palo Alto bajo la dirección de Don Jackson. Parte de una nueva
epistemología: el enfoque sistémico aplicado a las ciencias sociales, labor
iniciada por Gregory Bateson[35]aunque
nunca se manifestó a favor del MRI. En 1956 publican “Etiología de la
esquizofrenia”[36]
un compilado de artículos sobre el enfoque sistémico aplicado a la explicación
de la Esquizofrenia. Sugieren al doble vínculo como el factor determinante en
el origen de la esquizofrenia. Se trata de una manera patológica de la
comunicación donde el mensaje verbal es contradicho con el gestual. Esta manera
de interactuar genera confusión y en el afán de regular la comunicación la
persona termina enloqueciendo[37].
La teoría del doble vínculo para explicar la esquizofenia es
una paradoja en el enfoque sistémico, puesto que se la introduce como una
causa, siendo que el enfoque refuta fehacientemente el razonamiento causal. Por
otra parte se trata de una hipótesis muy difícil de comprobar debido a su
complejidad conceptual y a las dificultades que entraña su estudio experimental[38].
El 2015 se publica un estudio sobre la esquizofrenia y el
trastorno bipolar, participan 337 personas, 146 esquizofrénicas, 74 bipolares y
el resto normales. Se encuentran alteraciones en la estructura molecular del
77% de los esquizofrénicos y el 84% de los pacientes bipolares[39].
Esta investigación como otras similares[40]
coinciden en señalar que la base de las alteraciones psicóticas en general y de
la esquizofrenia en particular se encuentra en alteraciones biológicas. La
hipótesis actual indica que los genes y la interacción ambiental la determinan.
A la par se han identificado factores infecciosos que podrían precipitar la
manifestación de los trastornos[41].
El primer investigador sobre las bases genéticas de la
esquizofrenia fue Seymour Kety[42],
realizó varios estudios sobre familias adoptivas de esquizofrénicos y gemelos.
Sus conclusiones mostraron la incidencia de alrededor del 50% de posibilidades
de transmisión genética. Posteriores pesquisas arrojaron la incidencia entre
hermanos monocigotos oscila entre el 46 al 53%[43],
siendo la probabilidad de herencia del 50% mientras que el trastorno bipolar lo
es en el 65%. La tendencia de la investigación genética indica que la
esquizofrenia puede ser producto de la interacción entre varios genes, aunque
existe evidencia de que los cromosomas 21 y 22 están comprometidos[44].
Se mantenía la pregunta ¿por qué no se producía la herencia
en el 100%? La respuesta llegó con el desarrollo del Análisis de Microarreglos
de Oligonucleótidos de Representación (ROMA) y la definición del genoma humano.
Los polimorfismos de un solo nucleótido son el tipo más frecuente de variación
en los trastornos mentales, hacen referencia a la replicación de genes[45].
Esta clase de variación genética ha sido identificada en la estructuración del
lóbulo frontal en los esquizofrénicos[46],
también se ha encontrado su vinculación con la alteración de la regulación
dopaminérgica[47]. En un estudio de metanálisis realizado el
2008[48]
definió como altamente significativos los datos de Xu y colaboradores (2007) acerca del gen apolipoproteína E y su
relación con las alteraciones neurológicas presentes en la esquizofrenia[49].
Ahora bien, el efecto de la alteración genética se relaciona
con la incapacidad de regulación de la dopamina (C8H11NO).
Esta hormona es resultante de la activación de las epinefrinas como protectora
de la sinapsis, su regulación depende de la monoaminoxidasa (MAO), la cual se
produce asociada al cortisol, la hormona del estrés. Hace mucho tiempo se ha
determinado la relación entre la esquizofrenia y la regulación dopaminérgica[50],
al grado que se ha pretendido cambiar la designación esquizofrenia por trastorno dopaminérgico[51].
Hoy en día se ha planteado que el ácido GABA y el glutamato, inhibidores de la
activación neuronal también se encuentran involucrados en la generación de los
síntomas esquizofrénicos[52].
Los hallazgos bioquímicos coinciden con la teoría
psicológica de la “vulnerabilidad al estrés”, según la cual los brotes
psicóticos se manifiestan ante situaciones estresantes[53].
Zubin y Spring publican su teoría en
1977, sugieren que existe una predisposición genética a la esquizofrenia,
relacionada con la incapacidad de manejar adecuadamente el estrés: cuanto mayor
sea la vulnerabilidad, menos estrés se requiere para que se manifieste el
trastorno. La consecuencia de esta teoría es la posibilidad de evitar la
expresión de la esquizofrenia reduciendo la exposición de la persona a fuentes
de estrés, nuevos estudios parecen confirmarla[54].
Otro campo altamente explorado en la última década es el
referido a la Neuropsicología de la Esquizofrenia[55].
La ardua investigación en este campo ha identificado falencias en la
organización de las funciones ejecutivas y en la integración de la información[56].
Las alteraciones cognitivas mencionadas se relacionan con alteraciones en las
funciones del lóbulo frontal[57]
y las regiones parieto témporo occipitales[58].
A estas regiones involucradas en las alteraciones cognitivas se han sumado
estudios sobre el cerebelo que dan cuenta de falencias en este órgano y sus
conexiones con regiones subcorticales[59]
Las disfunciones que ocurren por las alteraciones del lóbulo
frontal están ceñidas a la organización del movimiento, la regulación de la
actividad psíquica, la planificación y la integración de las emociones. Por su
parte, las disfunciones en la zona parieto témporo occipital se relaciona
principalmente con la integración e interpretación de la información[60].
A estas afectaciones cognitivas se suma la disfunción de la inhibición[61].
La aproximación neuropsicológica ha permitido comprender que la esquizofrenia
es un síndrome de una diversidad de alteraciones en el procesamiento cognitivo
de la información dando lugar al deterioro de su ejecución funcional.
La síntesis acerca del origen de la esquizofrenia es que se
trata de un trastorno ocasionado por alteraciones genéticas complejas. Esto ha
dado lugar a dos hipótesis:
a) hipótesis del neurodesarrollo: la esquizofrenia es
producto de inadecuadas conexiones neuronales generadas durante la evolución del
feto[62].
b) hipótesis neurodegenerativa: a diferencia de otras
enfermedades degenerativas como la enfermedad de Alzheimer en la esquizofrenia
no hay muerte neuronal, el deterioro ocurre por la progresiva pérdida de
sinapsis[63].
Brown y Rutter en
1966 estudian la interacción entre el esquizofrénico y su familia, establecen
ciertas características únicas en ellas, existen altos niveles de hostilidad y
sobreimplicación emocional hacia él[64].
Brown con otros colaboradores continúan sus estudios sobre el fenómeno y en
1972 identifican las siguientes formas de comunicación en los familiares:
crítica constante, hostilidad, insatisfacción, afecto negativo, sobre
involucramiento emocional. A estos factores deciden agruparlos bajo el término expressed emotion[65],
traducido al castellano como “emoción expresada”[66]
(EE).
La EE se considera como un factor preponderante en la
creación de un entorno estresante para el paciente esquizofrénico. Como vimos,
se trata de personas vulnerables al estrés, por lo tanto, la familia se instaura
como el elemento disestresante por excelencia. Los psiquiatras tradicionales,
sin conocer este fenómeno prohíben la visita de los familiares durante la
primera etapa de internación, consecuentemente los pacientes se calman y
disminuyen la intensidad de sus crisis. Resulta interesante observar que ante
la visita de algún familiar, el paciente queda inquieto y muchas veces reactiva
su sintomatología.
La vulnerabilidad al estrés sumada al doble vínculo y a la
emoción expresada determina el estado familiar menos propicio para el paciente,
se fundan como los precipitantes de las crisis y probablemente en activadores
de la predisposición genética. Estos criterios son básicos para el
establecimiento del procedimiento psicoterapéutico.
Durante los sesenta, se presentó el enfoque sistémico
aplicado a la familia, lo cual fomentó la investigación de la esquizofrenia en
el seno familiar. Theodore Lidz y Stephen Fleck identifican tipologías de
parejas de padres de hijos esquizofrénicos, asocian las formas patológicas de
la relación conyugal con la expresión de los síntomas psicóticos. Wynne y Singer[67],
utilizando el cuestionario sobre relaciones familiares de Beavers[68],
estudian la relación entre la esquizofrenia y la disfuncionalidad de familias
adoptivas, encontrando mayor riesgo del trastorno en hijos con potencial
genético para la esquizofrenia en el seno de familias adoptivas disfuncionales.
Este estudio es un hito en la historia de la investigación
sobre la esquizofrenia, demuestra la importancia de la interacción genética con
el entorno. No es suficiente la falencia genética, requiere de un ambiente
relacional que propicie su manifestación. Los niños con alto riesgo definido
por los antecedentes genéticos si son criados en familias adoptivas funcionales
tienen menos posibilidades de desencadenar una psicosis que aquellos criados en
familias disfuncionales.
Lyman Wynne creó
el concepto pseudo mutualidad[69]
para referirse a la aparente normalidad interactiva de la familia con un
miembro esquizofrénico. Murray Bowen[70]
estudió durante cinco años a familias con un hijo esquizofrénico, lo cual le
permitió desarrollar la teoría de los sistemas naturales, según ella, los seres
humanos tenemos dos tendencias la de vivir en comunidad y la diferenciarnos, a
ello se suma que las personas somos producto de relaciones multifamiliares, no
solamente relacionado con la familia nuclear sino con los abuelos y los demás
miembros de la familia. Bowen[71]
contempla que en las familias esquizofrenizantes es imposible la diferenciación
y que la patología se cierne desde las vinculaciones transgeneracionales.
Mara Selvini
Palazzoli dentro de la historia de la terapia familiar sistémica sintetizó
las características de los juegos familiares psicóticos, identificando en ellos
la paradoja como eje comunicacional[72],
posteriormente profundizó en las interacciones disfuncionales y se refirió a
los juegos psicóticos de la familia[73]
que dieron lugar a la exquisitez en el tratamiento familiar de la anorexia
mental. Haley[74]
propone que la esquizofrenia sólo es posible en un entorno familiar y social
peculiar. Bozsormenyi Nagy[75]
sugiere una concepción contextual de la esquizofrenia, identifica en los juegos
familiares lo que él denomina lealtades
invisibles.
Anderson y Reiss[76],
han desarrollado un modelo de intervención psicoeducativo de las familias con
hijos esquizofrénicos, consiste en un conjunto de técnicas educativas ofrecidas para informar a los pacientes y a
sus familiares con el fin de evitar recaídas, propiciar la adherencia al
tratamiento médico y disminuir la disfuncionalidad. Se trabaja con los
siguientes objetivos: asegurar la comprensión del trastorno en los familiares y
el paciente, reducir el estrés familiar, entrenamiento en habilidades sociales,
afrontamiento y resolución de los problemas que estresan a la familia, adhesión
al tratamiento y mantenimiento de los logros alcanzados.[77]
Pekala y Merinder[78]
han depurado el programa psicoeducativo alcanzando resultados positivos en el
cambio comportamental de los pacientes esquizofrénicos.
Como se puede apreciar la comprensión de los factores
etiológicos de la esquizofrenia son múltiples, aún continúa la investigación.
Sin embargo tanto el paciente como la familia sufren. Los terapeutas sistémicos
podemos ofrecer un alivio a ese sufrimiento si consideramos sus dos elementos
fundamentales. Para la familia la vivencia de la pérdida ambigua[79]
y para la persona con esquizofrenia, sus dificultades de adaptación[80].
Pauline Boss
describió la pérdida ambigua como un
proceso de duelo complicado debido a la imposibilidad de cerrar la experiencia
de pérdida porque se la sufre como tal sin que se haya producido la muerte[81].
Existen dos tipos: ausencia física pero presencia psíquica (cuando la persona
no está pero está) y ausencia psíquica pero presencia física (cuando está pero
no está)[82].
Las personas desaparecidas y la experiencia del divorcio[83]
son ejemplos del primer tipo[84].
La enfermedad de Alzheimer[85],
y la esquizofrenia[86]
son ejemplos del segundo tipo.
Es importante señalar que la presencia de un hijo o hija con
esquizofrenia puede ocurrir en una familia funcional o disfuncional. También es
importante recordar que la familia funcional puede ofrecer recursos de soporte
estableciéndose como un entorno protector[87].
Siendo más probable la precipitación de la esquizofrenia en el entorno familiar
disfuncional[88].
No debemos caer en la falacia de la etiología familiar de la esquizofrenia[89],
la disfuncionalidad no es la causa de la esquizofrenia, sino un crisol idóneo
para su precipitación. Tampoco es probable que al pasar de la disfuncionalidad
a la funcionalidad familiar la persona con esquizofrenia deje de manifestar los
síntomas del trastorno, es más seguro que éstos decrezcan al disminuir el
estrés en el hogar y también aminorar los altos niveles de emoción expresada.
Un problema para los terapeutas es que usualmente recibimos
al paciente esquizofrénico durante las etapas relacionadas con su trastorno,
por lo que no tenemos idea de cómo era esta persona antes de la instalación de
la psicosis. Es muy difícil imaginar el sufrimiento de la familia ante la
progresiva despersonalización de un hijo. Ayer sonreía y hoy perdió la sonrisa.
Esa experiencia explica la incapacidad de los padres para
aceptar la esquizofrenia del hijo o la hija. Inicialmente la mayoría de los
padres entran en un estado de negación, atribuyendo los cambios dramáticos a
eventualidades en la vida de la persona. ¡No pueden despedirse del hijo! Brota
paulatinamente la esperanza, si alguno de los progenitores asume el diagnóstico
y el otro no, se produce conflictos en la relación conyugal.
No debemos olvidar la vivencia de los hermanos, usualmente
olvidados, debido a la conmoción generada por la esquizofrenia. Pueden crear
dificultades en el afán de procurar el afecto o agredir al hermano
culpabilizándolo de la carencia. En otras familias, al contrario, los hermanos
o alguno de ellos asume la función de cuidador informal del esquizofrénico,
protegiendo de esa manera la desazón de los padres, en algunos casos más
críticos se parentalizan[90].
Tampoco se debe descuidar el impacto de la esquizofrenia en
la familia extendida, abuelos, tíos y primos también se verán afectados, en
algunos casos excluyendo a la familia del esquizofrénico, en otros apoyándola[91].
Si nos animamos a vislumbrar las relaciones del sistema familiar con el entorno
social, se verá que éste también se afecta, el círculo de amigos de la familia,
el entorno laboral y las instituciones pueden adjudicarse funciones favorables
o desfavorables dependiendo de los principios culturales que rodean a la
esquizofrenia[92].
La primera acción terapéutica con la familia debe ser
trabajar la pérdida ambigua, el objetivo es la despedida del hijo o hija que
fue y la bienvenida al hijo o hija con el trastorno. Esto requiere de un proceso
terapéutico sereno y lento, porque la historia de la familia puede anunciarnos
una disfuncionalidad donde el hijo con esquizofrenia podría estar triangulado y
destinado a la imposibilidad de desvinculación[93].
Si así fuere, el terapeuta deberá trabajar en el juego familiar para poder
desprender al hijo de la relación patológica con sus padres.
Otro aspecto delicado es la presencia de algún hermano con
manifestaciones psicopatológicas, por ejemplo una chica con anorexia. Desde la
teoría sistémica, el portador del síntoma estabiliza el sistema familiar, si no
trabajamos con las dolencias de los hermanos es probable que al desprender al
hijo esquizofrénico del juego familiar el hermano o la hermana empeoren.
Como se ve es indispensable el diagnóstico familiar
sistémico porque la disfuncionalidad obligará a pasos previos y complejos.
Mientras que la funcionalidad facilitará el proceso de aceptación y despedida.
Doy por sobre entendida la importancia de reducir los problemas familiares
estresantes. Uno de ellos es la situación económica, generalmente mermada por
los gastos en medicamentos, médicos e internaciones. Otro es el referido a los
problemas laborales de los padres y los escolares de los hermanos. A la par
debemos trabajar en la emoción expresada, aminorando la hostilidad y el control
que la familia prodiga hacia el hijo.
En algunos casos valdrá la pena tener sesiones individuales
con los padres para trabajar sobre el estrés, ansiedad y/o depresión[94].
Puede además la crisis familiar producir problemas conyugales, uno común es la
infidelidad de parte de alguno de los progenitores[95].
Estos eventos pueden obligar a la intervención desde la terapia de pareja
siempre y cuando el terapeuta considere que podría beneficiar al proceso
familiar de aceptación y despedida.
Cuando la esquizofrenia no inhabilita al paciente, el
trabajo terapéutico realizado en sesiones individuales debe visar dos
objetivos: promover una adecuada calidad de la persona y resolver los problemas
que le impiden la adaptación al entorno.
La evaluación de la calidad de vida del paciente
esquizofrénico tiene el fin de identificar los niveles de satisfacción con su
cotidianeidad, de tal forma que se pueda integrar el trabajo terapéutico con la
planificación de la vida de la persona y orientar a la familia en los procesos
de cuidado. Esto conlleva a establecer los intereses peculiares de cada
paciente, éstos pueden definirse como inmediatos y mediatos. Los primeros hacen
alusión a las actividades que le otorgan sentido al día a día y los segundos a las
metas futuras[96].
Veamos dos ejemplos:
Caso #1
Se trata de un joven de 24 años diagnosticado con
esquizofrenia paranoide comórbida con trastorno obsesivo compulsivo. Recibe
atención ambulatoria psiquiátrica desde los 19 años. Es derivado a mi consulta
por el médico tratante para que pueda apoyar en su inserción laboral. La
primera etapa de la terapia estuvo dirigida a ordenar su rutina, vivía unos
padres sobreprotectores, al grado que no sabía ni siquiera lavar su ropa. No
fue fácil convencer a los padres de la importancia de la autonomía y la
responsabilidad que su hijo debería asumir. Se orientó a los padres en el
manejo del estrés y en la disminución de la emoción expresada. A la par el
paciente definió sus metas cotidianas, una de ellas por ejemplo fue estudiar
computación. Durante varios meses se procedió a mejorar sus habilidades
sociales y su disciplina para que consiga finalmente hacerse responsable de sus
cosas personales en casa y que pudiese estudiar en un instituto computación. Al
forzarse como nunca antes a lograr estos pequeños cambios, fue preso del estrés
y tuvo una crisis, salió de ella sin necesidad de incrementar la dosis del
antipsicótico administrado por el psiquiatra, aprendió a relajarse y a manejar
racionalmente sus problemas. Lo más difícil fue el control de sus conductas
compulsivas y el manejo de sus pensamientos obsesivos, asociados a sus delirios
paranoides complicaban mi trabajo. En una ocasión desistió de continuar la terapia
conmigo porque me asoció con sus ideas de complot. Después de tres meses de
ausencia, retornó decidido a continuar al tratamiento y retomar las metas
postergadas. En esta segunda etapa continuamos con las tareas de autocuidado y
responsabilidad con sus deberes hogareños. Añadimos los intereses laborales.
Había interrumpido en el primer año sus estudios universitarios cuando tenía 18
años, época en la cual se manifestaron los síntomas esquizofrénicos. A pesar de
ello había aprendido lo básico de la estadística y quería dedicarse a trabajar
como encuestador o analista de datos. Demoramos varios años en lograr que pueda
cuidarse a sí mismo, durante esta etapa murió el padre, situación que nos
preocupó porque era probable una depresión, sin embargo pudimos manejar de la
mejor manera sus sentimientos de pérdida. Poco después el médico decidió
disminuir las dosis de los psicofármacos. En una sesión me expresó la nostalgia
que sentía por las voces, tuve que afrontarlo como una pérdida, ocupándonos de
ellas como un duelo. Esta etapa concluyó con la búsqueda de empleo. La tercera
etapa hizo referencia al manejo de la frustración consecuente primero con la
imposibilidad de encontrar trabajo, segundo con los problemas que tuvo que
enfrentar cuando empezó a trabajar como vendedor de libros. Una vez más el
estrés provocado por la nueva experiencia activó la ansiedad y con ella la
reaparición de las voces y el delirio, sin embargo como él dijo, no sucumbió.
La cuarta etapa incluyó la participación de un terapeuta para que lo pueda
acompañar exclusivamente en la búsqueda de trabajo. Finalmente logró un trabajo
como repartidor de bebidas. Estaba feliz, porque llevaba tres meses trabajando,
demostrando responsabilidad y eficiencia. Lamentablemente la empresa quebró y
una vez más tuvo que lidiar con la frustración. Meses después consiguió un
trabajo en un lugar más estable, haciendo lo que más le gusta, estadísticas.
Caso #2
Se trata de un muchacho de veinte años, vive con sus padres,
tres hermanas mayores y una menor. Fue diagnosticado como esquizofrénico
paranoide. Su delirio es de grandeza, se considera el dueño del mundo, todo
sucede en función a él. Su familia le da amor y comprensión, soportan su mal
humor y aceptan sus crisis con resignación. Recibe tratamiento psicofarmacológico.
El psiquiatra me pide que trabajemos con terapia familiar en coterapia. Fue una
experiencia extraordinaria, una familia inconmovible ante lo bizarro del
comportamiento del hijo. En las sesiones los padres valoran las pequeñas cosas
que hace ayudando a la madre en el
negocio de la familia, y le siguen el delirio como si de un juego se tratase.
No fue difícil mejorar las interacciones de sus padres ni de sus hermanas. La
terapia se centró en las demandas del paciente: tener amigos y conseguir una
novia. Ingresó en un grupo de musicoterapia, donde logró establecer vínculos
con otros pacientes, lo interesante fue el romance que surgió entre él y una
muchacha diagnosticada con trastorno de alimentación. Según referencia de los
padres, él fue determinante para la rehabilitación de su pareja.
Como se aprecia, la psicoterapia no se centra en la
esquizofrenia, sino en la persona y sus relaciones interpersonales con la
familia y el entorno. Se parte estableciendo metas factibles de ser alcanzadas,
pequeños pasos antes de alcanzar las metas a largo plazo. Se busca evitar
situaciones estresantes y se protege al paciente de los eventos naturales del
ciclo vital, como el fallecimiento de los seres queridos. Lamentablemente
vivimos en una sociedad que no ofrece alternativas laborales para personas con
capacidades diferentes, entre ellas a los diagnosticados con psicosis.
La relación entre el terapeuta y el paciente esquizofrénico
tiene condiciones distintas a la establecida con personas corrientes. Una de ellas
es el manejo del lenguaje. Jaburgaiev fue
uno de los primeros en identificar los problemas entre el lenguaje verbal de
los esquizofrénicos y la lógica[97],
encontró una discordancia entre el pensamiento y la palabra de los
esquizofrénicos, planteando como hipótesis la carencia de inhibición y
selección durante la decodificación de la idea en palabra. Kasanin en la misma línea propone esa ruptura dada en la expresión
como en la comprensión del lenguaje[98].
Fairbanks[99]
en 1944 mostró que los esquizofrénicos emplean pocos sustantivos, conjunciones,
preposiciones, adjetivos y artículos cuando hablan, comparándolos con personas
sin esquizofrenia. Estudios contemporáneos han demostrado fehacientemente los
problemas cognitivos vinculados con el lenguaje y el pensamiento coincidiendo
con las investigaciones rústicas de mediados del siglo XX. Uno de los avances
importantes ha sido dejar de centrarse en el habla individual, describiendo la
interacción comunicacional: el lenguaje esquizofrénico tiene características peculiares.
Una de las más importantes es la alteración
formal del lenguaje, comprometiendo la gramática y la estructura de la
frase[100].
La segunda característica es la laxitud asociativa, por lo que manifiestan un discurso difuso e
incoherente, teniendo muchas dificultades en procesar el significado de
metáforas. Otra es la tendencia al discurso autorreferencial, desconcierta cómo
cualquier tema lo elaboran enlazándolo a su propia presencia. Se suman las
estereotipias verbales, repitiendo palabras fuera de contexto. También la
aparición de neologismos y la repentina desaparición del motivo inicial del
discurso. Pueden utilizar palabras que riman aunque éstas estén
descontextualizadas del discurso a lo que se suma la incapacidad de reconocer
los errores lingüísticos que comenten. Una de las características más confusas
son las ensaladas de palabras sin ton ni son, suelen ir acompañadas de
desórdenes sintácticos[101].
Estos hallazgos en la investigación cognitiva deben ser
tomados en cuenta durante la interacción terapéutica. El psicoterapeuta evitará
el uso de metáforas, tampoco debe embarcarse en la comprensión lógica del
discurso del paciente, se centrará en la pragmática del lenguaje en vez de la
semántica[102].
Tratará de ser lo más específico en su comunicación a la vez que evitará enviar
mensajes no verbales contradictorios, veamos un ejemplo:
Caso #3
Es una mujer de 32 años diagnosticada como esquizofrénica
crónica, sus episodios psicóticos empezaron en la adolescencia temprana, fue
internada en un hospital psiquiátrico en cinco ocasiones. Actualmente está
medicada y vive con sus padres. A continuación algunos diálogos sostenidos
conmigo en el consultorio.
Terapeuta: ¿Qué hiciste durante estos días que no nos vimos?
Paciente: Bien, bien… (silencio prolongado)…ya no te oigo en
las noches…susurros escucho… ella me habla…me dice que me pondré bien…pero no
me hablas…¿por qué ya no me hablas?
Terapeuta: ¿Y qué hiciste estos días?
Paciente: Dormí…mucho…(ríe)…mi mamá me despierta y le ayudo
en la cocina…me gusta cocinar…
Terapeuta: ¿Hoy cocinaste?
Paciente: Hice sopita…
En este episodio se aprecia la actitud del terapeuta, no
descalifica las alucinaciones auditivas, pero se centra en la pregunta inicial
cuyo propósito es evaluar si la paciente está modificando su rutina. Más
adelante en la misma sesión:
Paciente: no me gusta estar sin hacer nada…
Terapeuta: ¿qué te gusta hacer?
Paciente: salir a la calle, me gusta ir a la Plaza España y
mirar a los perritos…
Terapeuta: ¿Qué haces para salir de tu casa e ir a la Plaza?
Paciente: Bien, bien, ¿sabes? Me duele la barriga, me
caminan cositas en la barriga (ríe)…
Terapeuta: ¿Para salir sientes cositas en la barriga?
Paciente: Sí cositas… (ríe), pero ya no me hablas en las
noches…
Terapeuta: Cositas en la barriga para salir… (silencio) y
tal vez no te hablo porque no me necesitas escuchar…
Paciente… Bien, bien, bien… ¿es porque estoy mejor?
Terapeuta: ¿Hubieron motivos para que te pongas nerviosa?
Paciente: No… todo estuvo tranquilo, mi papá ya no me grita…
bien, bien.,.. entonces mi barriga suena porque quiero salir a pasear… sí eso
pasa,
El terapeuta indaga las actividades que la paciente hace, no
descalifica las alucinaciones y las relaciona con la disminución del estrés por
lo que le dice “no me necesitas escuchar”, frase que hace sintonía con las
ideas de la paciente. Más adelante:
Paciente: Ahora tiendo mi cama y barro mi cuarto…
Terapeuta: Eso es muy bueno, te felicito.
Paciente: Ya, ya… puedo aunque no sé si las cosas como
están, quién sabe, porque de poder queriendo puedo, para qué complicar las
cositas, tanto por tanto el canto…
Terapeuta: (interrumpiendo) ¿cómo va la música?
Del discurso inconexo el terapeuta elige la palabra canto, y
le pregunta sobre una de las cosas que más le gusta hacer a la paciente.
Paciente: He ido dos veces a la academia, la profesora me
felicita porque hago mis tareas, gallos,
gallos en la mañana…
Terapeuta: ¿Cantas en tu casa?
Paciente: Cuando me baño y cuando hago caca…
Terapeuta: Me alegra que te estés bañando, eso es también
muy bueno. (Pausa) Es lindo que cantes…
Este episodio de la interacción entre una paciente
esquizofrénica y el terapeuta muestra la simplicidad que debe caracterizarla,
señala también la cautela en el uso de las palabras, el terapeuta debe
elegirlas considerando la posibilidad de no activar la susceptibilidad típica
de las estructuras paranoides. Debe estar atento a las palabras relevantes e
ignorar el atolladero de palabras inconexas. También busca darle sentido a lo
sin sentido del habla, ocupándose de la función y no del significado.
Cuando la esquizofrenia entra al consultorio debemos
eludirla para descubrir detrás de ella a la persona. Es inimaginable el
sufrimiento que acosa a estos pacientes, me hacen recuerdo a los afásicos
incapaces de expresar sus ideas, impotentes ante la falta de comprensión de sus
seres queridos. La ruptura entre la idea, la lógica y la expresión deben
entrañar gran desesperación. Si pienso en la emergencia de las alucinaciones,
independientes de la voluntad, me imagino vivir en una pesadilla de la que no
se puede salir. Los esquizofrénicos sufren más por las alteraciones emocionales
que por el desorden cognitivo, dejar de sentir a algunos los lleva al suicidio.
La esquizofrenia despierta al sufrimiento más trágico, para
el paciente y para la familia. La pérdida ambigua se instala como un evento
infinito al no comprenderse la sensación de duelo, esto promueve la hostilidad
ante el hijo, la búsqueda de soluciones racionales, el considerar que se trata
de falta de voluntad, todo ello está destinado al fracaso, las cosas empeorar
independientemente de las buenas intenciones. La familia se avergüenza, esconde
o niega la esquizofrenia. La alternativa psiquiátrica no es suficiente, la
internación detiene por un tiempo el caos familiar, pero el hijo debe retornar
a casa tarde o temprano acarreando consigo a la esquizofrenia.
Esos son los aspectos más devastadores de la esquizofrenia,
son los que nos deben preocupar como terapeutas, nuestra labor sigue siendo la
misma: apaciguar el sufrimiento. Enseñar a la familia a ver a la persona en vez
de centrarse en la enfermedad, para ello, somos los psicoterapeutas los que en
primera instancia debemos humanizarnos para que sea posible el franco encuentro
entre nosotros y los esquizofrénicos.
La Paz, 19 octubre del
2017
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