Por: Bismarck Pinto Tapia, Ph.D.
Noviembre
2017
Asomaba a sus ojos una
lágrima
Y a mis labios una
frase de perdón;
Habló el orgullo y se
enjugó su llanto.
Y la frase en mis
labios expiró.
Yo voy por un camino;
ella por otro;
Pero al pensar en
nuestro mutuo amor,
Yo digo aún: ¿por qué
callé aquel día?
Y ella dirá: ¿por qué
no lloré yo?
Gustavo Adolfo Becquer
El
|
perdón es un proceso
relacional indispensable para definir el futuro de la relación conyugal ya sea
que sus protagonistas decidan continuarla o disolverla. Por ello se trata de
una situación común en la terapia de pareja. Está asociado a la traición del
vínculo amoroso, consecuencia de la infidelidad y la violencia a las que se
añaden otras situaciones no menos insidiosas: secretos, malversación de bienes,
engaños de diversa índole, etcétera.
El perdón según McCullough,
Pargament y Thoresen[1]
es un proceso psicológico singular determinante de la continuidad o ruptura del
lazo amoroso. La persona que perdona asume la posibilidad perdonar a pesar de
la ofensa sufrida y quien recibe el perdón tiene la posibilidad de aceptarlo o
rechazarlo.
Se trata de una dinámica diádica: no es suficiente el
perdonar, es necesaria la aceptación del perdón. Es pues un consenso, no una
decisión unilateral. Para que se produzca el cierre de la situación pendiente,
uno y otro protagonista requieren afrontar la situación vivida para entregarse
a la posibilidad de olvidar la tendencia a la venganza y aceptar el dolor
causado.
Perdonar no es olvidar, al contrario se trata de poder
recordar lo sucedido sin sentir remordimiento. Es la máxima expresión del amor,
porque nos obliga a aceptar lo inaceptable, perdón se suscita siempre en
perdonar lo imperdonable. Esta paradoja puede llevar a los terapeutas por
derroteros equivocados, puesto que es lógico no aceptar lo inaceptable. La
lógica del perdón rompe con los cánones de la lógica formal, su sentido es el amor,
su condición el reconocimiento del otro a pesar de lo acontecido. Tarea por
supuesto muy difícil. Las presiones sociales y el orgullo se interponen en la
posibilidad de retomar el lazo amoroso.
Durante el evento tormentoso, lo más probable es que la
víctima haya buscado protección en el seno de su familia de origen y en el
grupo de amigos, sin descontar en algunos casos la búsqueda de apoyo en los
agentes de la ley. El sentido común[2]
dice que ante la infidelidad corresponde la ruptura, el amor lo trasciende,
porque conlleva obligatoriamente la transgresión.
Los versos de Becquer
que anteceden a este artículo muestran dramáticamente cómo la persona sucumbe a
las presiones sociales inmersas en el orgullo. Así pues, el proceso de perdón
se encuentra en un escenario donde no encaja, lo esperable es la venganza.
Perdonar es un gran riesgo, porque no hay la certeza de que
la ofensa no vuelva a pasar. Los pilares del perdón son la esperanza y la
confianza. No es una decisión matemáticamente racional, va en contra de las
probabilidades, es irracional, fundamentado esencialmente en los sentimientos y
en la historia subjetiva de la pareja. Decir perdón es expresar la aceptación
del otro a pesar de los sucesos.
Es interesante el origen etimológico de la palabra “perdón”:
proviene del latín per (persistir en
una acción) y donare (regalar),
significa olvidar la deuda, regalando aquello que se había prestado. Es no
reclamar por lo robado, regalando lo sustraído. ¡Es exactamente eso! La persona
ofendida siente haber sido mal pagada, confió, se entregó plenamente y a cambio
recibe el desprecio como consecuencia del engaño o del escarnio.
Desde el punto de vista del ofensor, generalmente se percata
del daño ocasionado cuando es confrontado con las consecuencias de su accionar,
en el caso de la infidelidad el peor efecto es la destrucción de la familia
manifestada con el desprecio de los hijos. En la violencia es devastador
reconocer el terror producido por la sola presencia del agresor, se ha
destruido aquello que se ama. Existen tres tipos de ofensores: el que ha dejado
de amar y por lo tanto usa la ofensa como pretexto para romper la relación, el
que reconoce su error y se arrepiente y el incapaz de reconocer la culpa. El
proceso del perdón sólo será posible con el agraviador arrepentido. Quien dejó
de amar se irá y quien es incapaz de sentirse culpable terminará culpando a su
pareja.
Existen dos aproximaciones al perdón, la primera asume al
perdón como una decisión y la segunda lo considera un descubrimiento. El
perdón/decisión es consecuente con la reflexión y la búsqueda de acciones[3].
Mientras que el perdón/descubrimiento se asocia con la reflexión personal[4].
El terapeuta podrá centrarse en una u otra aproximación pero
no debe hacerlo en ambas, porque generará una confusión. El abordaje del perdón
como decisión implica una aproximación relacional, mientras que el
descubrimiento obliga a centrarse en los procesos cognitivos y emocionales. Lo
interesante de ambas aproximaciones es que existe evidencia de logro para ambas[5].
Revisaré una técnica terapéutica para el perdón de la
infidelidad desarrollada por Frederick DiBlasio[6],
basada en el perdón/decisión en la terapia conjunta. Comprende trece pasos.
1° La definición y
beneficios de decirse por el perdón es explicada y discutida con ambos miembros
de la pareja. El terapeuta plantea que el perdón es una decisión para
abandonar el resentimiento y la amargura; es un acto de voluntad; activa el
dolor al reconocer lo sucedido pero permite abandonar las ideas de venganza; se
abordará el sufrimiento durante toda la terapia; la pareja debe reconocer que
el perdón/decisión es el comienzo y no el final de la terapia. Se subraya que
no existe la obligación de perdonar o ser perdonado, la víctima puede abandonar
la posibilidad de perdonar y el ofensor rechazar el perdón, o ambos darse un
tiempo para reflexionar sobre la posibilidad de perdonar. Generalmente las
parejas asisten a terapia porque tienden a buscar en ella las herramientas para
reconciliarse. Sin embargo es importante clarificar la autonomía de la
decisión. El terapeuta enfatiza que el perdón es una oportunidad para estar en
paz consigo mismo y si es religiosa comentarle que además promoverá un
acercamiento a Dios.
2° Se busca que ambos
miembros de la pareja aprovechen la oportunidad para buscar el perdón por sus
acciones negativas. Tanto la persona que fue infiel como la víctima deben
analizar las acciones ofensivas a la relación, ampliándose el margen del
conflicto a los problemas conyugales independientes de la infidelidad. Este
paso es muy doloroso, porque obliga al abandono del orgullo y la emergencia de la humillación. Es
imprescindible que el terapeuta evite la creación de expectativas a cómo
responderá el otro. El enfoque debe dirigirse a los esfuerzos que cada quien le
pone en la búsqueda de perdón, nos debemos mover en las acciones generosas en
vez de las egoístas. El perdón es más valioso cuando se busca y se concede sin
presiones o exigencias emocionales.
3° Preparación para las
intervenciones de perdón. Es la fase de preparación para el perdón,
explicando los pasos 4 a 13. Si la pareja está dispuesta, el terapeuta ofrece
la intervención de perdón, respetando la decisión temporal que los pacientes
consideren; estarán los que quieran intervenir inmediatamente y aquellos que
prefieren darse un tiempo.
4° Declaración de la ofensa. La persona
infiel revelará la ofensa, eligiendo la información que considere pertinente.
El terapeuta ayudará enfatizando la imposibilidad de la confianza absoluta y la
racionalidad de la presencia de ciertos niveles de desconfianza. No se trata de
evidenciar todos los detalles, sino de centrarse en el engaño de manera más
bien general.
5° La persona infiel explica las razones de su
comportamiento. El terapeuta pide a
la persona infiel que dé a conocer los motivos que lo llevaron a involucrarse
en una relación extra conyugal. Se debe exponer a la persona ofendida que tanto
ella como el terapeuta asumirán una actitud de escucha libre de juicio. No se
trata de justificar el comportamiento, sino de permitir la comprensión de lo
que pasó. El terapeuta debe asumir una postura compasiva ante el conflicto de
la persona infiel, reconociendo los aspectos relacionados con el estrés y el
sufrimiento. El terapeuta debe ser empático con ambos miembros de la pareja.
6° Se plantean preguntas y se dan respuestas
sobre la ofensa. Es más fácil perdonar cuando se tiene suficiente
información sobre lo sucedido. Esto permite la sensación de “limpieza de la
conciencia” del ofensor, clarificando la absoluta responsabilidad de lo
acontecido, liberando a la víctima de cualquier atisbo de culpabilidad. La
ofendida dejará de depender de su imaginación al tener evidencia a partir de
las respuestas dadas por el ofensor. El terapeuta ayudará a corregir las
distorsiones. El terapeuta ayudará a discernir acerca de los detalles
apropiados de los innecesarios o dañinos. DiBlassio recomienda las siguientes
preguntas: (a) ¿Cuál fue (y es) el nivel de participación emocional de la
pareja con la pareja extramatrimonial y viceversa? (b) ¿Ha cesado el contacto
(en persona, por teléfono o por Internet)? (c) ¿Cómo se encontró el cónyuge
participante con la otra persona? (d) ¿Cuál es la información de identificación
pertinente sobre la otra persona (nombre, edad, descripción, estado civil,
número de hijos)? (e) ¿Hubo actividad sexual y, de ser así, con qué frecuencia?
(f) ¿Estaba involucrado el coito sin protección (aunque las relaciones sexuales
protegidas no son garantía contra la contracción del virus del SIDA u otras
enfermedades de transmisión sexual)? (g) ¿Cuál es la historia sexual de la otra
persona? (h) ¿Dónde ocurrió la aventura? (i) ¿Se utilizó el engaño para
organizar las reuniones? (j) ¿Alguien más sabe sobre el asunto? (k) ¿Por qué
había un deseo por la aventura? Las preguntas que generalmente son
contraproducentes son aquellas que buscan detalles explícitos de los encuentros
sexuales, como posiciones, charlas sexuales y preguntas que colocan a los
cónyuges participantes en una posición en la que comparan las experiencias
sexuales del matrimonio y el romance.
7° Expresión de emociones por parte de la
víctima. Después del impacto de la infidelidad la persona ofendida siente
varias emociones, dolor, angustia, desengaño, rabia. El terapeuta debe instarla
a expresar las emociones experimentadas, prestando atención a las emociones
ligadas al sufrimiento. Es frecuente la dificultad de expresar los sentimientos
negativos, el terapeuta debe con gentileza ayudar a su verbalización.
8° El ofensor debe crear empatía ante las
heridas causadas en la pareja. Las personas solemos centrarnos en nuestro
sufrimiento obviando el del otro. Debe evitarse en este paso, incitando a que
cada uno se coloque en el lugar del otro, fomentando principalmente la empatía
del ofensor. La situación se complica con pacientes egoístas, se requiere mayor
dedicación al desarrollo de la compasión, entendiendo que estas personas tienen
dificultades en el manejo de sus propias emociones. Mientras más empatía se
demuestre, más fácil le será a la otra persona perdonar.
9° El ofensor desarrolla un plan para detener y
prevenir su comportamiento infiel. El perdón sólo es posible si la persona
infractora se compromete a evitar las acciones ofensivas. Ese compromiso debe
vislumbrarse en un plan que permita a la víctima confiar en la imposibilidad de
que ocurra nuevamente la infidelidad. Se
debe considerar que a pesar de la rigurosidad de los planes, la víctima no
desarrolla un nivel de credibilidad óptimo mientras no se establezca una
confianza aceptable. Un plan organizado facilita el perdón y desarrolla
paulatinamente la confianza para que el ofensor se aleje de los comportamientos
indebidos. La meta es estructurar un plan que impida una nueva infidelidad, con
reglas que la hagan imposible aún en secreto. Tanto el terapeuta como la víctima
deben ponerse de acuerdo en las sugerencias y en las correcciones que se hagan
al plan sugerido.
Generalmente se
trabajan sobre tres temas:
a) Cortar
cualquier tipo de contacto con la tercera persona. Se debe discutir con la
pareja las opciones presentadas por el ofensor. Discernir si es pertinente o no
una reunión con la tercera persona en presencia del terapeuta o no. El objetivo
de esa reunión es esclarecer a la tercera persona la ruptura indiscutible del
vínculo con el ofensor. Caso no sea pertinente dicha reunión, definir con la
pareja la manera cómo la víctima puede hacerle conocer la determinación de la
pareja para el alejamiento definitivo de la tercera persona. A pesar de algunas
justificaciones para mantener la relación, debe quedar clara la decisión tácita
de evitar cualquier contacto. La consecuencia será beneficiosa para ambos
cónyuges, sobre todo para la víctima al tener la certeza de la ruptura
definitiva.
b) Elegir un
amigo que sirva para rendir cuentas al ofensor. Se escoge un amigo de mucha
confianza que ejerza la función de rendir cuentas del comportamiento del
ofensor. Deberá hacerlo todos los días por lo menos durante 10 minutos, en los
cuales conversarán sobre las dificultades y los logros del plan establecido. El
terapeuta debe elaborar un consentimiento informado para evitar la divulgación
de la información por parte de este personaje. Si los miembros de la pareja son
religiosos, vale la pena incluir a un guía espiritual para que puedan orar
juntos.
c) Permiso para
verificar. El ofensor debe dar permiso a su pareja para la verificación de su
comportamiento, por ejemplo: revisar el Facebook,
los mensajes del celular, realizar visitas inesperadas al trabajo, etcétera. En
este paso se detiene la confianza en pos del control, a sabiendas que éste irá
disminuyendo en la medida de que el ofensor se ciñe a su plan y muestra
congruencia. Se debe considerar que no todas las áreas de la vida conyugal
verán afectadas el nivel de confianza, se debe favorecer aquellas intactas. En
los casos más serios, donde se ha reducido en demasía la confianza, es factible
el uso de la estrategia “cuenta privada de custodia”, hace referencia a
contratar un detective privado pagado por el ofensor. Esta acción debe usársela
con precaución, ambos cónyuges deben estar de acuerdo.
10° La víctima es empática con el sufrimiento
del ofensor. La víctima debe comprender las vicisitudes vividas por su
pareja, las emociones confusas y dolorosas acontecidas durante la infidelidad y
después de ella. La sensación de culpa es grande y la necesidad de protección
se activa. Usualmente el enojo de la víctima ocasiona su alejamiento. Estas
condiciones hunden en una tristeza y desolación al ofensor.
11° Elección de perdonar o dejar partir. La
víctima puede elegir entre perdonar o no perdonar. El terapeuta debe enfatizar
que perdonar significa no vengarse ni utilizar la ofensa como arma en un futuro.
No se trata de olvidar, sino de dejar ir lo acontecido. Este paso implica ira y
dolor, sentimientos que no deben confundirse con la anulación del perdón, son
señal de necesitar recuperarse después de tanto dolor. Debe evitarse el
resentimiento anulando los pensamientos irracionales comunes en esta etapa.
12° Solicitud formal de perdón. El ofensor
debe pedir perdón por sus ofensas. Vale la pena que se ponga de rodillas y tome
la mano de su pareja. Vale la pena que el terapeuta los deje solos para
permitirle un momento de privacidad. Es
importante que el terapeuta registre formalmente la fecha y hora del suceso a
la par de solicitar a la pareja que haga lo mismo en un lugar significativo
para ellos.
13° El acto ceremonial. A partir de las
creencias de la pareja se establece un ritual que permita simbolizar la
experiencia del perdón. Es importante que se socialice la decisión de perdón y
el propósito de reconciliación o de separación. La pareja puede incluir en la
experiencia a quienes considera importantes para el apoyo social necesario.
Pueden hacer un ritual entre ellos y otro con las personas significativas.
14° Inicio de la psicoterapia de pareja.
DiBlasio termina la terapia del perdón con el paso 13. Sin embargo el terapeuta
debe seguir trabajando con la pareja para el mantenimiento de la relación.
Perdonar es difícil y no es suficiente. Urge renovar las cláusulas del contrato
matrimonial, definir los problemas relacionales y buscar soluciones. Es
importante subrayar que el perdón no necesariamente antecede a la
reconciliación, puede ocurrir que después de perdonar la pareja decida por la
ruptura.
El perdón desde la
perspectiva cognitiva-comportamental es comprendido como un proceso a través
del cual los cónyuges buscan una mejor comprensión de sí mismos y entre ellos
con la finalidad de liberarse de los pensamientos, sentimientos y
comportamientos negativos después de una experiencia de traición[7]. De lo que se deduce la
forma de abordaje terapéutico, ceñida a la modificación cognitiva y
comportamental.
La terapia cognitiva
aborda tres áreas consideradas como aquellas de mayor influencia para la
renovación de la vida conyugal después de una traición: impacto, búsqueda de
sentido y recuperación del vínculo.
La experiencia de la traición por infidelidad produce un
impacto emocional grave en la víctima, a saber: trastorno por estrés
postraumático, síntomas de ansiedad y depresión[8],
además de provocar crisis en la vida conyugal. El terapeuta cognitivo pondrá
énfasis en identificar con precisión dichas consecuencias para promover
comportamientos de ambos cónyuges para reparar los daños. La experiencia de
traición debe adquirir un sentido en la vida amorosa de la pareja, considerarla
una oportunidad para realizar ajustes en la relación.
El enfoque terapéutico cuando se considera al perdón un
descubrimiento consiste en tres etapas según Gordon, Baucom, y Snyder (2005).
Durante la primera etapa se debe trabajar sobre los límites indispensables
alrededor del ofensor y la pareja. El terapeuta debe centrarse en el manejo
emocional de ambos cónyuges y facilitar la expresión emocional reactiva al
impacto de la infidelidad.
Durante la segunda etapa la terapia recurre más a técnicas
cognitivas dirigidas a la comprensión de lo acontecido, principalmente permitiendo
la comprensión de las necesidades más profundas, no reconocidas y a los motivos
de la historia pasada que pudieron motivar la relación clandestina. La terapia
está diseñada para colaborar a la pareja en la exploración de esos factores, el
desarrollo de la empatía y la comprensión mutua, además de evitar la
probabilidad de repetición de eventos similares.
La tercera etapa
se centra en el futuro de la relación, considerando aquellos errores cometidos
para evitar cometerlos nuevamente. Procurar darle un sentido positivo a la
experiencia para mejorar la relación y renovar los parámetros de la
convivencia.
Este modelo terapéutico considera que paralelamente al
proceso del perdón se debe trabajar el trauma de la experiencia[9].
La traición se experimenta como una arremetida contra los principios
fundamentales de la lealtad comprometida en el contrato conyugal. La desazón es
inmensa e incomprensible, debido entre otras cosas a la paradoja: mayor
confianza-mayor riesgo de traición. Se produce una disonancia cognitiva[10],
la persona no puede aceptar la traición debido a la contradicción con sus
niveles de confianza, por lo tanto le urge racionalizar para equilibrar. Esa
racionalización usualmente tiene dos explicaciones irracionales: la propia
culpa y achacar a la tercera persona.
Estas dos aproximaciones teóricas del perdón generan los dos
modelos terapéuticos descritos, la diferencia fundamental tiene que ver con la
consideración del perdón como un proceso relacional, en el caso del
perdón/decisión, mientras que el perdón/descubrimiento enfatiza más la
experiencia personal de la persona traicionada. La perspectiva de la decisión
incluye hacer lo posible para trabajar en todas las áreas influyentes, mientras
que la postura centrada en el descubrimiento se aboca a la dinámica
cognitiva-emocional principalmente.
[1] McCullough, M. E., Pargament, K. I., & Thoresen, C. E. (Eds.). (2001). Forgiveness: Theory, research, and practice. Guilford
Press.
[2] El sentido común se refiere a
las creencias compartidas por una sociedad, se consideran racionalmente
válidos. Sin embargo no se fundamenta en la evidencia, sino en las ideas que se
transmiten acríticamente de una generación a otra.
[3]
Por ejemplo: Kaminer, D., Stein, D. J., Mbanga, I., & Zungu-Dirwayi, N.
(2000). Forgiveness: Toward an integration of theoretical models. Psychiatry, 63(4), 344-357.
[4] Por ejemplo: Seybold, K. S., Hill,
P. C., Neumann, J. K., & Chi, D. S. (2001). Physiological and psychological
correlates of forgiveness. Journal
of Psychology and Christianity.
[5] Legaree, T. A., Turner, J., &
Lollis, S. (2007). Forgiveness and therapy: A critical review of
conceptualizations, practices, and values found in the literature. Journal of Marital and Family Therapy,
33(2), 192-213; Baskin, T. W., & Enright, R. D. (2004). Intervention
studies on forgiveness: a meta‐analysis. Journal
of Counseling & Development, 82(1), 79-90.
[6] DiBlasio, F. A. (2000).
Decision-based forgiveness treatment in cases of marital infidelity. Psychotherapy: Theory, Research, Practice,
Training, 37(2), 149.
[7] Gordon, K. C., Baucom, D. H.,
& Snyder, D. K. (2005). Forgiveness
in couples: Divorce, infidelity, and couples therapy. Handbook
of forgiveness, 407-421.
[8] Por ejemplo: Snyder,
D. K., Baucom, D. H., & Gordon, K. C. (2007). Treating infidelity: An
integrative approach to resolving trauma and promoting forgiveness. Psychologist, 12; Engelhard, I. M., Arntz,
A., & Hout, M. A. (2007). Low specificity of symptoms on the post‐traumatic
stress disorder (PTSD) symptom scale: A comparison of individuals with PTSD,
individuals with other anxiety disorders and individuals without
psychopathology. British Journal of Clinical Psychology, 46(4),
449-456; Cano, A., & O'leary, K. D. (2000). Infidelity and separations
precipitate major depressive episodes and symptoms of nonspecific depression
and anxiety. Journal of Consulting and Clinical Psychology, 68(5), 774.
[9] Janoff-Bulman, R. (1989). Assumptive worlds and the stress of traumatic
events: Applications of the schema construct. Social
cognition, 7(2), 113-136.
[10] Foster, J. D., & Misra, T. A. (2013). It
did not mean anything (about me) Cognitive dissonance theory and the cognitive
and affective consequences of romantic infidelity. Journal of Social and Personal Relationships, 30(7), 835-857.
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