viernes, 2 de marzo de 2018

Problemas escolares y psicoterapia sistémica



Por: Bismarck Pinto Tapia, Ph.D.


La Paz, 5 de febrero del 2018

¡La escuela, la escuela! Toda mi pobre vida
es una jaula triste, ¡mi juventud perdida!
Pero no importa, ¡vamos!, pues mañana o pasado
seré burgués lo mismo que cualquier abogado,
que cualquier doctorcito que usa lentes y lleva
cerrados los caminos hacia la luna nueva…
¡Qué diablos, y en la vida como en una revista,
un poeta se tiene que graduar de dentista!

Pablo Neruda

Cuando la familia disfuncional se encuentra con la escuela disfuncional, se produce una colusión perjudicial para el desarrollo de la persona. Las dos instituciones incuestionables fomentarán como sea la obediencia a sus mandatos. Son los dos inventos sociales más perniciosos para la existencia. La primera condenando el amor a la obligación y a la deuda, la segunda promoviendo el establecimiento de normas dirigidas al logro de las metas establecidas por los mitos familiares.

La disfuncionalidad es la misma, la negación de la existencia autónoma del niño y del adolescente. Está prohibido ser uno mismo, se debe ajustar a las exigencias de los modelos impuestos por ambas estructuras. Tanto la familia y la escuela funcionales promueven la autonomía y legitiman los potenciales de cada hijo y de cada estudiante.

La escuela tiene más probabilidades de ser un sistema cerrado, resiste el cambio y perdura en su perseverancia anodina de ser tautológica. Sus enseñanzas sólo son útiles dentro de sí misma. No forma para la vida, forma para la escuela misma. Su prolongación es la Universidad, institución muchas veces idéntica a la escuela. Si bien se están desarrollando planes para cambiar el sistema educativo, es un proceso muy lento, y a veces en el afán de cambio lo que hace es fortalecer los recursos represivos inhabilitando la posibilidad de autorrealización de sus componentes.

En la psicoterapia interesa el lazo entre la familia y la escuela para abordar el sufrimiento del hijo/estudiante. Cuando la familia adolece del mito del “buen alumno”, la situación del niño es muy grave. Este mito señala la ineludible obligación de los hijos de responder al modelo de excelencia académica ya sea en la escuela o en la universidad. El mito se origina por lo general en aquellas familias donde un antepasado achacó a su falta escolaridad la desgracia de su vida. En otros casos tiene que ver con el afán del pavoneo de los padres al tener un hijo buen alumno y compararlo con los hijos de sus hermanos. La estupidez del mito se encuentra en que alguien es buen alumno porque tiene adecuados hábitos de estudio[1] y no porque tiene una familia amorosa. Es más frecuente ser buen alumno en una familia amargada, donde se ve al ajuste social como más importante que  el amor familiar.

Otro mito es el referido a la profesión. Se sustenta en la creencia de la existencia condicional a un título universitario[2]. Esto es, la persona se supera a sí misma y es alguien sólo si logra ser profesional. La irracionalidad continúa, pues se considera la profesionalización como la gestora de la estabilidad económica, en el estado actual de nuestro país de manera inverosímil la gente sin formación académica logra puestos de gerencia importantes, mientras los profesionales están sin trabajo.

La escuela tradicional mantiene un esquema obsoleto de formación, ajena a la vida promueve el aprender para aprobar el curso[3], los intentos en el siglo XX por crear una escuela útil para la vida fracasaron rotundamente[4], las críticas severas tampoco hallaron eco[5]. El surgimiento del posmodernismo con sus epistemologías construccionistas, dieron lugar a una forma ingenua de mirar la educación, distorsionando las teorías dialécticas de Vygotsky y las cognitivas de Piaget, en vez de mejorar, empeoraron la educación, ocasionando una torre de Babel[6].

La tendencia de una educación basada en competencias, dio lugar a mayores decepciones en la formación. Se ha obviado el criticismo y la toma de decisiones al fomentar la eficiencia en el rendimiento. Con esta medida la educación se ha perdido en el intento de reparar sus errores[7].

Selvini Palazzoli intentó introducir el enfoque de la terapia sistémica en el quehacer del psicólogo en la escuela, sus conclusiones son deprimentes: la escuela es un sistema cerrado donde el cambio se hace imposible[8].


A las incoherencias del sistema educativo se añaden los problemas de aprendizaje relacionados con alteraciones neurológicas. La ignorancia de la escuela hacia esa problemática es suprema. Considera aún que el aplazo permite la recuperación de una incapacidad. No tiene sentido la “repetición del curso” si no se identifican las razones de las dificultades para aprender que tiene el niño.

La propuesta del modelo Finlandés, parece auspiciar algunas esperanzas[9], centrado en la legitimación del estudiante y en el respeto de su ritmo e intereses, ha demostrado ser una nueva manera de educar arrasando con los modelos posmodernos y tradicionales. Mientras arremeta con la educación caduca de nuestro país nuestros consultorios seguirán recibiendo niños y jóvenes aquejados por las opresiones educativas.

¿Cómo debe actuar el terapeuta ante demandas de rendimiento escolar o universitario? Lo primero es especificar los motivos del problema. Existen tres tipos de estudiantes con dificultades para el rendimiento o la adaptación escolar: el niño que no puede, el niño que no quiere y el niño que quiere pero no le dejan[10].

El que no puede tiene un impedimento biológico o de mala inserción a la escuela. Lesiones cerebrales concomitantes con alteraciones de las funciones cognitivas indispensables para la lectura, escritura y cálculo, también afectando el lenguaje y la motricidad, epilepsia infantil, deficiencias intelectuales, etcétera, impedirán el aprendizaje requerido.

Está el niño que no quiere, es aquél que sabe lo que quiere. Ya han definido su vocación, entonces el colegio es un estorbo para su realización. Lo peor que le puede pasar a un escolar es conocer sus potencialidades, porque entonces nada de la escuela le podrá servir. Mi hijo decidió su vocación musical desde su niñez, estudiaba en el Conservatorio de Música,  ¡se aplazó en música!

Por último están los niños con mala formación previa. Provienen de aprendizajes insuficientes para la asimilación de conocimientos exigidos por el nivel al cual ingresan. Muy frecuente en hijos de militares, debido al trabajo de sus padres, deben pasar temporadas en distintas poblaciones del país, no solamente deben adaptarse a los nuevos entornos, sino deben enfrentar la deficiencia de su formación académica previa. También suele pasar la improvisación de docentes sin la especialidad requerida, quienes no dan los insumos requeridos.

La escuela tradicional encontró una solución inútil para los problemas académicos de estos tres tipos de niños, la repetición del curso. ¿Esa medida favorecerá a alguno de esos niños? George Reavis inventó una fábula ingeniosa[11], le hice algunos arreglos:


Un día los burros se preocuparon por el futuro de los animales en la selva y decidieron organizar una escuela… el plan de estudios comprendía: vuelo, escalada, natación y carreras. El estudiante más entusiasta fue un pato, se empeñó tanto entrenando para las carreras que sus patas se llenaron de ampollas y perdió muchas plumas en el intento, está más decir que llegó entre los últimos. Le fue muy mal en natación donde se esperaba que esté entre los mejores debido a las heridas no logró nadar como lo sabía hacer. En vuelo reprobó y en escalada fue incapaz de dar un paso. Al águila le iba muy bien, inalcanzable en vuelo, pero lo expulsaron de la escuela porque pretendía escalar a su manera. Un conejito intentó natación pero por poco se muere ahogado, en vuelo sufrió un accidente que lo dejó inhabilitado para el resto de las materias. Le fue muy mal a un pez dorado, del cual es mejor ni hablar. A quien le resultó genial la escuela fue a una mosca, montada sobre una llama fue la primera en carreras, en vuelo fue la única competidora sobreviviente, en escalada no le fue nada difícil y en nado lo hizo más o menos bien.

La escuela boliviana es un sistema caduco, cerrado e ineficiente. Promueve el convencionalismo, transmite valores egoístas dirigidos a la competencia en vez de favorecer la cooperación. Aquellos estudiantes desadaptados al sistema escolar, suelen tener aptitudes ajenas a los planes de estudio. Recuerdo con tristeza a una niña con habilidades para la danza, la dirección del colegio alentó la vocación de la pequeña fomentando su asistencia a una academia de danza, sin embargo cuando tuvo la oportunidad de viajar para una presentación la escuela rechazó rotundamente su pedido. En otro caso un niño tenista era el orgullo de su colegio, sin embargo al final del año reprobó en tres materias a pesar del supuesto apoyo a su actividad deportiva.

La escuela pretende un estudiante excelente en todas las materias del programa de estudios, no le interesa la motivación ni las dificultades para el aprendizaje, todos son evaluados con la misma vara. Tampoco importa el aprendizaje, la atención se centra en la evaluación, se trata de aprobar las materias y evitar los aplazos.

En la consulta, lo más importante es cuestionar los mitos familiares asociados con el rendimiento escolar. Menciono algunos:

1)      Los estudios se relacionan con el amor en la familia. Irracional afirmación, el aprendizaje se relaciona con los hábitos de estudio y las condiciones para aprender. La escuela avergüenza a los padres porque supone que el aprendizaje de los hijos depende de los padres. Lo que los padres pueden hacer es favorecer las condiciones de estudio de los hijos otorgándoles un ambiente adecuado y dotándoles de los materiales requeridos. Por otra parte pueden ayudar en desenvolver hábitos de disciplina. Pero nada pueden hacer en relación a los contenidos del aprendizaje.
2)      Los valores se transmiten en la escuela. Varios estudios han demostrado que los valores de aprenden en las interacciones familiares[12] y en la relación con los pares[13].
3)      Los buenos alumnos son buenas personas. No necesariamente. El rendimiento escolar no es referente de las actitudes éticas. Lo que desarrolla la ética es el servicio a los demás[14].
4)      Los buenos estudiantes tienen su futuro asegurado. No necesariamente, generalmente el buen alumno tiene más dudas sobre su futuro, mientras quien discrimina lo interesante y útil de lo inútil dirige mejor su decisión profesional[15].
5)      La escuela nos prepara para la vida. ¡Jajajajajajaja![16]
6)      Ser bachiller es el primer paso, el siguiente es ser profesional. Este mandamiento no está en las tablas de Moisés. No necesariamente salir de la escuela obliga a la persona a ingresar a la universidad. En muchos colegios de élite paceños se pregona la preparación para la universidad en los últimos años de secundaria, sin considerar la presencia de un contingente de estudiantes con miras a otra actividad.

Durante los últimos años se ha puesto de moda un fenómeno: el acoso escolar o bullying[17], término acuñado por Lowenstein en 1978[18], en español acoso escolar[19], se define como:

“una forma de conducta agresiva, intencionada y perjudicial cuyos protagonistas son jóvenes escolares. Un rasgo específico de estas relaciones es que el alumno o grupo de ellos que se las da de bravucón trata de forma tiránica a un compañero, al que hostiga, oprime y atemoriza repetidamente, hasta el punto de convertirlo en su víctima habitual. No se trata de un episodio esporádico, sino persistente que puede durar semanas, meses e incluso años” (Cerezo, 200, p. 37)[20]. Los resultados no son contundentes, al parecer cualquiera puede ejercer de agresor y víctima será quien tenga alguna característica que lo haga diferente[21]

Se han realizado múltiples estudios sobre la personalidad de los acosadores y las víctimas[22]. Los estudios enmarcados en la pasividad del grupo, han establecido un nuevo foco de atención: los testigos[23].

A la escuela no le conviene identificar la causa del bullying, prefiere achacarla a las condiciones de personalidad y a la organización familiar de los agresores y víctimas. El extremo de esta situación es el de las matanzas en las escuelas estadounidenses[24], situación que llevó al absurdo planteamiento de Trump al sugerir que la solución es que los maestros vayan armados a las escuelas[25].

La disparidad de criterios en relación a las características de los acosadores y las víctimas en la escuela, además de los estudios acerca de la pasividad de los testigos, quizás se deba a que la problemática no se centra en las relaciones interpersonales sino en el contexto escolar. Como dice Zimbardo: no se trata de la manzana podrida sino del barril de manzanas podrido[26]. El efecto Lucifer enuncia que cualquiera puede desengancharse de su moral[27], si el contexto favorece el abuso del poder. Algunos investigadores han intentado vislumbrar el sistema escolar donde se produce el acoso escolar para explicarlo, por ejemplo, Morrison señala que es una especie de miopía focalizar el origen del acoso escolar en los protagonistas, en vez de analizar las condiciones de la escuela[28]. Salin propone que el acoso escolar se relaciona con el malestar del entorno escolar[29].

Independientemente al enfoque del problema, algunas familias llegan a la consulta debido al sufrimiento de sus hijos víctimas del acoso escolar. El efecto deriva en estrés postraumático[30], depresión y ansiedad[31], suicidio[32]. Existen casos en los cuales el acoso escolar fue un precipitante de episodios psicóticos[33]. Además el impacto de la experiencia en la víctima puede generar consecuencias psicológicas a lo largo de los años: abuso de drogas[34], problemas con el alcohol, depresión, trastornos de la conducta sexual y otras dificultades de adaptación[35].

El trabajo terapéutico se centra en la reparación del trauma y debe favorecer el cambio de escuela del niño o niña. Las técnicas de afrontamiento y desarrollo de habilidades para hacer frente al acosador y al grupo de pares, están destinadas al fracaso porque es muy difícil acceder a todos los protagonistas del evento, además que puede acarrear sin percatarnos de empeorar la situación de la víctima.

La presencia del agresor en la consulta suele ser más bien extraordinaria, y las veces que ocurre usualmente está ligado a demandas externas, juzgado de menores o la propia escuela. Cuando la demanda terapéutica proviene de los padres, generalmente ocurre como problema complementario a otros. Por ello, el trabajo se hace dificultoso, puesto que el niño o adolescente es reacio a resolver su problema. Algunos intentos han sido dados por modelos terapéuticos sistémicos, como la terapia multisistémica[36]. Nuestro impacto es efectivo cuando trabajamos con la familia, puesto que la experiencia del acoso escolar es devastadora para el hijo, los padres y hermanos[37].

Cuando los profesores y las profesoras buscan ayuda, generalmente lo hacen por conflictos conyugales. El trabajo en la escuela produce altos niveles de estrés, en los peores casos burnout[38]. He trabajado veintiún años en establecimientos escolares, encontré una alta relación entre amargura y maltrato a los estudiantes, ocurre ante dos circunstancias: burnout y problemas de pareja. El burnout se instala en profesores y profesoras con alto potencial vocacional en su rubro, pero la institución no lo aprovecha, derivando a la persona a actividades ajenas a sus intereses. Es interesante observar el cambio radical de los maestros y maestras eficaces cuando son ascendidos a la dirección del establecimiento, se produce la despersonalización, uno de los síntomas del burnout[39], la persona se transforma, de ser generosa y amable a un ente egoísta y deplorable. A eso se suma la fatiga y la sensación de baja autorrealización[40].

Los problemas de pareja se circunscriben dentro del estilo de vida agitado y la excesiva presión de la burocracia, las exigencias de los estudiantes y el pobre reconocimiento de la labor docente. Es frecuente el matrimonio entre profesores o de profesoras con militares o médicos, vínculos formados en el entorno de los estudios profesionales y de las prácticas en el año de provincia. Entonces el núcleo de la relación es el apaciguamiento del estrés, con el tiempo el matrimonio en vez de ayudar a disminuir las tensiones laborales ocasionan problemas conyugales por la situación económica, el descuido de los hijos y los problemas sexuales consecuentes con la fatiga y el estrés. Todo ello puede desembocar en infidelidad, celos y violencia.

Para concluir vale la pena reflexionar sobre la función del psicólogo sistémico en la escuela. Las expectativas de la escuela se centran en utilizar el trabajo del psicólogo para mantener la estabilidad del sistema. Puede definir la labor del psicólogo como homeostato, chivo expiatorio y discriminador.

Cuando el psicólogo es homeostato lo utilizan para justificar las decisiones educativas, se parte de las teorías psicológicas para fomentar el mantenimiento de las políticas y estrategias pedagógicas de la institución, el psicólogo es una especie de bombero que debe apagar los incendios a través de conferencias, talleres, reuniones con grupos y reflexiones con aquellos elementos disruptivos.

El chivo expiatorio sirve para achacar a la labor psicológica las consecuencias de los problemas emergentes de las incoherencias de la estructura escolar. Típico es el consejo disciplinario, se recurre a los diagnósticos para justificar las decisiones en contra de los estudiantes.

El peor de los tres es el discriminador, se recurre a las evaluaciones psicológicas para decidir el ingreso o la permanencia de estudiantes, maestros y administrativos. Son frecuentes las entrevistas y pruebas psicológicas para el ingreso a la escuela.

En síntesis la Escuela es un invento cuya intención inicial era favorecer la adaptación de los niños al entorno. Ahora se ha convertido en un fin en sí misma, se trata de aprobar los cursos en una carrera desesperada hacia el vacío. La función de los psicoterapeutas es proteger a las víctimas del sistema escolar, promoviendo sus potencialidades a pesar de las limitaciones impuestas por las instituciones familiares y escolares.




[1] Gardner, H. (1997). Mente no escolarizada. Barcelona: Paidós.
[2] Araoz, A., & Pinto, B.  (2017). Narrativas frente a la obtención de un título profesional universitario: El mito familiar de la profesión. Revista REDES, (35); Filomeno, K. (2003). Mitos familiares e escolha profissional: uma proposta de intervenção focada na escolha profissional à luz de conceitos da teoria sistêmica. (Dissertación de Maestría, Universidade Federal de Santa Catarina).
[3] Freire, P. (1978). La educación como práctica de la libertad. México: Siglo XXI
[4] Ejemplo: Neill, A. S. (1960). Summerhill: A radical approach to child rearing; Russell, B. (1939). Education for democracy. Bulletin of the Department of Secondary-School Principals of the National Education Association, 23(81), 6-16; Pérez, E., & Mostajo, C. S. (1962). Warisata: La escuela-ayllu. La Paz: Empresa Industrial Gráfica E. Burillo.
[5] Illich, I., Gintis, H., Greer, C., Postman, N., Gross, R., & Fairfield, R. P. (1977). Un mundo sin escuelas. Nueva Imagen.
[6] Naylor, G., & Luz, M. (2008). Crítica al constructivismo y al constructivismo social. México, DF: Publicaciones Cruz OSA.
[7] del Rey, A., & Sanchez-Parga, J. (2011). Crítica de la educación por competencias. Universitas, Revista de Ciencias Sociales y Humanas, (15).
[8] Selvini Palazzoli, M., & Cirillo, S. (1990). El mago sin magia. Piados: Barcelona.

[9] Robert, P. (2007). La educación en Finlandia. Los secretos de un éxito asombroso. Traducción de Manuel Valdivia.
[10] Pinto, B. (1998). Neuropsicología de los problemas del aprendizaje escolar. La Paz: Punto Cero.

[11] Reavis, G. H. (2007). The animal school. The Agricultural Education Magazine, 80(2), 21.

[12] Prados, M. Á. H., & Lorca, H. L. (2006). Análisis del enfoque actual de la cooperación padres y escuela. Aula abierta, (87), 3-25.
[13] Ryan, A. M. (2000). Peer groups as a context for the socialization of adolescents' motivation, engagement, and achievement in school. Educational Psychologist, 35(2), 101-111.
[14] Boss, J. A. (1994). The effect of community service work on the moral development of college ethics students. Journal of Moral Education, 23(2), 183-198.
[15] Gardner, H. (2011). The unschooled mind: How children think and how schools should teach. Basic Books (AZ).
[16] Freire, P. (1978). La educación como práctica de la libertad. Siglo xxi.
[17] Olweus, D. (1994). Bullying at school. In Aggressive behavior (pp. 97-130). Springer, Boston, MA.
[18] Lowenstein, L. F. (1978). The bullied and non-bullied child. Bulletin of the British Psychological Society, 31, 316-318.
[19] García, D. (2015). Acoso escolar o Bullying. Barcelona: Altaria.
[20] Cerezo,, F. (2001). Variables de personalidad asociadas en la dinámica bullying (agresores versus víctimas) en niños y niñas de 10 a 15 años. Anales de psicología, 17(1).
[21] Salmivalli, C., Karhunen, J., & Lagerspetz, K. M. (1996). How do the victims respond to bullying?. Aggressive behavior, 22(2), 99-109; Eisenberg, M. E., McMorris, B. J., Gower, A. L., & Chatterjee, D. (2016). Bullying victimization and emotional distress: is there strength in numbers for vulnerable youth?. Journal of psychosomatic research, 86, 13-19.

[22] Por ejemplo: Tani, F., Greenman, P. S., Schneider, B. H., & Fregoso, M. (2003). Bullying and the Big Five: A study of childhood personality and participant roles in bullying incidents. School Psychology International, 24(2), 131-146 ; Gerenni, F., & Fridman, L. (2015). El Bullying y su vínculo con la personalidad, el rendimiento académico y la autoestima de los adolescentes. {PSOCIAL}, 1(3), 71-82.
[23] Trautmann, A. (2008). Maltrato entre pares o" bullying": Una visión actual. Revista chilena de pediatría, 79(1), 13-20.
[24] Trump, K. S. (2000). Classroom killers? Hallway hostages?: How schools can prevent and manage school crises. Corwin Press.
[25] Disponible en: http://www.lavanguardia.com/internacional/20180222/44969760437/trump-armas-profesores-colegios-tiroteo-florida.html
[26] Zimbardo, P. G. (2007). Lucifer effect. Blackwell Publishing Ltd.
[27] Bandura, A. (1999). Moral disengagement in the perpetration of inhumanities. Personality and social psychology review, 3(3), 193-209.
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[29] Salin, D. (2013). Bullying and well-being. Handbook of unethical work behavior: Implications for individual well-being, 73-88.
[30] Tehrani, N. (2004). Bullying: a source of chronic post traumatic stress? British journal of guidance & counselling, 32(3), 357-366.
[31] Chu, B. C., Johns, A., & Hoffman, L. (2015). Transdiagnostic Behavioral Therapy for Anxiety and Depression in Schools. In Cognitive and behavioral interventions in the schools (pp. 101-118). Springer, New York, NY.
[32] Burk, T., Edmondson, A. H., Whitehead, T., & Smith, B. (2014). Suicide risk factors among victims of bullying and other forms of violence: data from the 2009 and 2011 Oklahma Youth Risk Behavior Surveys. The Journal of the Oklahoma State Medical Association, 107(6), 335-342.

[33] Moffa, G., Catone, G., Kuipers, J., Kuipers, E., Freeman, D., Marwaha, S., ... & Bebbington, P. (2017). Using directed acyclic graphs in epidemiological research in psychosis: an analysis of the role of bullying in psychosis. Schizophrenia bulletin, 43(6), 1273-1279.
[34] Ttofi, M. M., Farrington, D. P., Lösel, F., Crago, R. V., & Theodorakis, N. (2016). School bullying and drug use later in life: A meta-analytic investigation. School psychology quarterly, 31(1), 8.
[35] Wolke, D., & Lereya, S. T. (2015). Long-term effects of bullying. Archives of disease in childhood, 100(9), 879-885.
[36] Henggeler, S. W., Cunningham, P. B., Pickrel, S. G., Schoenwald, S. K., & Brondino, M. J. (1996). Multisystemic therapy: An effective violence prevention approach for serious juvenile offenders. Journal of adolescence, 19(1), 47-61.
[37] Powell, M. D., & Ladd, L. D. (2010). Bullying: A review of the literature and implications for family therapists. The American Journal of Family Therapy, 38(3), 189-206.
[38] Moriana Elvira, J. A., & Herruzo Cabrera, J. (2004). Estrés y burnout en profesores. International journal of clinical and health psychology, 4(3).
[39] Leiter, M. P., Maslach, C., & Frame, K. (1998). Burnout. The encyclopedia of clinical psychology.

[40] Pinto, B. & Roth, E. (2010). Síndrome de burnout, personalidad y satisfacción laboral en enfermeras de la Ciudad de La Paz. Ajayu. Órgano de Difusión Científica del Departamento de Psicología de la Universidad Católica Boliviana" San Pablo", 8(2).

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