Por: Bismarck Pinto Tapia, Ph.D.
La soledad es un farol
certeramente apedreado:
Sobre ella me apoyo.
Ángel González
¿Cómo decir el mal que me
devora
el mal que me devora y no se
calma?
Alfonsina Storni
Evolución del
concepto y definición del Trastorno Límite de la Personalidad (TLP)
La
|
característica fundamental del Trastorno
Límite de la Personalidad (TLP) ha sido señalada por el DSM-IV como la
presencia de “un patrón de inestabilidad en las relaciones interpersonales, la
autoimagen y la afectividad y una notable impulsividad”[1]. Este mismo manual indica
los nueve criterios que lo confirman: (1) esfuerzos para evitar el abandono
real o imaginario, (2) relaciones interpersonales inestables, caracterizadas
por la alternancia entre idealización y devaluación, (3) alteración de la identidad:
autoimagen o sentido de sí mismo acusada y persistentemente inestable, (4)
impulsividad potencialmente dañina para sí mismo, por ejemplo: gastos,
promiscuidad sexual, abuso de sustancias, atracones de comida, (5)
comportamientos, intentos o amenazas suicidas recurrentes o comportamiento de
automutilación, (6) inestabilidad afectiva debida a una notable reactividad del
estado de ánimo, por ejemplo: episodios de intensa disforia, irritabilidad o
ansiedad, que suelen durar unas horas y rara vez unos días, (7) sentimientos
crónicos de vacío, (8) ira inapropiada e intensa o dificultades para
controlarla, y (9) ideación paranoide transitoria relacionada con el estrés o
síntomas disociativos graves. Tanto el DSM-IV TR y el DSM V no plantean cambios
importantes en el planteamiento realizado por el DSM-IV[2].
La historia del
TLP se remonta a los estudios acerca de la melancolía llevados a cabo por
Hipócrates quien sugirió la existencia de un temperamento dominado por la bilis
negra asociado con la tristeza[3]. En 1684 Bonet acuña el
término folie maniaco-mélancolique para referirse a la manifestación de un
comportamiento errático entre la euforia y la tristeza[4]. Muchos tiempo después en 1854
Baillarger y Farlet después de 30 años de interacción con depresivos y suicidas
identificaron un grupo de pacientes que no coincidían con los maníaco
depresivos, denominándolos insanos
circulares[5].
En 1884 Hughes, psiquiatra
británico hizo referencia al borderline
field (campo limítrofe). Schneider introdujo el concepto “personalidad lábil” para señalar los
cambios de humor súbitos y la irritabilidad de algunos pacientes psiquiátricos[6].
Zilborg en 1941 denominó a esta entidad escurridiza como ambulatory schizophrenia, a la par que
Rapaport, Gill, y Schafer preferirán el
término preschizophrenic character.
En 1947 Schmideberg sugiere un nuevo término: stably instable (estabilidad inestable). Poco tiempo después Hoch y
Polatin proponen que se llame esquizofrenia
pseudoneurótica. En 1953 Bychowski y Knight sugieren psicosis latente.
Sin embargo, a pesar de la proliferación de términos, será
el psicoanalista Adolf Stern quien en 1938 introducirá la palabra borderline (límite)[7]
la misma que será aceptada con el pasar del tiempo. Stern identifica once
características: narcisismo, sufrimiento psíquico, inusual hipersensibilidad,
rigidez psíquica, reacciones negativas a la terapia, sentimientos de
inferioridad, masoquismo, auto lesiones, ansiedad somática, mecanismos de
proyección y dificultades en evaluar la realidad. Schmideberg define a estas
personas como incapaces de tolerar la rutina, irreflexivos con vidas caóticas y
poco empáticos[8].
Knight es quien se acerca a la comprensión de la dinámica de la personalidad
limítrofe al hacer referencia a la presencia de un ego frágil.
En la segunda mitad del siglo XX se realizan diversos
estudios que intentan explicar la compleja dinámica psicológica del TLP. Por
ejemplo Grinker, Werble y Drye en 1968 describen un espectro de cuatro grupos
de pacientes entre la psicosis y la neurosis: el extremo psicótico seguido del
límite central y un grupo menor que se acerca a la frontera de la neurosis[9].
En 1979 Spitzer, Endicott y Gibbon [10]
sugieren dos grupos de criterios diagnósticos: la personalidad esquizotípica o
esquizofrenia límite, caracterizada por el uso bizarro del lenguaje, ideas
referenciales, pensamiento mágico y desapego interpersonal; el límite inestable
asociado al componente afectivo desorganizado. Klein en 1977 hace alusión a la disforia histriónica, para enfatizar la
hipersensibilidad y la depresión en estos pacientes, manifestando unas crisis
producidas por el rechazo, que
conllevan autodestrucción y destrucción, incluyendo el abuso de sustancias,
autolesiones, idealización del amor caracterizado por una manera histriónica de
plantear sus lazos románticos[11]. Será Gunderson quien
finalmente establezca los criterios que permitirán su descripción en el
DSM-III, resalta las dificultades para mantener un trabajo, la impulsividad,
los gestos suicidas, la incapacidad de soportar la soledad y la predominancia
de la angustia[12].
En síntesis es
posible enunciar alteraciones en el ámbito cognitivo: pensamiento dicotómico,
en el afectivo: desregulación emocional y en el conductual: impulsividad[13]. Estos criterios han sido
la base para el planteamiento de un cambio en la denominación del trastorno: Trastorno de Regulación Emocional (Emotional Regulation Disorder)[14].
El déficit
central del TLP es la desestructuración de la regulación emocional. Se entiende
por regulación emocional o regulación afectiva (affect regulation) a los esfuerzos para minimizar los efectos
negativos de la activación emocional en las conductas necesarias para la
adaptación y al mismo tiempo maximizar su impacto positivo[15]. Se ha demostrado en
varios estudios la incapacidad de las personas con TLP para reconocer y modular
adecuadamente sus emociones. La emergencia de una emoción genera una pérdida de
control creciente como espiral, cambiando de una emoción a otra con rapidez,
por ejemplo pasa de la tristeza a la rabia o del miedo a la angustia,
expresando las emociones con intensidad de manera persistente e irrazonable. Es
imposible detener la avalancha emocional una vez que se inicia su precipitación[16].
La desregulación
emocional se atribuye a la hipersensibilidad de estas personas[17]. Esta condición entorpece
el análisis de problemas y afecta a sus relaciones interpersonales. Por los
déficits de afrontamiento de problemas y los conflictos relacionales existe
propensión a las conductas parasuicidas[18]. El análisis racional de
los conflictos interpersonales se entorpece por la incapacidad de inhibir las
emociones, como consecuencia poseen un sistema de teoría de la mente
deficitario, es decir les es difícil deducir con racionalidad el pensamiento de
sus interlocutores[19]. También está afectada la
consecución adecuada de los procesos empáticos, por ello es posible enunciar
una doble disociación entre los factores cognitivos y afectivos en la
interacción social[20].
Las personas
aquejadas del TLP explican su estado de ánimo como un vacío y una sensación de
abandono[21].
Se trataría de la consecuencia de desintegración del yo desde la perspectiva
psicodinámica[22]
o una falta de sentido para vivir desde el punto de vista existencialista[23]. Este estado de angustia
perenne se relaciona con la depresión subyacente al malestar del TLP[24].
Como el TLP se
relaciona con el apego inseguro desorganizado[25], las relaciones
románticas se manifiestan como erotomaníacas,
descritas bajo el epíteto de Síndrome de
Clérambault, caracterizado por la idealización de la persona a quien se
prodiga los sentimientos amorosos aunque no se tenga ningún tipo de interacción
con ella, se actúa como si existiera un romance real y se acosa a la víctima
sin considerar las consecuencias[26]. Este fue el caso de
David Chapman, el asesino de John Lennon. Un filme sobre la psicología de una
muchacha con TLP y erotomaníaca es a la folie pas du tut[27].
La erotomanía se
explica por la activación del apego desorganizado que conlleva la sensación de
abandono y vacío, de ahí la avalancha emocional propendiendo a la
desesperación. Luego sobreviene la angustia con la necesidad imperante de
detener la intensidad de las vertiginosas oleadas de miedo, ira y tristeza. Lo
más frecuente es recurrir a la autolesión o automutilaciones[28], el sentido de esta
acción es la reducción de la ansiedad, producir un dolor físico que pueda dar
sentido al sufrimiento[29]. Estas conductas pueden
ser cinco:
a) Autolesión no
autolítica: como acto deliberado que produce un daño al cuerpo pero sin
intención suicida, lo más común son cortes o quemaduras leves en la piel.
b)
Autolesión autolítica indirecta:
conducta inocua de manera directa al cuerpo, pero que incluye el maltrato de sí
mismo, por ejemplo, establecer relaciones donde se es víctima de abuso o el uso
de sustancias nocivas.
c)
Intento autolítico no letal: intento de suicidio usando un método fútil.
d)
Intento autolítico frustrado: intención suicida con un método potencialmente
efectivo para producir la muerte.
e)
Suicidio consumado: acción autolítica ocasionando la muerte.
Otra manera de aliviar la angustia es el consumo de
drogas y alcohol[30], las
circunstancias del consumo son las mismas a las referidas en las autolesiones,
el consumo permite el alivio pasajero de la angustia y ansiedad[31],
este tipo de consumo se relaciona con el tipo 3 de las adicciones según los
criterios de Cancrini, La Rosa y Miranda[32],
esto es, el consumo asociado a un trastorno de personalidad.
Una vez
establecido el diagnóstico es indispensable considerar el subtipo al cual
pertenece el TLP. En ese sentido, Millon ha identificado cuatro subtipos
relevantes[33],
los cuales los he sintetizado de la siguiente manera[34]:
a) Depresivo: Millon le denomina límite desanimado. Son personas sumisas,
evitan competir y tomar la iniciativa, se presentan siempre en estados de
melancolía. Su estrategia para existir consiste en producir compasión, de tal
manera que se tornan eternas víctimas buscando un salvador que nunca llega.
Quieren establecer vínculos afectivos seguros, lo que consiguen con personas
muy seguras de sí mismas, ocasionándoles imposibilidad de autonomía al
convertirse en una necesidad en sus vidas. Su organización psíquica deviene de
una triangulación de traición, por lo que suponen necesariamente que serán
tarde o temprano traicionadas. Tienen explosiones de furia dirigidas a las
personas que más quieren, lo cual conlleva usualmente al cumplimiento de su
profecía: ¡serán abandonadas! Para evitar sus reacciones desmedidas suelen
autocontrolarse de manera rígida. Es frecuente la automutilación e intentos
suicidas.
b) Histérico. Millon se refiere a
este grupo como impulsivos. Existe una marcada tendencia a la erotomanía. Se
enamoran de personas inalcanzables y tejen una historia romántica sobre ellas,
aun sin conocerlas puede sentirse parte de sus vidas, asumir que son amadas e
intentar por todos los medios posibles demostrar que tienen un vínculo amoroso
real. Es común, que destrocen matrimonios al irrumpir en ellos con marcada
seguridad de un amor ilusorio. Pueden matar o matarse para evitar la
confrontación con su historia fantasiosa. Se sumergen en su mundo irreal,
pueden seducir al amado y lograr algún encuentro furtivo con o sin expresiones
sexuales, buscan una prueba irrefutable
de su amor. En ocasiones se percatan de la desesperanza y el autodesprecio,
cuando ocurre, suelen dedicarse a la evitación a través del consumo desmedido
de alcohol, drogas o comida. No definen el límite entre el odio y el amor, el
pensamiento es polarizado, o quieren, o desprecian, no son capaces de perdonar.
El concepto del mundo es generalizado, les cuesta entender que existen matices.
c) Obsesivo. Millon lo define
como autodestructivo. Se trata de
personas culposas y compulsivas en aquello que se censuran, dudan
permanentemente de sus decisiones, no son capaces de diferenciar entre la rabia
y la culpa. Sus reacciones son autodestructivas ante la actitud pesimista que
tienen hacia la vida. Temen el fracaso en todos los ámbitos de su vida, lo
viven como la causa fundamental de ser rechazadas, lo cual condice con el temor
irracional de volver a experimentar el abandono.
d) Antisocial. Se trata de
personas con comportamientos negativistas,
sus relaciones son establecidas a partir de intensos sentimientos de odio
dirigidos hacia alguna característica de la persona que les dañó en la infancia
o lesionó emocionalmente en la adolescencia, generaliza el rencor y conlleva
una agresividad irrefrenable, impulsiva, hacia la destrucción de ese tipo de
personas. Por lo tanto, sus acciones son apasionadamente destructivas, lo cual
connota necesariamente asesinatos, hurtos, y no raras veces suicidio. El
contexto de su afectividad suele centrarse en contra de figuras de autoridad,
sumada a inestabilidad laboral. Coincide con el diagnóstico de psicopatía secundaria.
Otro asunto importante a tomar en
cuenta es la comorbilidad del TLP. En primera instancia se encuentra el Trastorno de Personalidad Depresivo
(TPD)[35],
asociado a la melancolía como estado de ánimo. Desde la perspectiva relacional,
el entorno familiar del TLP favorece los juegos de traición típicos en el TPD,
por lo que la construcción del sí mismo se establece desde la experiencia de la
tristeza[36].
Considero que tras el TLP se encuentra de manera subyacente el TPD.
En segunda instancia está la depresión mayor. Entre el 30 al 80% de
los casos diagnosticados con Trastorno de Personalidad adolecen de depresión
mayor[37].
En el caso del TLP se refiere que el 76%
de los pacientes con intento suicida coinciden con la depresión mayor[38].
El riesgo de suicidio es alto en las personas que adolecen de TLP, alcanzaba al
33% de los casos en los ochenta[39],
se redujo al 10% durante los noventa[40],
actualmente los datos muestran una reducción al 5%[41],
el descenso tal vez pueda explicarse con la efectividad de los antidepresivos[42].
En tercera instancia se encuentra
el trastorno bipolar, su presencia
incrementa el riesgo suicida más que en el caso de la depresión mayor. La
comorbilidad es tan alta como en el caso de la depresión mayor, oscila entre el
35 al 51%[43].
La mayor dificultad radica en el diagnóstico diferencial, puesto que se ha
propuesto la idea de un espectro en el trastorno bipolar, de tal forma que el
TLP podría ubicarse en algún punto del continuo[44].
La comorbilidad del trastorno bipolar es más usual en mujeres que en varones,
además de encontrarse casos donde se presenta el tipo 1, alrededor del 50% en
comparación con el tipo 2, 39%.[45]
A los anteriores cuadros
asociados al TLP se añade el uso de sustancias, se indica que alrededor del 78%
de estas personas desarrollan adicciones a las drogas y al alcohol[46].
A ello es posible equiparar la presencia de trastornos de alimentación[47],
por un lado la anorexia nerviosa puede instalarse centrada principalmente como
resultante de la angustia al vacío[48]
y la bulimia asociada a la compulsión[49].
La compulsión y la búsqueda de alivio a la desesperación pueden ligarse también
a la impulsividad sexual[50].
En quinto lugar es necesario
referirme a la comorbilidad del TLP con los trastornos de ansiedad, existe alta
probabilidad de la presencia del síndrome de estrés post traumático[51],
varios estudios han encontrado relación entre experiencias traumáticas de la
niñez, principalmente abuso sexual como un correlato frecuente[52],
la incidencia oscila entre el 72%[53]
al 90%[54]
de los casos. Otro síndrome usualmente asociado es el trastorno de angustia,
caracterizado por ataques de pánico[55]
En algunos casos de TLP pueden
presentarse episodios psicóticos[56]
concurriendo con diagnósticos erróneos de esquizofrenia. Estas manifestaciones
usualmente pueden expresarse con alucinaciones y delirios son transitorias, sin
embargo en casos extraordinarios el TLP se presenta como un estado premórbido de
la esquizofrenia[57].
Prevalencia del TLP
Los recursos psicométricos [58]
y la depuración de las entrevistas clínicas[59],
han permitido mayor precisión en identificar la prevalencia del TLP, según el
DSM-V indica una prevalencia entre el 1,6% al 5,9%, señala además que un 20% de
los pacientes psiquiátricos corresponden a ese trastorno. La frecuencia de
inestabilidad crónica se presenta en la edad adulta con episodios de descontrol
afectivo e impulsivo con alta probabilidad de buscar ayuda en centros de salud.
La tendencia al suicidio es mayor en pacientes jóvenes, disminuyendo con la
edad. Es interesante el dato que señala mejoras importantes durante el primer
año de terapia. Sin embargo se trata de un trastorno que suele durar toda la
vida, siendo que entre los 30 y 40 años la mayoría de los aquejados por este
cuadro establecen cierto equilibrio en sus relaciones y el trabajo. Los
estudios en los cuales se fundamenta el manual indican que después de 10 años casi
la mitad de las personas con TPL dejan de responder a todos los criterios
diagnósticos. También es importante señalar que es más probable su presencia en
las mujeres que en los varones, alrededor del 75%. Por último, el TLP puede
presentarse en cualquier cultura, y es cinco veces más frecuente entre
familiares de primer grado[60].
En un estudio sobre la
prevalencia del TLP los datos oscilan entre el 1 al 5,9% de la población
catalana[61].
En México se ha estimado la prevalencia del 1 al 2% de la población general y
20% de los pacientes psiquiátricos[62].
En una población universitaria chilena, la prevalencia del TLP se situó en el
4,8%. Lamentablemente aún no contamos con datos al respecto en nuestro país.
Etiología del TLP
La investigación sobre los
factores causales del TLP se ha incrementado durante la última década[63],
es factible establecer una predisposición genética y el condicionamiento de las
relaciones familiares. Veamos algunas evidencias para cada una de ellas.
a) Factores genéticos
Existe la suficiente evidencia
como para afirmar la presencia de factores genéticos que hacen de algunas
personas más vulnerables que otras para padecer el TLP[64].
Se han realizado estudios sobre gemelos y su relación con la herencia al
investigar fenotipos en monocigotos y dicigotos en ambientes compartidos y
separados[65].
Se entiende por heredabilidad a la proporción observada
que explique la variabilidad atribuida a
la diferencia en la correlación entre gemelos monocigotos y heterocigotos. El
primer estudio al respecto fue realizado por Torgersen en 1984, encontró 0% de
concordancia en los gemelos monocigotos y 11% en los dicigotos, sin embargo su
estudio incluyó una muestra pequeña, 25 pares de gemelos[66].
En una investigación posterior con una muestra de 221 pares de gemelos se halló
una concordancia de 69% de heredabilidad[67].
En otras más recientes, se estudiaron 2794 gemelos en un caso y 1386 en otro
evaluados a través de la Entrevista Estructurada para los Trastornos de
Personalidad del DSM-4 (SIDP-IV) encontrándose
un rango de heredabilidad de 37,1% en el primero y 35% en el segundo[68],
coincidiendo con otra investigación sobre 2081 gemelos noruegos, los resultados
mostraron un estimativo de 35% de heredabilidad[69].
Reichborn-Kjennerud lideró un estudio sobre 2794 gemelos comparando la
influencia genética con la ambiental, los resultados arrojaron 55% de herencia
en los nueve indicadores del TLP mientras que los factores ambientales
demostraron influir únicamente en la afectividad y las relaciones
interpersonales[70].
Bornovalova llevó a cabo un
estudio longitudinal utilizando el Cuestionario Multidimensional de la
Personalidad, realizó un seguimiento de diez años desde la adolescencia hasta
la adultez temprana, los resultados establecieron que el impacto de la herencia
se produce entre los 14 y 24 años[71].
Uno de los estudios más
importantes sobre la herencia y el TLP fue el realizado por Distel, Hottenga,
Trull, y Boomsma, se trató del análisis molecular del genoma de 711 pares de
hermanos. 300 varones dicigotos y sus hermanos gemelos, 510 mujeres dizigotas y
sus hermanas, además de 561 parientes. Estos científicos encontraron que la
porción 22 del cromosoma 9 (9p22) es la región genotípica con mayor
probabilidad de explicar el fenotipo del TLP[72].
Otra investigación examinó el
fenotipo del TLP y la relación genética con los cinco grandes factores de la
personalidad (extraversión, estabilidad emocional, apertura a la experiencia,
responsabilidad y amabilidad), considerando 4403 gemelos monocigotos, 4425
dicigotos y 1661 hermanos en familias alemanas, belgas y australianas. La
herencia en los cinco grandes mostró lo siguiente: 47% para extraversión, 43%
estabilidad emocional, 54% apertura a la experiencia, 43% responsabilidad y 36%
amabilidad. El análisis de regresión múltiple determinó un alto nivel de
influencia del factor estabilidad emocional y bajo el de amabilidad. El
análisis multivariado mostró que los factores de personalidad influyen de
manera independiente en el fenotipo del TLP. Fue interesante comprobar que los
factores ambientales no se relacionan de manera coherente con el fenotipo, y sí
lo hacen los determinantes genéticos[73].
b) Factores neurobiológicos
Las investigaciones sobre los
neurotransmisores afectados en el TLP se vienen realizando desde 1973. La
primera hipótesis fue la referida a una desregulación de la serotonina (5HT),
la cual explicaría las graves alteraciones emocionales[74].
También se identificaron disfunciones en la segregación de la neurotransmisión
colinérgica, noradrenérgica y del ácido gamma-aminobutírico
(GABA), que explicaría en menor grado la disforia emocional[75]. Sin embargo, los estudios más recientes han identificado que la
alteración más importante se registra a nivel de la regulación dopaminérgica[76].
La hipótesis de la
dopamina ha encontrado confirmación en varias investigaciones, una de ellas es
la de Robert Friedel quien subraya la efectividad del uso de la anfetamina
y el metilfenidato, sustancias efectivas en el tratamiento de la psicosis y
también en el TLP, a ello se suma la evidencia de la influencia de la dopamina
en la regulación emocional comprobada en estudios con animales y humanos. Los
resultados de su pesquisa demostraron la relación entre la dopamina con la
desregulación emocional, la impulsividad y la
discapacidad en la percepción cognitiva[77].
La proliferación de casos con
adicción a las drogas en pacientes con TLP, ha llevado a considerar la
importancia de la regulación dopaminérgica favorecida por algunas sustancias,
lo cual explicaría la necesidad del organismo de mantener el consumo para
evitar el caos emocional producido por la disfuncionalidad de la dopamina. En
ese sentido, se ha encontrado que el transportador de la dopamina el gen SLC6A3
(DAT1) localizado en el cromosoma 5p15.3 estaría afectado, determinando la
incapacidad de regulación óptima en el transporte neuronal de la dopamina[78].
Se ha identificado al trauma infantil, generalmente abuso sexual, como el
precipitante de la acción disfuncional del DAT1[79].
Se ha encontrado relación entre
la disfuncionalidad de la serotonina, la paroxetina y de la monoamino oxidasa
(MAO)[80],
sustancias inhibidoras de la recaptura de la norepinefrina y la dopamina.
Identificar alteraciones en la funcionalidad de los neurotransmisores
responsables por la inhibición del dolor (epinefrinas), ha permitido el planteo
de una tercera hipótesis, la referida a la alteración del sistema opiáceo[81].
En un estudio se evidenciaron las
dificultades de análisis visual de los estímulos y su relación con la
segregación de oxitocina. Los resultados han demostrado que los pacientes con
TLP tienden a fijar más la mirada en rostros iracundos en comparación a los
grupos control, evidenciado a la vez una hiperactividad en la amígdala, esta
conducta anormal disminuye con la inserción de oxitocina [82].
Este hallazgo confirma la inhibición de la oxitocina, asociada a los problemas
de interacción social, principalmente con la incapacidad de empatía[83].
c) Factores neuropsicológicos
La neuropsicología establece las
relaciones entre el funcionamiento cerebral con el procesamiento cognitivo de
la información y el comportamiento[84].
La disfuncionalidad neurobiológica está asociada a las estructuras cerebrales.
Se vienen investigando las alteraciones estructurales del cerebro en pacientes diagnosticados
con TLP a través de pruebas neuropsicológicas y estudios con neuroimágenes.
Veamos los resultados más importantes:
C1) Alteraciones en los núcleos
amigdalinos: la amígdala es una estructura subcortical indispensable para el
establecimiento del condicionamiento emocional, a la vez que permite la
regulación de las emociones en general y del miedo en particular[85].
Se ha detectado hiperactividad en
la amígdala, relacionándose con la reactividad emocional anormal, vigilancia
extrema de las respuestas emocionales generando estados emocionales negativos y
promoviendo disturbios en las relaciones interpersonales[86].
En otro estudio, utilizando Imágenes de Resonancia Magnética Funcional (fMRI)
se ha encontrado altos niveles de oxigenación sanguínea tanto en la amígdala
izquierda como en la derecha, además se detectó activación en las regiones
mediales e inferolaterales de la corteza prefrontal y las regiones témporo
occipitales incluyendo el giro fusiforme[87].
Existe evidencia de alteraciones
funcionales del surco temporal superior izquierdo como en la zona media de la
ínsula derecha. Estas disfunciones se relacionan con la inadecuada empatía en
el TLP, asociada a los problemas en las relaciones interpersonales[88].
La ínsula disfuncional también puede explicar la impulsividad[89]
C2) Disfunciones en las regiones
frontales.
La relación de la amígdala con el
prefrontal establece un circuito de regulación emocional. En el caso de
pacientes con TLP esas conexiones están alteradas. Específicamente la conexión
entre las vías de las amígdalas con las zonas dorso laterales y dorso mediales
de la corteza frontal se encuentran alteradas, generando hiper activación lo
que conlleva al descontrol emocional y a la impulsividad comportamental. La
comparación de fMRI entre cerebros de un grupo control sin TLP y los cerebros
de personas aquejadas de TLP durante tareas de memoria, mostraron que las
amígdalas activan los hipocampos bilaterales, la región izquierda posterior del
cingulado, la ínsula y las zonas frontales parietales durante la estimulación
con estímulos emocionales distractivos[90].
Esto demuestra la incapacidad de inhibición emocional en este trastorno.
Otro estudio ha establecido la
inexistencia de disfunciones frontales asociadas al procesamiento cognitivo de
la información[91]. Este
hallazgo muestra que la alteración de la regulación emocional se vincula con el
TLP y no así los procesos intelectuales. Sin embargo, tuve la oportunidad de
estudiar las funciones ejecutivas (FE) en una paciente con TLP subtipo
antisocial, encontrando alteraciones en la toma de decisiones[92].
Otras investigaciones han coincidido en los problemas que se suscitan en las FE[93].
Las falencias en las FE permiten comprender las fallas en el control del
procesamiento de la información, presentan déficits en tareas que requieren
regulación: concentración, memoria especial, toma de decisiones. Se considera
esta dificultad relacionada con la imposibilidad de inhibir las emociones
durante la solución de problemas[94].
Las investigaciones acerca de las FE han validado el modelo neurobiológico de Depue–Lenzenweger
[95]
que propone como explicación de la impulsividad en el TPL a la disfunción
cognitiva de análisis.
Por otra parte, se ha encontrado
hipoactividad y disminución de la glucosa en el córtex prefrontal de personas
con TLP, relacionándose dicho hallazgo con la violencia en criminales
ofensores, asesinos y pacientes psiquiátricos violentos. La posibilidad de
impulsividad, hetero agresión y autoagresión es alta en el TLP. En un estudio
con 13 mujeres diagnosticadas con TLP sin indicadores de depresión, comparadas
con 9 mujeres como grupo control a través de MRI determinó que las mujeres
normales activaban bilateralmente las regiones mediales de la corteza fronto
orbital, además de las áreas de Brodmann 9, 10 y 11. Mientras que las mujeres
con TLP no lo hacían[96].
Hace tiempo se sabe que las zonas
fronto orbitales se relacionan con el juicio moral[97],
la hipoactividad de esta región en los casos de TLP puede explicar la labilidad
moral que las caracteriza[98].
Varios estudios se han centrado en el juicio moral en personas diagnosticadas
con TLP, la conclusión general es la presencia de criterios morales egoístas,
coincidentes con la moralidad pre convencional[99].
Las disfunciones en las zonas
dorso laterales y supra orbitales de la corteza frontal en el TLP, reportadas
entre el 71% y el 86% de los estudios sobre el funcionamiento cerebral de estas
personas permiten afirmar su responsabilidad en los procesos de respuestas
inhibitorias que afectan a las FE sobre todo en aquellas que requieren de
concentración y habilidades en el seguimiento visual de los estímulos. La toma
de decisiones y la memoria visual están afectadas. Alrededor del 60% de las
investigaciones informan sobre el deterioro atencional, memoria visual y
organización visoespacial. Estas alteraciones cognitivas derivan en la
afectación de procesos espaciales, memoria de trabajo, planeamiento de
actividades y también puede verse afectado el C.I. Además es posible comprender
la ideación suicida y las conductas autolíticas como parte de la incapacidad
del análisis racional de los problemas[100].
d) Estilo de apego
La teoría del apego se formula
para comprender los procesos de pérdida, inicialmente se llevaron a cabo en
niños[101]
y posteriormente en adultos[102]. Se trata de
un sistema de regulación de
situaciones de estrés vinculadas con la separación y el peligro. El estilo de
apego hace referencia a la manera de reaccionar ante la separación, en ese
sentido Ainsworth los clasificó en dos grupos, el apego seguro y el inseguro.
Existen tres estilos de apego inseguro: ansioso evitativo, ansioso ambivalente
y el desorganizado[103].
El apego desorganizado fue
descrito por Ainsworth, señalaba que alrededor del 10% no podían agruparse en
la categoría de los que comprendían las categorías del apego (seguro B,
evitativo A y ambivalente C), estos niños manifestaban conductas
contradictorias, reaccionando con miedo y comportamientos bizarros al recibir
al cuidador en la “situación extraña”[104].
Main y Solomon establecieron el término desorganizado/desorientado al conjunto
de conductas observadas en esos niños indicando la presencia de estrategias
desorganizadas en el vínculo con la madre, denotando evitación de la búsqueda de protección para aminorar el
estrés ante situaciones de peligro[105].
El apego tipo D se relaciona con
una crianza donde los padres son atemorizantes dejando a su hijo en un estado
de miedo sin solución al ser los
padres la fuente de angustia, como consecuencia los niños eran incapaces de
controlar el estrés generado por la separación debido a que la madre no es una
base segura para el consuelo porque ella es la génesis del malestar[106].
Ante la sensación de abandono el niño inhibe su búsqueda de protección, a veces
el pequeño se acerca a su cuidador sin dirigirle la mirada, con miedo y
desorientación, a veces muestra conductas extrañas como movimientos
estereotipados o sonidos bizarros, en otros casos el niño simplemente se
paraliza.
Para Main & Hesse (1990) los
padres que presentan un estado mental sobre pérdidas o traumas no resueltos en
su historia temprana de apego, evaluado a través de la Entrevista de Apego de
Adultos (AAI) predecían un apego D con el hijo[107].
Se encontró que los padres atemorizantes poseen historias de traumas o pérdidas
no resueltas, siguen atemorizados y sobrepasados por sus experiencias
infantiles[108].
Estos hallazgos han determinado la construcción de un modelo etiológico sobre
el apego desorganizado compuesto de tres circunstancias: esquemas cognitivos
estancados en la propia historia de apego por parte del cuidador, conductas de
maltrato atemorizantes del cuidador hacia su hijo y el desarrollo del apego
desorganizado en el niño[109].
Por su parte Lyons-Ruth
complementa el anterior modelo al indicar que las pautas parentales
disfuncionales se relacionan con otros aspectos además del trauma no resuelto,
estos tienen que ver con formas contradictorias y disruptivas de la
comunicación emocional derivando en formas erróneas de regulación del estrés y
del consuelo[110],
según este nuevo modelo, para el desarrollo del apego D es suficiente la
comunicación contradictoria, evitando de esta manera que el hijo pueda mantener
una estrategia organizada de su búsqueda de protección. Es así que Lyons-Ruth
elabora una serie de criterios sobre las conductas parentales desorganizativas
(Atypical Maternal Instrument for Assessment and Classification AMBIANCE)[111].
Las investigaciones actuales han
dirigido su atención a los factores genéticos asociados al desarrollo del
estilo de apego, encontrándose relación entre el apego desorganizado y la
disfuncionalidad en la segregación de dopamina[112].
En ese sentido Bernier y Meins han propuesto el modelo de umbral, consiste en plantear cierta vulnerabilidad
biológica en el niño para el desarrollo del apego D, al interactuar en
ambientes adversos existirá mayor predisposición que al hacerlo en ambientes
protectores[113].
Se ha encontrado suficiente
evidencia para relacionar el apego desorganizado con el TLP[114]. Durante las crisis de angustia las personas
con TLP activan su estilo de apego desorganizado, manifiestan las mismas
conductas de los niños, se descontrolan emocionalmente y no pueden calmarse,
los intentos de protección ocasionan mayor disforia[115].
La desesperación ante el inminente vacío provocado por la sensación de
abandono, remueve la experiencia infantil de la estrategia infructífera de
búsqueda de protección[116].
Las experiencias de disociación también se acopla con el apego desorganizado,
surgiendo como respuesta ante l presencia de cuidadores atemorizantes, como
solución a la indefensión, el niño se
aísla del otro y de sí mismo, en una especie de congelamiento ante una realidad
terrorífica[117].
En la adolescencia y adultez la persona con TLP ante las crisis pretenden
controlar lo incontrolable, la desesperación conlleva a las acciones impulsivas
de evitar el abandono[118].
e) Factores traumáticos
Se utiliza el término trauma
psicológico para hacer alusión a una experiencia negativa con alto impacto
emocional, siendo de condición singular, puesto que la misma experiencia puede
ser interpretada como traumática para algunas personas y no para otras[119].
El trauma es una experiencia altamente estresante y sin salida[120].
El trauma para ser tal debe
responder a una experiencia dañina, dolorosa e incontrolable. Las consecuencias
responden a lo terrorífico de la exposición, cuya intensidad dependerá de la
duración de la experiencia traumática, del dolor producido y de la atribución
dada al evento. Son experiencias traumáticas comunes: experiencias en la
guerra, vivencias en campos de
concentración, desastres naturales, abuso sexual, maltrato físico, secuestros y
otros. Las consecuencias se categorizan en dos tipos: respuestas de revivificación
y respuestas de negación.[121].
La experiencia de abandono y
negligencia es probable en el 92% de las personas con TLP, el abusos sexual se
menciona entre el 40 al 70% de los casos y el maltrato físico se sitúa entre el
25 al 73%[122].
En un estudio se identificaron
las siguientes experiencias traumáticas en personas con TLP: abuso sexual,
maltrato físico, haber sido testigo de violencia y abandono temprano. Las
experiencias se relacionaron con las dimensiones de estilos familiares:
cohesión, expresión emocional y conflicto. En análisis de regresión múltiple el
factor predictor para el TLP es el abuso sexual puesto que explica el 30% de la
varianza[123].
En una investigación reciente se halló relación significativa entre el abuso
sexual y la disfuncionalidad del gen responsable del glucocorticoide (NR3C1)[124].
En otra investigación con 293
internos diagnosticados con TLP se relacionaron los síntomas de alteraciones
interpersonales, desregulación emocional e impulsividad con el maltrato
(emocional, físico y sexual) y la atención y claridad de la atención, los
resultados demostraron relaciones fuertes entre las tres dimensiones
investigadas.
Un reciente análisis sistemático
de investigaciones al respecto, señala que el abuso sexual juega un papel
importante en el desarrollo del TLP, principalmente en mujeres, siendo sus
tasas significativamente más altas en pacientes con TLP en comparación con
otros trastornos de la personalidad. El abuso sexual predice las presentaciones
más severas y con peor pronóstico de TLP. Los suicidios tienen la evidencia más
consistente, seguidos por las autolesiones, el trastorno de estrés
postraumático, disociaciones y cronicidad del TLP[125].
f) Factores familiares
Ya mencioné la relación entre el
apego desorganizado y la disfuncionalidad en la comunicación familiar[126],
sin embargo se han encontrado otros factores asociados, por ejemplo el
desinterés, desaprobación y criticismo han sido tres maneras de relación común
entre los cuidadores y los pacientes con TLP[127].
Las investigaciones de la Escuela
de Palo Alto, dieron lugar al desarrollo del concepto doble vínculo (double bind), entendido
como una manera patológica de la comunicación caracterizada por la
contradicción entre el mensaje verbal y el no verbal[128].
En las familias con miembros con TLP se ha encontrado la presencia de la
comunicación en doble vínculo[129].
Otro fenómeno familiar
frecuentemente asociado con el TLP es la emoción
expresada[130]. Fue descrita
por primera vez por Brown al estudiar la comunicación en familias de
esquizofrénicos en 1972[131].
Se refiere la presencia de altos niveles de criticismo, hostilidad y
sobreimplicación emocional hacia el hijo[132].
Phil y Hoffman llevaron a cabo
una investigación longitudinal con un año de seguimiento a 35 pacientes diagnosticadas
con TLP. Los resultados no mostraron que el factor emoción expresada sea
determinante para los síntomas del TLP, solamente el 46% de las familias
mostraron altos niveles de hostilidad, 29% sobreimplicación y 13,6% criticismo.
En la discusión de este estudio, se plantea que las familias de pacientes
esquizofrénicos son distintas a las familias de TLP, sin embargo señalan que la
gravedad del trastorno sí podría relacionarse con la emoción expresada familiar[133].
Finalmente cabe señalar la
importancia de los juegos familiares vinculados con el TLP. Una relación
triangular hace referencia a la implicación de una persona en una relación de
dos. Por lo tanto la triangulación es un juego para estabilizar un sistema
disfuncional[134].
En la triangulación existe un desarreglo jerárquico, parentalizando o igualando
el nivel parental con el filial[135].
Haley describe el triángulo perverso[136]
y Minuchin el triángulo rígido[137],
previamente Bowen se hace cargo del análisis de la triangulación patológica[138].
El TLP se circunscribe en una
triangulación patológica[139],
caracterizada por la seudomutualidad de la relación conyugal, en una estructura
familiar que responde a una honorable
fachada[140], por lo tanto
situamos al TLP en el cuadrante de la depresión, condice con la hipótesis de la
comorbilidad depresiva característica de este trastorno. La triangulación
patológica se centra en la ausencia de legitimación, la pareja está entretenida
con sus conflictos descuidando a la niña, quien como parte de un sistema
caótico encontrará en su cuerpo un refugio para el sufrimiento. De ahí la
posibilidad de una configuración depresiva de su sí mismo[141].
Evaluación del
TLP
Los sistemas de evaluación del TLP han evolucionado
vertiginosamente durante la última década. Puedo identificar dos áreas
explotadas, la primera relativa a los recursos protocolizados de las
entrevistas clínicas y la segunda, el desarrollo de autoinformes.
a) Entrevistas
Además de la entrevista clínica desarrollada por el DSM-4
y los criterios del CIE-10, se han construidos entrevistas semi estructuradas
dirigidas a determinar el diagnóstico del TLP[142].
Entre las más importantes figuran:
A1) Entrevista para el Diagnóstico de Pacientes
Limítrofes (Diagnostic Interview for
Borderline Patients- DIB). Desarrollada a partir de los postulados del
equipo de investigación de Gunderson[143].
A2) Entrevista para el Diagnóstico de Pacientes
Limítrofes Revisada (Diagnostic Interview
for Borderline Patients Revised DIB-R), resultado de la revisión de
Zanarini, incluye principalmente criterios de diagnóstico diferencial con los
cuadros comórbidos del TLP[144],
existe la validación española[145].
b) Cuestionarios para el diagnóstico del TLP
Los cuestionarios más utilizados han sido el Diagnóstico
de Personalidad-IV del equipo de pesquisa de Miller (Personality Diagnostic Questionnaire- IV)[146]
y el Inventario Clínico Multiaxial de
Millon (Millon Clinical Multiaxial
Inventory)[147].
Existe versión en castellano, sin embargo se han encontrado algunos problemas
de validación[148].
Aparte de estos instrumentos, se desarrollaron escalas para la medida
específica de los indicadores del TLP:
B1) Borderline
Personality Inventory, desarrollado por Leichsenring, publicado en 1999[149].
No conozco validación en el mundo hispano parlante.
B2) Borderline
Disorder Scale, creada por Perry en 1982[150],
no conozco referencias de validaciones en castellano.
B3) Self report
Borderline Scale, escala construida por Conte en 1980[151],
tampoco conozco estudios de validación.
c) Cuestionarios para la identificación de síntomas del
TLP
Se han desarrollado varios cuestionarios destinados al
estudio de los síntomas del TLP, por ejemplo:
C1) Self Harm Inventory
SHI, creado por Sansone y Wiederman[152],
el objetivo es identificar la presencia de indicadores de autolesiones.
C2) Child Trauma
Questionnaire, desarrollado por Bernstein en 1998[153],
su propósito es identificar experiencias traumáticas sufridas en la infancia,
existe la versión abreviada[154],
existe versión portuguesa[155]
C3) Scale for
suicidal ideation SSI, producida por Beck en 1979[156], mide la ideación
suicida, existe adaptación y validación colombiana[157].
C4) Impulsiveness Scale, desarrollada por Barratt en 1983[158],
establece los indicadores para las conductas impulsivas. Existe adaptación
chilena[159],
argentina[160],
española[161].
C5) Linehan Risk
Assessment & Management Protocol (LRAMP) planteada el 2018, se trata de
una escala que mide el riesgo de suicidio y la angustia asociadas con las
evaluaciones de investigación en un estudio de tratamiento del comportamiento
suicida. Esta escala está siendo validada en la Universidad de Washington[162].
C6) Difficulties in
Emotion Regulation Scale (DERS), creada por Gratz K, Roemer el 2004,
identifica la conciencia de las emociones y su regulación. Se ha realizado su
validación mexicana[163].
C7) Purpose in Life
(PIL), desarrollada por Crumbaugf y Maholik en 1964[164],
mide el sentido de la vida e identifica indicadores de vacío existencial,
existen diversas adaptaciones al castellano[165].
Siendo que el TLP es un trastorno difícil de
diagnosticar, lo más pertinente es partir de la evaluación clínica recurriendo
a los criterios del DSM-5 y del CIE-10, una vez identificados los criterios
sintomáticos, proceder con la Entrevista para el Diagnóstico de Pacientes
Limítrofes. Al definirse con esos dos recursos la clínica del TLP, se debería
aplicar autoinformes para confirmar el diagnóstico. Finalmente se hace
necesaria el establecimiento de las conductas e ideaciones autolíticas y su
vinculación con la desregulación emocional para determinar las medidas de
intervención inmediatas y mediatas.
Psicoterapia del TLP
a) Psicoterapia Focalizada en la Transferencia
(PFT)
Los primeros recursos
terapéuticos utilizados para el manejo del TLP fueron los psicodinámicos, en la
década de los 60 se centraron en el estudio de los mecanismos de defensa, la
estructuración del yo y las relaciones objetales. Estos trabajos llevaron a concluir
que se trata de personas con organizaciones infantiles del sí mismo consecuente
con carencias afectivas en sus relaciones objetales, Winnicott es quien mejor
plantea el problema a partir de su teoría del desarrollo emocional primitivo
caracterizado por la dependencia absoluta asociada a la incapacidad de
diferenciación del otro[166]. Siguiendo
esa línea de trabajo en el Weill Cornell
Medical College se ha desarrollado la Psicoterapia
Focalizada en la Transferencia, su principal representante es Otto Kenberg[167].
El enfoque se fundamenta en
la teoría del apego, de la cual se desprende la explicación de las dificultades
en la estructuración madura del yo y las alteraciones en las relaciones
afectivas de las personas con TLP. Las consecuencias de esa disfuncionalidad
yoica se centran principalmente en el miedo al abandono, la intolerancia de la
soledad, el sentimiento de vacío que quita el sentido de la vida.
La PFT tiene por objetivos:
la disminución de los síntomas del TLP, devolver el sentido de sí mismo e
integrar las representaciones divididas del sí mismo y de sus relaciones objetales.
Se centra en la transferencia apoyada en la teoría del desarrollo emocional de
Winnicott. El desarrollo emocional primitivo genera representaciones
elementales del otro establecidas como dicotomías: bueno-malo,
satisfactorio-insatisfactorio, abandono-permanencia, etc., lo que a su vez
determina emociones intensas y también dicotómicas determinando los polos
amor-odio. Estas formas de representar el mundo se manifiestan también ante el
terapeuta[168]. Las
sesiones son individuales, generalmente dos veces por semana durante un año.
Una regla indispensable en la
PFT es el énfasis terapéutico centrado en el aquí y el ahora. La terapia se
despliega en la relación, de tal manera que el terapeuta se focaliza en los
procesos inmersos durante la transferencia, centrándose en la comunicación no
verbal y en la contratransferencia. Se trata de una constante devolución de las
sensaciones emocionales generadas en el terapeuta las cuales son contrastadas
con las del paciente. Con los pacientes limítrofes es necesaria la exposición
del terapeuta a las intensas experiencias emocionales sin dejarse cautivar por
ellas, manteniendo la atención en las demandas afectivas no satisfechas[169].
Las técnicas interpretativas son
la clarificación, la confrontación y el análisis de la transferencia dirigido a
la comprensión de las defensas infantiles, además de la integración de las
experiencias personales del terapeuta en la interacción con el paciente[170].
En los estudios de validación
de la efectividad de la PFT se ha encontrado que los factores que explican el
cambio son principalmente los siguientes: establecimiento claro del contrato
terapéutico, la integración de las representaciones y el mejoramiento en los
procesos reflexivos. El proceso terapéutico centrado en esos tres aspectos
determina el mejoramiento en la regulación emocional[171].
En un estudio sobre
efectividad de la PFT se la comparó con otras dos psicoterapias, la Terapia
Dialéctica Conductual con sesiones individuales una vez por semana, terapia
grupal semanal y asesoramiento telefónico. La otra forma de tratamiento fue la terapia
de contención, realizada una vez por semana. Los resultados mostraron que los
tres abordajes fueron exitosos considerando el seguimiento de un año[172]. Además de
esa investigación, Kenberg ha señalado resultados significativos en relación a
la eficacia de la PFT, subrayando que el éxito se centra en el desarrollo
reflexivo de las personas aquejadas con TLP[173].
b) Terapia Basada en la
Mentalización (TBM)
Ha sido desarrollada por Anthony
Bateman y Peter Fonagy[174]
dentro del marco teórico psicodinámico. Se entiende por mentalización al
proceso psicológico a través del cual es posible la comprensión de los demás y
de uno mismo, elaborando hipótesis relacionales de los deseos, sentimientos y
pensamientos. La teoría de la mente y la empatía, se desarrollan en un contexto
de apego seguro. La TBM parte del principio según el cual las personas con TLP
no han logrado los niveles de pensar como el otro piensa (teoría de la mente)
ni sentir como el otro siente (empatía) debido a su estilo de apego inseguro
desorganizado[175].
Para este abordaje el eje del TLP
se sitúa en la disfunción de la mentalización, término preferido al de “función
reflexiva” utilizado por Bouchard y Lecours[176].
El concepto de mentalización se relaciona con la construcción del sí mismo como
un ente regulador de nuestra dinámica intrapersonal. El TLP impide la
concreción de la identidad debido a la incapacidad de apropiación de las ideas,
deseos y emociones, consecuencia de la falta de integración en la configuración
del yo, como resultado de las experiencias traumáticas y negligentes sufridas
en la infancia. Al tratarse de recursos de interacción social aprendidos, es
posible a través de la terapia desarrollarlos[177].
El problema con el que se
enfrenta el terapeuta del TLP es la presencia de un sí mismo incoherente y
desintegrado, el desarrollo del niño requiere de una especularización, término acuñado en la TBM para referirse a la
necesidad del niño de ver sus estados emocionales reflejados en sus cuidadores,
al ser incoherentes en el reflejo de los sentimientos, el niño desarrolla como
mecanismo de defensa la identificación
proyectiva, a través de la cual atribuye sus propios sentimientos en sus
cuidadores, trasladando luego esa manera de interactuar a los demás. De ahí las
simbiosis que establece en sus vínculos afectivos[178].
Si bien la persona está segura de
lo que piensa y siente acerca del pensamiento y sentimiento ajeno lo que se
produce es una pseudomentalización.
Las intenciones de mostrar a la persona sus errores de percepción son
improductivas, primero por la primacía de la emoción y segundo por la
incapacidad de ponerse en el lugar del otro. Los creadores de la TBM han
identificado la incapacidad de los pacientes con TLP de ejecutar adecuadamente
un sistema simbólico representacional coincidente para comprender al otro y
entenderse a sí mismo. Por eso actúan dentro de un sistema de representación “como
si”, parecida a la organización emocional de pacientes con otros trastornos de
personalidad, donde la emoción es subyugada a la interpretación cognitiva sin
que exista correspondencia. En el caso de la histeria la persona actúa sus
estados emocionales sin la presencia somática de la emoción, en el TLP se
enmarca el estado emocional en un conjunto estereotipado de acciones, sin
percatarse de la fluidez emocional por la falta de conciencia de ello porque sí
existe la manifestación somática[179].
La disfuncionalidad yoica se
explica por la presencia de un estilo de apego desorganizado definido por el
miedo al cuidador y el planteamiento de estrategias erróneas en la búsqueda de
protección, el sí mismo está configurado por representaciones incongruentes de
sus referentes de apego, denominado allien
self (sí mismo ajeno)[180],
la consecuencia es que la persona tiene ideas que sabe que son suyas pero no
las siente como propias. Cuando el sí mismo identifica sentimientos e ideas
propias experimentadas como irreales, trata de controlar a su cuidador o al
sustituto para que tenga las emociones que la persona tiene contra sí, de esa
manera a través de la identificación proyectada externaliza y repara la
congruencia interna. En los casos donde además se dio maltrato sexual o físico,
o negligencia, la situación es más penosa, la persona no solamente posee
representaciones incoherentes, sino maltratadoras. Las conductas autolíticas
crean un estado mental insoportable, requieren liberarse para no destruirse
haciendo que la identificación proyectiva se experimente como indispensable
para la supervivencia[181].
El TLP desde esta perspectiva se
comprende como una aniquilación parcial de la mentalización. No es total porque
existen periodos de conciencia del estado mental, sin embargo fracasan cuando
enfrentan situaciones de estrés consecuente con la activación emocional,
principalmente en interacciones afectivas intensas. La persona aprendió a
eludir colocarse en el lugar del otro, porque es insoportable pensar en lo que
piensa alguien que no la ama, en vez de maltratarlo debería cuidarlo. Al mismo
tiempo experimenta una paradoja: la búsqueda de consuelo se activa ante la
amenaza percibida mientras que la persona que debería dar la protección en vez
de hacerlo maltrata. Esta relación paradójica termina organizándose como un
círculo vicioso: a mayor maltrato mayor es el miedo, y a más miedo más
necesidad de buscar la protección inadecuada. La sintomatología se explica
desde el concepto de supresión de la
mentalización dando lugar a la equivalencia
psíquica y al modo aparentado[182].
Funciona desde la equivalencia
psíquica cuando se expresa la ideación paranoide, la paciente está convencida
de que sus ideas equivalen a la realidad y no acepta interpretaciones
alternativas, por ejemplo si en su referente figura la relación de maltrato,
deducirá que el otro la maltrata necesariamente. El modo aparentado emerge
cuando la persona aparenta utilizar la reflexión al mencionar pensamientos,
deseos o sentimientos cuando en el fondo no dice nada significativo[183].
La TBM se realiza en tres etapas:
en la fase inicial se trabaja para comprometer al paciente en el tratamiento y
se evalúa el nivel del deterioro de la mentalización. En la fase media se
trabaja en terapia individual y grupal en el desarrollo de la mentalización
efectiva. Finalmente, en la última etapa se trabaja para el proceso de
adaptación y los sentimientos de pérdida. El tratamiento demora entre un año a
un año y medio[184].
Se han realizado diversos
estudios sobre su efectividad en el tratamiento del TLP, por ejemplo el 2009 se
tomó en cuenta una muestra de 134 pacientes sometidos a dos tratamientos: TBM y
manejo clínico estructurado durante el seguimiento de año y medio. No se
encontraron diferencias significativas, excepto en la manifestación de
conductas para suicidas, la reducción de éstas fue mayor en el grupo de
pacientes tratados con TBM que el grupo de tratamiento clínico convencional[185].
En otra investigación se comparó
la TBM con el tratamiento rutinario realizado en clínicas psiquiátricas durante
el seguimiento de 8 años de 41 pacientes con TLP, los resultados mostraron una
supremacía de la TBM en comparación con las técnicas tradicionales[186].
c) Terapia Centrada en Esquemas (TCE)
El modelo cognitivo
comportamental ha ofrecido excelentes sistemas de intervención en los
trastornos ansiosos y depresivos[187],
el desarrollo de modelos terapéuticos protocolizados ha permitido la
investigación sobre su efectividad, derivando en mejoras de sus recursos
terapéuticos[188].
Dentro de los avances del modelo, hace treinta años ha surgido la TCE creada
por Jeffrey Young.
Se trata de una terapia
integradora, fusiona fundamentos de la teoría cognitiva comportamental, teoría
del apego, terapia guestáltica, constructivismo y elementos psicodinámicos.
Parte de la terapia cognitiva comportamental de Beck, complementa sus
principios al integrar el desarrollo emocional con los procesos cognitivos
aplicados a patrones mentales rígidos, pesimistas con serios problemas en la
interacción social y en manejo de emociones, a los que se denominan esquemas disfuncionales tempranos[189].
La TCE se fundamenta en lo
siguiente: no para todos los pacientes es fácil la regulación de sentimientos y
pensamientos, no siempre es posible definir con especificidad los problemas
para organizar el tratamiento, algunas veces el paciente no está preparado para
realizar las tareas y tiene problemas en el aprendizaje del autocontrol, no
siempre es posible una relación de colaboración con el terapeuta, se pueden
presentar problemas en la alianza terapéutica, finalmente, no todos los
comportamientos y cogniciones son susceptibles al cambio a través del discurso
lógico ni a la experimentación[190].
Las diferencias con la terapia
cognitiva comportamental son las siguientes: utiliza un menor nivel de
descubrimiento guiado, evita la confrontación, es una terapia prolongada e
involucra implicación afectiva por parte del terapeuta, identifica y supera la
evitación cognitiva y conductual usual en el TLP, su foco atencional es el
esquema disfuncional temprano lo que obliga a conocer los orígenes, la historia
personal y el impacto de todo ello en el desarrollo del trastorno[191].
Los esquemas disfuncionales
tempranos son parámetros experienciales muy estables y duraderos desarrollados
a lo largo de la vida, sus características principales son: certezas a priori,
se auto perpetúan, son resistentes al cambio y no resuelven problemas, por lo
tanto son disfuncionales, se generan por circunstancias del entorno,
manifiestas altos niveles de emocionalidad, se producen por la interacción
entre el temperamento y experiencias históricas disfuncionales. Son resultado
de la insatisfacción de las necesidades
infantiles: el desarrollo de un espacio emocional seguro, estimulación de la
autonomía y configuración de la identidad, libertad para expresar deseos y
emociones, aceptación de la espontaneidad y del juego, a lo que se suma el
planteamiento claro de límites y aprendizaje para el control emocional[192].
La carencia afectiva determina la
estructuración de los esquemas disfuncionales, efecto de la frustración en la
demanda de satisfacción de necesidades, al experimentar muy poco de algo bueno,
eso coincide con esquemas relacionados con la carencia afectiva y el
abandono/inestabilidad al estar imbuido en un contexto inestable y desamorado.
A la frustración se añaden las experiencias traumáticas de maltrato,
negligencia y abandono forjando los esquemas desconfianza/abuso, imperfección y
vulnerabilidad al peligro. Puede darse otro tipo de estructuración relacionada
con demasiado de algo bueno, cuando existe sobre implicación de los cuidadores
determinando esquemas de dependencia, cuando el niño es consentido. Finalmente
es posible la interiorización selectiva o identificación con otros
significativos, ocurre cuando el niño incorpora los pensamientos, sensaciones y
vivencias de sus padres, esto es, interioriza los esquemas de sus padres, base
para el desarrollo del esquema de vulnerabilidad al asumir como propios los
temores de sus padres[193].
Young plantea que la familia
juega un papel determinante para el desarrollo de los esquemas disfuncionales
en el TLP, las características más frecuentes son la presencia de un entorno
familiar inseguro e inestable, una familia privativa de experiencias
indispensables para la autorrealización, un entorno familiar duramente
castigador y rechazador, y finalmente un ambiente familiar subyugado. Cuando el
niño se cría en ese tipo de entorno familiar es más probable la presencia de
maltratos sexuales, físicos y emocionales[194].
El temperamento emocional y las
características disfuncionales familiares determinan dos estilos en la
estructuración del TLP: el niño abandonado y maltratado, el niño enojado e
impulsivo. Responden a dos tipos de paternidad inadecuada: el protector
distante y los cuidadores castigadores. Mencionándose una manera adecuada de
protección: los estilos de cuidado adulto sanos[195].
Existen cuatro estrategias para
la sanación y el cambio[196]:
1. Reparación limitada: es la más
importante durante el proceso terapéutico, parte de suponer que los cuidadores
no fueron capaces de satisfacer las necesidades emocionales del niño. El
terapeuta se esfuerza para compensar esos déficits. El propósito de la terapia
es crear un espacio en el cual los pacientes puedan sentirse aceptados y
queridos, lo cual se logra desarrollando un entorno seguro y de aceptación.
Principalmente al inicio de la terapia se pone énfasis en los sentimientos y en
la orientación para la solución de problemas concretos. Es importante que el
terapeuta permita que el paciente lo llame por teléfono en las situaciones de
crisis y se le ofrece sesiones adicionales e intercambio de correos si fuese
necesario. En casos de pacientes que sufrieron experiencias de abandono el
terapeuta puede hacer llamadas de seguimiento y otorgar objetos de transición.
2. Trabajo centrado en la
emoción: las tres técnicas utilizadas para la regulación emocional son: el trabajo de imágenes, diálogos y
escritura de cartas. Para el trabajo con
imágenes se usan técnicas de la Terapia Guestáltica, se pide a la persona que
reviva imaginativamente los recuerdos de las situaciones difíciles en su
familia o con su pareja, el terapeuta ingresa a la fantasía del paciente como
agente protector, luego el propio paciente como adulto actúa como consolador
del niño desprotegido, luego terapeuta y paciente analizan los recursos
actuales que en ese momento no se poseían.
Los diálogos se producen utilizando la técnica de la silla vacía[197], predisponiendo al
paciente a dialogar con las personas significativas de su pasado, el terapeuta
orienta el diálogo hacia el cierre de las experiencias inconclusas.
La tercera técnica es el uso de cartas, se pide a los pacientes que
escriban a las personas que los han lastimado, expresando sus sentimientos y
afirmando sus necesidades. Las cartas se leen en la sesión de terapia, no están
hechas con la intención de ser enviadas, al contrario se advierte la importancia
de no hacerlo, sino utilizarlas para comprender las emociones sentidas durante
las experiencias dolorosas con esas personas.
3. Restructuración cognitiva y
educación: la terapia se dirige a enseñar al paciente la diferencia entre las
emociones normales y las anormales, entendiéndolas como aquellas ligadas a la
solución de problemas y las que no. El proceso cognitivo ayudará a regular la
intensidad emocional y aprender a usarlas para direccionar las soluciones en
vez de entorpecerlas. El paciente asume el derecho a sentir las emociones
desestabilizantes como respuesta al maltrato, sin embargo debe aprender a
manejarlas para evitar el daño a los demás y a sí mismo. Dentro del trabajo con
emociones es central la ira, la persona debe aceptar el derecho que tiene de
enojarse ante la injusticia, el maltrato y la manipulación que los demás pueden
ejercer sobre ella, al mismo tiempo de reconocerla y aceptarla aprender a darle
el sentido funcional. Al mismo tiempo debe aprender a regular el continuo
ira-amor, reconocer que existen tonos grises, no solamente blanco y negro.
La sanación se caracteriza
por avances y retrocesos. Cuando los
pacientes asumen sus errores suelen ser severos consigo mismos y terminar
culpándose. El terapeuta les enseña que el castigo no es una forma de modificar
el comportamiento y les propone estrategias basadas en el refuerzo y la
confrontación positiva.
4. Ruptura de patrones
comportamentales disfuncionales: se trata de lo último que se realiza en la
TCE, a la vez que es la más prolongada. Es aplicar lo aprendido en el manejo
interno hacia las relaciones interpersonales. Se recurre a técnicas de
modificación del comportamiento tradicionales: técnicas de relajación,
entrenamiento asertivo, control de la ira, técnicas de autocontrol, establecimiento
de metas, control mental encubierto y exposición gradual de situaciones
sociales conflictivas. Se establecen las conductas más influyentes
negativamente en la vida de la persona y de quienes le son significativos,
proponiendo estrategias de cambio.
La TCE se realiza en tres etapas:
1. Vinculación y regulación
emocional: implica la compenetración empática por parte del terapeuta,
ofreciendo confianza incondicional al paciente. Cosa difícil de hacerse porque
en el TLP prima la susceptibilidad paranoica resultante de muchas experiencias
de abandono y decepción. Por esta razón el terapeuta debe ser una persona
emocionalmente estable y capaz de lidiar con experiencias desalentadoras e
intensas. Una vez creado ese lazo de compromiso mutuo se debe trabajar con el
aprendizaje de recursos para la regulación emocional, donde se espera que el
paciente prospere rápidamente en el manejo de sus crisis de angustia y
disminuyan las necesidades de autolesiones y otras conductas parasuicidas.
2) Cambio del patrón de esquema: se
debe establecer un vínculo con el niño indefenso mientras se trabaja para
reorganizar la estructura interna del paciente. Se ayuda al paciente a aceptar
la indefensión vivida en la infancia, rescatando las virtudes de ese niño,
generalmente generoso, tierno, inteligente, sensible, creativo, empático y
apasionado, mensajes contrastantes con aquello recibidos. Es frecuente que el
paciente no reconozca estos aspectos positivos y tiendan a descalificarlos o
incluso intenten castigarse, a pesar de ello el terapeuta insiste en la
internalización de estos nuevos atributos.
3) Desarrollo de la autonomía:
los esfuerzos para comprender el mundo interior y reconocer las falencias en
sus interacciones deben derivar en la búsqueda de emancipación y autonomía. Se
espera que el paciente pueda interactuar con otras personas sin sentirse
oprimido ni obligado a mantenerse con personas inadecuadas para su crecimiento
personal, al mismo tiempo debe reconocer sus defectos en la iracundia y la destrucción
y aprender a manejarlos de tal manera que deje de ser una persona antipática y
peligrosa. Todo ello conlleva la expresión racional de sus necesidad y poder
participar en el saber dar y saber
recibir amor[198].
Se han realizado diversos
estudios para comprobar la efectividad de la TCE, la más citada es la de Farrel
y colaboradores[199],
se llevó a cabo en el 2009, consideró a 32 pacientes divididos al azar en dos
grupos, el primero tratado con TCE y el segundo con terapia de grupo. Los
resultados mostraron 94% de efectividad en el grupo de TCE en comparación al
16% del segundo grupo.
Otro estudio ha sido el de
Lobbestael, en primera instancia revisa la consistencia teórica del modelo
encontrando algunos defectos y posteriormente indica la tendencia positiva de
las investigaciones sobre su efectividad aunque plantea la existencia de
divergencias que deben obligar a pulir las metodologías utilizadas[200].
Un estudio realizado el 2015
comparó la efectividad entre la TCE y la PFT, se distribuyeron al azar 86 pacientes
con TLP, un grupo trabajó con TCE y el otro con PFT, los resultados mostraron
que ambas terapias son efectivas para reducir la hostilidad, reestructurar las
experiencias de abuso y las disociaciones[201]
Vale la pena mencionar un estudio
reciente, se compara la efectividad de la TCE, la TBM y la Terapia Dialéctica
Conductual, establece la diferencia entre las tres terapias y señala la
efectividad relativa de cada una de ellas. La TCE como las otras dos muestran
altos niveles de efectividad, sin embargo se señala cautela en la
generalización de los hallazgos, puesto que es necesario afinar mejor las
metodologías empleadas[202]
d) Terapia Dialéctica Conductual
(TDC)
Marsha Linehan es la creadora de
la TDC, originalmente estaba dirigida al tratamiento de personas con TLP que
habían intentado suicidarse y en los trastornos de alimentación[203].
Parte del supuesto de que los pacientes con TLP adolecen de dificultades en
cuatro áreas cognitivo comportamentales: la toma de conciencia (mindfulness), la regulación de
emociones, la tolerancia del malestar y las relaciones interpersonales[204].
Se denomina dialéctica porque establece una síntesis entre dos opuestos. La
hallamos en las estrategias opuestas de aceptación y cambio, implica aceptar a
la persona al mismo tiempo que se insiste en que deben cambiar para alcanzar
sus metas. La toma de conciencia y la tolerancia del malestar se sitúan en el
ámbito de la aceptación, mientras que la regulación emocional y la eficacia
interpersonal lo hacen en el de cambio[205].
El sistema terapéutico comprende
tres espacios: la terapia individual, la terapia grupal y la supervisión. Los
encuentros individuales se realizan una vez por semana con el propósito de revisar
el manejo cotidiano de las cuatro áreas de trabajo, además de abordar
racionalmente las soluciones a los problemas. Por otra parte se plantea el uso
de las llamadas telefónicas y los mensajes por Internet.
La terapia grupal está
estrictamente estructurada con la finalidad del aprendizaje de las habilidades
necesarias para el manejo de las cuatro áreas disfuncionales. Se realizan en
cinco módulos de ocho semanas cada uno, ofreciendo la posibilidad de repetir
módulos. Se plantean reglas claras y se exige disciplina sobre todo en la
asistencia a las reuniones que duran alrededor de dos horas, una vez por
semana.
Es posible remarcar cuatro
aspectos que la diferencian de otras terapias. El primero es el referido a la
aceptación sin confrontación de la situación actual del paciente, reconociendo
lo difícil que es afrontar un mundo caótico con recursos emocionales
desregulados. Segundo, pone en relieve las conductas que interfieren con la
terapia, entre ellas las autolíticas, consumo de drogas, violencia, etc., se
trabaja con ahínco en su erradicación. En tercer lugar, la importancia del
vínculo legítimo entre el terapeuta y el paciente, obliga a la compenetración,
empatía y dedicación compasiva del paciente, no se trabaja desde la actitud
pasiva, sino se actúa haciendo entender al paciente lo importante que es para
el terapeuta. Y finalmente, el cuarto aspecto hace referencia al foco de
atención centrado en la dialéctica, la aceptación de lo que no se puede cambiar
y la intervención en lo que puede ser cambiado[206].
La epistemología dialéctica
subyacente a este modelo permite aliviar la ansiedad generada por la presión
del cambio en cosas que no son posibles de modificar. La persona se siente al
fin aceptada y comprendida, lo cual da pie a los pasos necesarios para cambiar
aquello que sí puede ser cambiado. Las personas con TLP suelen asumirse
intrínsecamente malas, la aceptación les permite abandonar ese concepto de sí
mismas. Sin embargo la aceptación incondicional no es suficiente, por sí sola
puede ocasionar el efecto contrario al esperado, la persona puede sentirse
invalidada porque no se reconocen sus errores, por eso el énfasis en el cambio
permite completar el círculo entre auto aceptación y cambio.
La TDC utiliza varias estrategias
terapéuticas, las más importantes son las siguientes[207]:
1) Estrategias dialécticas: es el
hilo conductor de la terapia, de manera insistente el terapeuta muestra una y
otra vez la relación entre la aceptación y el cambio, tanto en las ocurrencias
en el consultorio como en los eventos externos. Se recurre a técnicas racional
emotivas como la paradoja y la discusión de creencias. Se evitan formulaciones
de esto o aquello, reemplazándolas por esto y aquello.
2) Validación y solución de
problemas: la validación es una aplicación de técnicas humanistas rogerianas,
implica el análisis de los intentos de solución a sus problemas que en lugar de
resolverlos los complicó y los arrebatos emocionales disfuncionales. El
terapeuta se coloca en el lugar del paciente para comprender la desesperación
vinculada con los errores, de tal manera que se sentirá validado y sentirá que
el terapeuta lo comprende. A partir de esa actitud, recién se abordan las
estrategias funcionales para la solución de problemas.
3) Comunciación: Linehan aplica
técnicas de comunicación efectiva del modelo rogeriano[208]
y la comunicación irreverente de Withaker[209].
El objetivo es desarrollar habilidades de interacción efectivas en sus lazos
afectivos.
4) Control emocional: debe
dirigirse a la autonomía del manejo de las situaciones críticas, el terapeuta
enseña la manera de controlar las reacciones inadecuadas una vez de haber
desarrollado la conciencia de las emociones, la persona debe ser capaz de
regular sus emociones identificando la pertinencia de la situación con los sentimientos
activados. El terapeuta no debe generar dependencia hacia su persona, debe
insistir en la confianza sobre los recursos de su paciente y enseñarle a
manejar sus conflictos relacionales consigo misma, con el entorno y con sus
relaciones afectivas significativas.
Los objetivos de la TDC aplicada
al TLP son: en primer lugar reducir la posibilidad de suicido erradicando las
conductas parasuicidas y las ideaciones. A ello se sigue la eliminación de las
conductas interferentes del proceso terapéutico, erradicación de las conductas
desadaptativas como el consumo de drogas, delincuencia, irresponsabilidad
laboral. Es importante el desarrollo del afrontamiento lo cual involucra la
aceptación del malestar, la regulación emocional y habilidades sociales. En
muchos casos se debe reducir la sintomatología del estrés post traumático y
fortalecer el respeto hacia sí mismo. Finalmente se debe trabajar en la
consecución de las metas personales del paciente[210].
En una investigación sobre 30
terapeutas de pacientes con TLP, se comprobó que el 50% de ellos abandona la
terapia antes de los seis meses y solamente uno de cada diez la termina[211].
Esto demuestra la baja adhesión al tratamiento en esta población, por lo tanto
en el modelo de la TDC es prioridad la reducción de las conductas que pueden
indisponer el proceso terapéutico. De ahí la importancia del contrato y de la
disciplina indispensable para la asistencia y cumplimiento de normas tanto en
la terapia individual como en la grupal[212].
No solamente la responsabilidad recae en el paciente, a veces también ocurre en
el terapeuta, la razón más frecuente es el burnout[213],
por lo que los terapeutas del TLP requieren constante supervisión y contención
de sus equipos.
La TDC ha sido sometida a varias
investigaciones sobre su efectividad[214],
demostrando ser la más efectiva actualmente[215].
Por ejemplo, en la revisión de 17 artículos referentes a la aplicación de la
TDC, se ha demostrado el alto grado de confiabilidad en cuanto a la relación de
su aplicación a la erradicación de los síntomas del TLP[216].
También es importante mencionar que el factor del tratamiento más relevante en
el éxito terapéutico es el relacionado con las técnicas utilizadas para la
regulación de las emociones[217].
La revisión de la literatura acerca de los estudios de efectividad son
prolíficos y la mayoría de ellos muestra la idoneidad de esta psicoterapia[218].
Aportes de la terapia familiar sistémica
Si bien no existe evidencia sobre
las terapias familiares y la erradicación de los síntomas en el TLP, sí es
posible afirmar que se constituyen en recursos complementarios importantes e
indispensables en el tratamiento. Considerando que una hija o un hijo aquejado
de TLP ocasionan mucho sufrimiento en las personas que lo aman, es importante
el trabajo con los procesos relacionales consecuentes con la experiencia de
pérdida ambigua asociados a la convivencia familiar. El estrés familiar se
vincula con la exacerbación de la sintomatología limítrofe, en un círculo vicioso,
lo uno es afectado por lo otro[219].
Perry Hoffman es el investigador
más importante en el estudio de la vinculación entre la familia y los pacientes
diagnosticados con TLP, encontrando como factores frecuentes en las familias:
la descalificación, el conflicto familiar postergado, la tendencia a la crítica
negativa y la ausencia de validación positiva, contención e interacciones
empáticas con los miembros aquejados por los síntomas del TLP[220].
El modelo resultante se denomina Modelo Transaccional porque hace referencia a
las interacciones familiares con el paciente limítrofe.
Uno de los hallazgos en la
relación familia y TLP es la presencia de la emoción expresada, fenómeno descrito inicialmente en familias con
miembros esquizofrénicos[221].
Posteriormente se la identificó en las familias de pacientes con TLP[222].
Sus componentes son los siguientes: hostilidad, sobreimplicación emocional y
comentarios críticos[223].
Los trabajos de Anderson
referidos a la psicoeducación familiar
en la orientación del manejo de las relaciones interpersonales con los
pacientes esquizofrénicos han sido eficaces para la reducción del estrés y por
ende en la evitación de recaídas psicóticas[224].
Al tratarse de un sistema terapéutico estandarizado, ha sido posible evaluar su
efectividad[225],
y por lo tanto su uso ha sido confiable al aplicarse a familias con personas
aquejadas por los síntomas del TLP[226].
Es muy importante reducir la
incertidumbre de la familia sobre el diagnóstico, a la par educarles en el manejo
de sus emociones para evitar las confrontaciones con el miembro con TLP,
incluir técnicas para el manejo del estrés y orientar hacia el desarrollo de un
entorno protector y comprensivo de la familia.
Existen pocos informes sobre la
aplicación de la terapia familiar en casos de TLP, sin embargo James y Vereker
reportan un estudio sobre 24 adolescentes diagnosticados con TLP, veinte
mujeres y cuatro varones, encontrando factores de crisis familiares asociados
en el 96% de los casos: divorcio, hermanos con trastornos psiquiátricos,
trastornos psiquiátricos en alguno de los progenitores, maltrato sexual o
físico, separaciones tempranas y negligencia en la crianza, por lo que estos
investigadores sugieren la implementación de tratamientos que contemplen la
terapia familiar[227].
Brown escribe un artículo sobre
la terapia familiar en un libro dedicado a la terapia del TLP, establece
algunas recomendaciones para el abordaje terapéutico desde el enfoque
sistémico, asumiendo que no se debe priorizar el tratamiento de la familia,
sino comprenderlo como una necesidad indispensable para la adhesión al
tratamiento[228].
Los informes sobre la influencia
de los factores familiares de Wlash[229]
y Gunderson[230],
y el trabajo de Werble quien identifica la presencia de un sistema sin
protección en estas familias[231],
además del modelo de las relaciones familiares en casos de TLP desarrollado por
Allen y Farmer que señala la oscilación entre sobreimplicación y abandono
típico en los estilos de crianza de estos niños desencadenante de la confusión
afectiva asociada a las conductas autodestructivas, son ejemplos importantes
para sustentar la importancia de los cambios relacionales dentro de la familia
para no solamente evitar las recaídas sino producir modificaciones importantes
en la estructura familiar disfuncional.
Everett y Volgy en 1988 a partir
del modelo transgeneracional de la terapia familiar sistémica, se ha percibido
que el TLP se enmaraña en relaciones multigeneracionales dentro de un sistema
centrípeto caracterizado por innumerables separaciones y dificultades para el
desarrollo de la individuación de sus miembros. La madre suele ser una persona
sobre involucrada en la vida de la hija y el padre distante, la relación
conyugal se presenta como un sistema dominado por la falsa mutualidad[232]
, característica de la triangulación patológica[233].
Los objetivos de la terapia
transgeneracional aplicada al TLP son: incrementar las interacciones
legitimadoras en vez de las descalificaciones, abandonando los juicios de valor
asociados a la maldad y al fracaso, erradicar los procesos relacionales
fundamentados en la identificación proyectiva, ampliar las posibilidades de que
los miembros de la familia concreten su identidad a partir de la pertenencia
familiar, clarificar los límites jerárquicos, rompiendo las lealtades
verticales, re estructurar los límites de los subsistemas conyugal, parental y
fraterno, fortaleciendo principalmente los lazos conyugales[234].
El 2009 Stobie y
Tromski-Klingshirn publicaron un artículo sobre la pertinencia de la terapia
familiar en casos de divorcio asociados a la presencia del TLP[235].
Plantean que las familias con hijas diagnosticadas con TLP experimentan crisis
caóticas que son muy difíciles de controlar debido a las disfunciones
sistémicas de la familia, considerando que estas crisis afectan a cualquier
persona lo hacen de peor manera en los casos de TLP. En ese sentido, consideran
que la experiencia de divorcio puede resultar insostenible para las estructuras
de autocontrol endebles de los adolescentes con síntomas limítrofes.
Vale la pena recordar que los
siguientes momentos críticos del ciclo vital son determinantes para la
manifestación de los síntomas del TLP: arrestos, muerte de personas significativas,
divorcio y separación de los padres, aborto, episodios agudos de trastornos
mentales, dificultades en el desarrollo sexual, adaptación a una familia
ensamblada, alejamiento de personas importantes[236].
Asumiendo la posibilidad de la
expresión de crisis ligadas a conductas autolíticas, el abordaje terapéutico
familiar es indispensable durante el proceso de divorcio, por lo tanto,
siguiendo los parámetros de la terapia familiar en situaciones de crisis, se
propone seguir el modelo de Roberts y
Dziegielewski, comprende siete etapas: evaluar la letalidad, establecer
la compenetración y desarrollar una comunicación efectiva, identificar el
problema más importante, tratar con los sentimientos y dar apoyo, explorar
posibles alternativas de solución, formular un plan de acción, tomar medidas de
seguimiento[237].
Barlow, Allen y Choate plantean
un modelo terapéutico denominado Terapia
Unificada (Unified Therapy) (TU),
integra los aportes psicoanalíticos, cognitivos, comportamentales y terapia
familiar sistémica. El supuesto consiste en asumir al TLP como resultante de
historias familiares conflictivas y la presencia de ambivalencia por parte de
sus cuidadores, consistente en creencias paradójicas y comunicación con doble
vínculo. La crianza ha sido basada en la hostilidad, la sobre involucración y
la negligencia. Por un lado consideran que su hijo debe cumplir una misión
propia de los padres y por otra son hostiles con el niño porque no se somete a
sus creencias. La paradoja ante la cual existe el pequeño conlleva al
desarrollo de los síntomas del TLP y a juegos familiares disfuncionales
determinando la ambivalencia entre independencia y dependencia[238].
La terapia consiste en ofrecer al paciente la
posibilidad de identificar los conflictos familiares asociados al desarrollo de
sus síntomas. Reunir información para identificar los padrones de sus
relaciones interpersonales como señales de sus comportamientos autolíticos.
Obtener información sobre su genograma para que el paciente pueda desarrollar
la comprensión de su historia y poder ser empático con sus progenitores.
Mostrarle al paciente la función que cumple en su organización familiar y los
motivos por los cuales a la familia no le conviene el abandono de dicha
función. Desarrollar una estrategia de metacomunicación dirigida al auxilio del
paciente para que sea capaz de afrontar los problemas con su familia[239].
Cancrini, intenta integrar el
modelo sistémico con los aportes teóricos de Kenberg en un trabajo reflexivo
sobre el TLP, su propuesta es que no se trata de una estructura de
personalidad, sino de un tipo de funcionamiento consecuente con los juegos
familiares a los cuales el niño fue expuesto. Desde ese punto de vista, las
consideraciones acerca de la personalidad deben dar lugar a la comprensión de
los recursos inauditos a los cuales estas personas deben recurrir ante el caos
familiar en el cual se desenvuelven[240].
Terapia de pareja en casos de TLP
Estas consideraciones sobre el
funcionamiento del TLP en el entorno familiar, permite comprender las
complejidades de las vinculaciones amorosas de estas personas quienes colusionan
y triangulan a los hijos[241].
Son pocos los reportes de la terapia de pareja en casos de TLP[242].
Links y Stockwell hacen referencia a la pertinencia de la Terapia de Pareja (TP) en casos de TLP[243],
consideran que a la par de sus síntomas, la relación amorosa se caracteriza por
la inestabilidad estable, la sobreimplicación emocional, la descalificación del
cónyuge y un alto grado de dependencia de la persona límite hacia su pareja.
La falta de informes sobre la
relevancia de la TP en casos de TLP se debe principalmente a que se discurre
que este trastorno es incompatible con el matrimonio satisfactorio. Informan
sobre un estudio según el cual sólo el 52% de las mujeres y el 29% de los
varones se casan[244].
Otros plantean que debido a los graves disturbios sus relaciones de pareja son
turbulentas, por lo tanto no recomiendan el trabajo terapéutico conyugal[245].
Además se acentúa las alteraciones en la empatía lo cual conlleva a la
presencia de acciones violentas en contra del cónyuge[246]
Bouchard y Sabourin, revisan
investigaciones recientes sobre las disfunciones en las relaciones románticas
de personas diagnosticadas con TLP, considerando la formación de la pareja, el
tiempo del enamoramiento, la elección de pareja, satisfacción marital,
violencia doméstica, seguridad del apego y funcionamiento sexual. Las
conclusiones más importantes, sugieren una coincidencia con el dato según el
cual el porcentaje de matrimonios es bajo, sin embargo alrededor del 45% establecen
relaciones de pareja estables; del 15 al 38% de estas parejas se mantienen
juntas después de los seis años de convivencia, alrededor del 75% se divorcian
después de tres años de matrimonio. La violencia y los arranques de ira son las
causas más frecuentes para el deterioro de las relaciones amorosas de estas
personas. El activador de esos comportamientos subyace en la presencia de estrés en la relación, en
parejas con bajos niveles de estrés la posibilidad de crisis son menores[247].
Estos mismos investigadores
encontraron que la posibilidad de crisis conyugales en parejas con un miembro
aquejado de TLP es mayor cuando existe poco conocimiento sobre el TLP, el menor
conocimientos generaba tendencia a la depresión y a la hostilidad. Se observó
luego de aplicar la escala de personalidad de los cinco grandes, que los
cónyuges menos tolerantes respondían a un nivel más alto de inestabilidad
emocional, tendencia a la introversión y bajo nivel en apertura a la
experiencia.
Siguiendo la investigación de Bouchard
y Sabourin, se encontró tendencia a la baja satisfacción conyugal y alto estrés
en la relación de pareja cuando uno de los cónyuges sufre de TLP. Evidencian
tendencia a mantener relaciones de pareja evitando el afrontamiento de
problemas, a ello se suma el incremento de los conflictos a lo largo de un
período de diez años, esto sugiere que los rasgos limítrofes tienen un impacto
negativo en el nivel de satisfacción marital, siendo el efecto duradero y
progresivo. También hacen alusión que la identificación de rasgos limítrofes se
relaciona con un pronóstico negativo del matrimonio. En cuanto al estilo de
apego adulto corresponde al preocupado y al evitativo, por ello la
predominancia es la ansiedad y el rechazo en sus vinculaciones amorosas, lo
cual explica la presencia de las serias dificultades relacionales[248].
Otro ámbito disfuncional es la
sexualidad de las personas con TLP, los problemas más frecuentes se relacionan
con promiscuidad sexual, reducción de la satisfacción sexual, aburrimiento
sexual y en contraposición algunos casos de evitación sexual. A ello se suma la
frecuente presencia de trastorno de identidad sexual y la ambivalencia sobre la
orientación sexual[249].
También se determinó que el 65,2% de las mujeres y el 45% de los varones con
TLP adolecen de algún problema con su sexualidad[250].
En otro estudio se encontró que el 50% de las mujeres con TLP, manifiestan
preocupación sobre su vida sexual, depresión sexual e insatisfacción sexual[251].
El resultado de estos factores
determina serios problemas en las relaciones románticas y maritales. Por lo
tanto la TP es pertinente para disminuir los niveles de estrés relacional,
establecer estrategias de protección contra las conductas destructivas del
cónyuge afectado por los síntomas del TLP. Sin embargo, pacientes con
impulsividad, conductas autolíticas y amenazantes no son recomendables para la
TP. Mientras que aquellas personas con problemas de identidad se ven
favorecidas por la TP con duración de uno a dos años; aquellas con dificultades
en la regulación emocional se ven favorecidas en pocos meses por la TP siempre
y cuando sus cónyuges no tengan trastornos psicológicos[252].
Prevención del TLP
Para terminar con este artículo,
vale la pena señalar algunos aspectos relacionados con la prevención del TLP.
Si bien aún se mantiene cierta controversia en relación a la pertinencia o no
del diagnóstico infantil de los trastornos de personalidad en general y del TLP
en particular, me ciño a la postura de Paulina Kernberg quien plantea que sí es
posible identificar síntomas de trastornos de personalidad en los niños y
adolescentes[253].
Más aún es factible el TLP antes de la juventud[254].
En ese sentido, existen propuestas para prevenir la manifestación desadaptada
del TLP.
En Canadá se ha estimado la
presencia del TLP en las edades de 11 a 14 años en un rango del 0,9% al 10,8%[255].
Lo cual permite plantear la posibilidad del diagnóstico temprano. Ha quedado
demostrada la relación entre el abuso sexual en la infancia y el TLP[256],
se han plasmado estudios hispanos acerca de dicha vinculación[257].
La prevención debe centrarse en
intervenciones tempranas sobre las familias disfuncionales con triangulaciones
patológicas, a la vez, se deben desarrollar programas de regulación emocional
para víctimas de maltrato sexual y/o físico, además de niñas y niños víctimas de negligencia. Un
interesante modelo es el sugerido por el
equipo de Chanen[258].
Conclusiones
Hace más de treinta años atendí a
mi primera paciente con TLP, en aquella época no conocía la fundamentación
clínica ni teórica de ese trastorno. Ella me fue guiando por las turbulencias
de su historia, me dejó una frase como síntesis de su problemática: “mi
angustia es el grito desesperado de mi vacío”. Trabajé con ella durante cuatro
años aproximadamente, atendimos a su pareja y a sus hijos en el Instituto
Boliviano de Terapia Familiar (IBTF). Fue una de las más importantes travesías
de mi vida como terapeuta, aprendí a enfrentarme con el vacío existencial y con
las crisis desesperadas de esa persona. Por ella me interioricé en el estudio
apasionado del trastorno.
En el 2007 presenté mi trabajo de
grado para postularme a la Maestría en Psicología de la Salud sobre el análisis
de las intervenciones terapéuticas centradas en el problema y centradas en
soluciones en dos casos de TLP. En ese momento fue agobiante la búsqueda de
reportes desde el enfoque sistémico aplicado al TLP.
Han pasado 11 años desde el
inicio de la búsqueda de alternativas terapéuticas efectivas. Hoy las cosas han
cambiado radicalmente, en primera instancia se ha investigado el origen del
trastorno desde diversos ámbitos, la conclusión señala que existe una base
genética determinante de la vulnerabilidad del trastorno a la cual se añade la
influencia de la crianza y el clima familiar. La mayoría de los casos responde
a experiencias traumáticas durante la niñez, carencias afectivas asociadas al
caos familiar y un estilo de apego desorganizado.
La precisión del diagnóstico ha
mejorado ostensiblemente, de ahí el auge de sistemas de evaluación de los
síntomas del TLP, estableciendo con notoriedad lo inapropiado del término
“limítrofe”, considerando que lo pertinente sería denominarlo Trastorno de
Regulación Emocional, porque el eje del síndrome hace referencia a los
problemas en la descodificación emocional.
Se han desarrollado sistemas
terapéuticos efectivos, hoy se contemplan como los mejores a cuatro de ellos:
Psicoterapia Focalizada en la Transferencia (PFT), Psicoterapia Basada en la
Mentalización (TBM), Terapia Centrada en Esquemas (TCE) y Terapia Dialéctica
Conductual (TDC). He analizado la propuesta de la Terapia Familiar y la Terapia
de Pareja, indispensables para aliviar el sufrimiento de las personas
significativas del entorno de estas personas. También he resaltado la
importancia de la Psicoeducación Familiar dirigida a disminuir la emoción
expresada y los altos niveles de estrés.Para terminar he planteado algunas
consideraciones sobre la prevención del TLP.
Desconocemos la incidencia y
prevalencia del TLP en Bolivia, casi nada se ha investigado sobre la dinámica
del TLP en nuestras culturas, no tenemos validaciones de las pruebas que se
utilizan para el diagnóstico, mucho menos se ha trabajado sobre la validación
de los sistemas de intervención.
Con este artículo espero
estimular a los investigadores y terapeutas jóvenes para que puedan investigar
al TLP con el afán de aliviar el sufrimiento de tantas personas aquejadas por
los síntomas y de quienes de una u otra forma deben aprender a amarlos a pesar
de sus conflictos.
La
Paz, 12 de junio del 2018
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