Los actuales eventos sociales han
incidido indudablemente en la salud mental de los ciudadanos bolivianos. El
impacto de la experiencia puede afectar también a los niños. En ese sentido, es
importante que los padres y familiares cercanos puedan reconocer los
indicadores del síndrome de estrés agudo
presente en algunos pequeños.
El estrés en general es una respuesta de nuestro organismo ante
eventos traumáticos, ya sea como víctimas o testigos. Se trata de situaciones donde
el sufrimiento físico y psíquico es imposible de evitar. No se puede huir,
entonces el sistema nervioso expele sustancias para promover la acción, nuestro
cuerpo a pesar de la tensión muscular generada por las epinefrinas (adrenalina
y noradrenalina) se mantiene en la situación desesperada, para paliar el
desequilibrio químico se activan las glándulas suprarrenales para producir
cortisol en el afán de proteger las sinapsis agobiadas por la insuficiencia de
dopamina para proteger las conexiones nerviosas.
El cortisol es la hormona del
estrés, su presencia es indicador de la tensión muscular disfuncional. Su
exudación promueve la secreción de la sustancia P, neurotransmisor nociceptivo,
responsable por la sensación del dolor generalizado. La compleja expresión
neuroquímica del estrés, conlleva a la par los recursos corticales responsables
por la interpretación de la experiencia, derivando en afecciones de la memoria
en la intención de darle sentido al sufrimiento.
Como consecuencia de la
experiencia traumática, es posible el desarrollo de síntomas asociados a la
desadaptación. El niño o niña puede manifestarlos, si ocurren después de los
tres días de la experiencia hasta un mes de la misma, estamos hablando del síndrome de estrés agudo. Son los
siguientes:
a) Re experimentación de la
experiencia traumática
La niña o el niño puede revivir
la experiencia traumática, ya sea estando despierto o tener pesadillas. Revivir
los eventos generalmente sucede con situaciones asociadas con las vivencias
traumáticas, por ejemplo, escuchar petardos puede activar el recuerdo de los
asaltos en el barrio. En esa circunstancia, el niño o la niña se muestra
aterrorizado o paralizado. Algunos se aíslan del entorno, lo que llamamos disociación, es una pérdida temporal de
la realidad. A eso se suma la presencia de conductas de evitación, intenta huir
o esconderse, aunque lo que está ocurriendo no entraña peligro.
b) Evitación de eventos
recordatorios
Se generan conductas de evitación
ante lugares que le recuerdan el trauma. También rehúye a personas que
estuvieron presentes. Trata de cambiar los temas de conversación asociados al
evento estresante.
c) Efectos sobre el pensamiento y
estado de ánimo
El eje emocional perturbador es
la culpa. Es probable que se asocie los eventos vividos con la idea irracional
de haber sido responsable, consideran que si se hubieran portado bien nada hubiese
ocurrido. Pueden tornarse inquietos y activos, se altera el sueño, hay más
berrinches, conductas agresivas y desobediencia. En la escuela se aíslan y baja
su rendimiento escolar, además son probables las conductas violentas.
d) Cambios en las reacciones y el
estado de alerta
Se los ve en estado de alerta
permanente, como si vigilaran para evitar la concurrencia de la situación
estresante. Manifiestan hiperactividad, muchos niños y niñas son diagnosticadas
erróneamente con Trastorno de Atención e Hiperactividad cuando en realidad se
trata del Síndrome de estrés agudo, y si las conductas desadaptativas se
generan después de los tres meses del evento traumántico: Síndrome de Estrés
Postraumático.
e) Síntomas disociativos
Hice referencia a la experiencia
de sentir que el mundo se volvió irreal. La disociación se asocia con la
sensación de que el cuerpo se separa, como ingresar a un mundo de sueños.
Algunos profesionales sin especialidad en atención de niños pueden diagnosticar
psicosis infantil.
¿Cómo deben actuar en la familia?
a) Reducir la incertidumbre
Darle información al niño o a la
niña es lo más importante. La angustia es producto de la impotencia, si no se
le da sentido se incrementa ocasionando sufrimiento. Las ideas que los pequeños
se hacen ante un evento estresante pueden ser mucho peores que las causas
reales. Asocian lo ocurrido con su responsabilidad, se someten al terror de la
idea de que vuelva a ocurrir, tienen rabia y miedo porque no entienden. Los
padres prioritariamente, pueden ser otros miembros de la familia, deben
explicar lo que ocurrió, hacerlo con los detalles necesarios, evitando pensar
que “los niños no entienden”.
b) Compartir sentimientos
Todos hemos vivido la experiencia
traumática, el temor al asalto de la casa, agresiones hacia nuestra integridad
física, el terror ante la falta de información. Los hijos e hijas han sido
testigos del pánico de sus padres, hermanos, abuelos, tíos, etcétera. Por lo
tanto es contradictorio decirles que no pasa nada, todo bien. El niño o la niña
necesitan saber por qué colocaron colchones en las ventanas, trancaron la
puerta o por qué abuelita se fue a la casa. Compartir los sentimientos
permitirá que el pequeño o la pequeña también lo hagan.
c) Darle una función
La angustia disminuirá cuando la
niña o el niño sepan cómo pueden ayudar. Vale la pena pedirles que hagan algo
en la medida de sus posibilidades. Cuidar a las mascotas es una excelente idea
si se las tiene, calmarlas, jugar con ellas; si no, ayuda el hacerse cargo de
su muñeca o muñeco más querido. Pedirle que ayude en algo a la familia,
dándoles una función nueva que no entrañe peligro, por supuesto.
d) Consolar
Si la reducción de incertidumbre
a través de la información es lo más importante para organizar los
pensamientos, el consuelo lo es para apaciguar el temor. Abrazar, besar y decir
palabras de cariño son acciones indispensables. Jamás se debe prometer que todo
estará bien, porque puede no ocurrir, lo que empeorará la situación emocional.
Es prudente decir que no los dejaremos solos, que los protegeremos. No se debe
ridiculizar o minimizar el temor, se lo debe comprender y racionalizar; es
decir, explicarle al niño el motivo del miedo en lugar de negarlo o reprimirlo:
“sí a mí también me da miedo que nos ataquen”, “entiendo que estés así, porque
hemos corrido peligro”, “ya pasó, pero es normal que sintamos miedo de que
vuelva a pasar”. A ello inmediatamente agregar: “no estás solo (sola), estoy
contigo”.
La idea es que la niña o el niño
deben sentirse seguro con sus
cuidadores, además sentir que se reconoce la legitimidad de sus emociones.
e) Mantenerlos informados
En función a la información que
reciba el adulto, se debe comunicar al niño o a la niña los acontecimientos, en
la medida en que valoremos su importancia. Debemos evitar que nuestros hijos e
hijas pierdan la confianza en nosotros, pasaría si descubren que los hemos
engañado.
f) Ampliar las actividades en el
hogar
En lo posible, evitar estar la
mayor parte del tiempo pegados al televisor o a las redes sociales. Dar espacio
para otras actividades, manteniendo la asistencia a los noticiosos y a los
mensajes digitales en horarios convenidos.
g) Buscar ayuda profesional
Si los síntomas del estrés agudo
no desaparecen o se incrementan, es momento de buscar ayuda psicológica. No
todos los psicólogos están formados en el manejo de los trastornos psicológicos
infantiles. Se debe buscar un o una especialista. Una vez recomendado un o una
profesional, debe asegurarse de que tiene la especialidad.
Los psicoterapeutas, una vez
licenciados en psicología, psiquiatría o trabajo social, debemos realizar una
formación rigurosa en posgrados de especialidad o maestría. Es muy delicado
dejar en manos de inexpertos el problema de nuestros hijos, sobre todo en
trastornos como el Síndrome de estrés agudo. Psicólogos novatos pueden empeorar
el problema por ejemplo, haciendo revivir la experiencia traumática o
rechazando la participación de la familia.
También debemos evitar recurrir a
charlatanes pseudoterapeutas. El auge de las falsas ciencias está ocasionando
el deterioro de las personas que acuden a ellas. Evite regresionistas, expertos
en constelaciones familiares, coach,
programadores neurolingüísticos. La manera de cerciorarnos de la idoneidad
profesional es consultar por la formación, puede navegar por Internet. Recuerde
que dejaremos en manos de estas personas a nuestros hijos e hijas.
Sabemos que las técnicas más
eficaces en el manejo del Estrés agudo y el Estrés postraumático pertenecen a
las terapias cognitivo-conductuales. Por ello lo más conveniente es buscar
expertos en esa línea de tratamiento que coincidan con los valores familiares.
Para profundizar:
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